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Authors: Javier Calvo

Tags: #Policiaca

El jardín colgante (23 page)

BOOK: El jardín colgante
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—De entrada —dice—, no acabo de entender cómo este tipejo puede ser nuestra gran arma secreta. O sea, ¿qué capacidad operativa puede tener? Le hablan los extraterrestres.

—Según dice aquí —continúa un hombre con uniforme de teniente—, es esquizofrénico, tiene delirios místicos y hace cuatro meses abandonó el tratamiento y fue detenido por atravesar el perímetro de exclusión del meteorito de Sallent.

Oms mira a Lao, invitándole a ser él quien ofrezca las explicaciones.

—Para entender lo que se propone la Operación Meteorito —dice Lao—, es útil pensar en la TOD como en un sistema viviente.

El teniente frunce el ceño.

—¿Un sistema viviente? —dice.

—Para sobrevivir, los sistemas necesitan ser homeostáticos —continúa Lao—. La homeostasis es el nivel de adaptación permanente del sistema. Es su tendencia a la supervivencia dinámica. Los sistemas altamente homeostáticos sufren transformaciones estructurales asociadas a los cambios del contexto. Eso es lo que determina su evolución. Lo contrario de la homeostasis es la entropía, que es el desgaste que presenta el sistema por el transcurso del tiempo o por su mismo funcionamiento. Ese desgaste hace que los sistemas altamente entrópicos tiendan a desaparecer. Para sobrevivir, necesitan sistemas de control y mecanismos permanentes de revisión y cambio.

—¿Eso qué tiene que ver con la TOD? —dice el teniente.

—Déjele terminar —dice Oms.

Lao continúa exactamente en el mismo tono que si la interrupción no hubiera tenido lugar.

—La TOD es un sistema con una permeabilidad muy limitada —dice—. Aun así necesita tomar del medio externo los recursos que limitan la entropía. Será un sistema estable siempre y cuando pueda mantenerse en equilibrio a través del flujo continuo de materiales, energía e información.

—Siga, por favor —dice Oms.

—Será estable siempre y cuando pueda mantener su funcionamiento y operar de forma efectiva. En cambio, si conseguimos desestabilizar el sistema, su evolución futura cada vez tendrá menos que ver con sus condiciones originales. Con su estructura y sus funciones originales.

Silencio. Algunos de los presentes intercambian miradas.

—A ver si lo he entendido —dice Meseguer—. ¿Nos está diciendo que infiltrar otra vez a Dorcas va a desestabilizar a la TOD?

—Les estoy proponiendo que introduzcamos una variable en el sistema que el sistema no pueda asimilar —dice Lao—. Que colapse sus mecanismos de control. Si quieren, piensen con analogías. Como por ejemplo un meteorito que impacta en la tierra y provoca cambios climáticos que hacen inviable la vida.

El subdirector lo piensa un momento.

—¿Y qué me dice de la motivación? —dice por fin—. Puede que ellos no sean capaces de manejar a un loco, ¿pero qué me dice de nosotros? ¿Cómo vamos a convencerlo para que coopere con nosotros otra vez? Los operativos infiltrados necesitan sangre fría, inteligencia, cautela… Tendría que estar motivado al máximo.

—Ese problema ya está solucionado —dice Lao.

Oms asiente con la cabeza.

—El agente Sirio ha encontrado la manera de motivar a Dorcas —dice—. Dorcas ya ha aceptado la misión.

—En su origen —dice Lao—, el delirio del señor Dorcas estuvo asociado a nuestras comunicaciones bajo el nombre en clave de Sirio. Mediante una manipulación adecuada de su medicación podemos recrear las condiciones en que se produjo su brote original. Le estamos administrando píldoras sin efecto y píldoras con dosis bajas de alucinógenos. Hemos observado respuestas favorables a nuestros últimos mensajes. El paciente espera nuestras llamadas y extrae las conclusiones y las instrucciones que nosotros le implantamos en ellas. Está motivado para pasar al otro lado como parte de una misión de naturaleza sacerdotal. Dictada por su dios.

Los presentes se miran. Aunque cuesta leer sus expresiones, es obvio que comparten cierto grado de incomodidad o de incertidumbre. Meseguer niega con la cabeza.

—No tiene ningún sentido —dice—. Pongamos por caso que Dorcas consigue ganarse de vuelta la confianza del PCA, de ese tal Blanco… que ya me parece muy improbable. O sea, los dejó plantados hace un año y medio. Y ha estado ingresado en el
manicomio.
Pero pongamos por caso que consigue entrar otra vez en la organización. Eso no es lo mismo que pasar al otro lado. Pongamos también por caso que consigue pasar al otro lado, y tienen ustedes que admitir que cuesta mucho de creer. Aun así, todo el proceso sería larguísimo. No le daría tiempo de pasar al otro lado en los cinco meses que tenemos para implementar la operación.

Oms vuelve a mirar a Lao para invitarle a que conteste. Lao asiente con la cabeza.

—Creo que he encontrado la manera de conseguir que Dorcas llegue al otro lado —dice—. No por los canales habituales, que efectivamente son demasiado lentos para nuestro objetivo. Para que llegue de inmediato.

Los presentes lo miran. Lao coge el grueso expediente que tiene delante, sobre la mesa, y lo sostiene en alto para que todos lo vean.

—Éste es su salvoconducto —dice—. El expediente de la Operación Cólera. El fruto de tres años de nuestro trabajo.

Los reunidos se lo quedan mirando con cara de no entender.

—Dentro de dos días —interviene Oms—, Dorcas nos robará el expediente y se pondrá en contacto con los dirigentes del PCA. Ellos estarán en deuda con él. Y por supuesto, tendrán que esconderlo, porque nosotros emitiremos una orden de busca y captura internacional. No les quedará más remedio que esconderlo en el otro lado.

Ahora la perplejidad asoma en la mayoría de caras.

—Un momento —dice el subdirector—. Cuando dice usted que le vamos a dar el expediente Cólera a Dorcas…

—Nos lo va a robar —lo corrige Oms.

—Lo que usted diga. Pero cuando dice que él les va a llevar el expediente, supongo que se refiere a un expediente falso.

Oms mira a Lao. A continuación mira a Meseguer.

—Esa posibilidad está descartada —dice.

—Un expediente falso nunca funcionaría —explica Lao—. Ni tampoco una versión expurgada. Enseguida se darían cuenta. Tenemos que quedar completamente expuestos. Tenemos que darles algo que ellos puedan contrastar con sus propios informes de inteligencia pero que vaya mucho más allá. Que nos desnude del todo.

Al teniente se le ha puesto roja la cara.

—¿Nos está pidiendo que tiremos tres años de trabajo a la basura para infiltrar a un drogadicto esquizofrénico? —dice.

—Tres años de trabajo que no nos han llevado a ninguna parte —dice Oms.

—¿Pero cómo nos ayuda enseñarles todo nuestro trabajo? —protesta otro de los presentes.

—Nos ayuda porque no se lo estamos enseñando todo —dice Lao—. No les estamos enseñando la Operación Meteorito.

—Un momento —Meseguer levanta una mano—. No podemos poner ese expediente en sus manos sencillamente porque comprometería la seguridad de nuestros operativos. Todos nosotros quedaríamos expuestos. Y hay un tercer hombre todavía infiltrado en su organización, ¿no es cierto? —Hojea su dossier—. Si les damos el expediente, Albaiturralde es hombre muerto.

Oms carraspea.

—Ése es el punto más delicado de la operación —dice—. Pero el agente Sirio ha desarrollado una estrategia y yo quiero que la escuchen.

Todos miran a Lao.

—No lo matarán de inmediato —dice Lao—. Lo retendrán y tratarán de sacarle información. Y durante esas primeras horas nosotros nos pondremos en contacto con ellos. Les propondremos un canje de prisioneros. Y con el cambio de prisioneros, les infiltraremos a otro operativo.

El silencio se extiende por la mesa. Un silencio distinto al silencio escéptico o perplejo de antes.

—Este hombre está loco —dice por fin Meseguer.

34. Pumpernickel

Para el trabajo en grupos, los habitantes de Can Arañas arrumban contra las paredes la mesa y los sofás del salón de la casa y colocan las sillas en círculo. Diez sillas en disposición idéntica, honrando la naturaleza asamblearia del trabajo en la Tropa. Esta tarde se reúne el grupo de formación teórica para situaciones de encarcelamiento, lo cual quiere decir que el orientador de la sesión es el camarada Rey Rana, que es el único que ha cumplido condena. El Rey Rana es el mayor de los habitantes de la casa. Debe de tener aproximadamente la edad del camarada Cuervo, es decir, diez años más que la media del resto de soldados, que ronda los veinticinco. De todos los nombres en clave de los miembros de la tropa reunidos en la isla, a Barbosa le parece que Rey Rana es el más desafortunado de todos. Con su cuerpo rechoncho y su pelo rizado que le crece en forma de voluminoso afro, el Rey Rana tiene algo de batracio que en la práctica hace que la gente evite usar su apodo delante de él.

El Rey Rana está sentado al lado del camarada Cuervo, con su sombrero de ala ancha y el chaleco de cuero. Todas las mujeres llevan el bañador puesto, no como resultado de ninguna nueva consigna, sino que parece haber sucedido de forma natural después del incidente con la Madre Nieve. Las camaradas parecen haber renunciado al derecho a gestionar sus partes íntimas y han empezado a protegerlas de la mirada del ojo ciego de la Madre Nieve.

—He resumido las guías de actuación en cinco puntos —está explicando el Rey Rana a los congregados—. Primer punto: establecimiento de redes. Segundo punto: cooperación con los presos comunes. Tercer punto: ostracismo de los revisionistas. Cuarto punto: organización de campañas de presión. Y quinto punto: organización de motines.

—Estupendo, camarada. —El camarada Cuervo asiente con la cabeza.

—En el apartado de establecimiento de redes, se opera a distintos niveles. Redes dentro de la comunidad penitenciaria del centro, pero también entre centros. Hay que tener en cuenta que los sicarios fascistas usan constantemente los traslados de presos para evitar que se formen comunidades.

—¿Y podemos aprovechar los traslados para establecer comunicación entre centros? —dice el camarada Cuervo.

—Es muy difícil, pero lo intentamos. Hasta dentro de un solo centro las redes de comunicación tienen que burlar la supervisión constante. Los encuentros entrañan mucho riesgo.

—Continúa, camarada.

—El punto dos es la cooperación con los presos comunes. Nuestros camaradas presos apoyan las luchas y motines protagonizados por los presos comunes contra las brutales condiciones a que son sometidos. Las apoyan y las estimulan. El punto tres es el aislamiento de los revisionistas.

—El camarada Rey Rana vivió de cerca las primeras amnistías, ¿verdad? —dice el camarada Cuervo.

—En Carabanchel —dice el Rey Rana—. Cuando salieron en libertad los históricos del PCE, el régimen organizó un gran montaje publicitario sobre sus medidas de gracia. A los reformistas puestos en libertad se los liberó para que predicaran la reconciliación y silenciaran a los que aún seguían en las mazmorras fascistas. Se los adiestró para que testimoniaran que en las cárceles se vivía muy bien y no había torturas.

—Cuéntanos con quién coincidiste en el Hospital Penitenciario, camarada.

El Rey Rana asiente.

—En diciembre de 1976 —dice— yo estaba en el Hospital Penitenciario de Carabanchel recuperándome de las lesiones de los interrogatorios, mientras Carrillo pasaba unas vacaciones allí a cuerpo de rey.

—Al tiempo que lavan la fachada del régimen —dice el camarada Cuervo—, esos viejos oportunistas se dedican a denunciar nuestra lucha y a los revolucionarios que siguen en la cárcel. Sacan a sus presos y se olvidan de los demás: ése es su ejemplo de solidaridad, camaradas. Y a cambio reciben escaños y altos cargos públicos.

Teo Barbosa levanta la mano. Su cuerpo ya está casi igual de moreno que los de sus camaradas. Como suele pasarle, su altura y el hecho de que necesitaría una silla más grande provocan que parezca más repanchingado de lo que realmente está.

—¿Sí, camarada? —dice el Rey Rana.

—¿No es un poco ocioso que tratemos el ostracismo de los revisionistas cuando ya no queda ninguno en la cárcel? —dice Barbosa—. O sea, ya no estamos en el 76.

El Rey Rana mira al camarada Cuervo en busca de ayuda. El camarada Cuervo no lo ve porque está mirando a su vez al camarada Piel de Oso, que está echando vistazos ceñudos a su alrededor.

—Camarada Piel de Oso —dice el camarada Cuervo—. Da la impresión de que tienes algo en mente. Ya conoces la mecánica de los grupos. Comparte con nosotros lo que te preocupa.

El camarada Piel de Oso niega con la cabeza.

—Nos dijiste que se nos explicaría por qué se ha abortado la acción programada para mayo —dice—. Tenemos derecho a saberlo.

Hay un momento de silencio. El camarada Cuervo cambia de postura en su silla.

—No me recuerdes vuestros derechos, camarada —dice en tono frío—. Soy yo quien vela por ellos y por que sigáis vivos.

—El camarada Cuervo ha conseguido que los alemanes dejen de mandarnos ese pan
pumpernickel
—dice Barbosa—. Solamente por eso ya le tenemos que estar eternamente agradecidos.

El camarada Cuervo no le hace caso.

—Esto es un grupo de trabajo formativo sobre la supervivencia en las cárceles del enemigo —continúa diciéndole a Piel de Oso—. Ojalá nunca os haga falta poner en práctica esta formación, pero aun así es importante, y cambiar de tema es una falta de respeto al camarada Rey Rana. A pesar de todo, te contestaré, camarada, para que no haya malentendidos. La acción de mayo se ha cancelado por razones de seguridad. Acaba de haber una acción de los GRAPO y el dispositivo policial que se va a instaurar compromete la seguridad de nuestra acción. Además, me ha llegado la noticia de que vamos a recibir en breve una información sobre el enemigo que cambiará por completo nuestra situación.

—No costaría tanto llamarse de vez en cuando con los chicos de los GRAPO —dice Barbosa—. Si no, acaba llevándose el gato al agua el primero que llega.

El camarada Piel de Oso se gira hacia Barbosa.

—Camarada —le dice, señalándolo—, como hagas una broma más, te juro que te abro la cabeza. Me da igual lo que me pase a mí, con tal de no tener que volver a oírte.

Barbosa hace una mueca de sobresalto burlón y se hunde un poco en su silla, lo cual, debido a su altura, no termina de producir la impresión que debería producir. Se oyen un par de carraspeos. Después del
sauerkraut,
el
pumpernickel
es el segundo producto alimenticio que los habitantes de Can Arañas han sometido a votación en asamblea y han resuelto que no quieren seguir recibiendo en sus suministros de vituallas. El camarada Cuervo busca la mirada de Piel de Oso y se la sostiene, desafiándolo a que responda. Nadie hace nada. El momento se prolonga hasta el infinito.

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