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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Infanill y juvenil, Intriga

El asesinato del profesor de matematicas (11 page)

—Ahora bien, el correo B sólo va a 3 kilómetros por hora, luego el tiempo que ha empleado ha de ser…

—Ha de ser X menos 60 partido por 3 —lo empezó a ver claro Luc.

—¡Jo! —exclamó Nico empleando la expresión favorita de Adela.

La chica anotó la tercera ecuación:

—Si el correo A partió 6 horas antes que el otro, ha debido emplear 6 horas más en llegar al lugar de reunión, así pues…

—Con esto tenemos las cuatro preguntas esenciales que nos formula el enunciado, camino recorrido por los dos y tiempo empleado por cada uno.

—Exacto.

Adela empezó a garabatear las resoluciones más fáciles, para agrupar los enunciados. Lo primero que hizo fue sustituir las incógnitas Z y W en la cuarta ecuación por sus valores, obtenidos de las ecuaciones segunda y tercera.

—Y ya está —exhibió una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Cómo que ya está? —se abalanzó sobre el papel Nico.

—Una vez resuelta esta ecuación y sabiendo cuánto da X, no tenemos más que ir sustituyendo ese resultado por las X de las restantes ecuaciones y saber cuánto dan Y, Z y W.

Se lo demostró resolviendo la ecuación, ya muy elemental.

—X es 105 —anunció.

Luc tomó su relevo.

—Si X es 105, según la primera ecuación Y es 105 menos 60… ¡45! Y Z será de acuerdo con la segunda 105 dividido por 5… ¡21! Así que finalmente W es… ¡15!

—Lo que nos interesa es el 21, que es el tiempo invertido por el correo A.

Se apoyaron en el árbol agotados. Incluso Nico.

—¡Por los pelos! —reconoció Luc—. Si no llegas a acordarte…

—No sé si voy a acabar odiando aún más las mates o si van a terminar por gustarme —suspiró ella.

Nico y Luc la miraron con cara de espanto.

—¿Hablas en serio?

—¿No os gusta resolver todo esto? —indicó las operaciones—. La verdad es que a mí se me queda el cuerpo muy bien.

—Sí, si sabes hacerlo, sí, pero eso es lo malo, que nadie sabe, y acaba siendo una tortura china —puso el dedo en la llaga Nico.

—¿Intentamos la pista?

—¡Qué remedio!

Pero era lo que más temían, porque así, de buenas a primeras, no habían entendido nada.

Y sin pista número 7 no encontrarían el problema número 7.

Capítulo
(1 + 2 + 3 + 4 + 5)
15

Leyeron mentalmente las diez preguntas con los correspondientes indicios. Ninguno dijo nada. Volvieron a leerlas. Lo mismo.

—Bueno, ¿qué? —fue el primero en hablar Nico.

—Si es que no sé ni por dónde empezar —reconoció Adela.

—Esto no son mates ni nada —empezó a verlo todo negro Luc—. Esto es para… para… ¡para super-cerebros!

—Si nos lo ha puesto a nosotros… —advirtió Nico.

—¿Pero tú te aclaras en algo? —rezongó Luc.

—Hombre, al menos hay dos pistas por las que empezar.

Ahora fueron Adela y Luc los que miraron impresionados a su amigo.

—¿Ah, si?

—Sí —dijo él—. La cuatro y la cinco.

Adela le pasó el papel y el bolígrafo.

—Yo no he dicho que sepa hacerlo —se defendió Nico.

—Pero si sabes cómo empezar… —fue terminante Luc.

—Bueno, no sé… —vaciló.

Era el que más había protestado al ver la prueba.

—¡Inténtalo! —le pidió Adela.

—Por lo menos —empleó su tono más suplicante Luc.

Nico se rindió. De todas formas le picaba un gusanillo que…

Leyó las preguntas de nuevo.

—Está claro que hay 4 casas de distintos colores, 4 espías también de distintos colores, y que cada cual tiene un nombre y posee una pista. Hay que situar la pista 7 en la casa adecuada y con el nombre y el espía adecuado.

—¡Jo! —exclamó Adela.

—Muy bien, tío —lo animó Luc.

—Ahora, para meter todo esto de forma adecuada, hay que hacer un cuadro… así…

Y dibujó y escribió lo siguiente:

—Nico, eres un genio —reconoció Luc.

El chico se hinchó levemente, pero no dijo nada. Comenzaba a meterse de lleno en la intriga, como cuando en un videojuego había que salir de una trampa mortal o llegar a otro nivel cuanto antes para no palmarla.

—Situemos ahora los indicios seguros, el cuatro y el cinco —dijo Nico—. El cuatro dice que la casa gris y la violeta son las de los extremos, o sea, que habrá una en cada punta.

—¿Y cómo sabemos que la gris es la de la derecha y la violeta es la de la izquierda? —preguntó Adela.

—No lo sabemos, así que habrá que hacer dos cuadros, el A y el B.

Y repitió el mismo cuadro, tras lo cual anotó el primer indicio:

—La pista cinco dice que Jorge vive en la casa violeta —continuó Nico.

—¡Entonces la siguiente válida es la nueve, que dice que la casa verde está a la derecha de la marrón! —se animó también Adela.

—¿Cómo va a ser válida si no sabes…? —objetó Luc.

—¡Claro que sí! ¡Puesto que las de los extremos son la violeta y la gris, la verde y la marrón están en el centro, y si la verde está a la derecha, es que la marrón está a la izquierda!

—¡La diez también se puede poner, porque dice que José es vecino del que vive en la casa violeta! —cantó Nico. Escribió rápido los nuevos datos en los dos cuadros, A y B:

—Ahora veamos… —Nico volvió a leer las pistas aún no utilizadas desde el comienzo—. La una no podemos usarla, la dos… La dos sí, porque ya tenemos ubicada la casa marrón y aquí dice que en ella vive Pedro.

—Eso elimina el cuadro B —intervino por primera vez Luc—, ya que en el B resulta que quien vive en la marrón es José.

—Fuera el cuadro B —Nico lo tachó y colocó el nombre aportado por la pista dos: Pedro en la casa marrón.

—Con Pedro en la marrón, ¡el que queda, Juan, ha de vivir en la gris!

Otro nombre más. Ya tenían las casas y los nombres

—Mirad la siete —señaló Adela—. Dice que Juan tiene la pista A.

Tras anotarlo todo, ahora el cuadro presentaba este aspecto:

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