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Authors: Christopher Moore

Cordero (65 page)

—¿Y por eso me eliminaron de sus Evangelios?

—Lo has adivinado.

Se montaron en el ascensor, y Magda pulsó el botón del vestíbulo.

—Por cierto, que era «Joshua Salvador de Hombres» —dijo ella.

—¿Qué era Joshua Salvador de Hombres?

—Las iniciales. Iesus Hominum Salvator. Aquella hache era de «hombre».

—Vaya, hubiera jurado que era por «Harvey» —dijo Colleja.

Cierre
Enseñarle yoga a un elefante

«Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.»

—Juan, 21:25

¿Es posible, realmente, enseñarle yoga a un elefante? La verdad es que no, pero es que estamos hablando de Jesús. Nadie sabe lo que era capaz de hacer.

El libro que acabáis de leer es un relato. Me lo he inventado yo. No está pensado para cambiar las creencias de nadie, ni su visión del mundo, a menos que, tras leerlo, hayáis decidido ser más bondadosos con vuestros congéneres (lo que estaría bien), o hayáis decidido que os interesaría enseñarle yoga a un elefante, en cuyo caso, os pido por favor que lo grabéis en vídeo.

Para escribir CORDERO investigué, de veras lo hice, pero no hay duda de que podría haberme pasado decenios investigando y, aun así, haber cometido errores. (Es un don que tengo, ¿qué queréis que le haga?) Aunque he intentado trazar un relato preciso del mundo en que vivió Cristo, he modificado cosas para que se ajustaran a lo que a mí me convenía, y además, a veces, claro está, resulta imposible saber qué condiciones se daban entre los años 1 y 33.

La historia escrita que disponemos sobre la clase campesina, la sociedad y la práctica del judaísmo durante el siglo I en Galilea no tarda en mezclarse con la teoría. El papel de los fariseos en la sociedad rural, la influencia helenística, la de una ciudad internacional cercana, como era Joppa... ¿Quién sabe cómo habrían influido esos aspectos en Cristo cuando era niño? Hay historiadores que defienden que Yeshua de Nazaret habría sido poco más que un paleto ignorante, mientras que otros afirman que, precisamente, la proximidad de Séforis y Joppa podría haberlo expuesto a la cultura grecorromana desde una edad temprana. Yo he optado por esta última opción, porque me resultaba más atractiva para el relato.

La vida histórica de Jesús, más allá de un par de referencias que da Josepphus, el historiador judío del siglo I, y de las escasas menciones de los historiadores romanos, es, una vez más, y en su mayoría, solo especulación. Lo que podemos saber hoy de la vida de Jesús de Nazaret aparece en los cuatro breves evangelios recopilados en el Nuevo Testamento: los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Aquellos lectores que los conozcan sabrán que Mateo y Lucas son los dos únicos que mencionan el nacimiento de Cristo, mientras que Marcos y Juan cubren solo la parte de su vida dedicada a su ministerio. Los reyes magos aparecen solo en un breve pasaje de Mateo, y los pastores se mencionan solo en Lucas. La matanza de los inocentes y la huida a Egipto están solo en Mateo. En resumen, que sobre el nacimiento de Jesús existe poca información, pero lo de la crónica de su infancia es todavía peor. Del periodo de la vida de Cristo que va de su nacimiento al inicio de su ministerio, la Biblia nos proporciona solo una escena: Lucas nos cuenta que Jesús enseñaba en el templo de Jerusalén a la edad de doce años. Exceptuando ese dato, existe un vacío de treinta años en la vida del ser humano más influyente que ha caminado jamás sobre la tierra. Con CORDERO, a mi manera, y con mis tonterías de siempre, he intentado llenar ese vacío histórico, pero, claro, no es mi intención presentar los hechos tal como debieron haber sido en realidad, sino que he pretendido, simplemente, contar una historia.

Algunos de los elementos históricos de CORDERO resultan incómodos para la mente moderna. Así, de pronto, se me ocurre la cuestión de la precocidad sexual. Que Magda hubiera estado prometida a los doce años, y casada los trece es casi seguro por lo que sabemos de la sociedad judía del siglo I, como lo es el hecho de que un niño judío de la época estuviera aprendiendo ya su oficio a los diez años, se prometiera a los trece, y a los catorce ya estuviera casado. Intentar otorgar credibilidad en sus papeles de adulto a quienes nosotros, hoy en día, consideraríamos niños, ha sido una de mis principales preocupaciones mientras escribía esos capítulos del libro, pero a la vez puede tratarse de la parte de la novela en que la sexualidad de los personajes no esté, históricamente hablando, fuera de lugar. El campesino medio en Galilea vivía, con suerte, cuarenta años, por lo que tal vez los niños, por pura necesidad, alcanzaban la madurez sexual antes de lo que la habrían alcanzado bajo unas condiciones menos adversas.

Aunque estoy seguro de que existen muchas inexactitudes históricas y aspectos poco probables en mi novela, la más flagrante que, conscientemente, he incluido ha sido la parte en que Colleja y Joshua conocen a Gaspar en China. Si bien es cierto que Gautama Buda vivió y enseñó unos quinientos años antes del nacimiento de Cristo, y si bien lo es también que sus enseñanzas ya estaban bastante esparcidas por la India en la época en que nuestros héroes pudieron haber viajado a Oriente, el budismo no llegó a China hasta casi quinientos años después de la muerte de Jesús. Los monjes no habrían desarrollado las artes marciales hasta un periodo posterior, pero para mantener el rigor histórico, debería haber dejado en el aire, sin responder, una cuestión trascendental, que es: «¿Y si Cristo hubiera sabido kung-fu?».

La vida de Gaspar, tal como se describe en CORDERO (los nueve años pasados en una cueva, etcétera), está extraída de las leyendas de la vida del patriarca budista Bodhidharma, el hombre que se cree que llevó el budismo a China hacia el año 500 d. C. A Bodhidharma (o Daruma) se le atribuye el mérito de haber creado la escuela budista que hoy conocemos como zen. La leyenda budista no refiere que conociera al yeti, pero sí que se cortó los párpados para no quedarse dormido, y que los arrojó a unas plantas de té, que posteriormente los sacerdotes calentarían en infusión para mantenerse despiertos durante la meditación (algo que yo no he usado), de modo que intercambié esa historia por la del abominable hombre de las nieves, y por la teoría de la selección natural de Colleja. Me pareció que era justo. También se dice que Bodhidharma inventó el kung-fu y lo enseñó a los célebres monjes Shao Lin, para que sus condiciones físicas mejoraran y ello les permitiera soportar mejor las sesiones de meditación que les recetaba.

Casi todos los detalles de la festividad de Kali, incluidos los sacrificios y las mutilaciones, están tomados de la obra Oriental Mythology, de Joseph Campbell, concretamente de su serie 'Masks of God'. Campbell cita a soldados británicos como testigos presenciales de los ritos sangrientos que tenían lugar durante el siglo XIX, y asegura que, incluso hoy en día, más de ochocientas cabras son decapitadas durante el festival de Kali en Calcuta. (Si alguien se ha sentido molesto con ese capítulo, que proteste por escrito a Campbell en su actual reencarnación.)

Los versículos citados de los Upanishads y el Bhagavad Gita son traducciones reales de esos textos venerados. Los del Kama Sutra, en cambio, proceden enteramente de mi imaginación, aunque en el libro real encontraréis cosas aún más raras.

Teológicamente, he presupuesto ciertas cosas sobre quién era Jesús, principalmente sobre quién dicen los Evangelios que era. Y aunque los he usado profusamente en mis referencias, y aunque hay un par de menciones a los Hechos de los Apóstoles (sobre todo al don de lenguas, sin el que Colleja no habría podido contar esta historia en argot moderno), he intentado no basarme en el resto del Nuevo Testamento, sobre todo en las Epístolas de Pablo, Pedro, Jaime y Juan, ni en el Apocalipsis, escritos todos años después de la Crucifixión (lo mismo que los Evangelios). Esas cartas acabarían definiendo el cristianismo, pero sea lo que sea lo que uno piense de ellas, hay que aceptar que Jesús no habría tenido conocimiento de las mismas, ni de los hechos en ellas referidos, ni sin duda de las consecuencias de sus enseñanzas, por lo que no he querido que tuvieran presencia en mi historia. Joshua y Colleja, en cambio, como muchachos judíos, sí habrían estado familiarizados con los libros del Antiguo Testamento. Los primeros cinco de ellos constituían la base de su fe, la Tora, y la gente de la época llamaba al resto Profetas y Escritos. Por ello, cuando me ha parecido oportuno, sí he recurrido en mi relato a todos esos textos. Por el contrario, según tengo entendido, el Talmud y gran parte de los midrash (historias ilustrativas que explican la ley de Dios) todavía no se habían formulado ni consensuado, por lo que no los he usado como referencia para CORDERO.

De los Evangelios Gnósticos (una serie de manuscritos hallados en Nag Hammadi, Egipto, en 1945, pero que podrían haber sido escritos antes que los Evangelios Canónicos), me he basado solo, y escasamente, en el Evangelio de Tomás, un libro de dichos de Cristo, porque coincidía bastante con el punto de vista budista (la mayoría de los dichos del Evangelio de Tomás figuran también en el de Marcos). El resto de Evangelios Gnósticos resulta, bien demasiado fragmentario, bien, francamente, demasiado siniestro (en el Evangelio de la Infancia, Tomás relata que Jesús, a los seis años, usó sus superpoderes para asesinar a un grupo de niños que se metían con él. Una especie de Carrie en Nazaret. Ni yo podía usar algo así.)

CORDERO está salpicado de referencias bíblicas, tanto reales como inventadas. (Colleja cita a su antojo libros de la Biblia que no existen, a saber: Dálmatas, Secreciones, y Anfibios.) Mi editor y yo nos planteamos la conveniencia de incluir pies de página para esas citas, y finalmente decidimos que estos restarían agilidad a la lectura. Con todo, el problema radica en que, si el lector o la lectora conoce la Biblia lo bastante como para reconocer las referencias reales, es posible que este o esta haya optado por no leer este libro. Nuestra decisión final (bueno, la mía, la verdad es que a mi editor no se lo consulté, porque quizá se hubiera negado) ha sido la de recomendar a quienes no están tan familiarizados con la Biblia que busquen a alguien que sí lo esté, que se sienten con él, que les lean los pasajes en cuestión y que les pregunten: «¿Esto existe en realidad?». Si no conocen a nadie que conozca bien la Biblia, que no se preocupen, que tarde o temprano alguno llamará a su puerta. Comprad varios ejemplares de CORDERO para que quienes se presenten se los puedan llevar.

Notas

1
.- Es común en inglés la expresión Jesus H. Christ para expresar sorpresa o ira.

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