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Authors: Anton Szandor LaVey

Tags: #Filosofía, #Esoterismo

La biblia satánica (8 page)

Aparte de las excepciones que citaremos a continuación, el Satanista no heriría intencionalmente a otros violando sus derechos sexuales. Si intentas imponer tus deseos sexuales a quienes no acepten tus avances, estarás infringiendo su libertad sexual. Por lo tanto, el Satanista no defiende la violación, acoso sexual a menores de edad, relaciones sexuales con animales, o cualquier otra forma de actividad sexual que implique la participación de personas que no se presten voluntariamente, o que debido a su inocencia o ingenuidad puedan ser intimidados o engañados para actuar en contra de sus deseos.

Si todas las partes envueltas son adultos maduros que conscientemente asumen toda responsabilidad de sus acciones y se comprometen voluntariamente en una forma dada de expresión sexual —
aún si ésta es considerada generalmente como tabú
— no existe razón para que repriman sus inclinaciones sexuales. Si eres consciente de todas las implicaciones, ventajas, y desventajas, y estás seguro que tus acciones no harán daño a quien no desee o se merezca dicho trato, no tienes razón alguna para suprimir tus preferencias sexuales.

Así como no hay dos personas cuyas preferencias culinarias o capacidad para ingerir alimentos sean iguales, los gustos y apetitos sexuales variarán de una persona a otra. Ninguna persona o sociedad tiene derecho para imponer límites a los parámetros sexuales o en la frecuencia sexual de otros. La conducta sexual apropiada sólo puede ser juzgada dentro del contexto de cada situación individual. Por lo tanto, lo que una persona considere moral y sexualmente correcto puede ser frustrante para otra.

Lo contrario también es cierto; una persona puede tener gran destreza sexual, pero despreciar a otra persona cuya capacidad no iguale a la suya propia sería algo injusto, e imponer sus gustos a otra persona sería algo muy desconsiderado, por ejemplo, el hombre que tiene un voraz apetito sexual, pero que las necesidades sexuales de su esposa no se ajustan a las de él. Es injusto de su parte esperar que ella responda de manera entusiasta a sus propuestas, pero ella a su vez debe mostrar el mismo grado de comprensión. En momentos en los que ella no sienta mucha pasión, debería aceptarlo sexualmente, así sea de manera pasiva, pero
complaciente
, o bien no quejarse si su esposo decide satisfacer sus necesidades en otra parte —incluyendo prácticas autoeróticas.

La relación ideal es aquella en la que cada persona está profundamente enamorada de la otra y son sexualmente compatibles. Sin embargo, las relaciones perfectas son relativamente poco comunes. Es importante señalar aquí que el amor espiritual y el amor sexual pueden ir de la mano, aunque este no sea siempre el caso. Si existe cierto grado de compatibilidad sexual, casi siempre es limitado, y algunos deseos sexuales, si bien no todos, serán satisfechos.

No existe mayor placer sexual que el derivado de asociarte con alguien de quien estás profundamente enamorado, si son sexualmente compatibles. Sin embargo, si no existe una compatibilidad mutua, ha de señalarse que la ausencia de compatibilidad no indica ausencia de amor espiritual. Uno puede existir sin el otro, y esto suele suceder. De hecho, la mayoría de las veces uno de los miembros de una pareja recurrirá a actividades sexuales extramaritales porque está profundamente enamorado de su compañero, y no quiere herir al otro, o imponer sus exigencias sobre su amado. Un amor espiritual profundo es enriquecido por el amor sexual, y ciertamente es un ingrediente necesario para una relación satisfactoria; pero debido a los diversos gustos sexuales, la actividad sexual externa, o la masturbación, proveen el suplemento necesario.

La masturbación, considerada por muchas personas como un tabú sexual, crea un problema de culpabilidad que no resulta fácil de afrontar. En este asunto es preciso hacer mucho hincapié, puesto que constituye el elemento extremadamente importante de muchos actos mágicos destinados a tener éxito. Desde que la Biblia judeo-cristiana describió el pecado de Onán (Gen 38:7-10), el hombre no ha cesado de considerar la gravedad y las consecuencias del «vicio solitario». Aunque los modernos sexólogos han explicado que el pecado de Onán es simplemente un coitus interruptus, siglos enteros de falsa interpretación teológica han causado un daño casi irreparable.

Prescindiendo de los verdaderos crímenes sexuales, la masturbación es uno de los actos sexuales que peor está visto. Durante el último siglo fueron escritos innumerables textos para describir las horrorosas consecuencias de la masturbación. La palidez de la piel, la dificultad en la respiración, los granos en la cara y una pérdida del apetito no eran más que unas cuantas de las muchas características que se suponía provenían de la práctica de la masturbación. Se aseguraba que se produciría un total colapso físico y mental si no se atendían las advertencias de aquellos manuales destinados a la juventud.

Las espeluznantes descripciones de tales textos resultarían casi risibles si no fuera por el hecho lamentable de que, a pesar de que los sexólogos, doctores o escritores contemporáneos han hecho mucho para elimina el estigma de la masturbación, todos los muy arraigados sentimientos de culpabilidad creados por las absurdidades de aquellos primeros textos sexuales no han podido ser borrados sino de una manera parcial. Un gran porcentaje de personas, en especial aquellas que han rebasado la edad de cuarenta años, no pueden aceptar emocionalmente la circunstancia de que la masturbación es natural y saludable. Hay ciertas personas que ahora logran aceptarla intelectualmente, pero, como siguen considerándola con repugnancia, sucede que de un modo inconsciente comunican su repugnancia a sus hijos.

En otros tiempos se pensaba que uno se volvería loco si, a pesar de todas las advertencias, persistía en sus prácticas autoeróticas. Este ridículo mito tomó cuerpo a causa de ciertos informes que pretendían que la masturbación estaba muy extendida entre los residentes de los centros psiquiátricos. Se suponía que, puesto que casi todos los dementes se masturbaban, era su masturbación la que les había vuelto locos. Nadie se detenía a pensar que la verdadera razón de que los dementes se entregaran a la práctica de la masturbación había que ir a buscarla en la carencia de compañeros del sexo opuesto y en esa necesidad de liberar la inhibición que es la característica de una locura extrema. Muchas personas
preferirían
que su pareja busque en otra parte la actividad sexual antes que dedicarse con ella a actos autoeróticos. En esto influyen los propios sentimientos de culpabilidad, más una repugnancia a realizar una masturbación mutua. Hay casos en los que existe también el temor a la repugnancia de la pareja —si bien en un sorprendente número de casos se obtiene una excitación vicaria al saber que nuestra pareja está teniendo experiencias sexuales con otros— aunque esto no sea comúnmente admitido.

Si se tiene
cierta estimulación sexual al imaginar a la pareja de no teniendo relaciones sexuales con otros, ésto debería expresarse abiertamente, de modo que ambas partes salgan ganando. Sin embargo, si la prohibición de la masturbación se debe únicamente a sentimientos de culpa de una o ambas partes, deberían hacer todo intento posible por borrar ésas culpas —o por utilizarlas. Muchas relaciones podrían salvarse de la destrucción si las personas involucradas no sintieran culpa de realizar actos
naturales
de masturbación.

La masturbación es considerada como mala porque produce placer derivado de acariciar intencionalmente con la mano un área «prohibida» del cuerpo. Los sentimientos de culpa que suelen acompañar la mayoría de actos sexuales pueden ser mitigados por la idea religiosamente aceptable de que los placeres sensuales son necesarios para la procreación —aunque uno marque cuidadosamente los días «seguros» en el calendario. Sin embargo, no puedes apaciguarte a tí mismo con ésta idea mientras sigas en tus prácticas masturbatorias.

Por mucho que te hayan hablado de la «Inmaculada Concepción» —aún si la fe ciega te permite tragar esa absurdidad—, todos sabemos muy bien que si queremos traer al mundo a un niño tenemos que mantener un contacto sexual con una persona del sexo opuesto. Si uno se siente culpable al cometer el «pecado original», entonces no hay duda de que se sentirá mucho más culpable al realizar un acto sexual pensando tan sólo en uno mismo, y no en la necesidad de crear hijos.

El Satanista se da plena cuenta de las razones por las cuales los sacerdotes declaran pecaminosa la masturbación. Tal como ocurre con todos los otros actos naturales, las personas la realizarán por mucho que las reprendan severamente. Ahora bien, provocar un sentimiento de culpabilidad ¿Es una importante faceta de su perverso plan para inducir a las personas a expiar sus «pecados»? ¿Y qué mejor manera de expiarlos que pagando las hipotecas sobre los templos de la abstinencia?

Aún cuando el hombre moderno no sienta ya (o crea no sentirse ya) bajo el peso de un sentimiento de culpabilidad provocado por la religión, la verdad es que todavía se siente avergonzado si cede al deseo de masturbarse. Un hombre puede sentirse privado de su masculinidad si se satisface autoeróticamente en lugar de entregarse al juego competitivo de dar caza a una mujer. Es posible que una mujer se sienta tentada a satisfacerse a sí misma sexualmente, pero aún así echará de menos esa satisfacción egoística que proviene del deporte de la seducción. Ni el cuasi-Casanova ni la ficticia vampiresa se sienten a gusto cuando están «obligados» a recurrir a la masturbación para obtener una satisfacción sexual: ambos preferirían incluso un compañero inadecuado. Sin embargo, satánicamente hablando, es mucho mejor entregarse a una fantasía perfecta que participar con otra persona en una vacua experiencia. Con la masturbación, uno domina completamente la situación. Para ilustrar el hecho indiscutible de que la masturbación es una práctica enteramente normal y saludable, diremos que es realizada por todos los miembros del reino animal. Los niños también se rinden a sus instintivos deseos masturbatorios, salvo que hayan sido regañados por unos padres indignados. Desde luego, en esto suele haber una tradición que se remonta de hijos a padres a todo lo largo de una infinita línea ascendente.

Es lamentable, pero cierto, que los sentimientos de culpabilidad sexual de los padres se transmiten inmutablemente a sus hijos. Con el objeto de salvar a nuestros hijos del triste destino sexual de nuestros abuelos, nuestros padres, y posiblemente del nuestro propio, nuestra obligación es conseguir que el perverso código moral del pasado quede expuesto tal como es: una serie de reglas pragmáticas organizadas que, si obedecemos de un modo rígido, nos destruirán. Podemos estar seguros de que, si no nos liberamos de los ridículos niveles sexuales de nuestra sociedad actual, y en ellos incluimos a la pretendida revolución sexual, persistirá la neurosis provocada por esas sofocantes regulaciones. La adhesión a la nueva moralidad del satanismo, que es razonable y humanitaria, servirá al desarrollo de una sociedad en la que nuestros hijos podrán crecer saludablemente y sin los devastadores inconvenientes morales de una sociedad actual que está enferma.

NO TODOS LOS VAMPIROS CHUPAN SANGRE!

EL SATANISMO representa responsabilidad para responsable, en lugar de preocuparse por vampiros psíquicos.

Mucha gente que anda por el mundo practica el fino arte de hacer que otros se sientan responsables y hasta en deuda con ellos sin causa alguna. El Satanismo reconoce a estas alimañas por lo que son realmente. Los vampiros psíquicos son personas que privan a otros de su energía vital. Este tipo de persona puede hallarse en todos los niveles de la sociedad. No sirven para nada útil en nuestras vidas, y no son ni objetos de amor ni amigos verdaderos. Sin embargo, nos sentimos responsables por el vampiro psíquico sin saber por qué.

Si crees que puedes ser la víctima de tal persona, hay unas cuantas reglas muy sencillas que te ayudarán a tomar una decisión. ¿Hay una persona que llames o visites frecuentemente —aunque realmente no quieras hacerlo— porque sabes que te sentirás culpable si no lo haces? O bien, ¿Te encuentras haciendo favores constantemente para alguien que no te lo pide de frente, sino que te lo insinúa? La mayoría de las veces el vampiro psíquico utilizará psicología inversa diciendo «¡Oh, no podría pedirte que hicieras esto!» —y tú, en respuesta, insistirás en hacerlo. El vampiro psíquico nunca pide algo de ti. Eso sería demasiado osado y presuntuoso.

Simplemente dejan que sus deseos sean conocidos de maneras sutiles que evitarán que se les considere una plaga. Ellos «nunca pensarían en imponerte algo» y siempre estarán felices y dispuestos a aceptar voluntariamente lo que les des, sin la menor queja —aparentemente.

Sus pecados no son de hecho, sino de omisión. No es
lo que dicen
, sino
lo que no dicen
, lo que hace que te sientas responsable por ellos. Son muy cuidadosos como para hacerte una exigencia, porque saben que te ofendería, y tendrías una razón tangible y legítima para negárselas.

Un gran porcentaje de estas personas tienen «atributos» especiales que hacen que el depender de ti sea más factible y mucho más efectivo. Muchos vampiros psíquicos son inválidos (o fingen serlo) o están «mental o emocionalmente trastornados». Otros pueden fingir ignorancia o incompetencia para que tú, por lástima —o la mayoría de las veces, por desesperación— hagas las cosas por ellos. Una manera tradicional de desterrar un demonio o un elemental es reconocerlo por lo que es, y exorcizarlo. El reconocer estos demonios contemporáneos y sus métodos, es el único antídoto para el efecto devastador que poseen sobre ti.

La mayoría de las personas aceptan estos individuos pasivamente viciosos en su valor nominal solo porque nunca les han sido señaladas sus maniobras insidiosas. Se limitan a aceptar estas «pobres almas» por ser menos afortunadas que ellos, y sienten que deben ayudarlos de cualquier manera posible. Es un sentido equívoco de la responsabilidad (o un sentimiento infundado de culpa) ¡el que nutre al «altruismo» del cual se alimentan tales parásitos! Al vampiro psíquico se le permite existir porque escoge inteligentemente como víctimas a personas conscientes y responsables —personas con gran dedicación a sus «obligaciones morales».

En algunos casos somos «vampirizados» por grupos de personas, al igual que por individuos. Toda organización que se dedique a recaudar fondos, sea ésta una fundación de caridad, un consejo de comunidad o asociación religiosa o fraternal, etc, seleccionan cuidadosamente a una persona que sea hábil en hacer sentir culpable a otros. El trabajo de esta persona es el de intimidarnos para que primero abramos nuestros corazones, y luego nuestra cartera, a quienes se van a beneficiar de su «buena voluntad» —sin mencionar que en muchos casos, no donan su tiempo desinteresadamente, sino que están recibiendo un jugoso salario por su «noble acción». Son maestros en jugar con la compasión de la gente responsable.

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