Authors: Charlaine Harris
—¿Cómo era tu abuela? —preguntó Niall.
—Me crió sin tener por qué hacerlo —dije—. Nos acogió a mí y a mi hermano Jason en su casa y se esforzó mucho en sacarnos adelante. Lo aprendimos todo de ella. Nos quería. Ella tuvo dos hijos y los enterró a ambos y, pese a que aquello debió de estar a punto de matarla, siguió siendo fuerte por nosotros.
—De joven era muy bella —dijo Niall. Sus ojos verdes se posaron en mi rostro, como si intentara encontrar en su nieta algún rastro de aquella belleza.
—Me lo imagino —dije, aunque no muy segura. No es muy normal pensar en la belleza de tu abuela, al menos en el mundo normal.
—La vi después de que Fintan la dejara embarazada —dijo Niall—. Era encantadora. Su marido le había dicho que no podría darle hijos. Que había tenido paperas en el momento más inadecuado. Es una enfermedad, ¿verdad? —Asentí—. Conoció a Fintan un día mientras estaba sacudiendo una alfombra en el tendedero, detrás de la casa donde vives ahora. Él le pidió un vaso de agua. Se enamoró en el acto. Ella deseaba tanto tener hijos, que él le prometió que se los daría.
—Ha mencionado antes que las hadas y los humanos no solían tener descendencia al aparearse.
—Pero Fintan era sólo hada a medias. Y ya sabía que podría darle un hijo a una mujer. —Niall hizo una mueca—. La primera mujer a la que amó murió en el parto, pero tu abuela y su hijo corrieron mejor suerte y luego, dos años después, tuvo otra hija de Fintan.
—Sería que él la violó —dije, esperando casi que así fuera. Mi abuela era la mujer más fiel que he conocido. No me la imaginaba engañando a nadie para nada, sobre todo después de haber prometido ante Dios serle fiel a mi abuelo.
—No, no lo hizo. Ella quería hijos, aunque no quería serle infiel a su esposo. A Fintan no le importaban los sentimientos de los demás, y la deseaba desesperadamente —dijo Niall—. Pero nunca fue violento. Nunca la habría violado. Pero mi hijo podía convencer a una mujer para que hiciese cualquier cosa, incluso algo que fuera en contra de su moral... Y si ella era muy bella, también lo era él.
Intenté ver en la abuela a la que yo conocí la mujer que debió de ser. Y no pude.
—¿Cómo era tu padre, mi nieto? —preguntó Niall.
—Un hombre muy guapo —dije—. Y muy trabajador. Fue un buen padre.
Niall sonrió.
—¿Qué sentía tu madre por él?
La pregunta cortó en seco los cálidos recuerdos que tenía de mi padre.
—Ella... se desvivía totalmente por él. —Tal vez a expensas de sus hijos.
—¿Estaba obsesionada? —El tono de voz de Niall no era crítico, sino seguro, como si conociese ya mi respuesta.
—Era realmente posesiva —admití—. Aunque yo sólo tenía siete años cuando murieron, ya me daba cuenta de eso. Supongo que me imaginaba que era normal. Ella quería prestarle a él toda su atención. A veces, Jason y yo nos interponíamos. Y recuerdo que también era terriblemente celosa. —Intenté que sonase gracioso, como si los tremendos celos que mi madre sentía fueran una peculiaridad encantadora.
—Era la parte de hada de él lo que la vinculaba con tanta fuerza —dijo Niall—. Hay humanos que responden así. Ella veía lo sobrenatural de él y la tenía fascinada. Dime, ¿era buena madre?
—Lo intentaba —musité.
Lo había intentado. Mi madre sabía ser buena madre en teoría. Sabía cómo actuaba una buena madre con sus hijos. Lo hacía todo como es debido pero sin convicción. Sin embargo, su verdadero amor era para mi padre, que estaba perplejo ante la intensidad de su pasión. Así lo veo ahora, como adulta. De pequeña, me sentía confusa y herida.
El hombre lobo pelirrojo nos trajo la ensalada y la dejó en la mesa. Deseaba preguntarnos si queríamos alguna cosa más, pero estaba demasiado asustado. Había captado la atmósfera especial de la mesa.
—¿Por qué ha decidido ahora venir a verme? —pregunté—. ¿Cuánto tiempo hace que conoce mi existencia? —Deposité la servilleta en mi regazo y cogí el tenedor. Tenía que empezar a comer. Siempre me inculcaron que la comida no debe desperdiciarse. Mi abuela. La que había mantenido relaciones sexuales con un hombre que era medio hada (que había aparecido en el jardín como un perro extraviado). Las suficientes relaciones sexuales durante el periodo de tiempo suficiente como para darle dos hijos.
—Conozco la existencia de tu familia desde hace sesenta años, más o menos. Pero mi hijo Fintan me prohibió veros. —Se puso un trozo de tomate en la boca con delicadeza, lo mantuvo allí, reflexionó sobre él y lo masticó. Comía igual que comería yo si estuviese en un restaurante indio o nicaragüense.
—¿Qué fue lo que cambió? —dije, pero lo averigüé sola—. Su hijo ha muerto.
—Sí —dijo, y dejó el tenedor sobre la mesa—. Fintan ha muerto. Al fin y al cabo, era medio humano. Vivió setecientos años.
¿Se suponía que tenía que opinar sobre esto? Me sentía aturdida, como si Niall me hubiera inyectado procaína en mi centro emocional. Seguramente debería preguntar cómo había muerto mi..., mi abuelo, pero no tenía valor suficiente para hacerlo.
—De modo que decidió venir a contarme esto... ¿Por qué? —Me sentía orgullosa de aparentar tanta calma.
—Soy viejo, incluso para los míos. Me apetecía conocerte. No puedo pagar las culpas por cómo es tu vida debido a la herencia que te aportó Fintan. Pero intentaré hacerte la vida un poco más fácil, si me lo permites.
—¿Puede hacer que desaparezca mi telepatía? —pregunté. Me recorrió un rayo de esperanza, mezclado con miedo, claro está.
—Estás preguntándome si puedo liberarte de algo que está en la fibra de tu ser —dijo Niall—. No, no puedo hacerlo.
Me derrumbé en mi asiento.
—Pensé que debía preguntárselo —dije, reprimiendo las lágrimas—. ¿Tengo tres deseos, o eso sólo es para los genios?
Niall me miró muy serio.
—Mejor que nunca te encuentres con un genio —dijo—. Y no soy un personaje gracioso. Soy un príncipe.
—Lo siento —dije—. Me está costando un poco enfrentarme a todo esto..., bisabuelo. —No recordaba a mis bisabuelos humanos. Mis abuelos (sí, de acuerdo, ya sé que uno de ellos no era en realidad mi abuelo) no tenían en absoluto el aspecto de aquella bella criatura, ni actuaban como él. El abuelo Stackhouse murió dieciséis años atrás, y los padres de mi madre habían muerto antes de que yo alcanzara la adolescencia. Pero había conocido a mi abuela Adele mucho mejor que a cualquiera de los demás, de hecho, mucho mejor que a mis verdaderos padres.
—Una pregunta —dije—. ¿Cómo es que Eric ha venido a buscarme para traerme aquí? Al fin y al cabo, usted es un hada. Los vampiros se vuelven locos cuando huelen a hada.
De hecho, la mayoría de los vampiros perdía su autocontrol si estaba cerca de un hada. Sólo un vampiro muy disciplinado podía comportarse como es debido teniendo un hada al alcance de su olfato. A mi hada madrina, Claudine, le aterrorizaba estar cerca de un chupasangre.
—Puedo anular mi olor —dijo Niall—. Pueden verme, pero no olerme. Es una magia muy práctica. Como habrás podido observar, puedo hacer que los humanos ni siquiera se percaten de mi presencia.
Tal como me dijo aquello, me hizo intuir que no sólo era muy viejo y muy poderoso, sino que además era muy orgulloso.
—¿Fue usted quién me envió a Claudine? —dije.
—Sí, y espero que te haya sido de utilidad. Sólo la gente que tiene sangre de hada puede mantener esa relación con un hada. Sabía que la necesitabas.
—Oh, sí, me salvó la vida —dije—. Ha sido maravillosa. —Incluso me había llevado de compras—. ¿Son todas las hadas tan agradables como Claudine, o tan bellas como su hermano?
Claude,
stripper
masculino y ahora empresario emprendedor, era guapísimo, aunque tenía la personalidad de un nabo engreído.
—Los humanos nos encuentran a todos muy bellos, aunque haya hadas que pueden resultar realmente desagradables.
Muy bien, ahora venía la parte mala. Tenía la fuerte sensación de que descubrir que tenía un bisabuelo que era un hada de pura sangre era una buena noticia, desde el punto de vista de Niall, pero que este asunto no iba a ser del todo una perita en dulce. Ahora llegaba la parte de las malas noticias.
—Han pasado muchos años sin que te encontrara —dijo Niall—, en parte porque éste era el deseo de Fintan.
—¿Y él me vigilaba? —Casi sentía calor en el corazón de imaginármelo.
—Mi hijo estaba arrepentido de haber condenado a dos hijos a esta existencia medio sí, medio no que él había vivido como hada aunque no fuera realmente un hada. Me temo que los de nuestra raza no se portaron bien con él. —Mi bisabuelo tenía la mirada fija al frente—. Hice todo lo posible por defenderlo, pero no fue suficiente. Fintan descubrió además que no era lo bastante humano como para pasar por tal; sólo podía parecerlo durante un breve tiempo.
—¿Normalmente no es así? —pregunté con mucha curiosidad.
—No. —Y sólo por una décima de segundo, vi una luz casi cegadora y a Niall en medio de ella, bello y perfecto. No es de extrañar que Einin creyera que era un ángel.
—Claudine me contó que está tratando de ascender en la escala —dije—. ¿Qué significa eso? —No sabía muy bien qué decir. Me sentía apabullada con tanta información y me esforzaba para mantenerme emocionalmente en pie, aunque creo que con escaso éxito.
—No debería haberte contado eso —dijo Niall. Mantuvo un debate interno de un par de segundos antes de continuar—. Los cambiantes son humanos con una variación genética, los vampiros son humanos muertos transformados en otra cosa, pero lo único que tenemos las hadas en común con los humanos es nuestra forma básica. Existen muchos tipos de hadas: desde los seres grotescos, como los duendes, hasta los más bellos, como nosotros. —Y eso lo dijo con total naturalidad.
—¿Existen los ángeles?
—Los ángeles son una forma más, una forma que ha experimentado una transformación casi completa, física y moral. Convertirse en ángel puede llevar cientos de años.
Pobre Claudine.
—Pero basta ya de todo esto —dijo Niall—. Quiero saber cosas de ti. Mi hijo me mantuvo apartado de tu padre y de tu tío, y luego de sus hijos. Su muerte llegó demasiado tarde para que me diera tiempo a conocer a tu prima Hadley. Pero ahora puedo verte y tocarte. —Lo que, por cierto, Niall estaba haciendo de una manera que no era exactamente humana: cuando su mano no cogía la mía, estaba posada sobre mi hombro o en mi espalda. No es precisamente que los humanos nos relacionemos así, pero no me molestaba. No al menos como cabría imaginar, pues ya me había dado cuenta de que a Claudine también le gustaba mucho el contacto físico. Y teniendo en cuenta que con las hadas no podía establecer vibraciones telepáticas, a mí me resultaba tolerable. Con un ser humano normal, habría recibido un bombardeo de pensamientos, pues el contacto físico aumentaba mi sensibilidad telepática.
—¿Tuvo Fintan más hijos o nietos? —pregunté. Estaría bien tener más familia.
—De eso ya hablaremos más adelante —dijo Niall, lo que supuso de inmediato una señal de alerta—. Ahora que me conoces un poco —dijo—, cuéntame, por favor, qué puedo hacer por ti.
—¿Por qué debería hacer algo por mí? —pregunté. Ya habíamos tenido la conversación del genio. No pensaba volver a ello.
—Adivino que tu vida ha sido dura. Ahora que puedo verte, permíteme que te ayude de alguna manera.
—Me envió a Claudine. Ha sido una gran ayuda —repetí. Sin el apoyo de mi sexto sentido, me costaba comprender el conjunto emocional y mental de mi bisabuelo. ¿Lloraba la muerte de su hijo? ¿Cómo había sido en realidad la relación entre ellos? ¿Pensaría Fintan que estaba haciendo una buena obra manteniendo a su padre alejado de los Stackhouse durante todos aquellos años? ¿Sería malo Niall o tendría malas intenciones con respecto a mí? De haberlo querido, podría haberme hecho cualquier cosa terrible desde lejos sin tomarse la molestia de conocerme y pagar una cena cara.
—No quiere explicar nada más, ¿verdad?
Niall negó con la cabeza, haciendo que su pelo, hebras de oro y plata de una exquisitez increíble, le rozara los hombros.
Tuve entonces una idea.
—¿Podría encontrar a mi novio? —pregunté esperanzada.
—¿Tienes un hombre? ¿Además del vampiro?
—Eric no es mi hombre, pero como he tomado su sangre unas cuantas veces, y él ha tomado la mía...
—Por eso te he abordado a través de él. Tienes un vínculo con él.
—Sí.
—Conozco a Eric Northman desde hace mucho tiempo. Pensé que vendrías si él te lo pedía. ¿Hice mal?
Su pregunta me tomó por sorpresa.
—No, señor —respondí—. No creo que hubiera venido de no haberme advertido él que todo iría bien. Y él no me habría traído de no haber confiado en usted... No creo, al menos.
—¿Quieres que lo mate? ¿Que acabe con ese vínculo?
—¡No! —dije, excitada pero en sentido negativo—. ¡No!
Algunos comensales se volvieron por primera vez hacia nosotros al oír mi agitación a pesar de la influencia para que «no miraran» que ejercía sobre ellos mi bisabuelo.
—Cuéntame de tu otro novio —dijo Niall, y comió un poco más de su salmón—. ¿Quién es y cuándo desapareció?
—Es Quinn, el hombre tigre —dije—. No sé nada de él desde la explosión de Rhodes. Resultó herido, pero lo vi aquel mismo día.
—Sí, he oído hablar sobre el atentado del Pyramid —dijo Niall—. ¿Estabas allí?
Se lo conté, y mi recién descubierto bisabuelo me escuchó con una refrescante ausencia de crítica. No se mostró ni horrorizado ni atónito, ni sintió lástima por mí. Me gustó aquello.
Aproveché mientras iba hablando para reagrupar mis emociones.
—¿Sabe qué? —dije cuando se produjo una pausa natural—. No busque a Quinn. Él sabe de sobra dónde estoy y tiene mi número de teléfono. Aparecerá cuando intuya que puede hacerlo, me imagino. O no.
—Pero eso me deja sin nada que hacer a modo de regalo para ti —dijo mi bisabuelo.
—Dejémoslo para más adelante —dije con una sonrisa—. Ya se presentará cualquier cosa. ¿Puedo..., puedo hablar sobre usted? ¿A mis amigos? —pregunté—. No, supongo que no. —No me imaginaba contándole a mi amiga Tara que tenía un nuevo bisabuelo que era un hada. Amelia quizá lo entendería un poco más.
—Quiero que nuestra relación se mantenga en secreto —dijo él—. Me alegro mucho de haberte encontrado por fin y quiero conocerte mejor. —Me acarició la mejilla—. Pero tengo enemigos poderosos y no quiero que se les ocurra hacerte daño para herirme a mí.