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Authors: Carlos Fuentes

Tags: #Relato

Terra Nostra (95 page)

BOOK: Terra Nostra
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Un largo sueño disipó sus turbias ansiedades.

El palacio dioclesiano

Ésta es la ciudad-palacio; éste es el palacio-ciudad; su nombre lo dice, Spalato, espacio de un palacio, ciudad dentro de un palacio, palacio convertido en ciudad sobre las escarpadas costas del Mar Adriático, última morada del emperador Diocleciano, plazas que fueron patios, catedrales que fueron mausoleos, bautisterios de Cristo que fueron templos de Júpiter, iglesias que fueron capillas, calles que fueron pasillos, jardines que fueron huertas, posadas que fueron recámaras, ventas que fueron salas, expendios que fueron antesalas, comederos que fueron comedores, bodegones que fueron tabernas que fueron mazmorras, palacio imperial parcelado por el tiempo, carcomido por la usura, ennegrecido por las cocinas, resquebrajado por los pregones, cita de dos mundos, oriente y occidente, Dalmacia, altos acantilados y playas chatas, sucias arenas, algas lúbricas y maderos podridos, pólipos temblorosos y selladas botellas, ceniza perseverante y mierda diluida, túneles, pasajes subterráneos, argollas enmohecidas, mármoles dañados, piedra gastada y pulida como una antigua moneda, pintura arañada, marea de conquistadores, bizantinos, croatas, normandos, venecianos, húngaros, colmena de piedra parda devastada por las hordas de los ávaros, que con mayor furia desolaron las ciudades vecinas, llegándose todos los refugiados a vivir en este palacio abandonado, este enjambre de anchas murallas, altas frente al hondo recaladero, bosque de entenas, cielo de velámenes, el palacio de Diocleciano, sus dieciséis torres, sus cuatro puertas, marea de fugitivos, cruce de caminos, hasta aquí llegaron todos, desde aquí se desparramaron sobre la Europa cristiana, desde el recinto donde Diocleciano lanzó edicto contra cristianos por ofender a los dioses de Roma con la señal de la cruz, por aquí salieron, por aquí entraron, por la Porta Aenea los guardianes de los secretos egipciacos de los tres hermanos, Osiris que todo lo fundó por la palabra, Set que fue el primer asesino, Isis la hermana y esposa que devolvió la vida con la boca, por la Porta Férrea los discípulos andrajosos de Simón el Mago, desde siempre buscando a la diosa perdida en los templos y en los burdeles, la detentadora de la sabiduría secreta, la maldita, la expulsada, Eva, Elena, la Hetaira de Babilonia, la condenada por los ángeles priápicos del Dios vengador, demiurgo del mal, la mujer sabia, la saga fémina, perdida, la pieza que faltaba para completar el conocimiento total de las cosas, por la Porta Aurea los portadores de la herejía gnóstica y maniquea, los bogomiles insatisfechos con la obra de la creación, anhelantes de una segunda verdad, más alta, más perfecta, más secreta, más total que la consagrada en los concilios de la Iglesia, los enemigos encarnizados de San Agustín, quien en la sede romana y apostólica miraba la plena realización de la promesa iniciada con el nacimiento de Cristo, mientras ellos, discípulos de Basílides de Alejandría, de Valentín y Néstor y Marción, miraban un mundo que se hundía en la pompa, la corrupción y la entrega a las obras del segundo dios, el que creó el mal mientras el primer dios creaba el bien, y la solución de este conflicto avizoraban en un segundo milenio, una segunda venida de Cristo a la tierra para purgar al mundo y prepararlo para el Juicio Final, y por la Porta Argentea los celosos guardianes de los secretos órficos, los recibidores de la pistis sofía, los divulgadores de las profecías de las pitonisas, las Sibilas que anuncian la aparición del último emperador, rey de paz y abundancia, triunfo de la verdadera cristiandad, que es religión del desprendimiento, la caridad, la pobreza y el amor, el último monarca, aniquilador de Gog y Magog:

—Terminada su tarea purificadora, irá a Jerusalén, depositará su corona y su manto en el Gólgota y abdicará a favor de D¡os. .

—¿Allí culmina tu historia?, le preguntó Ludovico, una tarde que comían juntos pescadillas fritas sobre platos de plomo, a un pasajero griego, tuerto, con cabellera de serpientes negras y toga negra, que diseminaba los augurios de la Sibila Tiburtina, junto a la agitada Porta Argentea de las murallas de Spalato.

La profecía del tercer milenio

>—No, masculló el mago. Tres son los tiempos del hombre. El primer tiempo del mundo tuvo lugar bajo el reino de la fe, cuando el pueblo elegido, aún débil y esclavizado, no era capaz de liberarse. Su ley fue la de Moisés; ese tiempo se continuó hasta que vino Aquel que dijo: Si el Hijo os libera, seréis realmente libres.” El segundo tiempo fue instaurado por Cristo y dura hasta la hora presente; nos libera con respecto al pasado pero de ninguna manera con respecto al futuro. Pues bien dijo San Pablo: ‘«Conocemos sólo en parte y profetizamos también parcialmente, pero, cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Ahora vemos por un espejo y oscuramente, pero entonces veremos cara a cara.»

El mago se limpió los dientes con una espina de pescado: —El tercer tiempo se iniciará en estos días que vivirnos. Es inminente. Pues, ¿no vemos por doquier que se cumplen las profecías que Mateo puso en boca de Jesús, levántase nación contra nación, hay tormentos y hambres, plagas y grandes tribulaciones, y se levantan falsos profetas, crece la iniquidad y se enfría el amor: el mundo envejece y se deteriora? ¿No nos gobiernan un seudopapa y un rey de impúdica faz? Ya es tiempo de que aparezca el último emperador a unir a las naciones todas en un solo rebaño, pues la Sibila ha dicho: «Rex novus adveniet totum ruiturus in orbem…»

—¿Allí termina la historia?, insistió Ludovico.

El mago le pidió de beber. Tragó groseramente. Se limpió los labios con la manga negra: —El bien no pertenece al tiempo de los hombres. Su triunfo es parcial. Debe venir el mal absoluto para que lo venza el bien absoluto y éste es divino. No pertenece a los hombres. El mal absoluto, en cambio, sí. Apenas instaurada la tercera época de la paz y la abundancia, bienes precarios de la humanidad, aparecerá a destruirlos el Anticristo en toda su furia.

Miró con su ojo de gato a Ludovico y prosiguió: —Él es el mal absoluto. Sólo si él encarna en el futuro de la historia conocerá la historia su propia apoteosis: allí concluye el futuro. El mal absoluto provocará el bien absoluto. Vendrá el Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo con poder y majestad grande. Y enviará a sus ángeles con resonantes trompetas y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, se sentará en su trono de gloria y a los justos les dará posesión del reino preparado para ellos desde la creación del mundo, diciéndoles: Tuve hambre, y me disteis de comer; estaba desnudo, y me vestísteis. Y a los malditos apartará de su vera y los lanzará al fuego eterno, diciendo: Fui peregrino y no me alojasteis, estuve enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Y tanto los elegidos como los condenados se preguntarán, ¿cuándo hicimos o dejamos de hacer todas estas cosas?, y el Hijo del Hombre les dirá: Cuando acogisteis a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis; cuando dejasteis de hacerlo con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. Cada cual ocupará su sitio en la Eternidad. Y no habrá más historia humana.

El mago se había puesto de pie, exaltado por sus propias palabras. Ludovico levantó la cabeza para preguntarle:

—¿Cómo reconocerás al Anticristo?

El mago abrazó a uno de los tres niños que siempre acompañaban a Ludovico y escuchaban todas sus pláticas; y sólo dijo:

—Ave rapaz; negro pene. Donde está el cadáver, allí se juntan los buitres.

—Pero antes, el buen rey que anuncias, ¿cómo…?

El mago besó la mejilla del segundo niño de Ludovico:

—Lina cruz en la espalda. Seis dedos en cada pie. Vencerá. Será vencido.

—¿Dónde?

—En la casa de los escorpiones.

—¿Qué lugar es ése?

—La única tierra con el nombre de las vísperas: España.

El mago se hincó ante el tercer niño y otros discípulos, de otras persuasiones, que se habían reunido a escucharle, se sintieron ofendidos por las alusiones del griego a los falsos profetas; y el populacho, en ocasiones tan crédulo, tan malicioso en otras, comenzó a burlarse del mago; y entre todos le gritaban, unos riendo, otros sombríos, todos desafiantes:

—Si eres mago y tanto sabes, haz un milagro, o no creeremos en lo que has contado aquí…

Entonces este terrible hombre de cabellera de serpientes y un solo ojo sacó una cimitarra que guardaba bajo su negra toga, y con fuerza y cólera inesperada, como si poseyera cien brazos, a uno le cortó una mano, al otro la lengua, al de acá le arrancó los ojos de las cuencas con dos veloces picadas, al de allá le escupió una flema espesa, negra y pestilente, sobre el rostro, y la cara de este pobre desgraciado se derritió como cera; y a todos les gritó el mago:

—Si fueseis ciegos, veríais; mancos, tocaríais; mudos, hablaríais; enfermos, sanaríais; mas no siéndolo, ved cuán milagrosamente habéis perdido ojos, manos, lengua y salud. Hombres de poca fe: ¿quién os convencerá?

A palos y puñetazos, con dagas y con hachas, llorando y vociferando, cayó esta turba sobre el mago griego, y le descuartizó.

Sus partes fueron arrojadas al mar: la cabeza y las dos mitades del tronco abierto en canal, como bestia cazada en el monte.

Que nunca anduvieran descalzos, que corrieran y jugaran por las playas y los muros sin quitarse nunca los zapatos, que nunca se descubrieran la espalda, siempre bien tapados, oigan, hablen, mézclense con todos, escúchenlo todo, aprendan, sobrevivan, comparen lo que aprendimos en la comunidad del desierto y lo que vivimos aquí, tenemos algo que hacer, apenas crezcan, algo que hacer juntos, no olviden nada, cuando cumplan catorce años abandonaremos esta ciudad, iremos cada cual por nuestro lado, nos reuniremos para el episodio final, ahora quiero que entiendan algo conmigo, ahora que se hacen hombres, reúno cuanto sé, lo poco que sé, vamos a darle nuevo curso a esta confusión de creencias, rebeldías, aspiraciones, vamos a reunirías con mi sueño de la playa, el milenio prometido tendrá lugar dentro de la historia y será distinto de la Eternidad, el mundo se renovará dentro de la historia, sin opresiones, Pedro, sin prohibiciones, Celestina, sin plagas, Simón, sin dioses, Ludovico: no regresaremos a la edad de oro original, no la encontraremos al terminar la historia, la edad de oro está dentro de la historia, se llama futuro, pero el futuro es hoy, no mañana, el futuro es presente, el futuro es ahora, o no hay tal tiempo; el futuro somos nosotros, ustedes, yo…

La gitana

A los tres días, descendieron Ludovico y los tres muchachos a la playa de Spalato, extendida bajo las altas murallas de la ciudad-palacio, en busca de los restos descuartizados del mago griego. Los tres jóvenes concurrieron en decirle a Ludovico que al abrazar a uno, besar al otro e hincarse ante el tercero, el tuerto les pidió que así lo hicieran.

Las sucias arenas estaban desiertas. Ludovico y los muchachos buscaron entre los despojos de la marea los miembros del mago, y al no encontrarlos, se sentaron a descansar y admirar la puesta de sol sobre las aguas amarillas del Adriático.

Entonces, como si surgiera de la nada (mas las arenas sofocaban sus pasos) caminó hacia ellos una gitana, de la raza así llamada por haber llegado de Egipto, envuelta en ropajes de color rojo y azafrán: una de tantas prostitutas y ladronas, de orejas perforadas y bárbaros aretes, que pululaban por las calles y casas de Spalato, vendiendo sus favores, tirando las cartas y a veces empleándose como criadas, pues no hay mejor guardián de lo robable que el ladrón mismo, y ésta es vieja sabiduría: hijos de la noche, guardianes de su madre.

Mas al acercarse la mujer, Ludovico sintió miedo: la gitana tenía los labios tatuados con los mismos colores de su agitado vestido. La luz se volvió incierta; la mujer les preguntó si querían que les echara los naipes, que es palabra que viene de naibi, que es el más viejo nombre oriental de las diablas, las sibilas y las pitonisas. Ludovico le dijo que no, la corrió con un ademán brusco, aunque por dentro temía todo anuncio de nueva suerte que desviase la de sus tres hijos.

—¿Buscan los restos del tuerto?, preguntó entonces la gitana.

Ludovico calló, esperando, pero los muchachos, entusiasmados, dijeron que sí. La gitana habló simplemente:

—Están en los naipes.

—¡Échalos!, dijo impulsivamente uno de los muchachos.

—¡Sí, que los eche!, gritaron a coro los otros dos.

La gitana sonrió enigmáticamente: —Sólo traigo tres cartas.

Los jóvenes hicieron un gesto infantil de desilusión.

—Pero bastan tres cartas para alcanzar todas las combinaciones del tarot; el número tres significa solución armónica del conflicto de la caída, incorporación del espíritu al binario, fórmula de cada uno de los mundos creados y síntesis de la vida: el hombre con su padre y su madre; con su mujer y su hijo; con su padre y su hijo… Así habló el tarot, que contiene todos los enigmas y sus soluciones.

La mujer movió las manos en el aire, como si barajara; los tres muchachos rieron y se burlaron, ¡ni siquiera las tres cartas tenía!, ¡sus naipes eran de puro aire!, ¡burladora, ladrona, puta!, pero ella no rió, miró a uno y le dijo, corre a la orilla del mar, recoge esa botella encallada en la arena, y al segundo, zambúllete en el agua, hay otra botella atrapada en el fondo, y al tercero, nada más lejos, veo el brillo del cristal verde de la otra botella, que viene bogando. Así lo hicieron los muchachos. Regresaron a la playa con las tres botellas, limosas, verdes y selladas con lacra roja. Uno de ellos sólo se mojó los pies; los otros dos, empapados, sin aliento, se sacudieron como perros, en cuatro patas, sobre las sucias arenas.

—¡Levántense!, les gritó Ludovico con creciente temor. ¡Como hombres, sobre dos pies!

La gitana sonrió y dijo: —Éstos son los restos del mago. Su cabeza y su tronco partido en dos por un hacha.

Rieron de nuevo los muchachos, y dijeron que sólo eran tres botellas viejas; las miraron, las agitaron: adentro había algo, ni siquiera vino, ni siquiera agua, un tieso rollo de papeles dentro de cada botella. Rieron. Se miraron. Se disponían a arrojarlas de regreso al mar. La gitana chilló, gritó tres palabras, tiko, tiki, taka, es palabra de Dios, que en todas las lenguas se dice igual, teos, deus, teotl, y sólo los hijos del demonio la disfrazarán, llamando a Dios perro al revés, sí, levántense, no me tienten, sean hombres, no perros, tú, muchacho, tu botella, tiko, que es destino en lengua china, tú, muchacho, tu botella, tiki, que es azar en lengua egipcia, tú, muchacho, tu botella, tika, que es suerte en lengua gitana, guárdenlas bien, nunca las abran o se quedarán sin suerte, azar o destino, han estado embotellados largo tiempo, uno llega del pasado: el destino, otro del presente: el azar, otro del futuro: la suerte, éste es el regalo del mago tuerto al que ustedes le dieron un abrazo, un beso, una caricia, mientras los demás se burlaron de él y lo mataron de nuevo…

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