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Authors: José Rodrigues Dos Santos

Tags: #Intriga, #Policíaco

Ira Divina (32 page)

Al sentir la mirada intensa del maestro, el pupilo bajó la vista sin atreverse a pronunciar palabra.

—¡Porque forma parte de la conspiración
kafir
que intenta impedir que los creyentes comprendan verdaderamente el Santo Corán! —bramó—. ¡Ésa es la razón!

Ahmed tenía la boca seca y le costó recobrar la voz.

—Pero, hermano, Alá dice en el Corán que no puede haber apremio en la religión…

—Es cierto —concordó Ayman, bajando el tono de voz para recuperar la serenidad—. Ésa es su voluntad: no se puede obligar a nadie a convertirse al islam ni a someterse a Alá. Claro, aquellos que se nieguen a convertirse deberán rendir cuentas en el Juicio Final, pero ésa es una cuestión entre esa persona y Alá, no un problema de los creyentes. Alá nos mandó que los dejáramos en paz, Él se ocupará de ellos en su momento. Sin embargo, recuerda que las últimas revelaciones de Dios, que anulan las anteriores, prescriben que los
kafirun
que no se conviertan están obligados a pagar el
jizyah
y a convertirse así en
dhimmies
. Si no lo hacen, debemos matarlos. ¿O no es cierto?

—Sí.

—En cambio, como esto no les interesa, aquellos supuestos creyentes que quieren agradar a los
kafirun
cristianos, como tu mulá sufí, extraen de los primeros versículos coránicos verdades definitivas y pasan por alto, a su conveniencia, que se trata de verdades provisionales y que sólo fueron válidas en una etapa inicial de la revelación de la Ley Divina. Ellos enuncian una verdad, que no hay apremio en la religión, para defender que las guerras sólo pueden ser defensivas, lo cual es falso.

Esta última afirmación intrigó a Ahmed.

—¿Qué quieres decir con eso, hermano? ¿La yihad no es defensiva?

El antiguo profesor de religión esbozó una mueca de enfado.

—¿Defensiva? ¿Acaso fue defensiva la yihad del Profeta, que la paz sea con él, contra las tribus judías, o la yihad que lanzó después contra La Meca? Cuando Omar, bendito sea, conquistó El Cairo, Damasco y Al-Quds, ¿estaba haciendo una yihad defensiva? ¿Qué yihad defensiva? ¿Dónde se menciona la yihad defensiva en el Corán? Hablar de yihad defensiva es como si habláramos de guerra defensiva. ¡La yihad no es sólo una guerra! ¡No debemos tener miedo de pronunciar estas palabras: la yihad es el recurso a la fuerza para difundir la Ley Divina entre los hombres!

—Pero…, precisamente por eso, hermano, ¿no se trata de una contradicción? ¿Cómo podemos difundir la Ley Divina a la fuerza si no hay apremio en la religión?

Ayman suspiró, en un esfuerzo por dominar su impaciencia.

—Por Alá, veo que las influencias del mulá sufí aún te nublan el raciocinio —exclamó—. Estás confundiendo dos cosas distintas. Es verdad que no hay apremio en la religión. Pero también es cierto que, en las últimas revelaciones, que cancelan las anteriores, Alá ordenó que los
kafirun
que no se convirtieran tendrían que pagar el
jizyah
o deberían morir. El mandato de Alá en la sura 9, versículo 29 del Santo Corán es muy claro: «¡Combatid a quienes no creen en Dios ni en el Último Día ni prohíben lo que Dios y su enviado prohíben, a quienes no practican la religión de la verdad entre aquellos a quienes fue dado el Libro! ¡Combatidlos hasta que paguen la capacitación personalmente y ellos estén humillados!». —Levantó el dedo, en un ademán perentorio—: «Combatidlos hasta que paguen la capacitación» —repitió, señalando todo el patio de cárcel con los brazos extendidos—. ¿Acaso los
kafirun
pagan hoy en día el tributo que exige el versículo?

—Que yo sepa, no.

—Entonces, si no lo pagan, para obedecer los mandatos de Alá, ¿qué debemos hacer?

Confrontado directamente con la pregunta, Ahmed dudó si debía llevar el razonamiento hasta el final.

—¿Debemos… combatirlos?

—Siguiendo el ejemplo del Profeta, que la paz sea con él, tenemos que dar primero un plazo a los
kafirun
para que se conviertan o paguen el
jizyah
. —Se inclinó sobre su pupilo, con un aire casi amenazante—. Pero si no respetan ese plazo, debemos matarlos, claro está.

Ahmed se mordió el labio inferior.

—¿Eso no será un poco… brutal?

El rostro de Ayman enrojeció. Frunció el ceño. Todo su cuerpo reflejaba tensión.

—¿Brutal? —dijo casi a gritos, escandalizado—. ¿Qué quieres decir con «brutal»?

—Bueno…, matar a una persona, incluso a un
kafir
…, en fin…, hoy en día quizás ésa no sea la…

—¿Hoy en día? —cortó Ayman, furioso—. ¿Desde cuándo la
sharia
tiene plazo de validez? ¡La Ley Divina es eterna! ¡Las órdenes de Alá son eternas! ¡La ley de la gravedad está tan vigente hoy como en la época de Mahoma, que la paz sea con él! ¡La orden de obligar a un
kafir
a pagar el
jizyah
bajo pena de muerte es tan válida hoy como en el tiempo de Mahoma, que la paz sea con él! ¡La
sharia
es eterna! ¿Todavía no has entendido eso?

Ahmed agachó la cabeza, cohibido.

—Sí, hermano —susurró con un hilo de voz—. Tienes razón. Disculpe. Te ruego que me perdones.

Al ver que el alumno reculaba, Ayman se calmó. El antiguo profesor de religión levantó los ojos y barrió el cielo con la mano.

—Existe una ley que gobierna el universo, una fuerza que lo mueve, una voluntad que lo ordena —dijo en un tono de voz más sereno—. No es posible desobedecer la voluntad o la ley divina ni por un instante. Las estrellas, la Luna, las nubes, la naturaleza, todo está sometido a su ley y a su voluntad, y así es como el universo halla su armonía. —Señaló a los reclusos que estaban en el patio—. El hombre es parte del universo y, por eso, las leyes que lo gobiernan no son diferentes de las leyes que gobiernan el resto del universo. De la misma forma que Alá creó las leyes que regulan el universo, creó las leyes que gobiernan a los hombres. Los seres humanos tienen que obedecer la ley divina para estar en armonía con el universo y en paz consigo mismos. Si, en lugar de hacerlo, ceden a las tentaciones y a sus instintos y rechazan la
sharia
, entran en confrontación con el universo y surge la corrupción y todos los problemas que vemos en el islam y en el mundo. ¿Está claro?

—Sí, hermano.

—El islam es la declaración de que el poder pertenece a Dios y sólo a Dios. Los
kafirun
son libres de escoger su religión, pero esa libertad no implica que se puedan someter a las leyes humanas. Cualquier sistema instituido en el mundo debe responder a la autoridad de Alá, y sus leyes deben emanar de la ley divina. Sólo bajo la protección de este sistema universal, los individuos pueden adoptar la religión que quieran. Pero recuerda: quien usurpa el poder divino debe ser disuadido. Se le puede disuadir a través de la predicación o, cuando opone obstáculos, a través de la fuerza. O sea, con el recurso a la yihad.

Ahmed movió la cabeza, frustrado.

—El jeque Saad no me enseñó nada de eso nunca. Él decía que la yihad era sólo defensiva y que…

—Eso es un discurso de cobardes que tienen miedo de aceptar las consecuencias de los mandatos de Alá en el Santo Corán o de la sunna del Profeta, que la paz sea con él —dijo Ayman interrumpiéndolo—. ¡Fingen que no existe lo que es obvio que existe! Los
kafirun
cristianos distorsionan el concepto de yihad insinuando que impone la tiranía. Más bien al contrario, la yihad libera a los hombres de la tiranía. Y esos cobardes que dicen ser creyentes se avergüenzan tanto delante de los
kafirun
cristianos que argumentan que la yihad es meramente defensiva y muestran versículos ya abrogados del Corán como supuesta prueba. —Inclinó la cabeza—. Según tu mulá, ¿qué era lo que se defendía a través de la yihad defensiva?

—Bueno…, supongo que los territorios del islam.

—¡Qué vergüenza! ¿Cómo puede siquiera haber sugerido algo así? Quien dice algo así desprecia la grandeza del islam y da a entender que los territorios son más importantes que la fe. La yihad sólo es defensiva en el sentido de que defiende al hombre y lo libera de los grilletes de otros hombres. Sólo en ese sentido es defensiva. ¡En el resto de los casos, el mandato divino es que debemos difundir la ley divina a toda la humanidad! ¿Y cómo debemos hacerlo? ¿Sólo predicando? ¡Claro que no! Tendríamos que ser muy ingenuos para pensar que las sociedades
jahili
aceptarían someter sus leyes a la ley divina para facilitar un clima de libertad en el que los
kafirun
pudieran escoger su religión sin constreñimientos. ¡La yihad no tiene como objetivo defender un territorio, sino imponer la ley divina!

Ayman se agachó y barrió el patio con las palmas de las manos hasta reunir un pequeño montículo de arena. Después, cogió un poco de arena y se la mostró a Ahmed.

—¿Cuánto dirías que vale esto?

Ahmed miró la arena que se escapaba entre los dedos del maestro.

—No sé…, nada, supongo.

—Nada —repitió Ayman, frotándose las manos para deshacerse de la arena—. O sea, las tierras del islam en sí no tienen valor. El islam busca la paz, pero no una paz superficial que se limite a garantizar la seguridad de sus tierras y de sus fronteras. Lo que el islam busca es la paz más profunda de todas: la paz de Dios y de la obediencia exclusiva a Dios. Mientras no exista esa paz, tendremos que luchar por ella. La lucha se despliega a través de la predicación y, cuando es necesario, a través de la yihad. ¿Hay algún verdadero creyente que, después de leer el Santo Corán y de conocer la sunna del Profeta, que la paz sea con él, piense que la yihad se circunscribe a la defensa de las fronteras? ¡Dios dice en el Libro Sagrado que el objetivo es limpiar de corrupción la faz de la Tierra! Si la yihad fuera la defensa de las fronteras, lo habría dicho. Pero no lo dijo. La yihad no es, pues, una mera fase temporal, sino una etapa fundamental que existe mientras exista la
jahiliyya
entre los hombres. El islam tiene la obligación de luchar por la libertad del hombre hasta que todos se sometan a la ley divina. El destinatario del islam es toda la humanidad y su esfera de acción es todo el planeta. O los
kafirun
se convierten o pagan el
jizyah
. Ésas son las órdenes de Alá, y para eso existe la yihad.

—Sí, hermano.

Ayman se recostó en su sitio y miró fijamente el firmamento.

—Si los
kafirun
no lo hacen, deben morir.

31

C
RRRR.

—Bluebird.

La voz rasgó el aire con su tonalidad eléctrica y el zumbido áspero de la electricidad estática.

—Bluebird, ¿me oye?

Crrrr.

Tomás se ajustó el pequeño artilugio que le habían instalado en el oído, intentado mejorar la recepción.

—¿Es a mí? —preguntó el historiador.

—Sí —confirmó la voz—. ¿Me oye bien?

—Muy bien.

Crrrr.

—¿Ha localizado a Charlie? —preguntó Jarogniew en el auricular, lo que produjo de nuevo perturbaciones en la electricidad estática.

—¿Qué Charlie?

—El tipo con quien se va a reunir. Ya se lo he explicado en la camioneta: usted es «Bluebird» y él es «Charlie».

El historiador miró a su alrededor intentando reconocer algún rostro en la plaza. Había mucha gente circulando por el lugar, sobre todo musulmanes, pero ninguno de ellos era su ex alumno.

—No, todavía no he visto a Zacarias.

—Fuck! —protestó Jarogniew—. ¡No use su verdadero nombre,
goddamn it
! Él es Charlie, ya se lo he dicho.

Tomás chasqueó la lengua, impaciente.

—¡Pero qué pantomima tan absurda! —se quejó, entornando los ojos—. ¿Por qué no lo podemos llamar por su nombre? ¿Para qué tenemos que usar esos códigos idiotas? Ni que estuviéramos en una película. ¿Tengo cara de 007? ¿Qué payasada es ésta?

—Seguridad.

—¿Qué seguridad?


Jesus
! Odio trabajar con aficionados. Sólo hacen disparates —murmuró Jarogniew, apretando los dientes por la impaciencia—. Oiga, Bluebird, tiene que entender que los tipos con los que tratamos tienen acceso a la tecnología. Si supieran que se va a producir este encuentro, lo natural sería que vigilasen las frecuencias de radio. Si lo hacen, darán con nosotros. Por eso le aconsejo que use los nombres en clave que le he dado en la camioneta. ¿Me ha entendido?

El historiador suspiró y acató las órdenes sin estar convencido del todo.

—Sí.

Crrrr
.


Miró una vez más a su alrededor. El fuerte de Lahore parecía un oasis tranquilo, abierto en medio del infierno urbano. A pesar de eso, en la plaza, junto a la entrada del fuerte, había mucho movimiento. Eran los creyentes que salían de la mezquita de Badshahi, una de las mayores y más bellas del mundo, un edificio elegante con cuatro minaretes situado justo al otro lado de la plaza. El fuerte y la mezquita estaban construidos en el imponente estilo mongol, caracterizado por las paredes gruesas, la pintura de color ladrillo y por cúpulas amplias que le recordaban las
stupas
tibetanas. Al fin y al cabo, el estilo mongol había producido obras grandiosas como el Taj Mahal
.

Pero más que la mezquita espectacular, lo que le impresionaba era sobre todo la puerta de Alamgiri, la puerta de acceso al fuerte. Se trataba de una entrada enorme. Tomás sabía por los libros de historia que, en el periodo mongol, los miembros de la familia real solían entrar por ella a lomos de elefantes. ¡Qué espectáculo debía de haber sido!

Miró el reloj: las doce menos cuarto.

Faltaban quince minutos para la hora acordada con Zacarias. Volvió a pasar la vista por la plaza, mirando atentamente los rostros de los que pasaban, pero siguió sin identificar el rostro familiar del ex alumno. ¿Habría ocurrido algo? ¿Se presentaría Zacarias?

Crrrr
.


Bluebird
.

Esta vez era una voz femenina la del auricular.

—¿Qué pasa, Rebec…?

No terminó de pronunciar el nombre, al recordar lo que Jarogniew le había dicho minutos antes. No podía llamar a nadie por su nombre, pero tampoco conseguía recordar el nombre en clave de Rebecca.

—¿Qué, Shopgirl?

—Estoy en…,
crrrr
…, justo en…
crrr
…, minarete que…

Crrrr.

—¿Repítalo?

Crrrr.

—… no sé…

Crrrr.

—¿Shopgirl?

Parecía que había perdido contacto con Rebecca. Por seguridad, Tomás llamó a Jarogniew por su nombre en clave.

—¿Alpha? ¿Va todo bien?

Crrrr.

Estaba claro que, por algún motivo, se habían interrumpido las comunicaciones. Irritado, Tomás dio medio vuelta y volvió a la camioneta renegando.

—Me he quedado sin señal.

En cuanto entró en el vehículo, Jarogniew le quitó del cinturón el pequeño receptor y comenzó a hacer pruebas para detectar el problema. Al ver que había surgido un imprevisto, Rebecca también volvió a la camioneta para enterarse de lo ocurrido.

—Tienes diez minutos para arreglarlo —avisó a Jarogniew.


Tranquila —replicó el agente, concentrado en el aparato
.

Tomás y Rebecca se instalaron en los asientos traseros. Era una espera tensa. Casi era la hora del encuentro y había problemas con las intercomunicaciones. ¿Qué sería lo siguiente? Acostumbrada a trabajar bajo presión, la mujer era consciente de que en ese momento no podía hacer nada y que lo mejor era relajarse. Tenía que quitarse el problema de la cabeza y distraerse.

—Aún le estoy dando vueltas a lo que me ha contado hace poco —murmuró—. Confieso que me he quedado atónita.

—Lo entiendo —replicó Tomás—. Pero no es para tanto.

—¿Cómo que no es para tanto?

El historiador movió la cabeza de un lado a otro.

—Hay que tener presente que Mahoma era un hombre del siglo VII —dijo—. Las cosas que hizo deben juzgarse en su contexto histórico. La realidad es que Mahoma unió a los árabes y levantó una civilización; promovió el monoteísmo; impulsó la caridad; estableció reglas de convivencia… Hizo muchas cosas. No cabe duda de que fue un gran hombre. No podemos juzgarlo con la moral occidental de hoy en día. Nuestra moral está impregnada de valores cristianos, aunque ni siquiera nos demos cuenta, por lo que tendemos a ver las cosas a través de esos valores.

—¿Está insinuando que debemos aceptar lo que hacen los fundamentalistas?

—No, en modo alguno. Tenemos que ser tolerantes con los tolerantes e intolerantes con los intolerantes. ¡Inglaterra y Estados Unidos fueron tolerantes con el nazismo y mire el resultado! No podemos ser ingenuos y pensar que hay espacio para el diálogo con los intolerantes. ¡No lo hay! Al-Qaeda es intolerante. El Lashkar-e-Taiba es intolerante. Hamás es intolerante. Siguen al pie de la letra el Corán y aspiran a imponer el islam en todo el mundo. A veces veo a intelectuales occidentales defender el diálogo con Al-Qaeda o con Hamás y me dan ganas de reír. Eso sólo lo puede decir quien no tiene la más mínima noción de…

—Señores, ¿pueden callarse de una vez?

Era Jarogniew, que estaba probando el aparato.

—Hablaremos más bajo —prometió Rebecca.

—¡Estoy intentando concentrarme,
goddamn it
!

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