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Authors: Anton Szandor LaVey

Tags: #Filosofía, #Esoterismo

La biblia satánica (4 page)

¡SE BUSCA!

— DIOS —

¡VIVO O MUERTO!

El que un Satanista no cree en Dios es un concepto popular bastante erróneo. El concepto de «Dios», tal como es interpretado por el hombre, ha sido tan variado a través de todas las épocas, que el Satanista simplemente aceptar la definición que mejor se ajuste a sus necesidades. El hombre siempre ha creado sus dioses, en vez de sus dioses haberlo creado
a él
. Para unos, Dios es benévolo; para otros, resulta aterrador. Para el Satanista, «Dios» —por cualquier nombre que se le llame, o bien por ningún nombre en absoluto— es visto como el factor de equilibrio en la Naturaleza, y no como un ser al que le preocupe el sufrimiento. Esta poderosa fuerza que permea y equilibra el universo es demasiado impersonal para preocuparse por la felicidad o la miseria de las criaturas de carne y hueso de esta bola de mierda sobre la cual vivimos.

Cualquiera que piense en
Satán
como malo debería tener en cuenta todos los hombres, mujeres, niños y animales que han muerto porque ello era «Voluntad de Dios». Con toda seguridad, una persona que lamente la pérdida inoportuna de un ser querido ¡preferiría mil veces tenerla otra vez junto a sí que en las manos de Dios! En cambio, son consolados melosamente por el clérigo de turno que dice «Fue la voluntad de Dios, hija mía»; o «Ahora descansa en las manos de Dios, hijo mío». Tales frases han sido una manera conveniente que los religiosos han utilizado para justificar o excusar la impiedad de Dios. Pero si Dios está al mando y es tan benévolo como se supone que es, ¿por qué permite que pasen estas cosas? Durante mucho tiempo los religiosos se han abalanzado sobre sus biblias y reglamentos para probar o refutar, justificar, condenar o interpretar.

El Satanista se da cuenta que el hombre, y la acción y reacción del Universo, son responsables de todo lo que ocurre, y no se engaña creyendo que a alguien le importa. ¡Ya no nos quedaremos sentados y aceptaremos el «destino» sin hacer algo al respecto, sólo porque así lo dice en el Capítulo tal y cual, Salmo así y asá, y baste con eso! El Satanista sabe que el rezar no ayudará mucho —de hecho, disminuye las posibilidades de éxito, ya que lo que suelen hacer las personas devotas es sentarse complacidamente y rezar por una situación que, si hicieran algo, ¡la resolverían mucho más rápido!

El Satanista rehuye términos como «esperanza» y «oración» ya que son indicio de aprehensión. Si esperamos y rezamos para que suceda algo, ¡no actuaremos en una forma positiva para
hacer
que suceda! El Satanista, dándose cuenta que cualquier cosa que consiga es gracias a sus propios actos, toma control de la situación en lugar de rezarle a Dios para que ello suceda. El pensamiento positivo y la
acción
positiva añaden los resultados.

Así como el Satanista no reza para pedir la ayuda de Dios, tampoco le reza para que lo perdone por sus propios errores. En otras religiones, cuando uno hace mal, va y se le reza a Dios, o se confiesa a un intermediario y le pide que ore a Dios para que le perdone por sus pecados. El Satanista sabe que si la oración es de ningún provecho, el confesarse ante otro ser humano como él mismo, es menos provechoso —y es por demás, degradante.

Cuando un Satanista comete un error, se da cuenta que cometer errores es algo natural —y si se siente mal por lo que ha hecho, aprenderá de ello y se cuidará de no hacer lo mismo de nuevo. Si no se siente mal por lo que ha hecho, y sabe que hará lo mismo una y otra vez, no tiene por que ir a confesarse, mucho menos pedir perdón. Pero esto es exactamente lo que sucede. La gente confiesa sus pecados para que puedan limpiar sus conciencias —y tener la libertad de seguir pecando una y otra vez, casi siempre cometiendo el mismo pecado.

Hay tantas definiciones de Dios, en el sentido acostumbrado de la palabra, como tipos de personas. Las imágenes van desde la creencia en un dios que es más bien una idea algo vaga, una especie de «mente cósmica universal», hasta una deidad antropomórfica con una larga barba blanca y sandalias que sigue con atención todas las acciones de cada individuo. Aún dentro de los confines de una religión dada, las interpretaciones personales de Dios difieren enormemente. Algunas religiones van hasta el punto de etiquetar a alguien que pertenece a una secta religiosa que no sea la de ellos, tildándolo de hereje, aunque las doctrinas generales e impresiones que se tienen de la divinidad sean bastante parecidas. Por ejemplo, los Católicos creen que los Protestantes están condenados al Infierno simplemente porque no pertenecen a la Iglesia Católica. De igual manera, muchos grupos que se han separado de la fe Cristiana, como las iglesias evangélicas o revivalistas, creen que los Católicos son paganos que adoran imágenes. (Cristo es representado en una imagen que sea físicamente más parecida al individuo que lo esté adorando, y sin embargo los Cristianos critican a los 'paganos' por adorar imágenes labradas.) Y a los Judíos siempre se les ha identificado con el Diablo.

Si bien en todas estas religiones el dios es básicamente el mismo, cada una se refiere al camino elegido por las otras como reprochable, y para colmo de males, cada uno de sus miembros
REZA
por los de las demás. Tienen desprecio por sus hermanos en la fe solo porque sus religiones portan distintas etiquetas, y tienen que liberar esa animosidad de alguna manera. Qué mejor forma de hacerlo, en vez de «orar» ¡Qué manera tan ridículamente cortés de decir «te odio»; tal es el apenas disimulado recurso conocido como «orar por tu enemigo» ¡Rezar por el propio enemigo no es más que rabia disfrazada y reprimida, y decididamente de una calidad bastante rastrera e inferior!

Si ha habido una discrepancia tan violenta en cuanto a la manera apropiada de adorar a Dios, ¿Cuántas interpretaciones de Dios puede haber —y
quién
tiene la razón?

Todos los devotos a las «religiones de luz blanca» se ocupan de complacer a su Dios para que, al morir, puedan tener abiertas para sí las «Puertas Perladas». Sin embargo, si un hombre no ha vivido su vida según los reglamentos de su fe, puede, a último minuto, llamar un clérigo a su lecho de muerte para la absolución final. El sacerdote, pastor o ministro irá corriendo entonces, para que haga «las paces con Dios», y para cerciorarse de que el pasaporte para el Reino Celestial esté en toda regla. (Los Yezidis, una secta musulmana de adoradores del Diablo, adoptan un punto de vista muy distinto. Creen que Dios es todopoderoso, pero que también lo perdona todo, y que su misericordia es infinita, y por ende, creen que es al
Diablo
al que deben complacer, ya que es el que rige sus vidas mientras estén aquí en la Tierra. Creen tan firmemente que Dios perdonará todos sus pecados una vez que se les den los últimos ritos, que no sienten necesidad alguna de preocuparse con la opinión que de ellos tenga Dios mientras viven).

Con todas las contradicciones en las escrituras Cristianas, hoy en día mucha gente no acepta racionalmente el Cristianismo de la manera en que ha sido practicado en el pasado. Un gran número de personas está comenzando a dudar de la existencia de Dios, en el sentido establecido de la palabra. Algunos hasta han comenzado a llamarse «Cristianos Ateos». En verdad, la Biblia Cristiana es un montón de contradicciones; pero ¿Qué podría ser más contradictorio que el término «Ateo Cristiano»? Si los mismos
líderes
prominentes de la fe Cristiana están rechazando las interpretaciones anteriores de Dios, ¿Cómo puede esperarse que sus seguidores se adhieran a tradiciones religiosas del pasado?

Con todos los debates acerca de si Dios ha muerto o no, si no lo está, ¡mejor que vaya a CUIDADOS INTENSIVOS!

EL DIOS AL QUE SALVAS PODRÍA SER TÚ MISMO!

TODAS las religiones de naturaleza espiritual son invenciones del hombre. Éste ha creado todo un sistema de dioses sin otra ayuda que la de su cerebro carnal. Solo porque tiene un ego y no puede aceptarlo, ha tenido que exteriorizarlo en un gran artificio espiritual al cual llama «Dios».

Dios puede hacer todo lo que al hombre le está prohibido hacer —tales como matar gente, hacer milagros para gratificar su voluntad, ejercer control sin ninguna responsabilidad aparente, etc. Si el hombre necesita tal dios y reconoce a ése dios, entonces está adorando una entidad que ha inventado un cerebro humano. Por lo tanto, ESTÁ ADORANDO AL HOMBRE QUE INVENTÓ A DIOS. ¿No es más sensato adorar un dios que él, él mismo, ha creado, conforme a sus propias necesidades emocionales —uno que represente mejor su propio ser físico y carnal que tiene la idea y el poder de inventar un dios
en primer lugar?
.

Si el hombre insiste en exteriorizar su propio ser verdadero en la forma de «Dios», entonces ¿por qué temer a su propio ser, al temer a «Dios» —por qué alabar su propio ser alabando a «Dios»?— ¿Por qué permanecer por fuera de Dios PARA PODER INMISCUIRSE EN RITUALES Y CEREMONIAS RELIGIOSAS EN SU NOMBRE?

El hombre necesita del ritual y el dogma, pero ¡ninguna ley establece que sea necesario un dios
exteriorizado
para poder realizar rituales y ceremonias hechas en el nombre de un dios! ¿Podría ser que, cuando el hombre cierre el vacío entre sí mismo y su «Dios», vea al demonio del orgullo intentando salir —la personificación misma de Lucifer apareciendo en medio? El hombre ya no puede verse a sí mismo como dos partes, la carnal y la espiritual, sino que las vea converger en una sola, y entonces descubrirá horrorizado que son una sola entidad carnal —¡Y QUE SIEMPRE FUE ASÍ! Entonces, o bien se odiará a sí mismo hasta la muerte, día tras día —o se regocijará de ser lo que es.

Si se odia a sí mismo, buscará caminos espirituales de «iluminación» cada vez más nuevos y más complejos, con la esperanza de poder dividirse otra vez en su búsqueda de «dioses» más fuertes y exteriorizados para que azoten su miserable cáscara corporal. Si se acepta a sí mismo, pero reconoce que el ritual y la ceremonia son elementos importantes que sus religiones inventadas han utilizado para sustentar su fe en una mentira, entonces que sea EL MISMO TIPO DE RITUAL el que sustentará su fe
en la verdad
—el espectáculo primitivo que le hará consciente de la sustancia añadida a su propio ser majestuoso.

Cuando se ha desvanecido toda fe religiosa en mentiras, se debe a que el hombre se ha acercado más a sí mismo y se ha alejado de «Dios»; más cerca al «Diablo». Si esto es lo que el diablo representa, y un hombre vive su vida a la sombra del diablo, con todo el vigor de Satán moviendo su carne, entonces mejor que escape del cacareo y la criticonada de quienes se denominan «justos», o bien permanezca orgullosamente en sus lugares secretos de la tierra y manipule a las masas atontadas a través de su propio poder satánico, hasta el día en que pueda manifestarse en todo su esplendor, proclamando «¡SOY UN SATANISTA, INCLINAOS, PORQUE SOY LA PERSONIFICACIÓN MAS ALTA DE LA VIDA HUMANA!»

ALGUNAS EVIDENCIAS DE LA NUEVA EDAD SATÁNICA

LOS siete pecados capitales de la Iglesia Cristiana son: codicia, orgullo, envidia, ira, gula, lujuria y pereza. El Satanismo recomienda complacerse en cada uno de estos «pecados», puesto que todos ellos conducen a la satisfacción física, mental o emocional. Un Satanista sabe que no tiene nada de reprobable el ser codicioso, ya que ello no significa otra cosa que desear más de lo que ya tiene. La envidia representa considerar favorablemente lo que los otros poseen y aspirar a tener las mismas cosas por uno mismo. La envidia y la codicia son las fuerzas que motivan la ambición —y sin ambición, se lograría bien poco verdaderamente importante.

La gula es simplemente comer más de lo que necesitas para mantenerte vivo. Cuando has comido en exceso hasta el punto de la obesidad, otro pecado —el orgullo— te motivará a recobrar un aspecto que renovará el respeto hacia ti mismo.

Todo aquel que compra una prenda de vestir con otro objeto que no sea el de cubrir su cuerpo y el de protegerse de los elementos naturales, se hace culpable de orgullo. Con frecuencia, los satanistas encuentran espíritus «progresistas» que sostienen que las etiquetas no son necesarias. A esos detractores de las etiquetas es preciso señalarles que una o varias de las prendas que ellos mismos llevan no son indispensables para mantenerlos abrigados. En esta Tierra no hay una sola persona que renuncie al ornato. El Satanista señala que todo el ornato que se advierta en la persona de esos espíritus «progresistas» viene a demostrar que también ellos son culpables de orgullo. Por muy verbosos que esos cínicos sean en su descripción intelectual de lo muy libres que son, lo cierto es que siguen luciendo los elementos del orgullo.

El mostrarse reacio a levantarse por la mañana es ser culpable de pereza, y si permaneces bastante tiempo en la cama, puedes encontrarte cometiendo un nuevo pecado —lujuria. Sentir la más leve agitación del deseo sexual es incurrir en el pecado de la lujuria. Para poder asegurar la propagación de la especie, la naturaleza ha hecho de la lujuria el segundo instinto más poderoso; siendo el primero el instinto de conservación. Dándose cuenta de esto, la Iglesia Cristiana hizo de la fornicación el «Pecado Original». De esta manera, se aseguraron de que nadie escaparía del pecado, Tu propia existencia es consecuencia del pecado ¡el Pecado
Original
!

El instinto más fuerte en todos los seres vivos es el instinto de conservación, lo cual nos lleva al último de los siete pecados mortales —la ira. ¿No es nuestro instinto de conservación el que entra en juego cuando alguien nos perjudica, cuando nos encolerizamos lo suficiente para protegemos de ataques ulteriores? Un Satanista practica el lema: «¡Si un hombre te abofetea en la mejilla,
rómpele
la otra!». Que ningún ultraje quede sin castigar, Sé como un león en el combate. ¡Sé peligroso incluso en la derrota! Puesto que los instintos naturales les conducen al pecado, todos los hombres son pecadores; y todos los pecadores van al Infierno. Si todo el mundo va al Infierno, entonces no hay duda de que encontrarás allí a todos tus amigos. El Cielo debe estar poblado de criaturas más bien extrañas, habida cuenta de que todo su afán en la vida era ir a un lugar en el que pudieran tañer eternamente un arpa.

«Los tiempos han cambiado. Los jerarcas de la Iglesia ya no predican que todos nuestros actos naturales son pecaminosos. Ya no pensamos que el sexo es sucio —o que sentir orgullo de nosotros mismos es vergonzoso —o que desear lo de los demás es perverso». ¡Claro que no, los tiempos han cambiado! «Si deseas una prueba de ello, basta con que mires lo muy liberales que se han vuelto las Iglesias. ¡Vamos, si están practicando todas las cosas que ustedes predican!».

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