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Authors: Larry Niven

Tags: #Ciencia Ficción

Mundo Anillo (40 page)

BOOK: Mundo Anillo
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Luis incluso logró reír. De un modo u otro, el ligero sueño plagado de pesadillas había logrado relajarlo.

—Dudo mucho que su disposición sea amistosa, y mucho menos seductora. Tú no la has visto. Es tan fría como las cavernas negras de Plutón, al menos por lo que a mí respecta, y la verdad es que no se lo reprocho.

Le había visto vomitar sobre su manga, un espectáculo más bien poco romántico.

—Se sentirá feliz cada vez que nos vea —les aseguró el titerote—. Y dejará de sentirse feliz cuando intente abandonarnos. Si permite que uno de nosotros se aproxime más a ella, su alegría aumentará...

—¡Claro, nej!

—¿Te das cuenta? Estupendo. Además, he estado practicando la lengua del Mundo Anillo. Creo que mi pronunciación es correcta, y también mi gramática. Sólo quisiera comprender el significado de un mayor número de palabras...

Ya hacía rato que Interlocutor había dejado de quejarse. Allí suspendido cabeza abajo sobre una caída mortal, todo lleno de llagas y con una mano quemada hasta el hueso, había estado despotricando contra Luis y Nessus por su impotencia para ayudarle. Pero llevaba varias horas sin decir nada.

Luis dormitaba en la silenciosa penumbra.

En sueños, oyó un cascabeleo y se despertó.

La chica bajaba las escaleras tintineando. Llevaba cascabeles en las zapatillas. También había cambiado de traje; lucía un vestido de cuello alto, ajustado en el busto y guarnecido con media docena de grandes y abultados bolsillos. Su largo cabello negro le colgaba sobre el pecho por encima de un hombro.

La serena dignidad de su rostro no había cambiado.

Se sentó con los pies colgando sobre el borde de la plataforma y se quedó mirando a Luis Wu. No cambió de posición; ni Luis tampoco. Permanecieron varios minutos mirándose fijamente a los ojos.

Luego, ella metió la mano en uno de sus grandes bolsillos y sacó un objeto del tamaño de un puño y de color naranja. Lo lanzó en dirección a Luis, apuntando de modo que pasase muy cerca de él, a sólo escasos centímetros del alcance de su mano.

Luis logró identificarlo al pasar. Era un abultado y jugoso fruto que había encontrado en unos matorrales hacía un par de días. Había introducido varios de ellos en la ranura de alimentación de su cocinilla, sin probarlos.

El fruto fue a estrellarse contra el techo de una celda donde quedó convertido en una gran mancha roja. De pronto, a Luis empezó a hacérsele agua la boca y fue presa de una terrible sed.

Ella le tiró otro fruto. Esta vez pasó más cerca. Podría haberlo tocado si lo hubiera intentado, pero con ese gesto también hubiera hecho girar la aerocicleta. Y ella lo sabía.

El tercer fruto le dio en el hombro. Luis se agarró al globo con los puños y comenzó a maldecirla por lo bajo.

Entonces apareció la aerocicleta de Nessus.

Y ella sonrió.

El titerote se había escondido detrás del artefacto que parecía un camión. Volvía a estar cabeza abajo y se deslizó oblicuamente hasta la plataforma de vigilancia, como atraído por una corriente inducida fuera de control. Al pasar junto a Luis, le preguntó:

—¿Crees que podrás seducirla?

Luis soltó un bufido. Luego advirtió que el titerote realmente no tenía intención de burlarse de él, conque respondió:

—Me parece que me considera un animal. Más vale que lo olvides.

—Entonces tendremos que emplear una táctica distinta.

Luis se frotó la frente contra el frío metal. Pocas veces se había sentido tan desgraciado.

—Tú mandas —dijo—. No parece dispuesta a aceptarme como un igual, pero tal vez tú tengas más suerte. No te verá como un competidor; eres demasiado distinto.

El titerote ya le había sobrepasado. De pronto comenzó a decir algo en una lengua que a Luis le recordó la del sacerdote que dirigía el coro: la lengua sagrada de los Ingenieros.

La muchacha no respondió. Pero... aunque no podía decirse que estuviera exactamente sonriendo, las comisuras de la boca parecían haberse curvado ligeramente hacia arriba y sus ojos revelaban mayor animación.

Nessus debía de haber utilizado el tasp a baja intensidad. Muy baja.

Volvió a hablar, y esta vez ella le respondió. Tenía una voz fresca y musical, y aunque a Luis Wu le pareció imperiosa, estaba predispuesto a descubrir esa cualidad en ella.

El titerote comenzó a hablar en un tono idéntico al de la muchacha.

A continuación se desarrolló una especie de clase de idiomas.

A Luis Wu, en incómodo equilibrio sobre un mortal precipicio, no podía dejar de resultarle aburrida. De vez en cuando lograba entender una que otra palabra. Y, llegados a cierto punto, ella le tiró a Nessus una de esas frutas del tamaño de un puño y color naranja y determinaron que era un trumb. Luego, Nessus se la guardó.

De pronto, ella se levantó y se marchó sin decir palabra.

—¿Y bien? —dijo Luis.

—Debe de haberse cansado —dijo Nessus—. Se ha ido de pronto, sin explicaciones.

—Me estoy muriendo de sed. ¿Podrías darme ese trumb?

—Trumb es el color de la piel, Luis. —Acercó su aerocicleta a la de Luis y le tendió la fruta.

Luis no soltó más que una mano. Ello significaba que tendría que morder la gruesa piel y arrancarla con los dientes. Por fin logró llegar al verdadero fruto y le dio un mordisco. Era lo mejor que había probado en doscientos años.

Cuando casi había terminado de comer la fruta, preguntó:

—¿Regresará?

—Confío que sí. Le apliqué el tasp a baja intensidad de modo que se vea afectada a nivel subconsciente. No lo percibirá. El atractivo aumentará cada vez que me vea. Luis, ¿no sería mejor que la hiciéramos enamorarse de ti?

—Olvídate de eso. Cree que soy un nativo, un salvaje. Lo cual nos lleva a la próxima pregunta: ¿qué es ella?

—No sabría decírtelo. No intentó ocultarlo, pero tampoco me lo reveló. No conozco suficientemente su lengua.

20. Carne

Nessus había aterrizado en el fondo y estaba explorando las penumbras. Fuera del circuito del intercom, Luis intentó observar lo que hacía el titerote. Por fin, renunció a sus propósitos.

Mucho después oyó como un ruido de pasos. Esta vez sin campanillas.

Hizo una bocina con la mano y gritó hacia abajo:

—¡Nessus!

El sonido rebotó en las paredes y se concentró con horrible estrépito en el vértice del cono, El titerote se puso en movimiento de un salto, corrió a su aerocicleta y emprendió el vuelo. Lo más probable es que más bien se limitara a desprenderse del suelo. Sin duda había dejado el motor en marcha para mantener el vehículo ahí abajo contra los efectos del campo magnético que les tenía atrapados. Ahora, lo único que tuvo que hacer fue parar el motor.

Se había situado otra vez entre el metal suspendido, cuando los pasos se detuvieron en algún lugar sobre sus cabezas.

—¿Qué nej estará haciendo? —susurró Luis.

—Ten paciencia. No puedes esperar que ya esté condicionada tras sólo una sesión de tasp a baja intensidad.

—A ver si consigues meterte esto en tus duras cabezotas vacías. ¡No puedo conservar el equilibrio indefinidamente!

—Es preciso. ¿Puedo hacer algo por ti?

—Agua —dijo Luis, con una lengua que le daba la sensación de tener tres metros de franela enrollados en la boca.

—¿Tienes sed? Pero ¿cómo me las arreglaré para darte de beber? Si vuelves la cabeza podrías perder el equilibrio.

—Lo sé. Déjalo correr. —Luis se encogió de hombros. Era curioso que Luis Wu, el viajero espacial, tuviera tanto vértigo—. ¿Cómo está Interlocutor?

—Me tiene preocupado, Luis. Lleva mucho tiempo sin sentido.

—Nej, nej...

Pasos.

Cambiar de traje debía de ser su obsesión, pensó Luis. Ahora llevaba un conjunto formado por una serie de pliegues verdes y naranja superpuestos. Al igual que las ropas que luciera antes, ocultaba por completo su figura.

Se arrodilló al borde de la plataforma de observación y se les quedó mirando impasible. Luis se agarró a su salvavidas de metal y esperó el curso de los acontecimientos.

Advirtió que su expresión comenzaba a suavizarse. Sus ojos adquirieron un aire soñador, las comisuras de la boca se curvaron ligeramente hacia arriba.

Nessus comenzó a hablar.

La muchacha pareció pensárselo un momento. Luego dijo algo que podría haber sido una respuesta.

Después se marchó.

—¿Y bien?

—Ya veremos.

—Estoy tan cansado de esperar.

De pronto la aerocicleta comenzó a deslizarse hacia arriba. Hacia arriba y hacia delante. Rebotó contra el borde de la plataforma de vigilancia como un bote de remos al atracar.

Nessus puso grácilmente pie en tierra.

La muchacha acudió a saludarle. Lo que llevaba en la mano izquierda tenía que ser un arma. Tendió la otra mano hacia la cabeza del titerote, titubeó un instante y luego comenzó a acariciarle la espina dorsal secundaria con las uñas.

Nessus emitió un suspiro de placer.

La muchacha dio media vuelta y comenzó a subir. No se volvió ni una vez. Parecía perfectamente segura de que Nessus la seguiría como un perro; y así fue.

«Muy bien —pensó Luis—. Muéstrate sumiso. Haz que confíe en ti.»

El conjunto de celdas quedó silencioso como una enorme tumba, una vez se desvanecieron sus pasos mal acompasados.

Interlocutor estaba a unos diez metros de él, en el otro extremo de ese mar de los Sargazos de metal. Cuatro dedos negros acolchados y un trocito de rostro anaranjado era todo lo que asomaba de su persona entre los verdes globos antichoque. Luis no podía aproximarse a él de ningún modo. Tal vez el kzin ya hubiera muerto.

Entre los huesos blancos dispersos en el fondo se distinguían al menos una docena de calaveras. Huesos y vetustez, y metal aherrumbrado, y silencio. Luis Wu se aferró a su aerocicleta y esperó ver flaquear sus fuerzas de un momento a otro.

No transcurrieron muchos minutos, cuando en medio de su modorra percibió un cambio. Su punto de equilibrio se había desplazado.

La vida de Luis dependía de su habilidad para mantener el equilibrio. El desconcierto momentáneo le dejó rígido de terror. Comenzó a mirar frenéticamente a su alrededor, moviendo Sólo los ojos.

Seguía rodeado de vehículos de metal, inmóviles. Pero algo se estaba moviendo.

Un coche situado a bastante distancia de él, comenzó a chirriar como metal al desgarrarse, y de pronto subió un poco.

¿Qué?

No. Había aterrizado sobre el anillo superior de celdas. Todo el mar de los Sargazos había comenzado a hundirse uniformemente a través del espacio.

Uno a uno, los coches y las cápsulas volantes fueron aterrizando ruidosamente y quedaron atrás.

La aerocicleta de Luis chocó contra el hormigón con una sacudida, comenzó a girar en medio del torbellino de fuerzas electromagnéticas, y por fin dio la vuelta completa. Luis se soltó y se dejó rodar lejos del vehículo.

En el acto, intentó ponerse en pie. Pero no podía mantener el equilibrio; le era imposible permanecer erguido. Tenía las manos agarrotadas, retorcidas de dolor, inutilizadas. Se quedó ahí tendido de costado, jadeando, mientras reflexionaba que tal vez ya fuera demasiado tarde. Interlocutor ya debía de haber quedado sepultado bajo su aerocicleta.

No le costó localizar el vehículo del kzin, fácilmente identificable. Interlocutor estaba allí... y no había quedado aprisionado debajo de la aerocicleta. Debía de haber quedado debajo, pero luego el vehículo se tumbó de lado; además, hasta cierto punto los globos debían de haberle protegido.

Luis se le acercó a rastras.

El kzin estaba vivo y respiraba, pero seguía inconsciente. El peso de la aerocicleta no le había roto el cuello, posiblemente porque en realidad no tenía un verdadero cuello. Luis agarró la linterna de rayos láser de su cinturón y empleó el afilado rayo verde para desembarazar a Interlocutor de sus globos.

¿Y ahora qué?

Luis se estaba muriendo de sed.

La cabeza ya no parecía darle vueltas. Se levantó, con las piernas temblorosas, y salió en busca de la única fuente de agua potable en funcionamiento que conocía.

El bloque celular era un conjunto de salientes circulares concéntricas, cada uno de los cuales correspondía al techo de un anillo de celdas. Interlocutor había aterrizado en el cuarto círculo contando a partir del centro.

Luis encontró una aerocicleta envuelta en los jirones de un globo antichoques. Un piso más abajo y al otro lado de la fosa central, había otra, equipada con un asiento humano. La tercera...

La aerocicleta de Nessus había ido a parar en el piso inmediatamente inferior al de Interlocutor.

Luis descendió hasta ella. Los pies parecían a punto de hundirse bajo su peso a cada peldaño. Tenía los músculos demasiado fatigados para absorber el impacto.

Meneó la cabeza al ver el panel de mandos. ¡Nadie le robaría la aerocicleta a Nessus! Los mandos eran increíblemente crípticos. Sin embargo, consiguió identificar la espita del agua.

El agua estaba caliente e insípida como si fuese agua destilada, pero le supo a gloria.

Una vez saciada su sed, Luis probó un bloque alimenticio de la ranura de la cocinilla. Tenía un sabor muy extraño. Luis decidió no comérselo de momento. Tal vez contuviera aditivos venenosos para el metabolismo humano. Sería mejor preguntárselo a Nessus.

Le llevó agua a Interlocutor en su zapato, el primer recipiente que encontró a mano. La dejó caer en la boca del kzin, que se le tragó en sueños y sonrió. Luis fue a buscar más y se desplomó sin fuerzas antes de conseguir llegar al vehículo del titerote.

Conque se hizo un ovillo sobre el plástico liso de la construcción y cerró los ojos.

A salvo. Estaba a salvo.

Debía haberse dormido al instante, vistas las circunstancias. Pero algo seguía inquietándole. Los músculos sobrefatigados, calambres en las manos y los muslos, el miedo a caerse que aún no le había abandonado... y algo más...

Se incorporó.

—No es justo —masculló.

¿Interlocutor?

El kzin dormía hecho un ovillo, con las orejas aplastadas sobre la cabeza y el desintegrador apretado contra el vientre, de modo que sólo asomaba la doble boca del cañón. Su respiración era regular, pero muy acelerada. ¿Sería normal?

Nessus lo sabría. Mientras tanto, lo mejor sería dejarle dormir.

—No es justo —repitió Luis, en un susurro.

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