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Authors: Friedrich Nietzsche

El anticristo (8 page)

Y, sin embargo, el cristianismo debe su victoria a esta miserable adulación de la vanidad personal; con esto precisamente ha convertido a sí todo le que está mal formado, lo que tiene intenciones de revuelta, lo que se encuentra mal, todo el desecho y la hez de la Humanidad. “La salvación del alma” significa “el mundo gira en torno a mí”... El veneno de la doctrina de la igualdad de derechos para todos fue vertido y difundido por el cristianismo; partiendo de los rincones más ocultos de los malos instintos, ha movido una guerra mortal a todo sentimiento de respeto y de distancia entre hombre y hombre, es decir, a la premisa de toda elevación, de todo aumento de cultura: del rencor de las masas hizo su arma principal contra nosotros, contra todo lo que es noble, alegre, generoso, en la tierra, contra nuestra felicidad en la tierra... Conceder la inmortalidad a cualquiera fue hasta ahora el mayor y más pérfido atentado contra la humanidad noble.

¡Y no demos poca importancia al hecho de que el cristianismo se ha insinuado aún en la política! Nadie tiene hoy ya el valor de los privilegios, de los derechos patronales, de experimentar sentimientos de respeto de sí mismo y de sus semejantes; de sentir el
pathos
de la distancia... ¡Nuestra política está enferma de esta falta de valor!

La aristocracia de la mentalidad fue más subterráneamente minada por la mentira de la igualdad de las almas: y si la creencia en el privilegio de la mayoría hace revoluciones y las seguirá haciendo, el cristianismo es, no se dude, las valoraciones cristianas: ¡son las que convierten en sangre y delitos toda revolución! El cristianismo es una insurrección de todo lo que se arrastra a ras de la tierra contra lo que está arriba: el Evangelio de los humildes hace humildes...

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Los Evangelios son inestimables como testimonios de la corrupción, ya intolerable, que existía en el seno de las primeras comunidades cristianas. Aquello que más tarde condujo Pablo a feliz término con el cinismo lógico de un rabino, no fue más que un proceso de decadencia que comenzó con la muerte del Redentor. Hay que leer los Evangelios con grandísimas precauciones: detrás de cada palabra hay una dificultad. Yo admito, y de esto se me deberá gratitud, que precisamente por eso son para un psicólogo una diversión de primer orden: como lo contrario de toda corrupción ingenua, como sofisticación por excelencia, como una obra maestra de corrupción psicológica. Los Evangelios tienen sustancialidad propia. La Biblia, en general, no resiste ningún parangón. Estamos entre hebreos: primer punto de vista para no perder por completo el hilo conductor. La transferencia de sí mismo a la santidad, transferencia que precisamente se convierte en genio y que no fue nunca alcanzada en otra parte por hombres ni por libros, esta acuñación de moneda falsa, no es un caso de dotes especiales de un individuo, de un temperamento de excepción. Para esto es necesaria la raza. En el cristianismo, entendido como el arte de mentir santamente, el judaísmo entero, una preparación y una técnica judaica muy seria, que duró muchos siglos, consigue la maestría. El cristiano, esta última ratio de la mentira, es una vez más el hebreo; mejor, tres veces más... La voluntad sistemática de emplear solamente conceptos, símbolos, gestos, que es demostrada por la práctica del sacerdote; la instintiva repugnancia a cualquier otra práctica, a cualquier otro género de perspectiva de valor y de utilidad, todo esto no es sólo tradición, es “herencia”; sólo en calidad de herencia obra como naturaleza. Toda la Humanidad, y hasta los mejores testigos de los mejores tiempos (exceptuando uno sólo, el cual acaso es sencillamente un superhombre), se dejaron engañar. Se leyó el Evangelio como el libro de la inocencia...; nadie indicó con qué maestría se recita en el Evangelio una comedia.

Ciertamente, si llegásemos a verla, aunque sólo fuera de pasada, todos estos maravillosos hipócritas y santos artificiales, toda esta comedia, terminarían; y precisamente porque no leo una palabra sin ver gestos, acabo por dejarla... Yo no puedo soportar su modo de elevar sus ojos al cielo... Afortunadamente, para los más los libros son mera literatura. No debemos dejarnos engañar, ellos dicen: no juzguéis, pero mandan al infierno a todo lo que constituye un obstáculo en su camino.

Haciendo juzgar a Dios, juzgan ellos mismos; glorificando a Dios se glorifican ellos mismos; exigiendo la virtud de que ellos mismos son capaces —es decir, la virtud de que tienen necesidad para conservar la dominación—, se dan grandes aires de luchar por la virtud, de combatir por el predominio de la virtud. “Nosotros vivimos, nosotros morimos, nosotros nos sacrificamos por el bien” (esto es, por la verdad, por la luz, por el reino de Dios); en realidad, hacen lo que no pueden menos de hacer. Mientras que, a modo de hipócritas, se muestran humildes, se ocultan en los rincones, viven como sombras en la sombra, hacen de esto un deber: su vida de humildad aparece como un deber, y como deber es una prueba más de piedad hacia Dios... ¡Ah, qué humilde, casto, misericordioso modo de impostura! ¡La virtud misma es confiscada por esa gentecilla; ellos saben cuál es la importancia de la moral!

La realidad es que aquí la más consciente presunción de elegidos desempeña el papel de modestia; desde entonces se han formado dos partidos: el partido de la verdad, o sea ellos mismos, la comunidad, los buenos y los justos, y, de otra parte, el resto del mundo... Éste fue el más funesto delirio de grandezas que hasta ahora existió en la tierra: pequeños abortos de hipócritas y mentirosos comenzaron a reivindicar para sí los conceptos de Dios, verdad, luz, espíritu, amor, sabiduría, vida, casi como sinónimos de ellos mismos, para establecer así un límite entre ellos y el mundo; pequeños superlativos de hebreos, maduros para toda clase de manicomio, hicieron girar en torno a ellos mismos todo valor, como si precisamente el cristiano fuese el sentido, la sal, la medida y también el último tribunal de todo lo demás...

Este funesto acontecimiento sólo se hizo posible por el hecho de que ya había en el mundo un género afín de delirio de grandeza, afín por raza: el judaico; apenas se abre el abismo entre hebreos y hebreo-cristianos, a estos últimos no les quedó otra elección que emplear contra ellos mismos, contra los hebreos, los mismos procedimientos de conservación que el instinto judaico aconsejaba, mientras que hasta entonces los hebreos lo habían empleado contra todo lo que no era hebreo. El cristiano, es sólo un hebreo de confesión más libre.

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Doy un cierto número de pruebas de aquello que se le metió en la cabeza a esa gentecilla, de lo que puso en labios de su maestro: simples profesiones de fe de bellas almas.

“Y todos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, en testimonio a ellos. De cierto os digo que más tolerable será el castigo de los de Sodoma y Gomorra el día del Juicio que el de aquella ciudad.” (Marcos, 6, 11.) ¡Qué evangélico es esto!

“Y cualquiera que escandalizare a uno de estos pequeñitos que creen en mi, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino el cuello, y fuera echado en la mar” (Marcos, 9, 42.) ¡Qué evangélico es esto!

“Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo: mejor te es entrar al reino de Dios con un ojo que teniendo dos ojos ser echado a la Gehenna, donde el gusano de ellos no muere y el fuego nunca se apaga.” (Marcos. 9, 47.) No se trata precisamente de los ojos...

“También les dijo: «De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios, que viene con potencia».” (Marcos, 9, l.) Mientes muy bien, ¡oh león!

“Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame. Porque...” (“Observación de un psicólogo”: la moral cristiana es refutada por sus porqués; sus argumentos refutan, y esto es cristiano.) (Marcos, 8, 34.)

“No juzgaréis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados; y con la medida con que medís, os volverán a medir”. (Mateo, 7, l.) ¡Qué concepto de la justicia, de un juez justo!...

“Porque si amareis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si abrazaseis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen así también los Gentiles?” (Mateo, 5, 46.) Principio del amor cristiano: en fin de cuentas, quiere ser bien pagado...

“Mas si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” (Mateo, 6, 15.) Muy comprometedor para el susodicho Padre...

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo, 6, 33.) Todas estas cosas, es decir: comida, vestidos, todo lo que hace falta en la vida. Es un error para hablar modestamente... Poco antes, Dios aparece en calidad de sastre; por lo menos, en ciertos casos...

“Gozaos en aquel día, y alegraos; porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos, porque así hacían sus padres a los profetas.” (Lucas, 6, 23.) ¡Oh cínica canalla! Ya se compara con los profetas...

“¿No habéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (Pablo, a los corintios, I, 3, 16.) Cosas como ésta no serán nunca bastante despreciadas...

“¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?” (Pablo, a los corintios, I, 6, 2.) Desgraciadamente, esto no es sólo el discurso de un loco... Este terrible mentidor continúa, textualmente, así: “¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de este siglo?”

“¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Porque por no haber el mundo conocido la sabiduría de Dios, a Dios por sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. No sois muchos sabios, según la carne; no muchos poderosos, no muchos nobles. Antes, lo necio del mundo escogió Dios para avergonzarnos a los sabios; y lo flaco del mundo escogió Dios para avergonzar lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es: para que ninguna carne se jacte de su presencia.” (Pablo, a los corintios, 1, 20 y sig.) Para comprender este pasaje, testimonio capital de la psicología de toda moral de chandala, léase la primera parte de mi Genealogía de la moral; en ella se pone de manifiesto por primera vez la contradicción entre una moral noble y una moral de chandala, nacida del rencor y de la venganza impotente, Pablo fue el mayor de los apóstoles de la venganza...

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¿Qué se deduce de aquí? De aquí se deduce que es conveniente ponerse los guantes cuando se lee el Nuevo Testamento. Casi nos obliga a ello la presencia de tanta impureza. Nos guardaremos de escoger para el trato cristianos primitivos, como nos guardaríamos de los judíos polacos: no hay que oponerles reparo alguno, pero tienen mal olor.

En vano he buscado en el Nuevo Testamento un rasgo simpático: nada hay en él que sea libre, benévolo, franco ni honesto. Aquí no ha comenzado todavía el humanismo, falta el instinto de limpieza; en el
Nuevo Testamento
no hay mas que malos instintos. Todo es vileza; todo allí es un cerrar los ojos y un engañarse a sí mismo. Cuando se ha leído el Nuevo Testamento, cualquier otro libro parece limpio: para poner un ejemplo, yo, después de haber leído a san Pablo, leí con verdadero arrebato a Petronio, aquel gracioso y petulante humorista, del cual se podría decir lo que Domenico Boccaccio escribía de César Borja al duque de Parma: “ Es inmortalmente sano, inmortalmente sereno y bien constituido:
é tutto festo...

Estos hipocritillas desbarran precisamente en lo esencial. Atacan, pero todo lo que es atacado por ellos se hace por esto mismo distinguido. Cuando un cristiano primitivo ataca, el atacado no resulta con mancha; por el contrario es un honor tener contra sí cristianos primitivos. No se puede leer el Nuevo Testamento sin sentir predilección por lo que en él resulta maltratado, para no hablar de la sabiduría de este mundo, que un descarado fanfarrón intenta en vano desacreditar con predicaciones estúpidas... Hasta los escribas y los fariseos han sacado provecho de semejantes adversarios: debieron tener algún valor para ser odiados de manera tan indecente. ¡La hipocresía, he aquí un reproche que los cristianos primitivos tendrían derecho, a hacer! Por último, escribas y fariseos eran privilegiados: esto basta, el odio de los chandalas no tiene necesidad de otros motivos. El primer cristiano, y temo que también el último cristiano, que acaso yo viva lo suficiente para ver, es rebelde por un profundo instinto contra todo lo que es privilegiado; vive y combate siempre por la igualdad de derechos... Si se observa mejor, no tiene elección. Si se quiere ser, personalmente, un elegido de Dios, o un templo de Dios, o un juez de los ángeles, entonces todo otro principio de elección, por ejemplo, la elección fundada en la probidad, en el espíritu y en el orgullo, en la belleza y en la libertad del corazón, se hace simplemente mundo, el mal en sí... Moraleja: toda palabra en labios de un cristiano primitivo es una mentira, cada una de sus acciones es una falsedad instintiva; todos sus valores, todos sus fines son nocivos, pero lo que odia, esto tiene valor... El. cristiano, el cristiano sacerdote particularmente, es un criterio de los valores.

Debo aún añadir que en todo el Nuevo Testamento se encuentra una sola figura que se deba honrar: Pilatos, el gobernador romano. Tomar en serio un asunto entre judíos, es cosa a la que no se resuelve. Un judío de más o menos, ¿qué importancia tiene?... La noble ironía de un romano, ante el cual se ha hecho un cínico abuso de la palabra verdad, ha enriquecido el Nuevo Testamento con la única palabra que tiene valor, que es por sí la crítica y aún el aniquilamiento del Nuevo Testamento: ¿qué es la verdad?...

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Lo que nos distingue no es el hecho de que no encontramos a Dios ni en la historia, ni en la naturaleza, ni detrás de la naturaleza, sino el hecho de que consideramos lo que se oculta bajo el nombre de Dios, no como divino, sino como miserable, absurdo, nocivo; no sólo como error, sino como delito contra la vida... Nosotros negamos a Dios en cuanto Dios... Si se nos demostrase este Dios de los cristianos, creeríamos aún menos en él. Para expresarnos con una fórmula:
Deus, qualem Paulus creavit, dei negatio
.

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