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Authors: J.R.R. Tolkien

Tags: #Fantasía

Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media (56 page)

Cuando los Jinetes Negros estaban más allá del Enedwaith y se acercaban ya por fin a Tharbad, tuvieron lo que era para ellos un buen golpe de fortuna, pero desastroso para Saruman
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y mortalmente peligroso para Frodo.

Saruman hacía ya mucho que se interesaba por la Comarca: porque también le interesaba a Gandalf, y sospechaba de él; y porque (también en esto imitaba secretamente a Gandalf) se había acostumbrado a la «hoja de los Medianos» y necesitaba aprovisionamiento, pero por orgullo (pues en una ocasión se había burlado de Gandalf por consumir éste la hierba) lo mantenía tan en secreto como le era posible. Más tarde se añadieron otros motivos. Le gustaba extender su poder, especialmente por las provincias de Gandalf, y comprobó que el dinero que podía procurar para la adquisición de la «hoja» le estaba otorgando poder y estaba corrompiendo a algunos de los Hobbits, en especial a los Ciñatiesa, que eran propietarios de muchas plantaciones, y también a los Sacovilla-Bolsón.
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Pero también había empezado a sentir la certidumbre de que la Co-marca estaba relacionada de algún modo con el Anillo en la mente de Gandalf. ¿Por qué montar una guardia tan severa ante ella? Por tanto empezó a informarse minuciosamente acerca de la Comarca, sus principales personas y familias, sus caminos y otros asuntos. Para esto recurría a Hobbits que vivían en la Comarca, pagados por los Ciñatiesa y los Sacovilla-Bolsón, pero sus agentes eran Hombres de origen dunlendino. Cuando Gandalf rehusó tratar con él, Saruman redobló sus esfuerzos. Los Montaraces tenían sus sospechas, pero no negaron la entrada a los servidores de Saruman, pues Gandalf no estaba en libertad para prevenirlos, y cuando Saruman se fue a Isengard, era todavía considerado un aliado.

Un tiempo atrás, uno de los servidores de Saruman que gozaba de mayor confianza (y que, no obstante, era un bellaco, un proscrito salido de las Tierras Brunas, donde muchos decían que tenia sangre de Orcos) había vuelto de las fronteras de la Comarca, donde había estado negociando la adquisición de «hojas» y otras provisiones. Saruman estaba almacenando materiales en Isengard para abastecerse en caso de guerra. Este hombre volvía ahora para proseguir los negocios y disponer del transporte de muchos artículos antes de que terminara el otoño.
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Tenía órdenes de entrar también en la Comarca si le era posible, y averiguar si recientemente había abandonado el lugar alguna persona conocida. Estaba bien provisto de mapas, listas de nombres y notas acerca de la Comarca.

Varios Jinetes Negros capturaron a este dunledino cuando se aproximaba al cruce de Tharbad. Ganado por el pánico, fue arrastrado ante el Rey Brujo e interrogado. Salvó la vida traicionando a Saruman. El Rey Brujo se enteró así de que Saruman había sabido en todo momento dónde se encontraba la Comarca, y que conocía mucho acerca de ella, y que podría y debería haber comunicado estas noticias a los servidores de Sauron, si hubiera sido un verdadero aliado. El Rey Brujo obtuvo también muchos informes, incluyendo alguno sobre el único nombre que le interesaba: Bolsón. Fue por este motivo que se escogió Hobbiton como destino de una inmediata visita.

El Rey Brujo tenía ahora una inteligencia más clara del asunto. Había sabido algo del país mucho tiempo atrás, en sus guerras con los Dúnedain y, especialmente, de los Tyrn Gorthad de Cardolan, ahora las Quebradas de los Túmulos, cuyas malignas criaturas habían sido enviadas allí por él mismo.
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Al ver que su Amo sospechaba cierto movimiento entre la Comarca y Rivendel, vio también que Bree (cuya situación conocía) era al menos un punto importante para obtener información.
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Por tanto puso la Sombra de Terror sobre el dunlendino y lo envió a Bree como agente. Era el sureño bizco de la Taberna.
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En la versión B se observa que el Capitán Negro no sabía si el Anillo se encontraba aún en la Comarca; tenía que averiguarlo. La Comarca era demasiado grande para someterla a un ataque violento como el que había llevado a cabo contra los Fuertes; debía utilizar tanto sigilo y tan poco terror como le fuera posible, pero también vigilar las fronteras orientales. Por tanto envió a algunos de los Jinetes a la Comarca con órdenes de dispersarse mientras la atravesaban; y, de éstos, Khamûl era el que encontraría Hobbiton (véase nota I), donde vivía Bolsón, de acuerdo con los documentos de Saruman. Pero el Capitán Negro estableció un campamento en Andrath, donde el Camino Verde pasaba por un desfiladero entre las Quebradas de los Túmulos y las Quebradas del Sur;
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y desde allí algunos otros fueron enviados a vigilar y explorar los confines orientales, mientras él visitaba las Quebradas de los Túmulos. En algunas notas acerca de los movimientos de los Jinetes Negros por aquel entonces, se dice que el Capitán Negro se demoró allí unos días, y las criaturas de los Túmulos se despertaron y todos los seres de mal espíritu hostiles a los Elfos y a los Hombres montaron una guardia maligna en el Bosque Viejo y en las Quebradas de los Túmulos.

3
De Gandalf, Saruman y la Comarca

O
tro conjunto de papeles del mismo período comprende un gran número de narraciones inconclusas acerca de anteriores tratos de Saruman con la Comarca, especialmente en lo que concierne a la «hoja de los Medianos», tema que también se menciona en relación con el «sureño bizco» (véase «La búsqueda del Anillo», ii). El texto que sigue es una versión entre muchas, pero aunque más breve que la mayoría, es la más acabada.

Saruman no tardó en sentir envidia de Gandalf, y esta rivalidad por fin se convirtió en odio, tanto más profundo cuanto más disimulado, y también en amargura, porque Saruman sabía en su corazón que el Caminante Gris tenía mayor influencia que él sobre los habitantes de la Tierra Media, aunque ocultaba sus poderes y no deseaba inspirar reverencia ni temor. Saruman no lo reverenciaba, pero llegó a temerlo, pues no sabía con certeza en qué medida percibía Gandalf sus íntimos pensamientos, más perturbados por los silencios que por las palabras del mago. Así fue que abiertamente trató a Gandalf con menos respeto que a los otros Sabios, y estaba siempre dispuesto a contradecirlo o hacer poco caso de sus consejos; mientras que en secreto observaba y ponderaba minuciosamente todo lo que decía, y vigilaba todos sus movimientos en la medida de su capacidad. Así fue como Saruman empezó a ocuparse de los Medianos y de la Comarca, que de otro modo habría considerado indignos de su interés. No pensó en un principio que el interés de su rival por este pueblo tuviera relación alguna con las grandes preocupaciones del Concilio y menos aún con los Anillos del Poder. Pues, realmente, al comienzo no había existido esa relación, y se debió luego tan sólo al amor de Gandalf por el Pequeño Pueblo, a no ser que tuviera en el corazón cierta premonición profunda, que escapaba a su vivaz inteligencia. Durante muchos años visitó abiertamente la Comarca, y hablaba de su pueblo a quien quisiera escucharlo; y Saruman se sonreía como si escuchara un cuento ocioso de un viejo vagabundo, pero, no obstante, le prestaba atención.

Al ver entonces que Gandalf consideraba a la Comarca digna de ser visitada, él mismo la visitó, pero disfrazado y con sumo secreto, hasta que hubo explorado y observado todos sus caminos y sus tierras, y pensó que había aprendido sobre ella todo lo que había por aprender. Y cuando ya no le pareció atinado ni provechoso permanecer allí personalmente, envió espías y sirvientes para que vigilaran las fronteras. Porque aún tenía sospechas. Él mismo había caído tan bajo, que creía que todos los demás miembros del Concilio tenían cada cual objetivos ocultos y de largo alcance para su propio provecho a los que subordinaban todas sus acciones. De modo que cuando mucho después se enteró del hallazgo por el Mediano del Anillo de Gollum, sólo pudo creer que Gandalf lo había sabido desde un principio; y ésta fue su mayor aflicción, pues todo lo que se relacionaba con los Anillos lo consideraba de su ámbito particular. Que la desconfianza que inspiraba a Gandalf fuera merecida y justificada, de ningún modo disminuía su enfado.

La verdad es que en un principio el espionaje y la desmesurada afición al secreto de Saruman no tenían malas intenciones; eran más bien una extravagancia nacida del orgullo. Los pequeños detalles, aunque parezcan indignos de ser mencionados, pueden sin embargo resultar de gran importancia a la larga. Pero, a decir verdad, al reparar en el amor que Gandalf profesaba a la planta que él llamaba «hierba de pipa» (por la cual, aun a falta de otros motivos, el Pequeño Pueblo, debería ser reverenciado, decía), Saruman había fingido burlarse de ella, pero en secreto la probó y empezó a consumirla; y por esa razón la Comarca siguió teniendo importancia para él. No obstante, temía que esto se descubriera y sus propias burlas se volvieran contra él, y que se rieran de él por imitar a Gandalf y lo despreciaran por hacerlo con disimulo. Ésta era pues la razón de la gran reserva de todos sus tratos con la Comarca, incluso desde un principio, antes de que la menor sombra de duda hubiera caído sobre ella, y cuando aún estaba poco vigilada, abierta libremente para todos los que quisieran entrar en ella. Por esta razón también, Saruman dejó de ir él mismo allí; porque llegó a su conocimiento que no había pasado del todo inadvertido a la aguda mirada de los Medianos, y que algunos, al ver una figura semejante a la de un anciano vestido de gris o de bermejo que andaba sigiloso por los bosques o se internaba en el crepúsculo, lo habían tomado por Gandalf. Después de eso Saruman ya no fue a la Comarca por temor de que tales cuentos pudieran difundirse y llegaran a oídos de Gandalf. Pero Gandalf sabía de estas visitas, y adivinó su motivo, y rió, considerando que éste era el menos peligroso de los secretos de Saruman; pero no se lo dijo a nadie, pues no era de su gusto que nadie fuera sometido a vergüenza. No obstante, no se sintió insatisfecho cuando las visitas de Saruman cesaron, pues ya sospechaba de él, aunque no le era posible prever aún que llegaría el día en que el co-nocimiento que tenía Saruman de la Comarca sería peligroso y de la mayor utilidad para el Enemigo, poniéndole la victoria casi al alcance de la mano.

En otra versión hay una descripción de la ocasión en que Saruman se burla abiertamente de Gandalf por consumir la «hierba de pipa»:

Ahora bien, por causa del disgusto y el temor que le provocaba, en los últimos días Saruman evitaba a Gandalf y rara vez se encontraban, salvo en las asambleas del Concilio Blanco. Fue en el gran Concilio celebrado en 2851 cuando se habló por primera vez de la «hoja de los Medianos», y el asunto se consideró divertido en ese momento, aunque luego se recordó bajo una luz diferente. El Concilio se reunió en Rivendel, y Gandalf estaba sentado aparte, silencioso, pero fumando prodigiosamente (algo que nunca había hecho antes en tales ocasiones) mientras Saruman hablaba en su contra y sostenía con insistencia que, en oposición al consejo de Gandalf, Dol Guldur no debía ser atacada todavía. Tanto el silencio como el humo parecían molestar mucho a Saruman, y antes de que el Concilio se dispersara, le dijo a Gandalf: —Cuando se debaten asuntos de peso, Mithrandir, me asombra un poco que juguéis con vuestros juguetes de humo y fuego mientras los demás hablan con seriedad.

Pero Gandalf se echó a reír y replicó: —No os asombraríais si vos mismo consumierais esta hierba. Descubriríais que el humo librado despeja la mente de las sombras interiores. De cualquier modo, proporciona la paciencia de escuchar errores sin enfado. Pero no es uno de mis juguetes. Es un arte del Pequeño Pueblo del Oeste: alegre y digno pueblo, aunque no de mucho interés, quizá, para vuestros altos designios políticos.

No se sintió Saruman muy apaciguado con esta respuesta (pues odiaba las burlas, aunque fueran benignas) y dijo entonces fríamente: —Os mofáis, Señor Mithrandir, como es vuestra costumbre. Sé perfectamente que os habéis convertido en un explorador de lo pequeño: hierbas, animalitos salvajes y un pueblecito infantil. Sois libre de disponer de vuestro tiempo como gustéis, si no tenéis nada mejor que hacer; y podéis escoger vuestros amigos donde queráis. Pero para mí los días son demasiado oscuros como para prestar oídos a cuentos de viajeros, y no tengo tiempo para simplezas de campesinos.

Gandalf no rió esta vez; y no respondió, sino que, mirando de manera penetrante a Saruman, inhaló su pipa y exhaló un gran anillo de humo al que siguieron otros varios más pequeños. Entonces levantó la mano como para cogerlos, y se desvanecieron en el aire. Luego se puso en pie y abandonó a Saruman sin añadir una palabra; pero Saruman se quedó un momento en silencio y se le ensombreció la cara de duda y disgusto.

Esta historia aparece en media docena de manuscritos diferentes, y en uno de ellos se dice que Saruman se había vuelto suspicaz, pues dudaba de si había interpretado correctamente la intención de Gandalf al exhalar anillos de humo (sobre todo, si mostraba alguna conexión entre los Medianos y el importante asunto de los Anillos del Poder, por improbable que esto pudiera parecer); y dudaba de que alguien tan eminente se interesara por un pueblo tan insignificante como el de los Medianos sin otro motivo que el propio valor atribuido a este pueblo.

En otro (tachado) se explica la intención de Gandalf:

Era extraño que Gandalf, enfadado por la insolencia de Saruman, escogiera esta manera de señalarle que sospechaba que el deseo de poseerlos había empezado a incorporarse a su política y a su estudio de la historia de los Anillos; y de advertirle que se le interpondría en el camino. Porque no cabe duda de que Gandalf no había pensado hasta entonces que los Medianos (y aún menos los que fumaban) tuvieran nada que ver con los Anillos.
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No obstante, cuando más tarde los Medianos quedaron realmente involucrados en tan importante asunto, Saruman sólo pudo pensar que Gandalf lo había sabido o previsto, y que se lo había ocultado a él y al Concilio; y que su propósito era el único que Saruman podía concebir: conseguir el Anillo y excluirlo a él.

En «La Cuenta de los Años» el epígrafe correspondiente a 2851 se refiere a la celebración del Concilio Blanco en ese año, en el que Gandalf insistió en el ataque contra Dol Guldur, y la opinión de Saruman prevaleció sobre la suya; y una nota al pie del epígrafe dice: «Fue luego evidente que Saruman había empezado por entonces a desear la posesión del Anillo Único, y tenía esperanzas de que se revelara de por sí y buscara a su amo, si se dejaba a Sauron en paz por algún tiempo». La historia que precede muestra que Gandalf mismo sospechaba esto de Saruman en el tiempo del Concilio de 2851; aunque mi padre comentó después que, según la historia que contó Gandalf al Concilio de Elrond acerca de su encuentro con Radagast, no sospechó seriamente de la traición de Saruman (o de sus deseos de posesión del Anillo) hasta haber sido hecho prisionero en Orthanc.

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