Star Wars Episodio V El imperio contraataca (14 page)

BOOK: Star Wars Episodio V El imperio contraataca
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—No es jedi —afirmó Vader—. Sólo es un chico. Obi-Wan Kenobi no pudo enseñarle lo suficiente para que...

El emperador le interrumpió e insistió.

—La Fuerza es poderosa en él. Hay que destruirlo.

El Oscuro Señor meditó. Tal vez existiera otro modo de ocuparse del muchacho, un modo que beneficiara a la causa imperial.

—Si se le convirtiera, sería un poderoso aliado —sugirió Vader.

El emperador analizó esta propuesta en silencio.

Poco después, agrego:

—Sí... sí. Sería una gran ventaja. ¿Se puede hacer?

Por primera vez, Vader levantó la cabeza para mirar de frente a su jefe.

—Amo, se unirá a nosotros o morirá —respondió con toda firmeza.

Pronunciadas esas palabras, el encuentro llegó a su fin. Vader se arrodilló ante el emperador galáctico, que pasó la mano por encima de su siervo obediente. Unos segundos después la imagen holográfica desapareció por completo y Darth Vader quedó solo para esbozar lo que quizá sería el plan de ataque más sutil que había trazado; en su vida.

Las luces de los indicadores del panel de mandos iluminaban con un brillo extraño la tranquila carlinga del
Millennium Falcon
. Iluminaban suavemente el rostro de la princesa Leia, que se encontraba en el asiento del piloto y pensaba en Han. Ensimismada pasó la mano por el panel de mandos que tenía delante. Sabía que algo se agitaba en su interior, pero no estaba segura de que deseara reconocerlo. Pero, de todos modos, ¿podía negarlo? Súbitamente una serie de movimientos al otro lado de la ventanilla de la carlinga llamó su atención. Una sombra oscura, que al principio era demasiado veloz y oscura para identificarla, se deslizó hacia el
Millennium Falcon
. Unos segundos después se pegó a la ventana delantera de la nave con la ayuda de algo que parecía una ventosa. Leia se adelantó cautelosamente para observar desde más cerca la cosa negra en forma de mancha. Mientras miraba por la ventanilla, súbitamente se abrieron unos grandes ojos amarillos que la observaron con suma atención.

Leia se sobresaltó y retrocedió hasta el asiento del piloto. Mientras intentaba recuperarse, oyó unas patas que corrían y un chillido inhumano. Repentinamente la forma negra de ojos amarillos se perdió en la negrura de la caverna del asteroide.

La princesa contuvo la respiración, se levantó de un salto y corrió hasta la bodega de la nave.

La tripulación del
Falcon
concluía las reparaciones del sistema eléctrico de la nave. Mientras trabajaban, las luces parpadearon débilmente, pero después se encendieron y permanecieron conectadas a plena potencia. Han terminó de conectar los cables y empezó a colocar en su sitio el panel del suelo mientras el wookie veía cómo See-Threepio cumplía su tarea en el panel de control.

—Aquí todo está bien —informó Threepio— si se me permite creo que todo está bien.

En ese momento la princesa entró sin aliento en la bodega.

—¡Afuera hay algo! —gritó.

Han apartó la mirada de lo que estaba haciendo.

—¿Dónde?

—Fuera, en la caverna —replicó Leia.

Mientras la princesa hablaba, oyeron un golpe seco contra el casco de la nave. Chewbacca levantó la mirada y emitió un estentóreo ladrido de preocupación.

—Sea lo que fuere parece que intenta entrar —comentó Threepio inquieto.

El capitán se dispuso a abandonar la bodega.

—Iré a ver de qué se trata —declaró.

—¿Estás loco? —Leia le miró asombrada.

Los golpes sonaban cada vez con más fuerza.

—Escuchad, tenemos que volver a poner en marcha este cacharro —explicó Han—. No permitiré que un bicho destroce mi nave.

Antes de que Leia pudiera protestar, Han cogió una máscara respiratoria de la estantería de provisiones y se la pasó por la cabeza. Mientras salía, el wookie corrió tras él y cogió la máscara que le correspondía. Como miembro de la tripulación Leia comprendió que su deber era unirse a ellos.

—Si hay más de uno necesitarás ayuda —le dijo al capitán.

Han la miró con cariño mientras la princesa cogía una tercera máscara respiratoria y cubría su rostro bello y de expresión decidida.

Los tres salieron deprisa y el androide protocolario se quejó penosamente en la bodega vacía:

—¡Así que yo me quedo aquí completamente solo!

La oscuridad que rodeaba la parte exterior del
Millennium Falcon
era densa y húmeda. cubrió a las tres figuras mientras recorrían cautelosamente los alrededores de la nave. A cada paso que daban oían ruidos inquietantes y chirriantes que retumbaban en la caverna.

No había luz suficiente para saber dónde podía ocultarse el ser desconocido. Avanzaron con cautela y escudriñaron con esfuerzo las profundas penumbras. Chewbacca, que en la oscuridad veía mejor que el capitán y la princesa, lanzó un repentino ladrido sordo y señaló una cosa que se movía a lo largo del casco de la nave.

Evidentemente asustada por el aullido del wookie, una masa informe y correosa se deslizó por la parte superior de la nave. Han le apuntó con su barrena y la liquidó con un rayo láser. La forma negra chirrió, tropezó, cayó de la nave espacial y aterrizó con un golpe seco a los pies de la princesa.

Leia se inclinó para observar mejor la cosa negra.

—Parece una especie de mynock —comunicó a Han y a Chewbacca.

Han observó rápidamente el túnel oscuro.

—Tiene que haber más —dijo—. Siempre se mueven en grupo. Lo que más les gusta es adherirse a las naves. ¡Es lo que nos faltaba! Leia estaba más interesada en la consistencia del suelo del túnel que en las palabras de Han.

El túnel le había parecido extraño y el olor era distinto del de todas las cavernas que había conocido. El suelo era especialmente frío y parecía adherirse a sus pies.

Al dar una patada contra el suelo, sintió que el terreno cedía ligeramente bajo su tacón.

—La consistencia de este asteroide es muy extraña —comentó—. Mirad el suelo. No parece de piedra.

Han se arrodilló para inspeccionar el suelo de cerca y notó que era muy flexible. Mientras lo estudiaba intentó averiguar hasta dónde llegaba y divisar el contorno de la caverna.

—La cantidad de humedad que hay aquí es impresionante —dijo.

Se puso de pie, apuntó con su barrena de mano al otro lado de la caverna y disparó hacia el chirrido que un mynock producía en la distancia. En cuanto disparó la caverna entera empezó a temblar y el suelo se combó.

—Lo sospechaba. ¡Larguémonos de aquí!

Chewbacca ladró para expresar su acuerdo y salió corriendo hacia el
Millennium Falcon
. Leia y Han fueron tras él pisándole los talones, se cubrieron el rostro cuando un enjambre de mynocks pasó junto a ellos. Llegaron a la nave y subieron a la carrera a la plataforma que comunicaba con el interior. En cuanto todos estuvieron a bordo, Chewbacca cerró la escotilla y se ocupo de que ningún mynock pudiera deslizarse hasta el interior de la nave.

—¡Chewie, pon en marcha los motores! —gritó Han mientras que la princesa y él corrían por la bodega del carguero—. ¡Nos largamos! Chewbacca fue a toda velocidad hasta su asiento en la carlinga, mientras Han se apresuraba a estudiar las pantallas del panel de controles de la bodega.

Leia, que corría para no quedar rezagada, advirtió:

—Advertirán nuestra presencia antes de que logremos alcanzar la velocidad necesaria.

Aparentemente, Han no la oyó. Puso a prueba los mandos y regreso deprisa a la carlinga. Pero al pasar junto a ella hizo un comentario que puso de relieve que había oído sus palabras:

—No hay tiempo para discutir este asunto en un comité.

Volvió rápidamente a su asiento de piloto y empezó a manipular los reguladores de los motores.

Poco después el gemido de los motores principales recorrió la nave.

Leia corrió tras él.

—Yo no soy un Comité —gritó indignada.

Tampoco pareció oírla. El súbito movimiento de la caverna comenzaba a disminuir, pero Han estaba decidido a retirar de allí la nave... y hacerlo a toda velocidad.

Leia se acomodo las correas que la sujetaban al asiento.

—No podrás dar el salto a la velocidad de la luz en este campo de asteroides —gritó en medio del rugir de los motores.

Han le sonrió por encima del hombro.

—¡Querida, sujétese con las correas! ¡Estamos a punto de despegar! ¡Los temblores han cesado!

Han no estaba dispuesto a parar la nave en ese momento. El aparato ya había avanzado y atravesó a toda velocidad las paredes rocosas del túnel. Chewbacca ladró horrorizado al mirar por la pantalla visora delantera.

Directamente delante de ellos se alzaba una hilera serrada y blanca de estalactitas y estalagmitas que rodeaba por completo la entrada a la caverna.

—La he visto, Chewie —gritó Han. Accionó enérgicamente el regulador y el
Millennium Falcon
siguió avanzando—. ¡Sujetaos!

—La caverna se ha derrumbado —dijo Leia al ver que la entrada se hacia más pequeña.

—Esto no es una caverna.

—¿Cómo?

Aterrorizado, Threepio empezó a farfullar:

—¡Oh, cielos, no! Estamos condenados. Adiós, ama Leia. Adiós, capitán.

Leia abrió la boca mientras miraba la abertura del túnel que se acercaba a toda velocidad.

Han tenía razón: no se encontraban en el interior de una caverna. Al aproximarse a la abertura, fue evidente que las formaciones de mineral blanco eran dientes gigantescos. ¡Y también quedó claro que, al elevarse para abandonar esa boca gigantesca, los dientes empezaban a cerrarse! Chewbacca lanzó un rugido.

—¡Chewie, ladéate!

Era una maniobra imposible, pero Chewbacca respondió en el acto y lo logró. Ladeó bruscamente el
Millennium Falcon
e inclinó la nave mientras aceleraba para pasar entre dos brillantes colmillos blancos. Lo hizo justo a tiempo, ya que las mandíbulas, se cerraron herméticamente en cuanto el
Falcon
abandono el túnel viviente.

El carguero atravesó la hendidura rocosa del asteroide perseguido por una babosa espacial titánica.

La inmensa mole rosada no se proponía perder ese sabroso alimento y salió del cráter para devorar a la nave que huía. Pero el monstruo se movió con demasiada lentitud. Sin perder un segundo, el
Falcon
se elevó, se alejó de su pegajosa perseguidora y entró en el espacio. Al hacerlo, se topó con otro peligro: el
Millennium Falcon
había vuelto a entrar en el letal campo de asteroides.

Luke jadeaba y prácticamente se había quedado sin respiración al llevar a cabo la última de las pruebas de resistencia. Su supervisor jedi le había ordenado que emprendiera un maratón en medio de la densa vegetación de la selva del planeta. Yoda no sólo había enviado a Luke a una carrera agotadora sino que había decidido asistir a ella. Mientras el aprendiz jadeaba y sudaba en esa accidentada carrera, el pequeño maestro jedi observaba sus progresos desde una bolsa atada con correas a la espalda de Luke.

Yoda meneó la cabeza y se refirió despectivamente a la falta de resistencia del joven.

Cuando regresaron al claro en el que Artoo-Detoo esperaba pacientemente, el agotamiento prácticamente dominaba a Luke. Se dejó caer en el suelo del claro, pero Yoda le había preparado ya otra prueba.

Antes de que Luke recuperara el aliento, el menudo jedi que llevaba a la espalda colocó una barra metálica delante de sus ojos. En un segundo, Luke conectó su espada láser y atacó frenéticamente la barra. Pero no fue lo bastante rápido y ésta cayó intacta al suelo, produciendo un golpe seco.

Extenuado, Luke se dejó caer sobre la tierra húmeda.

—No puedo —gimió—, estoy demasiado cansado.

Yoda no mostró la menor compasión por él y agregó:

—Si fueras un jedi, la habrías cortado en siete trozos.

Pero Luke sabía que no era un jedi... por lo menos todavía. El riguroso programa de aprendizaje establecido por Yoda le había dejado casi sin aliento.

—Suponía que estaba en buena forma —jadeó.

—Claro, pero me gustaría saber por qué norma te guías para hacer tales suposiciones —preguntó el menudo instructor—. Olvida las viejas medidas. ¡Desaprende, desaprende! Luke se sentía realmente preparado para desaprender las viejas costumbres y estaba dispuesto a librarse de ellas con el fin de aprender todo lo que el maestro jedi podía enseñarle. Era un programa agotador, pero con el tiempo, la fuerza y la capacidad de Luke se incrementaron, hasta el escéptico maestro vislumbró algunas esperanzas. Pero no fue fácil.

Yoda dedicó muchas horas a explicar a su discípulo las costumbres de un jedi. Sentados bajo los árboles cerca de la pequeña casa de Yoda, Luke escuchó atentamente las lecciones y los relatos de su maestro. Luke prestaba atención y Yoda mascaba su vara gimer, una estaca corta con tres ramas pequeñas en un extremo.

Hubo pruebas físicas de todo tipo. Luke se esforzó por perfeccionar su salto. En una ocasión, se sintió preparado para mostrar a Yoda sus progresos.

Cuando estaba sentado sobre un tronco junto a un amplio estanque, el maestro oyó el enérgico crujido producido por alguien que se acercaba a través de la vegetación.

Luke apareció repentinamente al otro lado del estanque y se acercó a la carrera hasta el agua. Al aproximarse a la orilla, dio un salto a la carrera en dirección a Yoda y se elevó por encima de las aguas al saltar en el aire, pero no llegó hasta la otra orilla y cayó al agua en una estrepitosa zambullida que empapó completamente a Yoda.

Los labios azules de Yoda se curvaron hacia abajo en una expresión de decepción. Sin embargo, Luke no estaba dispuesto a darse por vencido. Había tomado la decisión de convertirse en un caballero jedi y, por muy tonto que se sintiera durante el intento, pasaría todas las pruebas que Yoda le plantease. Por ese motivo no se quejó cuando el maestro jedi le pidió que se pusiera cabeza abajo apoyado en las manos y mantuviera el equilibrio. Con algo de torpeza al principio, Luke invirtió la posición de su cuerpo y después de algunos instantes de vacilación logró mantener firmemente el equilibrio. Le pareció que llevaba horas en esa posición y le costó menos trabajo que el que le habría exigido antes de iniciar el aprendizaje. Había mejorado hasta tal punto la concentración que logró mantener un equilibrio perfecto... incluso mientras Yoda permanecía sentado en las plantas de sus pies, Pero ésa sólo era una parte de la prueba. Yoda le señaló algo a Luke golpeándole la pierna con su vara gimer. Lenta y cuidadosamente, plenamente concentrado, Luke apartó una mano del suelo.

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