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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Infanill y juvenil, Intriga

El asesinato del profesor de matematicas (7 page)

—No ha sido tan difícil, ¿verdad?

—Hombre…

—No, si visto ahora, parece chupado.

—Ya, pero cuando hemos leído la pregunta y hemos visto el jeroglífico…

—¿A que parecía imposible?

—¡Total!

—Yo es que me siento la mar de bien.

—Si no fuera por lo del Fepe.

—Vamos, ¡vamos! Hay que dar con ese cerdo.

—O cerda.

—¿No puedes correr más, Nico?

Corrían y hablaban. Hablaban y corrían. El colegio no estaba lejos, pero ahora, en su carrera contra el tiempo, cada segundo contaba y podía ser la diferencia entre coger al asesino o permitir que escapara.

Eso también les hacía reflexionar.

—¿Y por qué se va a escapar a las seis?

—Sí, es cierto, ¿por qué?

—A lo mejor el avión en que se larga sale a esa hora.

—O el barco.

—O…

—Quedan siete problemas, no vendamos la piel del oso antes de cazarla.

Adela y Luc miraron a Nico con cara de enfado por enfriarles de tal forma el ánimo después de haber superado tan bien la primera prueba. El chico corría al límite de sus fuerzas y, dado que era el más redondito, estaba congestionado y rojo como un tomate.

—¡Ya llegamos! —dijo Luc.

—¿Estará cerrado? —se alarmó Adela.

—No, no lo está, seguro —los tranquilizó Nico.

No menguaron su alocada carrera ni al llegar al centro en el que pasaban tantas horas al día tratando de aprender cosas. Entraron por la puerta exterior y cruzaron el patio como posesos. Ahora, Adela y Luc ya no esperaron a Nico. Se adelantaron con grandes zancadas hasta meterse en el edificio por la puerta principal. Allí sí dejaron de correr, no fuera a verles alguien y se la cargaran. Al director no le gustaban las carreras por las zonas comunes.

El tablón estaba allí mismo, en la entrada, a la derecha.

Se acercaron a él, buscando…

—¡Aquí está! —cantó victoria Adela.

En efecto, un sobre señalizado con el número 2 destacaba por encima de las ofertas, las peticiones, los prospectos y demás flora y fauna escrita que poblaba el tablón de anuncios. Se hallaba clavado con un alfiler de cabeza gorda y verde en el ángulo superior izquierdo.

Luc lo cogió.

—¿Lo abrimos aquí o…?

—No —dijo Adela—. Vamonos.

Se estremeció como si…

Salieron de allí los tres, con el sobre quemándoles en el alma, ansiosos por enfrentarse a la segunda prueba. No fueron muy lejos. Nada más doblar la esquina más próxima en la calle de enfrente, se sentaron en el suelo. Luc abrió el sobre. Dentro había otra hoja de papel cuadriculado como la primera. Y leyó:

PROBLEMA 2
: De los 60 alumnos que practican deporte en un colegio, el 55% practica el fútbol, el 24% practica el baloncesto y el 6% se dedica a la natación. ¿Cuántos alumnos juegan al tenis?

PISTA PARA DAR CON EL SIGUIENTE SOBRE: Un hombre quiere dejar de fumar y toma la determinación de hacerlo. Mira sus reservas y ve que tiene 27 cigarrillos. Se dice: «Me los termino y lo dejo».

Pero cuando se ha fumado los 27 cigarrillos ve que con cada tres colillas puede hacer un cigarrillo más, así que sigue fumando hasta que sólo le queda una colilla. ¿Cuántos cigarrillos habrá fumado en total?

Fumar es malo, así que no os aconsejo resolver el problema haciéndolo, ¿OK?

—Éstos parecen fáciles —exclamó, boquiabierta, Adela.

—Sí, ¿verdad? —se animó Luc.

—Tendrán truco, seguro —siguió pesimista Nico pese a su éxito con el primer problema.

—Nos hace falta un boli o un lápiz o lo que sea —protestó Luc.

—Ya voy yo. Esperadme —se ofreció Adela.

Se levantó y volvió a correr hacia el colegio. Luc y Nico se quedaron solos.

—¿La esperamos? —quiso saber el segundo, impaciente.

—Para el problema necesitamos escribir, pero para lo de los cigarrillos no. Veamos… Tú toma nota mentalmente.

—Vale.

—Si se fuma los 27 cigarrillos tiene 27 colillas y, como de cada 3 hace otro cigarrillo, resulta que…, 27 dividido por 3…, consigue liar 9 cigarrillos más.

—Eso son 36 cigarrillos —sumó Nico.

—Con las 9 colillas restantes, hace otros 3 cigarrillos.

—Que sumados a los 36 primeros nos dan 39.

—Pero con estos tres cigarrillos, hace uno más, el último.

—¡O sea que se fuma 40 y le sobra la colilla final! —brincó en el suelo Nico.

—Chupado, ¿no? —se hizo el chuleta Luc.

Adela ya regresaba a la carrera. Llevaba un boli en la mano. Cuando aterrizó a su lado le indicaron el progreso de sus pesquisas.

—¡Ya hemos resuelto la pista para dar con el siguiente sobre! —dijo Nico.

—¿Y no me habéis esperado? —Adela, en lugar de alegrarse, se enfadó—. ¡Pues mira qué morro!

—Caray, no sabíamos que te interesaran las mates —se defendió Luc.

—Lo hacíamos para ganar tiempo —hizo lo propio Nico.

Cuando Adela se enfadaba, se enfadaba de verdad.

—A ver, contádmelo. Sólo para estar segura de que lo habéis hecho bien —continuó picada ella.

Le explicaron lo de los 27 cigarrillos y las colillas.

El resultado era bueno. 40 cigarrillos.

—¿Y eso es una pista? —se extrañó la chica.

Cierto. 40 no era el resultado de una de las pruebas del caso, sino una pista para encontrar el tercer sobre.

—¿A alguno le suena algo que tenga que ver con el 40? —se alarmó Luc ante aquella insólita pista.

—¿No dice nada más el enunciado? —Nico le cogió el papel de las manos a su compañero y lo leyó despacio.

—Nada.

Se miraron los tres, preocupados.

—Ya sabía yo que… —comenzó a desanimarse Nico.

—¡Eh, eh! —lo detuvo Adela—. Concentrémonos.

Si la pista es ésa, el número 40, es porque el Fepe sabía que uno de los tres lo entendería.

—Yo vivo en el número 52 de mi calle.

—Yo en el 79.

—Yo… —la propia Adela se quedó pálida de golpe.

—¿Qué? —la alentó Luc al verle la cara.

—¡Mi taquilla del colé! —gritó ella—. ¡Es la número 40!

—¡Bien! —fue a ponerse en pie Nico.

—Espera, espera —le cogió por el pantalón Luc y le obligó a sentarse de golpe—. Hay que resolver el problema.

—¡Vamos a por el sobre y resolvemos los dos problemas a la vez!

—No, nos liaremos —se mantuvo firme Adela—.

El mismo Fepe nos dijo que actuáramos correctamente y paso a paso. De momento vamos bien, pero seguimos sin ser genios matemáticos. ¿De acuerdo?

Nico lo aceptó a regañadientes.

—De acuerdo —volvió a sentarse.

—Veamos el problema —retomó el hilo del momento Luc.

Adela tenía el bolígrafo, así que cogió la hoja de papel.

—Esto está chupado —afirmó.

Empezó a hacer cálculos en silencio, garabateando en el papel. Nico y Luc trataron de seguir sus operaciones.

—Dinos qué haces, ¿no? —se interesó el primero.

—Veréis —Adela lo repitió todo en voz alta para estar segura de sus cálculos—. Si el 55% juega al fútbol, el 24% juega al baloncesto y el 6% hace natación…, eso nos da un 85% del total. O sea, que los que juegan al tenis son un 15% de esos 60 alumnos.

¿Vale?

—Vale —asintieron.

—Así que tenemos…

Adela hizo la operación aritmética:

—Con lo cual tenemos que x… —continuó:

—¡Y ya está! —sonrió de oreja a oreja tras hacer la multiplicación de 15x60 y dividirla por 100—. El resultado es… ¡9!

Se miraron entre sí, emocionadísimos.

—Tenemos dos —dijo Luc.

—Dos de dos —quiso dejado bien claro Nico.

—Somos unos genios —entonó como quitándole importancia Adela.

—Es que hacerlo aquí en lugar de un examen…

—Y los tres…

—Bueno, ¿qué? Esperamos que nos echen flores o…

¡La tercera prueba!

¡La taquilla número 40!

Se levantaron y corrieron de nuevo en dirección al colegio.

Capítulo
(√ 121)
11

Se detuvieron en la puerta.

—Será mejor que vaya yo sola —advirtió Adela—. No habiendo clases esta tarde sería sospechoso que nos vieran a todos, mientras que, si alguien me pregunta, diciéndole que voy a por alguna cosa en mi taquilla, listos.

—Vale, te esperamos en la puerta —convino Luc.

Adela entró en el edificio del colegio. Había un extraño silencio. Era inquietante. Aulas vacías, los profesores repasando exámenes, reuniéndose para hablar de notas. Por no estar, ni siquiera estaba el bedel, el señor José, que hacía de celador, se encargaba del orden, de abrir y cerrar las puertas, de arreglar esto y aquello y lo de más allá. La diferencia con las horas lectivas, en las que aquello era como un enorme estallido de energía, se hacía patente.

Casi tuvo miedo.

Sin saber por qué.

Subió a su piso. Era bastante inusual tener taquillas, porque en los dos colegios en los que ya había estado anteriormente, no las tenían. Pero allí era distinto. No eran como las de las películas americanas, de metal, llenando los pasillos, pero servían igual, aunque la madera era vieja y cualquiera podía descerrajar una si realmente lo quería. Entró en su aula y fue al fondo. En su taquilla, la número 40, tenía un candado con combinación de números. Insertó la clave, 7-5-9, y lo abrió.

Contuvo la respiración.

El sobre, con un 3 escrito a mano bien visible, estaba allí.

El profesor de matemáticas debía haberlo puesto a través de la ranura superior o inferior.

Lo tomó, cerró la taquilla, volvió a poner el candado, hizo correr las ruedas con los números y se dispuso a marcharse. No había dado ni media docena de pasos ya en el pasillo, preparada para bajar las escaleras, cuando una voz la detuvo.

—¡Eh, tú!

Se quedó paralizada al reconocer la voz.

Giró la cabeza.

El director del colegio, Mariano Fernández, caminaba hacia ella.

—¿Qué haces aquí?

—¿Yo? —se puso nerviosa, muy nerviosa—. Nada.

—¿Qué es eso? —el director señaló el sobre que sostenía todavía en la mano.

—Unos… apuntes que tenía en mi taquilla —trató de ser lo más natural posible.

Si le pedía el sobre y lo abría…

Bueno, ¿qué? Sólo sería un problema de matemáticas y una nueva clave para dar con el sobre número 4.

¿De qué se asustaba? ¿De la autoridad? ¿De la cara de malas pulgas del director? ¿De que se lo quitara o perdieran un tiempo valiosísimo?

El hombre seguía mirándola de hito en hito.

—Cuando os veo con esa pinta de no haber roto un plato jamás… —puso cara de no creerse la mitad de las cosas de la vida—. Anda, vete.

Adela no le dio la menor oportunidad de cambiar de idea. Le sonrió cauta, le lanzó un comedido «Gracias» y un educado «Buenas tardes», y bajó las escaleras con aplomo hasta que, al perder de vista la sombra del director, echó a correr de nuevo. Luc y Nico la esperaban ansiosos.

—¿Por qué has tardado tanto?

—¿No recordabas tu combinación o qué?

—No tenemos todo el tiempo del mundo, ¿sabes?

—¡Cada minuto cuenta!

Adela los miró enfadada.

—Me ha pillado el diré —les informó.

—¡No!

—¿Y qué…?

—Nada —les puso el sobre en las narices—. Pero me ha dado un susto de muerte, me ha preguntado qué era esto y le he dicho que se trataba de apuntes.

¿Qué queríais que hiciera, que echara a correr?

—Bueno, lo importante es que lo tenemos —suspiró Nico.

—Bien por ti —Luc le dio un codazo cariñoso a su compañera.

—Volvamos donde antes —se olvidó ella de los nervios pasados.

Lo hicieron y se sentaron en el suelo, en el mismo sitio donde habían resuelto el segundo problema y adivinado la pista del sobre que ahora estaba en su poder.

Esta vez fue Adela la que lo abrió, extrajo la correspondiente hoja y leyó su contenido:

PROBLEMA 3
: En una clase hay más de 40 alumnos, pero menos de 50. Si los agrupamos de 3 en 3, sobra 1. Si los agrupamos de 4 en 4, sobran 2. ¿Cuántos alumnos son chicos si 27 son chicas?

PISTA PARA DAR CON EL SIGUIENTE SOBRE: Id a este lugar teniendo en cuenta las iniciales: 5/.31987 9°D.

El problema parecía sencillo, sobre todo teniendo en cuenta que estaban los tres. Pero la pista, de nuevo, les pareció un galimatías. Se quedaron pendientes de ella durante unos segundos.

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