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Authors: Felipe Botaya

Tags: #Intriga, #Ciencia Ficción, #Bélico

Kolonie Waldner 555 (7 page)

—Excelente, no hay problema. Estaréis instalados en la cabaña que está junto a la mía. De hecho mi personal ya ha llevado vuestras maletas hasta allí. Tendréis todo el confort posible, las habitaciones son amplias y cómodas. —Siegfried y Neustadt afirmaron estas palabras de Helmut—. Si os parece, llamaré a mis ingenieros y científicos al mando para que puedan presentar personalmente sus avances y también os indiquen qué pueden necesitar de vosotros. —Helmut se levantó y dirigiéndose a su mesa de trabajo guardó la caja del anillo en un cajón, descolgó el teléfono y solicitó la presencia de tres miembros de su equipo en su cabaña. Colgó y regresó con sus invitados—. Si os parece, mejor nos ponemos en mi mesa de reuniones que es amplia y también estaremos cómodos. —Así lo hicieron tras terminar con sus cervezas.

—No está mal esta cerveza brasileña —indicó Neustadt tras apurar su vaso. Helmut cogió una de las botellas de la marca Antarctica.

—Es la que más nos gusta a todos aquí. Esta marca es de origen alemán y fue fundada en 1885. En 1939 sucedió una anécdota que os puede gustar. Ademar de Barros, gran germanófilo, interventor federal del Estado Nuevo bajo la égida de Getúlio Vargas, por error ocupó militarmente la empresa de cervezas Antarctica y detuvo sus directores, por considerar que la empresa era «una propiedad de alemanes» y que había sido usurpada por un cambio en la dirección de la misma. Posteriormente, el propio Getúlio Vargas intervino, disculpándose ante la empresa por el malentendido. Fue muy sonado. —Hubo sonrisas en el grupo por la anécdota—. Entre nosotros, sigue siendo de capital alemán no hay problema. Las traemos desde Campo Grande, donde también hay un aeropuerto que puede recibir aviones de pasajeros y mercancías. Intentamos por todos los medios utilizar productos locales para no llamar demasiado la atención ya que se trata de obra pública brasileña, eso no debemos olvidarlo nunca.

—Muy bien, veo que te desenvuelves sin problemas —indicó Siegfried pensando en que tenían al hombre adecuado para sus planes en Brasil—. Por cierto Helmut, hemos traído correo para tu personal. Está en una saca junto a nuestras maletas. Luego te lo damos, ya que estarán impacientes —añadió de repente Siegfried.

—No hay problema, luego se lo entregamos a mi gente. Estarán muy contentos. Una vez al mes reciben su correo a través de España en vuelo o barco a Brasil, por valija diplomática. Este mes recibirán dos veces el correo. No creo que se quejen. —Sonrió Helmut. En aquel momento alguien llamó a la puerta. Helmut dio permiso para que entrasen. Tres técnicos con sus batas blancas aparecieron en el umbral de la puerta. Llevaba cada uno una carpeta y sobres grandes con el material que podrían necesitar en la reunión.

Helmut se puso en pie y se dirigió hacia ellos. Todos levantaron el brazo.

—¡
Heil Hitler
! —dijeron al unísono. Helmut y los demás contestaron y les invitaron a pasar. Bajo sus batas abiertas iban vestidos de paisano con ropa fresca tropical. Usar un uniforme europeo en aquellas latitudes hubiese sido infernal. Al igual que a las tripulaciones de los
U-Boot,
se les permitían ciertas licencias en su forma de vestir. No había más remedio y sobre todo considerando lo que era vivir allí. Todo el personal disponía de uniformes militares, pero prácticamente estaban todo el tiempo en los armarios.

Alguien llamó a la puerta. Helmut abrió y apareció su mano derecha Wilhelm Schutz, el hombre que conocía al dedillo la Kolonie Waldner 555 y sus proyectos y que se mantenía en contacto y viajaba a otras colonias fortificadas repartidas por toda Sudamérica. Schutz era quien sustituía a Helmut cuando este estaba en Rio con su familia. Era una gran ayuda en todo momento, un hombre de acción con una excelente formación en ingeniería. Hablaba portugués y español sin acento extranjero.

—¡
Heil Hitler
! —saludó de inmediato— Lo siento, pero la Z4 nos está dando algún problema en su traslado. Lo resolveremos. —se disculpó. Helmut sonrió y le indicó una silla en la mesa.

Mientras todos se sentaban, Helmut permaneció en pie en su lugar. Luego inició la reunión.

—Bien señores, quiero presentarles al
Oberführer
Johann Siegfred Becker, del Servicio de Seguridad del Reich en Berlín e impulsor de todo el proyecto tras la muerte de Reinhard Heydrich. —Siegfried hizo un leve movimiento de cabeza a modo de salutación—. También quiero presentarles al
Hauptsturmführer
doctor Horst Neustadt, de nuestro departamento científico de las SS, que trabaja en colaboración directa con el SS General doctor Hans Kammler en Praga. —También Neustadt movió ligeramente su cabeza saludando y confirmando las palabras de Helmut.

—Tengo algún viejo conocido aquí
Hauptsturmführer
Langert

—añadió Neustadt mirando a los técnicos. Dos de ellos asintieron inmediatamente.

—Excelente, eso ayudará a trabajar mejor y más rápido —indicó Helmut. Luego continuó—. Aquí tienen al equipo técnico al mando de los desarrollos científicos en la Kolonie Waldner 555. Les presento a SS doctor Ingeniero Kurt Schroder —Helmut señaló a uno de los técnicos—, especialista en computación, campos magnéticos y éter. —Este saludó—. A su lado está el SS doctor en Física Karl Sommer, especialista en campos gravitacionales, gravedad magnética, suministro eléctrico de alto voltaje y modelos atómicos. —También saludó levantando su mano—. Por último, pero no menos importante y frente a ellos está el SS doctor en física Konrad Dietrich, especialista en vórtices emergentes, polarización, transmutación de elementos y plasma de mercurio—. Tras la presentación de las increíbles especialidades técnicas de su equipo, Helmut dirigió su mirada a Wilhelm Schutz, su segundo al mando—. Y por último, les presento a mi mano derecha en la gestión de la colonia y contacto con el resto de fortificaciones e instalaciones técnicas alemanas en Sudamérica, el SS doctor en ingeniería Wilhelm Schutz, especialista en cohetes, vuelos suborbitales y orbitales. Como ven no sólo se dedica a los cohetes y otros artilugios, es una gran ayuda directa para mí. —Schutz sonrió y levantó su mano en señal de saludo. Tras esta introducción, Helmut se sentó y le cedió la palabra a Schutz que ya había preparado el informe que Helmut había aprobado el día anterior. Schutz sacó de una carpeta unos folios originales y varios juegos de copias que repartió entre los asistentes. Helmut siempre deseaba que su gente defendiese sus proyectos, eso les motivaba más y él siempre les apoyaba ante cualquier incidencia y frente a quien hiciera falta.

—Excelente doctor Schutz —dijo Siegfried mirando también a Helmut.

Schutz abrió de nuevo el dosier en lo que parecía el siguiente punto de la reunión. Todos hicieron lo mismo:

—Andromeda-Gërat tiene mucho que ver con el siguiente punto de la reunión y que son los Supermetales sobre los que estamos trabajando en paralelo. Todos sabemos que ya en 1940, el doctor Wohlwill, director del Deutsche Reichinstitut für Metallen (DRM), solicitó a los técnicos y especialistas en metalurgia, el desarrollo de metales con base no ferruginosa, para su aplicación en edificaciones y construcción capaces de resistir temperaturas por debajo de los sesenta grados bajo cero. No sólo se consiguió sino que ese desarrollo ayudó de forma vital en la construcción de la base 211 en la Antártida. La nave Andrómeda utiliza un metal que llamamos impervium, que es dos veces más duro que el acero inoxidable. Se trata de una aleación con un sesenta y cinco por ciento de hierro, níquel y cromo. También contiene un diez por ciento de manganeso y otro diez por ciento de carbón. Para la aleación final utilizamos un gas que hace de agente mezclador de todos los componentes que he citado y endurece el metal resultante. —Schutz indicó las páginas del dosier donde estaban las pruebas de laboratorio sobre la dureza del impervium—. También hemos avanzado en el endurecimiento de las aleaciones del acero y del aluminio que había descubierto el doctor Thalhofer de la Technische Hochschule de Karlsruhe. El sistema que utilizamos en nuestras instalaciones metalúrgicas de Brasil Metales Brasileiros, S. A. es el siguiente: calentamos el acero hasta seiscientos grados centígrados, luego se enfría en una solución de sulfato de aluminio al treinta por ciento, que marca la superficie del acero. Cuando el acero está frío, se envuelve en polvo de carbón y se calienta hasta los setecientos cincuenta grados centígrados, que una vez alcanzados, se retira rápidamente y se marca de nuevo en una solución al quince por ciento de nitrito de sodio a treinta y cinco grados centígrado. El resultado es un material con una capa de nitrito de 0,5 centímetros de grosor y una dureza de casi dos mil Vickers. —Schutz bebió un buen trago de su cerveza y apuró el cigarrillo que estaba fumando—. Pero eso no es todo con respecto a los supermetales sobre los que estamos trabajando aquí. Por ejemplo, el aluminio lo estamos trabajando hasta su máxima dureza para utilizarlo en aviación. Ya hemos mandado resultados a Alemania para su aplicación en la construcción de aviones de combate. En este caso, bajo un tratamiento concreto de nitrito hemos conseguido su endurecimiento increíble, con un cincuenta y cinco por ciento de reducción de peso y una dureza de mil Brinell. Para lograr el tratamiento de nitrito que he citado, hemos necesitado bombardear el metal con partículas alfa. Como saben, las partículas alfa son partículas con carga positiva que se emiten desde un núcleo y que se componen de dos protones y dos neutrones. Esto hace que la partícula alfa tenga un núcleo de átomo de helio. Como pueden imaginarse, todo este proceso requiere una instalación muy avanzada que, gracias al general SS doctor Kammler y a usted en particular doctor Neustadt, se nos facilitó un ciclotrón, un acelerador de partículas, que llegó desde Alemania y fue instalado con la máxima discreción en la empresa brasileña de metalurgia Metales Brasileiros, S. A., que he citado en varias ocasiones, en una zona aparte y de paso restringido. Nos ha sido y es muy útil en todos los desarrollos que tengan que ver con investigación nuclear y su aplicación en los más diversos campos sobre los que trabajamos. Todos estos avances ya han sido compartidos con nuestros científicos en Alemania a través del general SS doctor Kammler y, si no me equivoco, con excelentes resultados. —Miró a sus dos visitantes y a Helmut.

—Así es —dijo Siegfried—. Nos están ayudando mucho sus avances, sobre todo en aleaciones para aviación, carros de combate y submarinos.

—Nuestras naves discoidales y buena parte del proyecto Andrómeda, ya disfrutan de estos materiales en algunas de sus partes vitales internas y en su fuselaje —indicó Helmut—. Creo que no podrían hacerse estas innovaciones sin estos materiales tan especiales y únicos. —A pesar de que no era científico, sino hombre de empresa, Helmut no trataba de imponer sus ideas a su gente y poseía un gran sentido común. Sus equipos trabajaban en función de sus conocimientos y capacidades, como en cualquier empresa. Él se limitaba a coordinar sus funciones, seguir calendarios, etapas, responsabilidad, presupuestos y presentar resultados, como en aquel momento, ante sus superiores. Incluso en pequeño comité llamaba «jefe» o «jefes» a sus superiores en Alemania. Eran pequeñas licencias del mundo empresarial de las que él disfrutaba.

La reunión marchaba a buen ritmo y por el momento lo asuntos se iban despachando sin problemas dignos de mención. El gran inconveniente del envío de material en ambos sentidos Sudamérica-Alemania, Alemania-Sudamérica, parecía que tenía ya solución y eso también redundaría en una ganacia de tiempo y efectividad muy importante. Schulz preparó el siguiente tema del día que era el proyecto Rayo Solar.

—Bien señores, el penúltimo asunto que nos ocupa hoy también está conectado a los dos anteriores, ya que por un lado se trata de un aparato en conexión con la Andromeda-Gërat y con los supermetales necesarios para su consecución. Se trata del denominado Rayo Solar o también en algunos informes ultrasecretos le hemos llamado Cañón Solar. Como verán en ambas descripciones, hablamos de un sistema que utiliza el Sol como fuente de energía con varios objetivos que enumeraré a continuación y que van desde el campo civil al militar. La idea viene de lejos pero hasta ahora no hemos podido darle visos de realidad. De hecho en 1929 el doctor Hermann Oberth, nuestro especialista en cohetes, en un artículo que escribió durante la nefasta República de Weimar concibió la idea de poner en órbita terrestre un aparato de metal ligero, con varias caras tipo espejo. En el artículo el doctor Oberth decía que harían falta todavía quince años para su puesta en marcha y más de quince mil millones de Reichmarks de la época. Él creía en los múltiples beneficios de ese espejo solar ya que podría iluminar áreas oscuras para la agricultura e incluso tener una influencia favorable en el clima.

»Creo que esta introducción es necesaria para entender cuál es el camino que debemos seguir —aclaró Schutz—. Poco después del inicio de la guerra, la Oficina Técnica de Peenemünde retomó este viejo proyecto. Los cálculos que hicieron los técnicos indicaban que el espejo solar debería tener una superficie de tres kilómetros cuadrados para ser efectivo militarmente. Los cálculos decían que la gravedad disminuía a cero a partir de una altitud de tres mil kilómetros y permitía la construcción de una base permanente en el espacio. En ese momento el equipo técnico de Peenemünde que hizo los cálculos era consciente de las dificultades del mismo, pero no desestimó la idea en años sucesivos. Por ello, se continuó a un ritmo lento la realización de ese programa espacial, mientras dedicaban sus esfuerzos a los nuevos cohetes principalmente. Según cálculos matemáticos, la concentración de calor que podía emitir la parábola de espejos era capaz de poner en ebullición el mar o lanzar ataques relámpagos devastadores a nivel de tierra que podrían arrasar zonas enteras. En aquel momento los técnicos pensaban poner en órbita el ingenio a base de varios cohetes que transportarían toda la instalación por partes y luego se ensamblaría en el espacio.

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