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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

El bueno, el feo y la bruja (13 page)

BOOK: El bueno, el feo y la bruja
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Jenks se balanceó en mi pendiente tirando de él. Eso podía ignorarlo, pero cuando empezó a cantar acerca de gusanos y caléndulas le di un manotazo.

La mujer que estaba junto a mi se aclaró la garganta.

—¿Te acaban de trasladar? —me preguntó.

—¿Perdón? —pregunté mientras Jenks revoloteaba de vuelta.

Ella hizo una pompa con el chicle, mirándonos con sus ojos demasiado maquillados a mí y al pixie alternativamente.

—No somos muchos estudiantes de líneas luminosas y no recuerdo haberte visto antes. ¿Vienes normalmente al turno de noche?

—Oh. —Me aparté de la pared y me puse frente a ella—. No, me he apuntado a la asignatura para,
umm
, para ascender en el trabajo.

Ella se rió y se apartó el pelo hacia atrás.

—Sí, yo estoy igual, pero para cuando yo salga de aquí probablemente no quede ningún trabajo para una productora cinematográfica con experiencia en líneas luminosas. Parece que todo el mundo coge asignaturas de arte como optativas últimamente.

—Soy Rachel —dije ofreciéndole la mano—, y este es Jenks.

—Encantada de conoceros —dijo ella asimilándolo un instante—. Soy Janine.

Jenks fue zumbando hacia la mujer posándose en la mano que ella levantó precipitadamente.

—El placer es todo mío, Janine —dijo él haciendo una reverencia.

Janine sonrió abiertamente, absolutamente encantada. Obviamente no había tenido mucho contacto con pixies. La mayoría se mantenía fuera de la ciudad a menos que trabajasen en las pocas áreas en las que los pixies y las hadas sobresalían: mantenimiento de cámaras, seguridad o para el clásico fisgoneo de toda la vida. Incluso así, era más normal que contratasen a hadas ya que comían insectos en lugar de néctar y su suministro de comida era más abundante.

—Oye, ¿da las clases la doctora Anders o viene un ayudante a darlas? —pregunté.

Janine soltó una risita y Jenks volvió revoloteando hasta mi pendiente.

—¿Has oído hablar de ella? —preguntó—. Sí, da ella las clases ya que no somos muchos. —Janine entrecerró los ojos—. Especialmente ahora. Empezamos más de una docena, pero se fueron cuatro cuando la doctora Anders nos dijo que el asesino atacaba solo a brujos de líneas luminosas y que tuviésemos cuidado. Y luego Dan fue y lo dejó. —Se volvió a apoyar en la pared con un suspiro.

—¿El cazador de brujos? —pregunté forzando la sonrisa. Había elegido a la persona adecuada para ponerme a su lado. Abrí exageradamente los ojos—. Estás de broma…

Su expresión se tornó preocupada.

—Creo que en parte Dan se fue por eso. Y además es una pena, el chico estaba muy bueno, hacia saltar los plomos de cualquiera. Tenía una entrevista importante. No me quiso contar nada. Creo que temía que me presentase yo también. Parece ser que al final consiguió el trabajo.

Asentí preguntándome si esa era la buena noticia que iba a contarle a Sara Jane el sábado, pero entonces empecé a notar un lento resquemor interno que me decía que quizá la cena en Torre Carew fuese para cortar con ella, pero que finalmente se acobardó y se marchó sin decirle nada.

—¿Seguro que lo ha dejado? —le pregunté—. Quizá el cazador de brujos… —Dejé la frase abierta y Janine sonrió de modo tranquilizador.

—Sí, lo ha dejado. Me preguntó si quería comprarle su rotulador magnético si conseguía el trabajo. No lo puedes devolver a la papelería una vez abierto el precinto.

De pronto me quedé desencajada y verdaderamente preocupada.

—No sabía que tenía que traer un rotulador.

—Oh, yo tengo uno para prestarte —dijo rebuscando en su bolso—. La doctora Anders siempre nos hace dibujar cosas: pentagramas, perihelios Norte Sur… hemos dibujado cualquier cosa que te puedas imaginar. Une las prácticas con las clases, por eso venimos aquí en lugar de a un aula.

—Gracias —le dije aceptando el rotulador metálico y sujetándolo junto con el libro. ¿Pentagramas? Odiaba los pentagramas. Mis trazos siempre estaban torcidos. Tendría que pedirle a Edden si le importaría pagar otra visita a la papelería. Pero al recordar el precio de la asignatura que nunca lograría que le devolviesen, decidí que mejor iría a recoger mi antiguo material escolar a casa de mi madre. Estupendo. Sería mejor que la llamase antes.

Janine notó mi mirada de preocupación y malinterpretándola se apresuró a decir:

—Vamos, no te preocupes, Rachel. El asesino no viene a por nosotros. De verdad. La doctora Anders nos pidió que tuviésemos cuidado, pero solo va a por brujos experimentados.

—Sí —dije preguntándome si se me consideraría experimentada o no—, supongo.

Las conversaciones a nuestro alrededor cesaron cuando la voz de la doctora Anders chilló desde detrás de la puerta.

—No sé quién está matando a mis estudiantes. He ido a demasiados funerales este mes para hacer caso a sus viles acusaciones. ¡Y pienso denunciarle hasta el fin del mundo si difama mi nombre!

Janine parecía asustada al recoger su libro y apretarlo contra su pecho. Los estudiantes del pasillo se movieron inquietos e intercambiaron miradas incómodas. Desde mi pendiente Jenks susurró:

—Olvídate de lo de ocultarle a la doctora Anders que es una posible sospechosa. —Asentí preguntándome si Edden me dejaría abandonar la asignatura ahora—. Es Denon el que está ahí dentro con ella —añadió Jenks e inspiré rápidamente.

—¿Qué?

—Huelo a Denon —repitió—, está ahí dentro con la doctora Anders.

¿
Denon
?, pensé preguntándome qué hacía mi antiguo jefe fuera de su despacho.

Hubo un murmullo bajo seguido por un fuerte estallido. Todos los que estaban en el pasillo dieron un salto salvo Jenks y yo. Janine levantó la mano para tocarse la oreja como si le acabasen de dar un golpe.

—¿No lo has notado? —me preguntó y negué con la cabeza—. Acaba de establecer un círculo sin haber dibujado uno de verdad antes.

Miré hacia la puerta como todo el mundo. No sabía que se podía establecer un círculo sin dibujarlo. Tampoco me gustaba que todos excepto Jenks y yo supiesen que lo había hecho. Sintiendo que no entendía nada recogí mi bolso del suelo.

El grave estruendo de la voz de mi antiguo jefe me produjo escalofríos. Denon era un vampiro vivo, igual que Ivy, pero era de casta baja y no alta como ella. Había nacido humano y fue infectado con el virus vampírico después por un verdadero no muerto. Y mientras que Ivy tenía poder político por haber nacido vampiro y por lo tanto tenía garantizado unirse a los no muertos incluso si moría sola y con toda su sangre en su cuerpo, Denon siempre sería de segunda clase al tener que confiar en que alguien se molestase en terminar de convertirlo después de muerto.

—Sal de aquí —exigió la doctora Anders—, antes de que te denuncie por acoso.

Todos los estudiantes se movían nerviosos. No me sorprendí cuando el cristal esmerilado se oscureció con una silueta tras él. Me puse tensa al igual que el resto cuando se abrió la puerta y salió Denon. El hombre casi tuvo que ponerse de lado para pasar por el marco de la puerta.

Yo seguía creyendo que Denon había sido un canto rodado en una vida anterior, una piedra suave y gastada por el paso de un río, una piedra de… ¿una tonelada de peso quizá? Al ser de clase baja y tener solo la fuerza de un humano, Denon había tenido que trabajar duro para estar al nivel de sus hermanos. El resultado era una estilizada cintura y montones de músculos abultados que al salir lentamente al pasillo tiraban de su camisa de vestir blanca. El algodón almidonado resaltaba en contraste con su complexión, atrayendo mi mirada y manteniéndola fija… justo como él quería.

El grupo se echó hacia atrás conforme él avanzaba lentamente. Una fría presencia pareció surgir de la sala, rodeándolo. Debían ser los restos del aura que probablemente había proyectado contra la doctora Anders. Una sonrisa confiada y dominante se dibujó en su cara cuando sus ojos se posaron en mí.

—Eh, Rachel —murmuró Jenks revoloteando hacia Janine—, te veo dentro, ¿vale?

No dije nada. De pronto me sentí muy débil y vulnerable.

—Te guardo un sitio —dijo Janine pero yo no pude apartar los ojos de mi antiguo jefe. Hubo un amortiguado murmullo cuando se fue vaciando el pasillo.

Le había tenido miedo y ahora estaba preparada y dispuesta a tenerle miedo, pero algo había cambiado. Aunque todavía se movía con la gracia de un depredador, su antigua mirada de edad indefinida había desaparecido. Su hambrienta mirada de ahora, que no se molestaba en ocultar, me decía que seguía siendo un vampiro practicante, pero creí adivinar que había perdido el favor de alguien y ya no probaba a los no muertos, aunque ellos aún se alimentasen de él.

—Morgan —dijo y su voz pareció rebotar en la pared de ladrillos detrás de mí para darme un empujón hacia delante. Su tono de voz era igual que él: experto, potente y lleno de promesas—. He oído que andabas haciendo de fulana para la AFI, ¿o es que estamos intentando cultivarnos para ser mejores?

—Hola, señor Denon —dije sin apartar la vista de sus pupilas negras—, ¿te han degradado a cazarrecompensas? —La ansiosa mirada hambrienta se tornó iracunda—. Parece que ahora haces las misiones que me solías encargar a mí. ¿Rescatando a familiares de los árboles?, ¿comprobando la validez de las licencias? Por cierto, ¿cómo están los troles sin techo de los puentes?

Denon se movió hacia delante con la mirada fija y los músculos tensos. Me quedé helada y me di de espaldas contra la pared. El sol que se colaba por la distante pasarela pareció oscurecerse. Como un calidoscopio giró y parecía estar el doble de lejos de lo que en realidad estaba. El corazón me dio un vuelco y luego se ajustó a su ritmo habitual. Estaba intentando proyectar su aura, pero yo sabía que no podía hacerlo sin que yo le proporcionase el miedo para alimentarla. No iba a tener miedo.

—Corta el rollo, Denon —dije insolentemente, notando un nudo en el estómago—. Vivo con una vampiresa que se te zamparía para desayunar. Ahórrate lo del aura para alguien a quien le impresione.

Aun así se acercó más hasta que él era lo único que podía ver. Tuve que alzar la vista y eso me fastidió. Su aliento era cálido y se apreciaba el penetrante olor a sangre. Se me aceleró el pulso. Odiaba que supiese que aún me daba miedo.

—¿Hay alguien más aquí excepto tú y yo? —dijo con una voz suave como el chocolate con leche.

Levantando la mano con un movimiento lento y controlado agarré la empuñadura de mi pistola de bolas. Me arañé los nudillos con la pared de ladrillo, pero en cuanto mis dedos tocaron la culata recuperé mi confianza.

—Solo tú y yo y mi pistola de bolas de líquido. Si me tocas, te tumbo. —Le devolví la sonrisa—. ¿Qué crees que les pongo a mis bolitas de líquido? A lo mejor resulta difícil de explicar por qué ha tenido que venir alguien de la SI a darte un baño de agua salada, ¿no? Yo diría que eso daría motivos para estar riéndose de ti todo un año. —Observé como la expresión de sus ojos se tornaba de odio—. Atrás —dije muy clarito—, si la saco, la uso.

Denon retrocedió.

—Aléjate de aquí, Morgan —me amenazó—. Esta misión es mía.

—Eso explicaría por qué la SI está todavía calentando motores. Quizá deberías volver a lo de ponerle multas a los coches mal aparcados y dejar que un profesional se encargue de esto.

Silbó al espirar el aire y me hice más fuerte ante su rabia. Ivy tenía razón. Había miedo en el fondo de su alma. Miedo a que un día los vampiros no muertos que se alimentan de él perdiesen el control y lo matasen. Miedo a que no lo volvieran a traer como a uno de sus hermanos. No me extrañaba que tuviese miedo.

—Este es un asunto de la SI —dijo—. Si interfieres, te encierro en el calabozo. —Sonrió enseñándome sus dientes humanos—. Si crees que estar en la jaula de Kalamack fue malo, espera a ver la mía.

Mi confianza se quebró. ¿La SI lo sabía?

—Relájate —dije sarcásticamente—. Yo estoy aquí por una persona desaparecida, no por tus asesinatos.

—Una persona desaparecida —se burló—, esa es una buena historia, no la cambies. E intenta mantener a tu sospechoso vivo esta vez. —Me echó una mirada final antes de dirigirse por el pasillo hacia el sol y el distante sonido de la cafetería—. No serás el perrito faldero de Tamwood para siempre —dijo sin volverse—, y entonces iré a por ti.

—Sí, lo que tú digas —repliqué a pesar de que un pico de mi antiguo miedo intentase aflorar. Lo aplasté y me saqué la mano de la espalda. Yo no era el perrito faldero de Ivy, aunque vivir con ella me proporcionase una buena protección contra la población de vampiros de Cincinnati. Ivy no ostentaba una posición de poder, pero como el último miembro vivo de la familia Tamwood, tenía el estatus de una líder en ciernes, respetada tanto por vampiros vivos como muertos.

Respiré hondo para intentar disipar la debilidad de mis rodillas. Genial. Ahora tenía que entrar en clase después de que probablemente hubiese empezado. Pensando que mi día no podía empeorar, me recompuse y entré en la sala bien iluminada gracias a la fila de ventanas con vistas al campus. Como Janine me había dicho, estaba organizada como un laboratorio, con dos personas sentadas en Taburetes a cada lado de las mesas de pizarra, Janine estaba sola hablando con Jenks y obviamente me había reservado el sitio junto a ella.

El olor a ozono del círculo que la doctora Anders había construido precipitadamente me pilló por sorpresa. El círculo había desaparecido, pero sentí un cosquilleo por los restos del poder. Miré al origen del olor en la cabecera de la sala.

La doctora Anders estaba allí sentada tras un feo escritorio de metal y delante de una tradicional pizarra negra. Tenía los codos apoyados en la mesa y se sujetaba la cabeza en las manos. Vi que sus finos dedos temblaban y me preguntaba si sería por las acusaciones de Denon o por haber entrado con fuerza en siempre jamás para hacer el círculo sin la ayuda de una manifestación física. La clase parecía excepcionalmente silenciosa.

La doctora Anders llevaba el pelo negro con unas poco favorecedoras vetas grises recogido en un moño formal. Parecía mayor que mi madre. Vestía con unos conservadores pantalones color canela y una bonita blusa. Intenté no llamar la atención y me deslicé entre las dos primeras filas de mesas para sentarme junto a Janine.

—Gracias —le susurré.

Me miró con los ojos muy abiertos mientras guardaba el bolso bajo la mesa.

—¿Trabajas para la SI?

Le eché una mirada a la doctora Anders.

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