Siempre Unidos - La Isla de los Elfos (10 page)

El dios supremo contempló cómo varios dioses corrían hacia la maraña de pisoteada maleza y ramas caídas, desenterraban a la joven y le aplicaban su magia curativa.

Cuando los ojos plateados de Eilistraee se abrieron, buscó frenéticamente a su padre. Pese a la debilidad que la embargaba, nadie logró impedirle que fuera tambaleándose al lado de su padre.

Eilistraee se dejó caer de rodillas a su lado, cogió con ambas manos la mano que él le ofrecía y se la llevó a su mejilla oscura y ensangrentada.

—Mi flecha... —La emoción le impidió decir nada más.

—La culpa no fue tuya, hija mía —repuso Corellon—. Tú no sabías qué se ocultaba en el corazón de tu madre y tu hermano.

Eilistraee miró con ojos desorbitados por la impresión y el horror las oscuras caras de su familia. En ellas vio tal odio que se le escapó un débil grito de dolor.

—¿Qué será de ellos? —preguntó.

—Serán desterrados, cada uno al lugar que se merece.

La joven diosa asintió y se puso en pie.

—Yo iré con mi hermano.

—No es necesario —repuso Corellon.

—Sí lo es —insistió Eilistraee, y las lágrimas brotaron de sus ojos plateados—. Soy joven y mis poderes son limitados, pero a veces intuyo cómo serán las cosas en el futuro. A mi humilde manera yo puedo establecer un equilibrio. Eso es todo lo que veo... —La voz de la joven se fue apagando y cayó desvanecida al suelo, al lado de Corellon.

Por un momento el dios acarició el brillante cabello de su hija y contempló su rostro inmóvil con una mezcla de orgullo y pesar. Luego, levantó la vista hacia Vhaeraun y le dijo:

—Eilistraee ha elegido. Vete y llévatela. Pero te lo advierto, el día que levantes tu mano contra ella, será el último de tu vida. Te lo juro por todos los árboles de Arvandor.

La cara de Vhaeraun se contrajo de odio y rabia, pero no le quedaba más remedio que obedecer. Corellon no dijo nada mientras el joven dios se echaba al hombro a su hermana gemela inconsciente y desaparecía. Entonces el dios supremo se puso en pie y miró a la que había sido su amada.

—Araushnee, el Seldarine ha dictado sentencia. Por tus acciones, por lo que te has convertido, te declaramos
tanar'ri
. Sé lo que debas ser y ve a donde debas ir.

Ante los horrorizados ojos de los dioses elfos, Araushnee empezó a cambiar de forma. Su esbelto cuerpo creció hasta límites monstruosos, y sus brazos y piernas se alargaron y se dividieron una y otra vez. Araushnee, la astuta bordadora y amante traicionera, era ahora un monstruo con forma de araña. Y lo más terrible era que, pese a conservar su belleza, su rostro estaba ahora desprovisto de toda gracia y retorcido por el odio.

Chillando como la criatura maldita en la que se había convertido, Araushnee avanzó hacia su antiguo enamorado. Pero los dioses elfos desenvainaron sus espadas para proteger a su líder.

—¡Quietos! —ordenó Corellon con una voz tan terrible que los dioses quedaron paralizados. Lentamente, con pesar, Corellon arrancó la execrable funda de su vaina y entonces sacó a
Sahandrian
. Espada en mano, se enfrentó solo con Araushnee.

La elfa araña se agachó amenazadoramente y empezó a dar vueltas alrededor de su presa. Corellon enarbolaba la espada, reacio a atacar primero. Su antigua consorte pronunció unas cuantas palabras sibilantes y luego escupió, arrojándole un chorro de luminoso veneno. El dios giró su arma y paró el chorro con la parte plana de la hoja. Se oyó un horrible siseo y un crujido cuando la ponzoña se topó con las defensas mágicas de
Sahandrian
y trató de anularlas. Pero
Sahandrian
resistió y el arco defensivo que trazó Corellon con ella envió algunas gotas del veneno contra la misma Araushnee.

La antigua diosa lanzó un agónico chillido cuando el ácido le chamuscó el pelo y penetró en su cuerpo de araña. Se levantó sobre las cuatro patas traseras y gritó otro ensalmo. Entonces aparecieron en sus cuatro apéndices delanteros unas espadas curvas de letal aspecto. La araña arremetió contra Corellon, cruzando las espadas y haciéndolas entrechocar como si fueran dos gigantescas tijeras.

La espada mágica de Corellon centelleaba y efectuaba molinetes con hipnótica velocidad para defenderse de las cuatro armas enemigas. Durante la lucha, la cólera volvió espantoso el rostro de Araushnee. Ninguno de los dioses que miraban pudo determinar el momento exacto en el que desaparecieron los últimos vestigios de su hermosura elfa para convertirse por completo en araña. Súbitamente Araushnee se abalanzó sobre la garganta de Corellon, y sus mandíbulas chasquearon de placer.

Corellon colocó la espada entre los dos picos con los que la araña podía desgarrar a sus víctimas y desvió el ataque de su garganta. Entonces saltó hacia atrás, liberó el acero y lo alzó para contrarrestar la estocada de una de las espadas curvas. Corellon tan sólo quería detener el golpe pero notaba a
Sahandrian
extrañamente pesada, como si de pronto el arma cargara con unas opiniones y una determinación propias. La espada mágica se clavó más hondo en su enemiga y cercenó limpiamente el peludo apéndice.

Araushnee retrocedió chillando y agitando el muñón que chorreaba. Totalmente fuera de sí, atacó de nuevo con auténtico frenesí esgrimiendo tres espadas.
Sahandrian
entró en acción una y otra vez. En dos ocasiones más el entrechocar de las espadas y los lamentos de la
tanar'ri
herida resonaron por el vigilante bosque.

Pero ni siquiera así se daba por vencida. Araushnee lanzó otro hechizo; un hilo mágico, suspendido de un invisible gancho, brotó de su cuerpo y la elevó. La araña tomó impulso y se lanzó sobre Corellon, rezumando icor y enarbolando ante ella la única espada que le quedaba.

Corellon esquivó fácilmente el ataque. Pero al pasar volando junto a él, la
tanar'ri
lo agarró con las patas traseras y lo levantó del suelo. Corellon se columpió hacia atrás y chocó contra el tronco de un árbol. Una lluvia de hojas cayó sobre el claro, mientras la mandíbula del monstruo, semejante a un pico, buscaba de nuevo la garganta del elfo. Pero el dios todavía empuñaba con fuerza la espada. La impulsó hacia arriba, a través de las patas de la araña y la hundió en su protuberante cuerpo. Araushnee lo soltó de repente. Entonces, con un débil y lastimero gemido, voló fuera de su alcance suspendida de un hilo mágico.

Corellon se deslizó a lo largo del tronco del árbol y contempló desde el suelo, con el corazón encogido, cómo la criatura que había sido su amada se balanceaba lentamente adelante y atrás de su hilo de plata, sujetándose las mutiladas extremidades contra su destrozado cuerpo. Pese a su horrorosa forma, a todos les recordaba a una niña elfa tratando de consolarse. Justo cuando Corellon creía que no podría soportarlo más, su aspecto cambió de nuevo y adoptó la hermosa y desafiante faz de Araushnee.

—Mátame —lo provocó con una voz atormentada por el dolor—. De otro modo nunca te librarás de mí; las patas ya me están creciendo de nuevo. Pero no puedes hacerlo, ¿verdad? ¡Incluso en esto te muestras débil! ¡Mátame si puedes, y acabemos de una vez!

Corellon levantó la espada por encima de su cabeza y la lanzó con todas sus fuerzas. Mientras
Sahandrian
giraba hacia la antigua diosa, el Señor de los Elfos contenía la respiración y confiaba en que el arma lo obedecería. Si
Sahandrian
seguía sus propias inclinaciones, Araushnee estaba perdida.

Pero la espada se limitó a cortar el hilo que mantenía a Araushnee suspendida en el aire sobre el suelo del bosque. Ella cayó, chillando de rabia.

Pero nunca llegó al suelo.

En el bosque se abrió un portal oscuro que giraba rápidamente sobre sí mismo. Era una puerta a otro plano. Araushnee cayó rodando al portal agitando las extremidades. Después de que hubo desaparecido, el Seldarine oyó un buen rato la voz de la antigua diosa que los maldecía y juraba vengarse de todo lo elfo. La voz se fue haciendo más y más débil, y se perdió en el aullido del viento del Abismo.

Cuando todo quedó en silencio y el espantoso portal se hubo desvanecido, la nueva diosa Angharradh se acercó a Corellon y le dijo en voz baja:

—No podías hacer nada más por ella. Araushnee se ha convertido en lo que era realmente y está donde debe estar. Ya ha acabado todo.

—No creo —repuso Corellon profundamente apesadumbrado y negando con la cabeza—. La batalla por el control de Árvandor ha acabado, y Araushnee y sus huestes han perdido. Pero temo por el pueblo elfo. La batalla acaba de comenzar.

14 del mes de Nightal, 1367 CV

A lord Danilo Thann de Aguas Profundas, Arpista y bardo, envía saludos Lamruil, príncipe de Siempre Unidos.

He leído tu reciente misiva con gran interés. La tarea que has emprendido y tus razones para hacerlo significan mucho más para mide lo que te imaginas.

Quizá te sorprenda saber que no eres un completo desconocido para mí. Recuerdo haberte visto cuando se dictó sentencia contra Kymil Nimesin, aunque reconozco que me fijé más en tu acompañante que en ti. En esa ocasión me quedé sin habla por el parecido entre tu compañera Arpista, Arilyn, y mi hermana Amnestria. (No te esfuerces, porque no recordarás mi cara. Me cubría con una capa y capucha para ocultar mi identidad. Mi estatura y tamaño no delatan de inmediato mi naturaleza elfa, y los años que he pasado entre humanos me han enseñado a moverme e incluso hablar como ellos.)

Por aquel entonces no sabía, ni siquiera sospechaba, que Arilyn era la hija semielfa de Amnestria, y tampoco intuí que la hoja de luna de mi hermana está ahora en las capaces manos de Arilyn. Por desgracia, el juicio de lord Kymil se celebró a puerta cerrada, pues de otro modo me hubiera enterado de que ella, mi pariente, ayudó a llevar a ese traidor ante la justicia, y podría haberme dado a conocer a ella y a ti.

Recientemente, mi madre, la reina, me contó el gran servicio que prestó Arilyn a los elfos de Tethyr. Asimismo me habló del gran honor que me ha concedido Arilyn al nombrarme heredero de su espada. Adjunto a esta carta una nota personal para ella, que te ruego le entregues junto con mis mayores respetos y humildes gracias. Espero que, en un futuro cercano, podamos reunimos para dar la bienvenida a Arilyn a la familia Flor de Luna, si bien con retraso y únicamente en mi nombre.

Pasemos ahora a la cuestión de tu carta, en la que me preguntabas por Kymil Nimesin. Hay mucho que puedo decirte.

Lord Kymil poseía muchas de las virtudes y cualidades que definen la nobleza elfa: linaje antiguo y honorable, habilidad en las artes de la guerra y de la magia, belleza física y gracia, así como un amplio conocimiento de las tradiciones y la historia elfa. Pocos elfos eran tan buenos espadachines como él, y en otro tiempo yo mismo me consideré honrado de poder estudiar a su lado. Asimismo gozaba de la fama de ser un experimentado aventurero. Hace años me sentí halagado cuando me pidió que lo acompañara a Faerun para buscar y recobrar objetos de tierras elfas perdidas. En ese tiempo yo no tenia ni idea de lo que realmente buscaba.

Como bardo, seguramente has oído algunas de las historias que se cuentan de los hijos perdidos de Siempre Unidos. Uno de los mayores pesares de Siempre Unidos es que de los trece hijos que tuvieron la reina Amnestriay el rey Zaor, que se sepa, sólo dos siguen con vida. Es posible que queden otros, pero lord Kymil trató de despejar su camino buscando y destruyendo a todos los herederos al trono de Siempre Unidos.

¿Por qué entonces me respetó a mí? Tú, lord Thann, puedes entenderlo mejor que la mayoría. Como tú, yo soy el menor de muchos hermanos, y perdóname si te digo que la reputación que tengo entre mi gente deja tanto que desear como la tuya. Pero, a diferencia de ti, yo no soy un actor cómico que esconde sus talentos detrás de una máscara de frivolidad. (Mi madre, la reina, recibe puntual información acerca de los Arpistas y de sus métodos, y los elfos conocen tu obra. Sin duda, un consumado cantor de hechizos como tú encontraría muy divertidas algunas opiniones de algunos, que sostienen que es totalmente imposible que un mago humano lance hechizos musicales elfos.) A diferencia de ti, yo soy exactamente tal como parezco: nervioso, frivolo, bastante irreverente con las tradiciones, demasiado impetuoso, demasiado aficionado a las féminas (no sólo a las potenciales princesas elfas), demasiado enamorado del ancho mundo y de los pueblos que lo habitan. En resumen, un príncipe elfo muy poco apropiado. Lord Kymil vio en mí una herramienta que podría resultarle útil y nada más. Sin duda, también se hubiera desembarazado de mí cuando pensara que ya no le era útil.

¿Qué movía a Kymil Nimesin? Esa es una pregunta que ha preocupado a los sabios y filósofos elfos desde la muerte de mi padre, el rey. ¿Qué empujó a un noble elfo de gran talento y buena familia a rebelarse contra un clan real, por no mencionar a un rey elegido por los mismos dioses?

Yo lo veo más claro que muchos elfos pues he viajado mucho y, como tú, he amado a una mujer de sangre mezclada. Mi corazón se ha convertido en un arpa afinadapara tocar melodías desconocidas para los trovadores de Siempre Unidos. Mis ojos ven el orgullo que aisla a los elfos del mundo y los condena a enfrentarse en una batalla sin fin unos contra otros.

Como bardo y estudioso de las tradiciones elfas, ya sabrás que las razas élficas han luchado a menudo. A lo largo de esos terribles siglos en los que las Guerras de la Corona asolaron al Pueblo, los elfos dorados trataron de acrecentar su poder conquistando comunidades de elfos plateados y verdes. Los elfos verdes se unieron a los elfos oscuros para repeler esa agresión y, finalmente elfos dorados, plateados y verdes se aliaron para expulsar a los oscuros de la faz de la tierra. Pero las Guerras de la Corona y otras batallas similares sólo narran una parte de la historia. Las diferentes razas élficas están enzarzadas en una batalla sutil y constante, más antigua que el inicio de la historia elfa. Si quieres entender a Kymil Nimesin y a sus seguidores, debes rebuscar en las tradiciones y leyendas delpasado, y estudiar el antiguo conflicto entre los plateados y los dorados. Ésos son los hilos que han tejido la urdimbre de Siempre Unidos.

Al seguir la historia de los plateados y los dorados, ten siempre presente que el clan Nimesin es una rama menor del antiguo clan Durothil. Sólo eso explica muchas cosas.

Repito: Kymil Nimesin representa muchos de los valores de la nobleza elfa y, al mismo tiempo, ilustra los defectos más arraigados del Pueblo.

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