Authors: Patrick Modiano
Recuerdo la fuerte impresión que experimenté después de mi fuga de enero de 1960, más intensa que ninguna otra que hubiera experimentado antes. Era el vértigo de cortar, de un golpe, todos los lazos: ruptura drástica y voluntaria con la disciplina que nos imponen el internado, los profesores, los compañeros de clase. A partir de ese momento, ya no tenemos nada que ver con todo ello; se produce una ruptura con nuestros padres, que no han sabido queremos y de quienes, nos decimos, no podemos esperar ninguna ayuda; sentimiento de rebelión y de soledad llevado a la incandescencia y que nos corta el aliento y nos deja en un estado de ingravidez. Una de las raras ocasiones de mi vida en que fui verdaderamente yo mismo y seguí mi propia senda.
El éxtasis no dura mucho, sin embargo. No tiene porvenir. Pronto nuestro impulso es frenado en seco.
La fuga -por lo que parece- constituye una llamada de socorro y a veces una forma de suicidio. Pero al menos se experimenta un breve sentimiento de eternidad. No sólo hemos cortado los lazos con el mundo sino también con el tiempo. Una mañana, el cielo tiene un azul ligero y nada pesa sobre nosotros. Las agujas del reloj del jardín de las Tullerías están inmóviles para siempre. Como una hormiga que no acabase nunca de atravesar la mancha de sol.
Pienso en Dora Bruder. Me digo que su fuga no fue tan sencilla como la mía, veinte años más tarde, en un mundo que se había vuelto inofensivo. Aquella ciudad de diciembre de 1941, su toque de queda, sus soldados, su policía, todo era hostil y buscaba su perdición. A los dieciséis años tenía el mundo entero contra ella y no sabía por qué.
Otras rebeldes, en el París de aquellos años, y en la misma soledad que Dora Bruder, lanzaban granadas contra los alemanes, contra sus convoyes y sus lugares de reunión. Tenían su misma edad. Los rostros de algunas de ellas estaban reproducidos en el Cartel Rojo y no puedo evitar asociarlas, en mi pensamiento, a Dora.
En el verano de 1941 se estrenó en Normandía, y en seguida en todos los cines de barrio, una película rodada poco después de la Ocupación. Era una simpática comedia:
Primera cita.
La última vez que la vi me causó una impresión extraña que no se justificaba ni por la ligereza de la trama ni por el tono festivo de que hacían gala los protagonistas. Me decía a mí mismo que seguramente Dora Bruder habría asistido, un domingo, a una proyección de la película, cuyo argumento narra la fuga de una chica de su edad. Se escapa de un pensionado como el Sagrado Corazón de María y durante su fuga encuentra al que se conoce en los cuentos de hadas y en las novelas como el príncipe azul.
La película presenta una versión rosa y anodina de lo que le sucedió a Dora en la realidad. ¿Le habría dado la idea para su fuga? Concentraba mi atención en los detalles: el dormitorio, los pasillos del internado, el uniforme de las internas, el café donde espera la heroína cuando se hace de noche… No había nada que se pareciese a la realidad, aparte de que la mayoría de las escenas estaban rodadas en estudio. No obstante, sentía cierto malestar. Procedía de la luminosidad del film, del mismo grano de la película. Un velo parecía cubrir las imágenes, acentuaba los contrastes y a veces los difuminaba, en una blancura boreal. La luz era al mismo tiempo demasiado clara y demasiado oscura, ahogando las voces o haciendo su timbre más estentóreo e inquietante.
Comprendí repentinamente que esa película estaba impregnada por las miradas de los espectadores del tiempo de la Ocupación: espectadores de todas clases, muchos de los cuales no habían sobrevivido a la guerra. Habían sido arrastrados a lo desconocido, después de ver la película un sábado por la noche que sólo había sido una tregua. La guerra y la amenaza exterior se olvidaban mientras duraba la proyección. Se apretaban unos contra otros en la oscuridad de la sala, siguiendo la ola de imágenes de la pantalla, y entonces ya nada podía pasar. Y todas esas miradas, por una suerte de proceso químico, habían modificado la sustancia misma de la película, la luz, la voz de los actores. Esto es lo que sentí, pensando en Dora Bruder, ante las imágenes en apariencia intrascendentes de
Primera cita.
Ernest Bruder fue detenido el 19 de marzo de 1942 o, más exactamente, internado en el campo de concentración de Drancy. No he encontrado pista alguna del motivo y las circunstancias de dicha detención. En el fichero «familiar», del que se servía la Prefectura de policía y donde estaban reunidos los datos de cada judío, está anotado lo siguiente:
Bruder Ernest 21.5.99 – Viena
Nº dossier judío: 49091 Profesión: No tiene
Mutilado de guerra ciento por ciento. 2.
a
clase. Legionario francés intoxicado por gas; tuberculosis pulmonar.
Registro central de antecedentes penales E56404.
Más abajo la ficha lleva dos palabra impresas con tampón: SE BUSCA, seguidas de una nota a lápiz: «Se encuentra en el campo de Drancy.»
Ernest Bruder, en calidad de judío «ex austríaco», habría podido ser detenido en la redada de agosto de 1941, durante la cual los policías franceses, flanqueados por militares alemanes, bloquearon el distrito XI el 20 de agosto y durante los días siguientes interpelaron a los judíos extranjeros en las calles de los demás distritos, entre ellos el XVIII. ¿Cómo escapó a esa redada? ¿Gracias a su categoría de antiguo legionario francés de segunda clase? Lo dudo.
La ficha indica que se le buscaba. Pero ¿a partir de cuándo? ¿Y por qué motivos concretos? Si se le hubiera buscado ya el 27 de diciembre de 1941, el día en que había denunciado la desaparición de Dora en la comisaría de Clignancourt, la policía no habría dejado que se fuera. ¿Llamó la atención sobre él ese día?
Un padre intenta encontrar a su hija, denuncia su desaparición en comisaría y aparece un anuncio de búsqueda en un diario de la tarde. Pero también se busca al padre. Unos padres pierden la pista de su hija y uno de ellos desaparece a su vez, un 19 de marzo, como si el invierno de aquel año separase a las personas unas de otras y embrollase y borrase sus itinerarios hasta el punto de proyectar dudas sobre su existencia. Y no hay salida. Pues quienes están encargados de buscar y encontrar a la gente elaboran fichas para, a renglón seguido, hacerlas desaparecer definitivamente.
Ignoro si Dora Bruder se enteró en seguida de la detención de su padre. Supongo que no. En marzo aún no había vuelto al bulevar Ornano. Eso es al menos lo que sugieren las pistas que subsisten en los archivos de la Prefectura de policía.
Como ya han transcurrido casi sesenta años, esos archivos nos van desvelando poco a poco sus secretos. La Prefectura de policía de la Ocupación ya no es más que un gran cuartel espectral a orillas del Sena. Al evocar el pasado se nos aparece como la terrorífica casa Usher. y nos cuesta creer que ese edificio, cuyas fachadas vemos a diario, no ha cambiado desde los años cuarenta. No acabamos de persuadimos de que son las mismas piedras, los mismos corredores.
Muertos desde hace mucho tiempo están los inspectores que participaron en la busca i captura de judíos y sus nombres resuenan con un eco lúgubre y despiden un olor a cuero podrido y tabaco frío: Permilleux, François, Schweblin, Koerperich, Cougoule… Muertos o impedidos a causa de la vejez, esos guardianes de la paz a los que se llamaba «agentes captado res» y escribían su nombre al pie de las declaraciones de los detenidos durante las redadas. Esos millares de declaraciones han sido destruidos y no se sabrán nunca los nombres de los «agentes captadores». Pero quedan en los archivos centenares de cartas dirigidas al prefecto de policía de la época, a las que nunca respondió. Han permanecido allí durante más de medio siglo, como sacas de correo olvidadas en el fondo del hangar de una lejana etapa del Correo Aéreo. Hoy podemos leerlas. Quienes las recibieron no las tuvieron en cuenta y nosotros, que no habíamos nacido todavía, somos sus destinatarios y sus guardianes:
Señor Prefecto:
Tengo el honor de pedirle que se interese en mi demanda. Se trata de mi sobrino Albert Graudens, de nacionalidad francesa, de 16 años de edad, que ha sido internado…
Señor director del servicio de judíos:
Solicito de su alta benevolencia la liberación del campo de Drancy de mi hija, Nelly Trautmann…
Señor Prefecto de Policía:
Me permito solicitar un favor en relación con mi marido, Zelik Pergricht, permitiéndome pedirle noticias, así como algunas informaciones…
Señor Prefecto de Policía:
Tengo el honor de solicitar de su alta benevolencia y de su generosidad información concerniente a mi hija, señora de Jacques Lévy, de soltera Violette Joel, detenida el 10 de septiembre último cuando intentaba cruzar la línea de demarcación sin llevar la estrella reglamentaria. Iba acompañada de su hijo, lean Lévy, de 8 años y medio…
Entregada directamente al prefecto de policía:
Solicito de su benevolencia la liberación de mi nieto Michael Rubin, de 3 años, francés, de madre francesa, internado en Drancy con su madre…
Señor Prefecto:
Le estaré infinitamente agradecida si quiere examinar el caso siguiente: mis padres, bastante mayores y enfermos, han sido detenidos por ser judíos y nos hemos quedado solas, yo y mi hermana pequeña, Marie Grosman, de 15 años y medio, judía francesa, con carnet de identidad francés n. o 1594936, serie B, y yo misma, Jeannette Grosman, igualmente judía francesa, de 19 años, con carnet de identidad francés n. o 924227, serie B…
Señor director:
Discúlpeme si me permito dirigirme a usted, pero he aquí mi caso: el 16 de julio de 1942 vinieron a buscar a mi marido y, como mi hija lloraba, también se la llevaron.
Se llama Paulette Gothlef, de 14 años años y medio, nacida el 19 de noviembre de 1927 en París en el distrito 12, y es francesa…
Con fecha del 17 de abril de 1942, el registro de la comisaría de Clignancourt lleva la siguiente anotación bajo las columnas habituales: Fecha y dirección - Estado civil - Resumen del asunto:
17 de abril de 1942. 2098 15/24. P. Menores. Asunto Bruder Dora, de 16 años de edad, desaparecida, después A 1917 ha regresado al domicilio materno.
No sé a qué corresponden las cifras 2098 y 15/24. «P. Menores» debe de querer decir «Protección de menores». El atestado 1917 contenía la deposición de Ernest Bruder y las preguntas relativas a Dora y a él mismo que se le formularon el 27 de diciembre de 1941. No hay ningún otro indicio del atestado 1917 en los archivos.
Apenas tres líneas dedicadas al «asunto Bruder Dora». Las notas siguientes, relativas al 17 de abril, se refieren a otros asuntos:
Gaul Georgette Paulette, 30.7.23, nacida en Pantin, Sena, hija de Georges y de Pelz Rose, soltera, domiciliada en hotel calle Pigalle, 41. Prostitución.
Germaine Mauraire. 9.10.21, nacida en Entre-DeuxEaux (Vosgos). Vive en hotel. 1 informe P. Menores.
–R. Cretet. Distrito 9.
o
Así se suceden, en los registros de incidencias de las comisarías de la Ocupación, prostitutas, perros perdidos, niños abandonados. Y -como en el caso de Dora- adolescentes desaparecidas y acusadas del delito de vagancia.
En apariencia, nunca se trata de «judíos». Sin embargo, pasaron por las comisarías antes de ser metidos en prisión preventiva y luego enviados a Drancy. y la frase «ha regresado al domicilio materno» supone que en el puesto de policía de Clignancourt sabían que el padre de Dora había sido detenido el mes anterior.
No hay rastro de ella entre el 14 de diciembre de 1941, día de su fuga, y el 17 de abril de 1942 en que, según el registro, regresa al domicilio materno, es decir, a la habitación del hotel del bulevar Ornano. Durante cuatro meses se ignora cuál es su paradero, qué hace o con quién está. Y también se ignora en qué circunstancias regresa al «domicilio materno». ¿Por propia iniciativa, después de enterarse de la detención de su padre? ¿O bien después de ser aprehendida en la calle, tras lanzar la Brigada de menores una orden de búsqueda contra ella? No he encontrado ningún indicio, ningún testigo que pudiera iluminarme sobre sus cuatro meses de ausencia, que quedan para nosotros como un blanco en su vida.
El único medio de no perder por completo durante ese período a Dora Bruder será informarnos de los cambios de tiempo. La nieve cayó por primera vez el 4 de noviembre de 1941. El invierno comenzó el 22 de diciembre con un frío muy intenso. El 29 de diciembre la temperatura bajó aún más y los cristales de las ventanas se cubrieron de una ligera capa de hielo. A partir del 13 de enero el frío se hizo siberiano. El agua se helaba. Eso duró alrededor de cuatro semanas. El 12 de febrero hizo un poco de sol, como un tímido anuncio de primavera. Una capa de nieve, que se oscurecía bajo las pisadas de los transeúntes y se transformaba en barro, cubría las aceras. Fue el día en que se llevaron a mi padre. El 22 de febrero volvió a nevar. El 25 de febrero la nieve seguía cayendo, aún más abundante. El 3 de marzo, después de las nueve de la noche, primer bombardeo en las afueras. En París los vidrios temblaban. El 13 de marzo las sirenas se dispararon en pleno día para alertar a la población. Los viajeros del metro se quedaron inmovilizados durante dos horas. Fueron desalojados por el túnel. A las diez de la noche hubo otra alerta. El 15 de marzo hizo mucho sol. El 28 de marzo, alrededor de las diez de la noche, un bombardeo lejano duró hasta medianoche. El 2 de abril, una alerta hacia las cuatro de la mañana y un violento bombardeo hasta las seis. Y otro bombardeo a partir de las once de la mañana. El 4 de abril los pimpollos florecieron en las ramas de los castaños. El 5 de abril, al anochecer, hubo una borrasca de primavera con granizo, luego salió el arco iris. No olvidar: mañana a mediodía, cita en la terraza de los Gobelinos.
Hace algunos meses pude obtener una foto de Dora Bruder que destaca entre las ya reunidas. Sin duda fue la última que le hicieron. En su rostro y su aspecto no queda nada de la niña que se adivinaba en las demás fotos a través de la mirada, la redondez de las mejillas, el vestido blanco de un día de entrega de premios… No sé en qué fecha fue tomada esa foto. Seguramente en 1941, el año en que Dora estaba interna en el Sagrado Corazón de María, o bien a principios de la primavera de 1942, cuando regresó, después de su fuga, al bulevar Ornano.
Se la ve con su madre y su abuela materna. Las tres mujeres están una alIado de otra, la abuela entre Cécile y Dora. Cécile lleva un vestido negro y el cabello corto, la abuela un vestido floreado. Ninguna de las dos mujeres sonríe. Dora lleva un vestido negro -o azul marino – y una blusa con cuello blanco, pero también podría ser un chaleco y una falda, la foto no es lo bastante nítida para apreciarlo bien. Lleva medias y sandalias de tiras. La melena le cae casi hasta los hombros y se la sujeta con una cinta, el brazo izquierdo le cuelga a lo largo del cuerpo, con los dedos doblados, y el brazo derecho queda oculto por su abuela. Mantiene la cabeza erguida, sus ojos son graves, pero en sus labios se esboza una sonrisa. Y ello le proporciona a su rostro una expresión de dulzura triste y de desafío. Las tres mujeres se hallan junto a la pared. El suelo está embaldosado como el corredor de un edificio público. ¿Quién pudo haber hecho la foto? ¿Ernest Bruder? ¿Que no esté en la foto significa que ya había sido detenido? En todo caso, las tres mujeres se han vestido de domingo frente a ese objetivo anónimo.