—¿Qué pasa con lo de retirarnos a lo grande?
—En este momento me conformo con retirarme a secas.
Cohl negó con la cabeza.
—Yo no lo tenía planeado de ese modo. Además, no me gusta la idea de que me echen de mi coto de caza.
—¿Aunque resulte evidente que te has convertido en la presa?
Cohl miró a Rella un largo instante.
—Estás hablando en serio, ¿verdad? Esta vez estás pensando en dejarlo.
—A no ser que decidas recuperar la cordura —respondió ella, mordiéndose el labio y negando con la cabeza—. Ya estamos demasiado viejos para esto. Quiero hacer realidad alguna de las promesas que nos hicimos, antes de que sea demasiado tarde.
Él lo meditó un momento, antes de romper a reír.
—No te irás. Sabes que me echarías de menos y que acabarías volviendo conmigo.
—Sigues pensando en cómo era antes —dijo ella, mirándolo con tristeza.
Él se volvió hacia Boiny.
—¿Tengo o no tengo razón sobre que volvería por mí?
—A mí no me metas en medio —repuso el rodiano bajando la crestada cabeza—. Yo sólo soy bueno obedeciendo órdenes.
—Nuestra primera pelea —repuso Cohl, meneando la cabeza en dirección a Rella.
—No, Cohl. Nuestra última pelea —dijo la mujer, cogiendo la palanca del obturador—. Saltamos al hiperespacio.
El
Halcón Murciélago
dio un salto hacia delante, todavía lamido por los rayos láser. Las estrellas parecieron alargarse. Y la fragata desapareció en un parpadeo.
V
alorum se puso su túnica de tejido de veda en la sala de recepción de su despacho en el Senado Galáctico y contempló su imagen en un espejo de elaborado marco. Ya casi se le había curado el brazo derecho y, en vez del molesto tubo, llevaba un suave cabestrillo, oculto en la amplia manga de la toga.
Una pareja de guardias del Senado flanqueaban la puerta, mirando al interior del cuarto, pero Valorum los ignoró mientras se preparaba para la inminente llegada de los Maestros Jedi Mace Windu y Yoda.
La dinastía Valorum llevaba mucho tiempo esperando a que un miembro de su linaje fuera uno con la Fuerza, pero todo parecía indicar que la Fuerza no estaba presente en la sangre de los Valorum. Pero esa lamentable ausencia no había impedido que Finis Valorum reverenciara a los Jedi. Como cualquier joven de Coruscant o de cualquier otro mundo del Núcleo, se había pasado incontables horas leyendo las crónicas de su familia, devorando relatos sobre las relaciones que habían mantenido sus ancestros con la orden, a veces con Caballeros y Maestros de carácter legendario. Esas historias sólo habían conseguido fortalecer desde muy joven su propósito de que, si no conseguía ser un Jedi, al menos viviría tomándolos como modelo, comportándose como si la Fuerza fuera su aliada, y dedicándose a defender la paz y la justicia en todo tiempo y lugar. Pero la República que había heredado no le había concedido muchas oportunidades de promover la paz o la justicia. El Senado se había debilitado por el poder y la corrupción, convirtiéndose en una herramienta con la que agrandar el abismo que separaba a pobres de ricos, acrecentando las ambiciones de los más privilegiados e influyentes. Por mucho que intentase permanecer fiel a sus ideales, siempre se veía frustrado por delegados engordados por sobornos o esclavos de su propio interés. ¿Por qué iban a servir al bien común cuando les resultaba mucho más beneficioso servir al Gremio de Comerciantes, la Unión Tecno, la Alianza Corporativa o la Federación de Comercio?
Más de la mitad de los delegados del Senado atendía a los negocios de poderosas corporaciones, ya fuera por intereses personales o a cambio de favores comerciales para sus sistemas natales. Dichas corporaciones sólo pedían a cambio que se bloquearan algunas mociones o que se apoyara a otras. Y la imagen de Valorum se debilitaba cada vez que se revocaba una de sus decisiones. Y esa debilidad había propiciado que fuera desestimado por quienes debían ser más conscientes de la auténtica realidad.
Y, por supuesto, el objetivo que buscaban los mismos corruptores era esa ineptitud. Entre un líder débil al que se habría tenido que reemplazar y uno fuerte que habría sido contraproducente, la mejor de las soluciones posibles era tener uno que sencillamente hubiera renunciado a luchar.
Ese deplorable terreno a medio camino había sido el dominio de Valorum durante demasiados años, hasta que senadores como Bail Antilles. Horox Ryyder, Palpatine y unos cuantos más se aliaron y solicitaron su ayuda para terminar con la corrupción o, al menos, limitarla. Muchos creían que la actual crisis con la Federación de Comercio serviría de campo de pruebas para lo que se avecinaba. Valorum esperaba poder pasar los últimos años en el cargo haciendo el bien a todos, sirviendo de verdad a la paz y la justicia.
Por eso debían acabar con el Frente de la Nebulosa.
Normalmente nunca se pedía a los Jedi que interviniesen en una disputa comercial, pero el atentado contra la vida de Valorum había tenido poco que ver con el comercio y mucho con la preservación de la ley y el orden. Dado que los Jedi respondían ante el Canciller Supremo y el Departamento Judicial, bien podía solicitar su ayuda. En ese sentido, su intento de asesinato había sido como una bendición oculta.
En todo caso, Valorum no conseguía recordar ni una sola ocasión en la que ellos se hubieran negado a servirle. Pero había ocasiones en que su trato con ellos hacía que se sintiera como si tratase con un poder mucho mayor que el de los diversos consorcios comerciales o la misma República.
Eran diez mil, y su fuerza colectiva era tal que habrían podido gobernar la República con sólo desearlo, de no estar tan fuera de duda su dedicación a la paz. Aunque era una orden fundada por el gobierno de la República, había veces en que su ayuda parecía conllevar un precio no mencionado, produciéndole la sensación de que un día acudirían a él para reclamarle decuplicados todos los favores que le habían hecho. Aunque no conseguía imaginar qué podían llegar a solicitarle que sólo pudieran proporcionarles la República o él. Aunque los Jedi se movían por el mundo, también estaban al margen de él, viviendo en la Fuerza como si ésta fuera una realidad diferente.
A veces le parecía que los Jedi se comportaban como si la Fuerza gobernase el mundo, y que su papel como Jedi les exigía comportarse de manera que siempre perdurase un equilibrio entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, pues si la balanza se inclinaba a un lado o a otro, eso abriría una puerta por la que entrarían las tinieblas, o haría que la luz cegara a todo el mundo hacia una verdad mayor.
Dos mil años antes, los Jedi se habían enfrentado a una terrible amenaza para la paz, personificada en los Señores Sith y su ejército de aprendices del Lado Oscuro. Los Sith habían sido fundados por un Jedi caído y creían que el ser desposeído era poder malgastado. En lugar de justicia para todos, querían una autoridad única. Consideraban la agitación y el conflicto como algo mucho más crucial para la transformación de lo que podía serlo la comprensión gradual de las cosas.
Por fortuna, el poder oscuro no era algo que se controlase fácilmente, y los Sith acabaron por autodestruirse a lo largo de un millar de años.
Valorum oyó cómo los guardias se cuadraban cuando la habitación se abrió dando paso a Sei Taria seguida por los dos Maestros Jedi. Mace Windu parecía llenar la sala, muy digno vistiendo una capa con capucha, una túnica bordeada de blanco y botas pardas hasta las rodillas. Pero era el pequeño y enigmático Yoda, vestido con ropajes bien conjuntados y menos entallados, el que acaparaba mayor espacio.
—Maestros Windu y Yoda —dijo Valorum con calidez—. Gracias por venir.
Yoda le miró por un momento y una ligera sonrisa asomó a sus labios.
—Recuperado está.
—Casi —dijo el Canciller tocándose el antebrazo bajo la capa—. Si el asesino hubiera sido mejor tirador…
Windu y Yoda intercambiaron una mirada significativa.
—¿En qué podemos serle los Jedi de utilidad, Canciller Supremo? —preguntó Windu.
Valorum le señaló las sillas.
—¿No desean sentarse?
Windu se sentó alto y erguido, posando los pies en el suelo. Yoda pensó en sentarse, pero después se desplazó al centro de la sala, golpeando el suelo con su bastón.
—En movimiento mejor pienso.
Valorum hizo salir a Sei Taria y a los dos guardias y se sentó ante Windu, en un lugar desde el que también pudiera ver a Yoda.
—Supongo que ya se habrán enterado de que han identificado a los asesinos como miembros del Frente de la Nebulosa —dijo, esperando a que Windu asintiera antes de continuar—. Los pocos que han conseguido escapar han sido rastreados hasta Asmeru, un mundo en los confines del sector Senex.
Valorum se inclinó hacia la mesa que lo separaba de Windu y activó un holoproyector. Un mapa estelar tomó forma en un cono de translúcida luz azul. Valorum señaló un racimo de sistemas estelares.
—Senex es un sector autónomo gobernado por un linaje de casas reales ferozmente autosuficientes. La República respetó la independencia de los mundos de Senex, y nunca ha sentido interés por interferir en sus asuntos, y menos desde mi reciente petición de que los mundos de la cercana Ruta Comercial de Rimma se unan para acabar con el terrorismo que asola su sector del espacio. Aun así, no podemos cruzarnos de brazos cuando esos asuntos acaban afectándonos aquí, en Coruscant.
Valorum apagó el holoproyector.
—Me he comunicado con los gobernantes de las casas Vandron y Elegin, que controlan Asmeru, así como con otros sistemas de esa parte del sector Senex. Niegan haber dado refugio al Frente e la Nebulosa. En su lugar, aseguran que los terroristas se han apoderado de Asmeru, quitándoselo a su escasa población indígena y que usan ese planeta como base de operaciones para sus incursiones contra las naves que recorren la Ruta Comercial de Rimma y la Línea del Comercio de Núcleollia. Las casas de Vandron y Elegin se limitaron a ignorar las actividades que tenían lugar en Asmeru para no convertirse en un blanco del Frente de la Nebulosa.
—Hasta ahora —interrumpió Windu.
Valorum asintió.
—Han aceptado ayudarnos en nuestros esfuerzos por contener al Frente de la Nebulosa en Asmeru hasta que concluya la Cumbre de Eriadu.
—Tratantes de esclavos son —comentó Yoda frunciendo el ceño—. Que los miembros del Frente de la Nebulosa no son mejores.
Valorum lo admitió con un suspiro de fatiga.
—Cierto. El esclavismo es lo que impidió que el sector Senex comerciase abiertamente con la República. Ha sido la posibilidad de iniciar relaciones comerciales lo que les ha inducido a ayudarnos.
Las cejas de Windu se arquearon.
—¿Qué ayuda nos ofrecen las casas de Senex?
—Apoyo logístico. Asmeru es de difícil aproximación debido a un foso gravitacional, por no hablar de las minas espaciales que ha puesto el Frente de la Nebulosa. La casa de Vandron se ha ofrecido a servir de guía.
—¿Desea que acompañemos a los cruceros del Departamento Judicial?
—Sí. Si ustedes consienten en ello, pediré la autorización del Senado. Pero dejen que antes me explique. Esta operación no está concebida para ser una demostración de fuerza, ni una represalia por lo que ha sucedido aquí. Propongo el envío de dos cruceros con treinta judiciales y los Jedi que consideren apropiado incluir.
»Por lo que sabemos, los responsables del atentado contra mi vida bien podrían ser miembros de alguna facción radical. Puede que el resto no sepa nada de mi intento de asesinato. No obstante, no quiero que interfieran en la Cumbre de Eriadu. También deseo saber qué es lo que esperaban conseguir con mi muerte. Si sus actos nacen del hecho de no haber sido incluidos en la Cumbre, quiero hacerles saber que estoy dispuesto a reunirme con ellos en cuanto desistan de sus ataques contra las naves de la Federación. Si no están dispuestos a iniciar una tregua, probablemente la Federación recibirá el visto bueno para aumentar su ya considerable arsenal de armas.
Windu miró a Yoda antes de replicar.
—¿Y si rechazan muestro intento de comunicar todo esto a quien esté al mando?
Valorum frunció el ceño.
—Entonces pediré a los Jedi que se ocupen de que nadie relacionado con el Frente de la Nebulosa salga de Asmeru. Deberán retenerlos allí hasta nueva orden.
—Podría estar enviando a los judiciales a una trampa —dijo Windu, frotándose la lisa barbilla.
—Tememos que correr ese riesgo —repuso el Canciller con voz severa, suavizando luego el torno para decir—: Debemos intentar una negociación antes de recurrir a medidas más extremas.
Tras estas palabras paseó la mirada de Windu a Yoda, y otra vez a Windu. Yoda dejó de moverse para mirar a Valorum sin ninguna compasión.
—Resuelto este conflicto también queremos ver.
Windu entrecruzó los dedos y se inclinó hacia adelante en su silla.
—No se debería proporcionar más armamento a la Federación de Comercio. Defensivas o no, las armas no son la manera de resolver esto. Eso sólo puede conducir a una escalada armamentística.
—Estoy de acuerdo —dijo Valorum con tristeza—. Y ojalá fuera tan simple, pero la Federación de Comercio está muy arraigada en la política de la República.
—En guerra consigo misma está —remarcó Yoda—. Atrapada en su propio conflicto.
Valorum negó con la cabeza, mortificado por el disgusto.
—Estos asuntos requieren una gran delicadeza, y efectuar acuerdos de un tipo que detesto hacer.
—Meditaremos sobre la ayuda que podríamos prestar en Asmeru —dijo Windu apretando los labios.
—Gracias, Maestro Windu —respondió el Canciller decepcionado—. También solicito que mediten sobre la posibilidad de ocuparse de la seguridad de la Cumbre de Eriadu. Me temo que nadie estará a salvo.
—Conferenciaremos, y de muestra decisión le informaremos.
El
Halcón Murciélago
y un CloakShape modificado orbitaban la apagada Asmeru en atenuado concierto, unidos por anillos de atraque conectados por un rígido puente.
—A decir verdad, no esperaba volver a verlo —le decía Havac al capitán Cohl en el camarote delantero de la fragata.
—A decir verdad, yo tampoco —replicó Cohl con un resoplido.
El socio de Havac, Cindar, miró abiertamente a su alrededor.
—¿Dónde está su primer oficial, capitán?
—Lo ha dejado.