Read Star Wars Episodio V El imperio contraataca Online
Authors: Donald F. Glut
Tras la caída de la Antigua República y el exterminio de los Caballeros Jedi, el emperador Palpatine gobierna implacablemente toda la galaxia. Sólo un puñado de hombres valerosos se oponen al reinado del tirano bajo la bandera de la Alianza Rebelde y mantienen viva la esperanza de la libertad.
El emperador intentó acabar de una vez por todas con los últimos focos de resistencia mediante la construcción de la Estrella de la Muerte, una gigantesca nave de guerra capaz de destruir planetas enteros. Sin embargo, la intervención de un puñado de héroes logró una victoria inesperada para las fuerzas rebeldes y la destrucción de la mortífera amenaza. La Alianza Rebelde, enfrentada a una lucha desesperada, había conseguido ganar un tiempo precioso, pero una batalla no decide una guerra, y su situación seguía siendo desesperada. El poderío del emperador apenas había mermado y el emplazamiento de la antigua base rebelde ya no era un secreto para nadie.
Ahora, en el helado yermo de Hoth, un mundo apartado de las rutas más transitadas, la Alianza ha establecido una nueva base. Hay una gran actividad mientras se comprueban los sistemas y se establecen los perímetros defensivos. En el exterior, las patrullas, a lomos de peludos y malolientes tauntaun, vigilan la aparición de posibles peligros. Una estela de fuego cruza el cielo de Hoth, y mientras Luke Skywalker decide investigarlo, su compañero y amigo Han Solo retorna a la base. Se acerca la hora en que deberá abandonar la Rebelión y regresar a Tatooine para saldar una antigua deuda, un asunto por el cual él y su compañero Chewbacca tienen puesto precio a sus cabezas. Sólo un aspecto lo retiene todavía en Hoth: la hermosa y tozuda princesa Leia, por la que se siente atraído aunque ella se niegue a aceptar que haya nada entre ambos.
A medida que transcurren las horas, los asuntos del corazón dejan paso a la preocupación: Skywalker no ha regresado, y a la posibilidad de que le haya ocurrido algo se suma el temor de que las fuerzas del Imperio hayan logrado descubrir el escondite rebelde y estén preparando un ataque. Han Solo decide enfrentarse a la gélida y mortífera noche de Hoth para tratar de encontrar a su amigo.
Donald F. Glut
El imperio contraataca
Star Wars Episodio 5
ePUB v1.1
LittleAngel13.10.11
Título original:
The Empire Strikes Back
Traducción: Horacio González Trejo
© 1980 by Donald F. Glut
© 1980 Argos Vergara
ISBN: 8470179160
—¡A esto le llamo frío! —la voz de Luke Skywalker rompió el silencio que mantenía hace horas, desde que había abandonado la base rebelde recientemente establecida.
Iba montado en un tauntaun que, por lo que se podía apreciar a simple vista, era el único ser viviente además de él. Luke se sentía cansado y solo y el sonido de su propia voz le sobresaltó.
Luke y sus compañeros, los miembros de la Alianza Rebelde, hacían turnos para explorar los yermos blancos de Hoth y reunir información acerca de su nuevo hogar. Todos regresaban a la base con un sentimiento mezcla de consuelo y soledad. Nada contradecía sus primeros hallazgos según los cuales en ese frío planeta no había formas de vida inteligente. Todo lo que Luke había visto en sus expediciones solitarias eran llanos desiertos blancos y cadenas de montañas teñidas de azul que parecían perderse en las brumas de los horizontes lejanos.
Luke sonrió tras el gran pañuelo de color gris, semejante a una máscara, que le protegía de los helados vientos de Hoth. Miró los glaciales yermos a través de las gafas y se ciño más aún en la cabeza la gorra forrada de piel.
Curvó hacia arriba una de las comisuras de los labios al tratar de distinguir a los investigadores oficiales que estaban al servicio del gobierno imperial. “La galaxia está salpicada de asentamientos de colonizadores que se preocupan muy poco por los asuntos del Imperio o de su enemiga, la Alianza Rebelde”, pensó. “Cualquier colono estaría loco si hiciera una reclamación en Hoth. Este planeta no puede ofrecer nada a nadie... salvo a nosotros.” Hacía poco más de un mes, la Alianza Rebelde había establecido un puesto avanzado en el mundo helado. Luke era famoso en la base y, a pesar de que sólo tenía veintitrés años, otros guerreros rebeldes le llamaban comandante Skywalker. Semejante título hacía que se sintiese incómodo. De todas formas, ya estaba en condiciones de impartir órdenes a un grupo de soldados aguerridos, tantas eran las cosas que le habían sucedido y lo mucho que había cambiado. A Luke mismo le resultaba difícil creer que hacía solo tres años era un ingenuo granjero en su mundo natal de Tatooine.
El joven comandante espoleó a su tauntaun y le dijo:
—Adelante chica.
El cuerpo gris de la bestia, el lagarto de la nieve quedaba protegido del frío por una capa de gruesa piel. Galopaba con sus musculosas patas traseras y sus patas tridáctilas acababan en zarpas grandes y ganchudas que levantaban grandes penachos de nieve. La cabeza del tauntaun, semejante a la de una llama, caía hacia adelante y su cola serpentina se enroscaba mientras la bestia corría por la ladera helada. La cabeza cornuda del animal se movía de un lado a otro, zarandeada por los vientos que atacaban su hocico peludo.
Luke deseó concluir de una vez la misión. A pesar de la vestimenta gruesamente acolchada distribuida por los rebeldes, sentía el cuerpo casi congelado. Pero sabía que él mismo había elegido estar allí, que se había ofrecido voluntariamente para recorrer los campos helados en busca de otras formas de vida. Se estremeció al ver la larga sombra que la bestia y él dibujaban sobre la nieve. “Los vientos arrecian —pensó—. Al caer la noche, estos vientos fríos traen a los llanos temperaturas insoportables”. Sintió la tentación de regresar a la base más temprano, pero sabía que era importante demostrar sin lugar a dudas que los rebeldes estaban solos en Hoth.
La tauntaun giró bruscamente a la derecha y estuvo a punto de hacer que Luke perdiese el equilibrio. Este aún no se había acostumbrado a montar seres imprevisibles.
—Sin animo de ofenderte —le dijo a su montura— me sentiría mucho más cómodo en la cabina de mi viejo y seguro vehículo terrestre.
Pero para esa misión un tauntaun —a pesar de sus desventajas— era el tipo de transporte más eficaz y práctico con que se contaba en Hoth.
Cuando la bestia llegó a la cumbre de otra ladera helada, Luke la hizo detenerse. Se quitó las gafas de lentes obscuras y parpadeó unos instantes, lo suficiente para que sus ojos se adaptaran al centelleo cegador de la nieve.
Súbitamente desvió su atención al ver aparecer en el cielo un objeto que pasaba como un rayo y que dejaba una persistente estela de humo mientras se hundía en dirección al horizonte brumoso.
Luke se llevo rápidamente la mano enguantada hasta el cinturón utilitario y aferró los electroprismáticos. Le recorrió un escalofrío capaz de competir con el frío de la atmósfera de Hoth. Lo que acababa de ver podía estar hecho por el hombre, incluso podía tratarse de algo enviado por el Imperio. El joven comandante, concentrado todavía en el objeto, siguió su llameante recorrido y lo miró con atención mientras se empequeñecía contra el terreno blanco y se consumía en su propia luz cegadora.
Al oír la explosión, la tauntaun de Luke se estremeció. De su boca escapó un gruñido de miedo y empezó a rascar la nieve con nerviosismo. Luke palmeó la cabeza del animal e intentó tranquilizarlo. Le costó trabajo oír su propia voz a causa del viento que soplaba con fuerza.
—¡Cálmate, no es más que otro meteorito! —gritó. El animal se serenó y Luke se acercó el comunicador a los labios—. Eco Tres a Eco Siete. Han, viejo compinche, ¿me oyes?
Del receptor surgió un sonido cargado de estática. Después, una voz conocida dominó la interferencia.
—¿Eres tú muchacho? ¿Qué ocurre? —La voz sonaba un poco más aguda que la de Luke y parecía pertenecer a alguien mayor que él.
Durante unos segundos, Luke recordó cálidamente la primera vez que había visto al contrabandista espacial coreliano en aquella obscura cantina atestada de seres extraños de un puerto espacial de Tatooine. Ahora el coreliano era uno de los pocos amigos de Luke que no era miembro oficial de la Alianza Rebelde.
—He terminado la ronda y no he captado ningún indicio de vida —dijo Luke por el intercomunicador y apretó la boca contra el transmisor.
—En esta roca de hielo no hay vida suficiente para llenar un crucero espacial —respondió Han y se esforzó por hacer oír su voz a pesar de los vientos sibilantes—. He colocado mis marcadores de guardia. Volveré a la base.
—Hasta luego —se despidió Luke. Aún tenía la mirada fija en la retorcida columna de humo oscuro que surgía de un punto negro situado a lo lejos—. Un meteorito acaba de caer cerca de aquí y quiero observarlo. No tardare mucho.
Luke desconectó el enlace de comunicaciones y dirigió su atención a la tauntaun. El reptil se movía y descansaba el peso de su cuerpo primero en una pata y luego en otra. Lanzó un profundo rugido que parecía denotar temor.
—¡Caramba, chica! —exclamó y palmeó la cabeza de la tauntaun—. ¿Que sucede... hueles algo? Aquí no hay nada.
Por primera vez desde que había partido de la base rebelde oculta, Luke también empezaba a sentirse inquieto. Si algo sabía sobre esos lagartos de la nieve era que tenían sentidos agudos. Sin duda, el animal intentaba decirle a Luke algo, algún peligro, estaba cerca.
Sin perder un segundo, Luke retiró un pequeño objeto de su cinturón utilitario y accionó sus controles en miniatura. El aparato era lo bastante sensible como para detectar incluso los más ínfimos indicios de vida pues respondía a la temperatura corporal y a los sistemas vitales internos.
Cuando empezó a registrar los indicios, Luke se dio cuenta que no había necesidad de continuar ni tiempo para ello.
Una sombra pasó por encima de él y cubrió más de un metro y medio del suelo. Luke se volvió y súbitamente pareció que el terreno mismo cobraba vida. Una inmensa mole de piel blanca y perfectamente camuflada entre los amplios montículos de nieve se abalanzó salvajemente sobre de él.
—El muy ca...
La barrena de mano de Luke no llegó a salir de la cartuchera. La enorme garra del wampa, la criatura del hielo golpeó con fuerza y de lleno el rostro de Luke, lo derribó de su tauntaun y el muchacho cayó en la nieve congelada.
Luke perdió rápidamente el conocimiento, tan deprisa que no oyó los chillidos lastimeros de la tauntaun ni el brusco silencio que siguió al sonido de un cuello al romperse. Tampoco sintió cómo ese atacante gigantesco y peludo agarraba salvajemente su tobillo ni que su cuerpo era arrastrado como un muñeco sin vida por el llano cubierto de nieve.
El humo negro aún se elevaba de la depresión de la ladera de la colina donde había caído el objeto volador. Las nubes de humo se habían reducido considerablemente desde que el objeto se estrellara contra el suelo y formara un cráter humeante, y los helados vientos de Hoth dispersaban por los llanos el humo oscuro.
Algo se agitaba en el interior del cráter.
Al principio sólo hubo un sonido, un sonido mecánico y ronroneante cuya intensidad creció como si quisiera competir con el viento que ululaba.
Después la cosa se movió... algo brilló bajo la luz clara de la tarde mientras se elevaba lentamente desde el interior del cráter.