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Authors: Ian Fleming

Tags: #Aventuras, Intriga, Policíaco

Octopussy (12 page)

Bond sintió como las gotas de sudor le recorrían el rostro y el cuello. Se arriesgó a secarse las manos en los laterales del pantalón y volvió a coger el fusil; introdujo el dedo en el guardamonte, justo al lado de la curva del gatillo.

—Algo se mueve en el interior de la habitación, detrás del arma. Deben de haberlo visto. Que el Opel empiece a sonar.

Bond oyó como el capitán Sender daba la contraseña por el walkie-talkie; luego, el ruido de arranque del Opel en la calle, y sintió que el pulso se le aceleraba cuando el motor cobró vida y una serie de estallidos ensordecedores surgieron del tubo de escape.

El movimiento dentro de aquella oscura cueva era indudable. Un brazo negro con un guante también negro salió por debajo de la culata.

—¡Ahora! —gritó el capitán Sender—. ¡Ahora! ¡Corre hacia el muro! ¡Se ha encaramado! ¡Va a saltar!

En ese momento, a través del Sniperscope, Bond vio la cabeza de «Gatillo»: la pureza de su perfil y la dorada cascada de cabello apoyados en la culata del Kalashnikov. ¡Era mujer muerta, un blanco fácil! Los dedos de Bond tocaron con rapidez los tornillos de ajuste; los movió y, justo en el momento en que el estallido amarillo surgía de la boca del otro fusil, apretó el gatillo.

La bala, lanzada a trescientos diez metros, debía de haber impactado en el punto en que la culata se juntaba con el cañón y seguramente estaba alojada en la mano izquierda, pero el impacto arrancó el arma del soporte, hizo que golpeara contra el marco lateral de la ventana y saliera proyectada para caer dando vueltas en el aire y acabar estrellándose en medio de la calle.

—¡Lo ha hecho! —gritó el capitán Sender—. ¡Lo ha hecho! ¡Lo ha conseguido! ¡Dios mío, lo ha conseguido!

—¡Agáchese! —le espetó Bond con brusquedad.

Se tiró al suelo por un lado de la cama mientras el haz enorme de un reflector procedente de una de las ventanas oscuras barría la calle en dirección al edificio y a la habitación. Se oyeron disparos y una lluvia de balas penetró por la ventana, rasgó la cortina, destrozó el marco de madera y finalmente golpeó las paredes.

Por encima del estallido y del zumbido de las balas, Bond oyó al Opel alejarse a toda velocidad calle abajo y, también, el murmullo entrecortado de la orquesta. La combinación de ambos sonidos lo hizo caer en la cuenta. ¡Pues claro! Sin duda la orquesta había hecho un ruido de mil demonios desde la Haus der Ministerien y, como los ronquidos del Opel en su bando, había servido para proporcionar una cierta cobertura al súbito estallido de los disparos efectuados por «Gatillo». ¿Había llevado la muchacha el arma arriba y abajo todos los días dentro del estuche del violonchelo? ¿Estaría toda la orquesta formada por mujeres de la KGB? Los demás estuches ¿contenían sólo el equipo auxiliar, por ejemplo, el reflector oculto dentro del estuche del bombo, mientras los instrumentos de verdad esperaban en la sala de conciertos?

¿Demasiado complicado? ¿Demasiado fantástico? Seguramente. Pero no había duda alguna sobre la muchacha. A través del Sniperscope, Bond había podido ver un ojo abierto de largas pestañas que apuntaba con atención. ¿Le habría hecho daño? Casi con toda seguridad le había dado en el brazo izquierdo. No tendría oportunidad de verla, de ver cómo estaba, si salía con la orquesta. No volvería a verla. Su ventana se había convertido en una trampa mortal. Como para reforzar tal idea, una bala perdida golpeó el mecanismo del Winchester, ya dañado y caído a un lado, y un trozo de plomo caliente rozó la mano de Bond y le quemó la piel. Como respuesta al expresivo exabrupto de Bond, los disparos cesaron bruscamente y el silencio se apoderó de la habitación.

El capitán Sender salió de detrás de su cama y se sacudió los cristales del cabello, que crujían a su paso. Ambos se dirigieron a la cocina, cruzaron la puerta destrozada y encendieron la luz, puesto que la habitación no daba a la calle y no representaba ningún peligro.

—¿Alguna herida? —preguntó Bond.

—No. ¿Está usted bien?

Los pálidos ojos del capitán Sender brillaban con la excitación que sobreviene después de la batalla y al mismo tiempo, notó Bond, reflejaban el fulgor de una acusación.

—Sí. Sólo necesito una tirita para la mano. Una de las balas me rozó.

Bond se dirigió al cuarto de baño. Al salir, el capitán Sender se encontraba sentado junto al walkie-talkie, que había cogido del salón.

—Eso es todo —decía por el auricular—. Todo bien con 272. Que el blindado se dé prisa, si es posible. Nos encantará salir de aquí y 007 todavía tiene que escribir su versión sobre lo que ha pasado. ¿De acuerdo? Cambio y corto.

El capitán Sender se volvió hacia Bond.

—Me temo —dijo en un tono entre acusador y avergonzado— que el jefe de Estación necesita por escrito las razones por las que usted no se ha cargado a ese tipo. Tuve que contarle que vi cómo, en el último momento, se desviaba del blanco. Eso dio tiempo a «Gatillo» para disparar. Por suerte, 272 ya había emprendido su última carrera, pero el disparo dio en la pared que había detrás de él. ¿A qué vino todo eso?

James Bond sabía que podía mentir, sabía que podía inventarse una docena de excusas por lo que había hecho. Pero prefirió dar un buen trago al whisky cargado que se había servido; luego dejó el vaso y miró al capitán Sender directamente a los ojos.

—«Gatillo» era una mujer.

—¿Y qué? La KGB tiene muchas agentes… y tiradoras. No me sorprende en absoluto. El equipo femenino ruso siempre hace un buen papel en los Campeonatos mundiales. En el último certamen, en Moscú, acabaron primeras, segundas y terceras contra siete países más. Todavía puedo recordar dos de sus nombres: Donskaya y Lomova, unas tiradoras estupendas. Incluso podía tratarse de una de ellas. ¿Qué aspecto tenía? Seguro que podemos identificarla en nuestros archivos.

—Era rubia, la muchacha que llevaba el violonchelo de la orquesta. Seguramente llevaba el arma dentro del estuche y la orquesta estaba allí para cubrir los disparos.

—¡Ah! —exclamó el capitán Sender lentamente—. Ya veo. ¿La muchacha en la que usted se fijó?

—Eso es.

—Mire, lo siento, pero también tendré que incluir esto en mi informe. Usted tenía órdenes expresas de eliminar a «Gatillo».

Se oyó el sonido de un vehículo que se acercaba y se detenía debajo de la casa. El timbre sonó dos veces.

—Será mejor que nos marchemos —dijo el capitán Sender—. Nos han mandado un blindado para que nos saque de aquí. —Hizo una pausa. Su mirada se posó en los hombros de Bond, para evitar mirarlo a los ojos.— Siento lo del informe, pero yo tengo que cumplir con mi deber, ya sabe. Debería usted haber matado al tirador, fuera quien fuera.

Bond se levantó. De repente, no quería dejar aquel pisito maloliente y hecho pedazos, abandonar el lugar desde donde, durante tres días, había tenido aquel unilateral romance a larga distancia con una muchacha desconocida…, una enemiga desconocida que desempeñaba el mismo trabajo que él, pero para su organización. ¡Pobre desgraciada! Ahora tendría muchos más problemas que los que tenía él. Probablemente la juzgarían en consejo de guerra por haber realizado mal su trabajo y con seguridad la expulsarían de la KGB. Se encogió de hombros. Al menos, intentarían evitar tener que matarla… tal como él había hecho.

—De acuerdo —dijo Bond con indiferencia—. Con un poco de suerte, me costará mi número de dos ceros, pero dígale al jefe de Estación que no se preocupe. Esa muchacha ya no disparará más. Probablemente perderá la mano izquierda y, sin duda, he acabado con sus habilidades para este tipo de trabajos. Le he dado un susto de muerte. En mi opinión, con eso bastaba. Vámonos.

IAN FLEMING nació en Londres en 1908. Se educó en Eton y en la academia militar de Sandhurst. Cursó estudios universitarios en Munich y en Ginebra. Trabajó en la agencia de noticias Reuters y, al comenzar la segunda guerra mundial, se alistó en la Inteligencia Naval, donde sirvió con el grado de capitán de fragata. En 1945, al acabar la guerra, se hizo construir una casa,
Goldeneye
, en Jamaica, donde se instalaba todos los inviernos. Fue en ella donde creó a su agente secreto James Bond. Casino Royale, la primera novela en que aparece el personaje, fue terminada de escribir la víspera de su boda con Anne Rothermere en 1952 y publicada en 1953. Fleming escribió otras dos novelas,
Chitty Chitty Bang Bang
y
The Diamond Smugglers
, no ambientadas en el mundo de los servicios secretos.

La salud de Fleming comenzó a deteriorarse a finales de los años 50. Murió en 1964, a la edad de 56 años.

Notas

[1]
Los hechos ocurren después de la aventura
El hombre de la pistola de oro
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[2]
Podría traducirse como «Oficina de objetos varios». (N. de la t.)
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[3]
Office of Strategic Services
, organismo precursor de la CIA. (N. de la t.)
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[4]
«¡Hay que sufrir para ser millonario!»
En francés en el original. (N. de la t.)
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[5]
Order of the British Empire:
Orden del Imperio Británico. (N. de la t.)
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[6]
Supreme Headquarters Allied Expeditionary Forces:
Cuartel general de las fuerzas expedicinonarias aliadas. (N. de la t.)
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[7]
Segurity Intelligence Service:
Servicio de Seguridad de Inteligencia. (N. de la t.)
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[8]
Transcurre entre
Al servivcio secreto de Su Majestad
y
Sólo se vive dos veces
.
<<

[9]
Situation Reports:
informes de situación. (N. de la t.)
<<

[10]
NKVD: organismo de la policía secreta soviética, antecedente de la KGB. (N. de la t.)
<<

[11]
Transcurre entre
Operación Trueno
y
El espía que me amó
, después de
007 in New York
.
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[12]
National Rifle Association:
Asociación Nacional del Rifle (N. de la t.)
<<

[13]
British Army of the Rhine:
Ejército británico del Rin. (N. de la t.)
<<

[14]
Philosophy, politics and economics.
Título universitario. (N. de la t.)
<<

[15]
Order of The British Empire:
Orden del Imperio Británico. (N. de la t.)
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