Star Wars Episodio V El imperio contraataca (9 page)

Accionó rápidamente los interruptores, con la esperanza de ver en el tablero el conocido mosaico de luces, pero sólo funcionaron algunas.

Chewbacca también había advertido que fallaba algo y vociferó preocupado mientras Leia estudiaba un indicador que parecía funcionar mal.

—Chewie, ¿qué ha sido? —preguntó Han angustiado. La respuesta del wookie fue claramente negativa.

—¿Serviría de algo que bajara a empujar? —propuso la princesa Leia, que empezaba a preguntarse si la nave se mantenía unida gracias a la saliva del coreliano.

—No se preocupe, su Señoría. Lo pondré en marcha.

See-Threepio hizo un ruido metálico en la bodega e intentó llamar la atención de Han gesticulando.

—Señor —dijo el robot—, me preguntaba si podría... —sus dispositivos exploradores interpretaron el ceño fruncido del rostro que lo miraba fijamente, por lo que concluyó—: Puede esperar.

Acompañadas por un Darth Vader que avanzaba rápidamente, las tropas imperiales de asalto recorrieron los pasillos de hielo de la base rebelde. Aceleraron el paso, corriendo hacia el zumbido que provenía de los motores iónicos. El cuerpo de Darth Vader se tensó cuando al entrar en el hangar reparó en la conocida forma de platillo del
Millennium Falcon
.

En el interior del destartalado carguero, Han Solo y Chewbacca hacían desesperados esfuerzos para ponerlo en marcha.

—Este cubo de tornillos no nos permitirá pasar entre el bloqueo —se quejó la princesa Leia.

Han fingió no oírla. Controló los mandos del
Falcon
y luchó por conservar la serenidad a pesar de que su compañera evidentemente la había perdido. Accionó los interruptores de la consola de mando e ignoró la mirada desdeñosa de la princesa, Evidentemente, ella dudaba que ese conjunto de recambios y chatarra soldada se mantuviera unido aunque lograran superar el bloqueo.

Han apretó un botón del intercomunicador:

—¡Chewie... ven! —después le guiñó un ojo a Leia y agregó—: Este cacharro todavía guarda algunas sorpresas.

—Me sorprendería ver que nos movemos.

Antes de que Han pudiera darle una respuesta igualmente ofensiva, una ráfaga de disparos láser de los imperiales que parpadeó en el interior de la ventana de la carlinga sacudió al
Falcon
. Todos vieron el pelotón de tropas imperiales de asalto que corrían con las armas desenfundadas por el extremo del hangar de hielo. Han comprendió que el casco abollado del
Falcon
podía repeler el ataque de esas armas de mano, pero sería destruido por el arma más poderosa y en forma de bazooka que dos soldados imperiales montaban a toda prisa.

—¡Chewie! —gritó Han mientras se ataba velozmente al asiento del piloto.

Al mismo tiempo la joven algo aliviada, se acomodó en el asiento del navegante.

En el exterior del
Millennium Falcon
, las tropas de asalto trabajaban con eficacia castrense montando la enorme arma. Tras ellos empezaron a abrirse las puertas del hangar. Del casco del
Falcon
surgió una de las poderosas armas láser, que giró hasta apuntar directamente a las tropas de asalto.

Han actuó deprisa para obstaculizar los esfuerzos de los soldados imperiales. Sin reflexionar, disparó una ráfaga mortal con la poderosa arma láser con la que había apuntado a las tropas de asalto. La explosión dispersó sus cuerpos acorazados por todo el hangar.

Chewbacca entró estrepitosamente en la carlinga.

—Tendremos que orientamos y esperar que ocurra lo mejor —declaró Han.

El wookie lanzó su cuerpo peludo sobre el asiento del copiloto mientras el estallido de otro láser explotaba junto a él, al otro lado de la ventana. Gritó indignado y dio un tirón a los mandos para provocar el agradable rugir de los motores desde lo más profundo del
Falcon
.

El coreliano sonrió a la princesa con un brillo de “ya te lo decía yo” en los ojos.

—Algún día te equivocarás y espero estar presente para verlo —afirmó ligeramente disgustada.

Han se limitó a sonreír y se volvió hacia el copiloto.

—¡Dale ya! —gritó.

Los motores del enorme carguero rugieron. Todo lo que estaba detrás de la nave se derritió instantáneamente a causa del fuego abrasador del escape que surgió de la cola. Chewbacca manipuló enérgicamente los mandos y miró por el rabillo del ojo el paso de las paredes de hielo mientras el carguero salía disparado.

En el último momento, antes de despegar, Han vio otros grupos de tropas de asalto que entraban a la carrera en el hangar. Detrás iba un gigante agorero —vestido totalmente de negro. Después sólo vio un borrón y la llamada de miles de millones de estrellas.

Cuando el
Millennium Falcon
se elevó desde hangar, el comandante Luke Sykwalker reparó en su vuelo y se volvió para sonreír a Cuña y a su artillero.

—Por lo menos Han ha escapado.

Después, los tres caminaron hasta los cazas con ala en X que les esperaban. Cuando finalmente llegaron junto a las naves, se estrecharon las manos y cada uno se dirigió a su vehículo.

—Buena suerte, Luke —le dijo Cuña antes de separarse—. Te veré en el punto de reunión.

Luke saludó con la mano y empezó a caminar hacia su caza. En medio de las montañas de hielo y nieve se sintió presa de una profunda soledad. Ahora que hasta Han había partido, se sentía desoladoramente solitario. Peor aún, la princesa Leia también estaba en otro lugar y podría encontrarse a todo un universo de distancia...

Como surgido de la nada, un conocido silbido saludó a Luke.

—¡Artoo! —exclamó—. ¿Eres tú? Cómodamente sentado en el hueco que había sido instalado para esas útiles unidades R2, se encontraba el pequeño androide en forma de barril y su cabeza sobresalía en la parte superior de la nave. Artoo había reparado en la figura que se acercaba y silbó aliviado cuando sus computadoras le informaron que se trataba de Luke. El joven comandante se sintió igualmente aliviado al encontrarse nuevamente con el robot que le había acompañado en tantas aventuras anteriores.

Al subir a la carlinga y acomodarse detrás de los mandos, Luke oyó el sonido del caza que rugía por el cielo hacia el punto de reunión de los rebeldes.

—Activa la energía y deja de preocuparte. Pronto estaremos volando —dijo Luke en respuesta a los bips nerviosos de Artoo.

Su caza fue la última nave rebelde que abandonó aquello que, durante un período muy breve, había sido una secreta avanzada en el proceso revolucionario contra la tiranía del Imperio.

Darth Vader, el espectro negro semejante a un cuervo, recorrió rápidamente las ruinas de la fortaleza de hielo de los rebeldes, obligando a trotar a los hombres que le acompañaban pues de lo contrario no podían seguir su ritmo. Mientras avanzaban por los pasillos, el almirante Piett corrió para alcanzar a su jefe.

—Diecisiete naves abatidas —comunico al Oscuro Señor—. Ignoramos cuántas lograron escapar.

Sin volver la cabeza, Vader inquirió a través de la máscara:

—¿Y el
Millennium Falcon
?

Piett hizo una pausa antes de responder, pues hubiese preferido evitar esa cuestión.

—Nuestros dispositivos de rastreo lo siguen —respondió con temor.

Vader se volvió para mirar de frente al almirante, su alta figura sobrepasando amenazadora la del asustado oficial. Piett sintió que un escalofrío recorría su cuerpo y cuando el Oscuro Señor volvió a hablar, su voz transmitió una imagen del terrible destino que le esperaba si no cumplía sus órdenes.

—Quiero esa nave —siseó.

A medida que el
Millennium Falcon
se deslizaba por el espacio, el planeta de hielo se convertía rápidamente en un punto de débil luz. Poco después, sólo pareció uno de los miles de millones de puntos luminosos esparcidos por el negro vacío.

Pero el
Falcon
no iba solo en su fuga por el espacio profundo. Lo seguía una flota imperial que incluía el destructor galáctico
Avenger
y media docena de cazas TIE. Estos avanzaban por delante del enorme destructor de movimientos más lentos y rodeaban al
Millennium Falcon
que escapaba.

Chewbacca aulló por encima del rugido de los motores de la nave. El carguero empezó a dar bandazos a causa del fuego antiaéreo que lanzaban los cazas enemigos.

—Lo sé los he visto —gritó Han. Hacía todo lo posible por mantener el control de la nave.

—¿Qué es lo que ves? —preguntó Leia.

Han señaló por la ventanilla dos objetos muy brillantes.

—Otros dos destructores galácticos que se dirigen hacia nosotros.

—Por suerte dijiste que no habría problemas —comentó con un marcado acento irónico—. De lo contrario, me preocuparía. La nave se balanceó bajo los disparos constantes de los cazas TIE, por lo que Threepio tuvo dificultades para mantener el equilibrio mientras regresaba a la carlinga. Su piel metálica chocó y resonó contra las paredes al acercarse a Han.

—Señor —dijo con cierta inseguridad—, me preguntaba si...

Han Solo le dirigió una mirada amenazadora.

—O te callas o te desconecto —advirtió Han al robot que inmediatamente guardó silencio.

Mientras luchaba con los mandos para mantener el rumbo del
Millennium Falcon
, el piloto se dirigió al wookie Chewie, ¿resiste el escudo desviador? El copiloto ajustó un interruptor situado en lo alto y vociferó una respuesta que Han Solo interpretó como afirmativa.

—Bien —agregó Han—. Es posible que a la velocidad subluz sean más veloces, pero todavía podemos superarlos estratégicamente. ¡Sujetaos! —súbitamente, el coreliano cambió el rumbo de la nave.

Los dos destructores galácticos imperiales se encontraban a una distancia desde la que casi podían disparar contra el
Falcon
a medida que se adelantaban; los cazas TIE y el
Avenger
que los perseguían también estaban peligrosamente cerca. Han sintió que no tenía más alternativa que describir un picado de noventa grados.

Leia y Chewbacca sintieron que el estómago se les subía a la garganta cuando el
Falcon
realizó esa brusca maniobra. El pobre Threepio tuvo que ajustar rápidamente sus mecanismos interiores para permanecer sobre sus pies metálicos.

Han se dio cuenta de que quizá la tripulación opinase que era una especie de jockey galáctico enloquecido que arrastraba a su nave a una trayectoria delirante. Pero había elaborado una estrategia. Ahora que el
Falcon
ya no estaba entre ellos, los dos destructores galácticos se encontraban en una trayectoria directa de colisión con el
Avenger
. Lo único que cabía hacer era sentarse y mirar.

Las alarmas resonaron en el interior de los tres destructores galácticos. Esas naves pesadamente macizas no podían responder con suficiente rapidez a este tipo de emergencia. Lentamente, uno de los destructores se apartó hacia la izquierda para tratar de evitar la colisión con el
Avenger
. Por desgracia, al virar rozó a su nave compañera, maniobra que sacudió violentamente a las dos fortalezas lanzadas al espacio. El destructor alcanzado empezó a derivar por el espacio mientras el
Avenger
seguía con la persecución del
Millennium Falcon
y de su piloto, indudablemente loco.

Dos menos, pensó Han. Sin embargo, un cuarteto de cazas TIE todavía seguía pegado al
Falcon
y enviaba descargas de láser contra su popa, pero Han supuso que lograría dejarlos atrás. Los rayos láser de los cazas sacudieron violentamente la nave y obligaron a Leia a sujetarse en un intento desesperado por no salir disparada del asiento.

—¡Eso los frenó un poco! —se alegró Han— Chewie, prepárate para dar el salto a la velocidad de la luz.

No podían perder un instante, pues el ataque con los láser era ahora intenso y tenían casi encima a los cazas TIE.

—Están muy cerca —advirtió Leia cuando finalmente pudo hablar.

Han la miró con un brillo sardónico en los ojos.

—Ah, ¿de verdad? Pues mire esto.

Accionó el regulador del hiperespacio, desesperado por huir pero también deseoso de impresionar a la princesa tanto con su inteligencia como con la fabulosa potencia de su nave. ¡No ocurrió nada! Las estrellas que entonces debieron convertirse en simples manchas de luz seguían allí. Sin lugar a dudas, algo había fallado.

—¿Qué quieres que mire? —inquirió Leia con impaciencia. En lugar de responder, Han accionó por segunda vez los mandos de la velocidad de la luz. Y por segunda vez no ocurrió nada.

—Creo que tenemos problemas —murmuró. Se le hizo un nudo en la garganta. Sabía que la palabra “problemas” era un burdo eufemismo.

—Señor, si me permite decirlo —intervino Threepio— hace un rato noté que todo el sistema principal de paraluz parecía dañado.

Chewbacca echó atrás la cabeza y lanzó un gemido estentóreo y pesaroso.

—¡Tenemos problemas! —repitió Han.

El ataque con los láser había incrementado su violencia en torno a ellos. El
Millennium Falcon
sólo podía continuar a la máxima velocidad subluz a medida que se internaba en el espacio, seguido de cerca por un enjambre de cazas TIE y un gigantesco destructor galáctico imperial.

VII

Los dobles conjuntos de alas en X del caza de Luke Skywalker estaban unidos para formar una sola mientras la pequeña y esbelta nave se alejaba del planeta de nieve y hielo.

Durante el vuelo el joven comandante pudo reflexionar sobre los acontecimientos de los últimos días. Ahora tenía tiempo para analizar las enigmáticas palabras del espectral Ben Kenobi meditar sobre su amistad con Han Solo y también considerar su relación poco sólida con Leia Organa.

Mientras pensaba en las personas que más le importaban, tomó una decisión repentina. Dirigió una última mirada al pequeño planeta helado y se dijo que ya no había camino de retorno.

Luke accionó varios controles del tablero de mandos y describió un giro cerrado con la nave. Vio cómo se movían los cielos al salir despedido al máximo de velocidad en una nueva dirección. Daba un rumbo regular a su nave cuando Artoo, aún encajado en el hueco especialmente diseñado para él, empezó a lanzar silbidos y bips.

La computadora en miniatura instalada en la nave de Luke para traducir el lenguaje del androide transmitió su mensaje a una pantalla visora del panel de mandos.

—No hay ningún problema, Artoo —aseguró Luke después de leer la traducción—. Sólo he emprendido un nuevo rumbo.

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