Read Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media Online
Authors: J.R.R. Tolkien
Tags: #Fantasía
—¿Es esto una tumba? Y en este caso, ¿qué gran hombre de antaño yace aquí?
—¿No has leído las letras? —preguntó Cirion.
—Lo hice —dijo el Príncipe—,
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y por ello me asombro; porque las letras son lambe, ando, lambe, pero no existe la tumba de Elendil, ni nadie se ha atrevido nunca desde sus días a llevar ese nombre.
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—No obstante, ésa es su tumba —dijo Cirion— y de ella proviene el reverente temor que reina en esta colina y en los bosques que la rodean. Desde Isildur, que la levantó, hasta Meneldil, que lo sucedió, y así sucesivamente, a lo largo del linaje de los Reyes y del linaje de los Senescales hasta mí mismo, esta tumba se ha mantenido en secreto por orden de Isildur. Porque dijo: «Aquí se encuentra el punto medio del Reino del Sur
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y aquí se guardará la memoria de Elendil el Fiel bajo la protección de los Valar mientras el Reino perdure. Esta colina será un santuario y que nadie perturbe su paz ni su silencio, a no ser que sea heredero de Elendil». Os he traído aquí esperando que los votos que se hagan tengan la máxima solemnidad para nosotros y para los herederos de ambas partes.
Entonces todos los allí presentes se quedaron un rato de pie, en silencio, con la cabeza gacha, hasta que Cirion dijo a Eorl: —Si estás dispuesto, haz ahora tu voto como te parezca conveniente y de acuerdo con las costumbres de tu pueblo.
Eorl avanzó entonces y, tomando su espada del escudero, la colocó erguida sobre la tierra. Luego la desenvainó y la arrojó al aire; la espada resplandeció con la luz del sol, y Eorl, atrapándola otra vez, se adelantó y puso su hoja sobre el montículo, pero con la mano todavía en torno a la empuñadura. Entonces pronunció en voz alta el Juramento de Eorl. Esto dijo en la lengua de los Éothéod, y que en Lengua Común se interpreta así:
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Escuchad ahora todos los pueblos que no os inclináis ante la Sombra del Este, por dádiva del Señor de Montburgo, vendremos a habitar en la tierra que él llama Calenardhon y, por tanto, juro en mi propio nombre y en el de los Éothéod del Norte que entre nosotros y el Gran Pueblo del Oeste habrá eterna amistad: sus enemigos serán los nuestros, su necesidad será la nuestra, y cualesquiera males o amenazas o ataques que sufran, los ayudaremos con el máximo de nuestras fuerzas. Este juramento será vinculante para mis herederos, tantos como me sigan en esta nuestra nueva tierra: que lo mantengan sin quebrantarlo, no sea que la Sombra los cubra y sean maldecidos.
Entonces Eorl envainó su espada y se inclinó y volvió junto a sus capitanes.
Cirion respondió entonces. Irguiéndose con toda su estatura, puso su mano sobre la tumba y en la mano derecha sostuvo el cetro blanco de los Senescales y pronunció palabras que produjeron un respeto reverente en quienes las escucharon. Porque mientras estaba así de pie, el sol descendía en llamas al Oeste y su blanco traje parecía encendido; y después de haber jurado que Gondor estaría obligado por un igual vínculo de amistad en toda necesidad, alzó la voz y dijo en quenya:
Vanda sina termaruva Elenna-nóreo alcar enyalien ar Elendil Vorondo voronwë. Nai tiruvantes i hárar mahalmassen mi Númen ari Eru i orilyë mahalmar eä tennoio.
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Y nuevamente dijo en Lengua Común:
Este juramento se mantendrá en memoria de la gloria de la Tierra de la Estrella y de la fe de Elendil el Fiel, en custodia de aquellos que se sienten en los tronos del Oeste y de Aquel que está para siempre por encima de todos los tronos.
Semejante juramento no se había oído nunca en la Tierra Media desde que el mismo Elendil juró alianza con Gilgalad, Rey de los Eldar.
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Cuando todo hubo terminado y caían las sombras de la noche, Cirion y Eorl con su compañía descendieron en silencio por el Bosque oscurecido, y volvieron al campamento junto a la Corriente Mering, donde se habían preparado tiendas para ellos. Y después que hubieron comido, Cirion y Eorl, con el Príncipe de Dol Amroth y Éomund, el capitán principal de los Éothéod, se sentaron juntos y definieron los límites de la autoridad del Rey de los Éothéod y del Senescal de Gondor.
Los límites del reino de Eorl serían: al oeste, el río Angren desde su unión con el Adorn, y desde allí hacia el norte hasta los cercos exteriores de Agrenost, y desde allí hacia el oeste y hacia el norte a lo largo de las lindes del Bosque de Fangorn hasta el río Limclaro; y ese río era el límite septentrional, pues la tierra de más allá nunca había sido reclamada por Gondor.
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Al este sus límites serían el Anduin y el risco occidental de las Emyn Muil hasta los marjales de las Bocas del Onodló, y más allá de ese río, la corriente del Glanhír, que fluía a través del Bosque de Anwar para unirse al Onodló; y al sur sus límites serían Ered Nimrais hasta el extremo de su brazo septentrional, pero todos esos valles y abras abiertos hacia el norte pertenecerían a los Éothéod, como también la tierra al sur de las Hithaeglir entre los ríos Angren y Adorn.
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En todas esas regiones Gondor conservaba todavía a su mando sólo la fortaleza de Angrenost, dentro de la cual se levantaba la tercera Torre de Gondor, la inexpugnable Orthanc, donde se conservaba la cuarta de las palantiri del reino del sur. En los días de Cirion, Angrenost estaba todavía ocupada por una guardia de gondoreanos, pero éstos se habían convertido en un pequeño pueblo asentado gobernado por una capitanía hereditaria, y las llaves de Orthanc estaban al cuidado del Senescal de Gondor. Los «cercos exteriores» nombrados en la descripción de los límites del reino de Eorl eran un muro y un terraplén que se prolongaban unas dos millas al sur de las puertas de Angrenost, entre las colinas en que terminaban las Montañas Nubladas; más allá se extendían las tierras cultivadas de los habitantes de la fortaleza.
Se acordó también que el Gran Camino que anteriormente recorría Anórien y Calenardhon hasta Athrad Angren (los Vados del Isen),
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y de allí hacia el norte a Arnor, debía estar abierto al tránsito de ambos pueblos sin impedimentos en tiempos de paz, y desde la Corriente Mering hasta los Vados del Isen su mantenimiento estaría a cargo de los Éothéod.
Por este pacto sólo una pequeña parte del Bosque de Anwar, el oeste de la Corriente Mering, quedaba incluida en el reino de Eorl; pero Cirion declaró que la Colina de Anwar pasaba a ser un lugar sagrado para ambos pueblos, y los Eórlidas y los Senescales en adelante compartirían su custodia y mantenimiento. En días posteriores, sin embargo, cuando los Rohirrim crecieron en número y poderío mientras Gondor declinaba y estaba por siempre amenazada desde el Este y el mar, los guardianes de Anwar fueron exclusivamente hombres de Folde Este, y el Bosque se volvió por costumbre parte del dominio real de los Reyes de la Marca. A la Colina la llamaron Halifirien, y al Bosque, el Firienholt.
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En épocas posteriores, el día del Juramento se consideró el primero del nuevo reino, cuando se le dio a Eorl el título de Rey de la Marca de los Jinetes. Pero por entonces transcurrió algún tiempo antes de que los Rohirrim tomaran posesión de la tierra, y en vida Eorl fue conocido como Señor de los Éothéod y Rey de Calenardhon. El término Marca significaba frontera, especialmente la que sirve como defensa de las tierras interiores de un reino. Fue Hallas, hijo y sucesor de Cirion, quien utilizó por primera vez los nombres sindarin «Rohan» para la Marca y «Rohirrim» para el pueblo, pero después fueron utilizados a menudo no sólo en Gondor, sino por los mismos Éothéod.
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Al día siguiente del Juramento, Cirion y Eorl se abrazaron y se despidieron con pesar. Porque Eorl dijo: —Señor Senescal, tengo mucho por hacer y de prisa. Esta tierra está ahora libre de enemigos; pero no están destruidos de raíz, y más allá del Anduin y en las lindes del Bosque Negro no sabemos qué peligros acechan. Envié ayer a tres mensajeros al norte, hombres bravos y expertos jinetes, con la esperanza de que uno llegue por lo menos antes que yo a mi patria. porque ahora he de retornar y con alguna fuerza; mi tierra quedó con pocos hombres, los que son aún demasiado jóvenes y los muy ancianos; y si han de emprender tan largo viaje, nuestras mujeres e hijos, con todo lo que no podemos dejar atrás, deben recibir protección; y sólo al Señor de los Éothéod en persona seguirán. Dejaré tras de mí a todas las fuerzas que pueda, casi la mitad del ejército que se encuentra ahora en Calenardhon. Habrá algunas compañías de arqueros montados para que acudan a donde la necesidad lo exija, si alguna banda del enemigo todavía ronda por la región; pero lo principal de la fuerza estará en el nordeste para que monte guardia en el sitio donde los Balchoth cruzaron el Anduin desde las Tierras Pardas; porque ahí está todavía el más grande peligro, y ahí está también mi más grande esperanza, si regreso, de conducir a mi pueblo a su nueva tierra con tan poca aflicción y pérdida como sea posible. Si regreso, digo; pero tened por seguro que lo haré para mantener el juramento, a no ser que nos advenga un desastre y perezca con mi pueblo en el largo recorrido. Porque éste por fuerza habrá de hacerse a lo largo de la orilla oriental del Anduin siempre bajo la amenaza del Bosque Negro, y en el tramo final deberá pasar por el valle oscurecido por la sombra de la colina que llamáis Dol Guldur. Sobre la margen occidental no hay sendero para jinetes ni para una gran hueste de gente y carros, aun cuando las Montañas no estuvieran infestadas de Orcos; y nadie alcanza a pasar, sean muchos o pocos, por el Dwimordene, donde habita la Dama Blanca que teje redes de las que ningún mortal puede escapar.
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Por la ruta del este iré, como vine a Celebrante y que los que hemos invocado como testigos de nuestros juramentos nos tengan en su custodia. ¡Despidámonos con esperanzas! ¿Tengo vuestra venia?
—Por supuesto que la tenéis —dijo Cirion—, pues veo ahora que no puede ser de otro modo. Me doy cuenta de que preocupado por los riesgos en que nosotros incurríamos, he pensado demasiado poco en los peligros que habéis enfrentado y en la maravilla de que hayáis logrado llegar, contra toda esperanza, tras haber recorrido tantísimas leguas desde el Norte. La recompensa que ofrecí con alegría y plenitud de corazón en el momento en que fuimos salvados parece ahora pequeña. Pero creo que las palabras de mi juramento, dichas sin calcular previamente con atención todas sus consecuencias, no fueron puestas en mi boca en vano. Despidámonos, pues, con esperanzas.
Sin duda, gran parte de lo que aquí se pone en boca de Eorl y Cirion en ocasión de su despedida y de su juramento la noche antes, obedece al estilo de las Crónicas; pero es cierto que Cirion dijo al despedirse lo que aquí se le atribuye acerca de la inspiración de su juramento, porque era hombre de escaso orgullo y gran coraje y generosidad de corazón, el más noble de los Senescales de Gondor.
S
e dice que cuando Isildur volvió de la Guerra de la Última Alianza, permaneció un tiempo en Gondor poniendo orden en el reino y dando instrucciones a Meneldil, su sobrino, antes de partir a hacerse cargo del reinado de Amor. Con Meneldil y un grupo de amigos de confianza hizo un viaje por las fronteras de todas las tierras que Gondor reivindicaba; y cuando volvían de la frontera septentrional a Anórien, se acercaron a la alta colina que se llamaba entonces Eilenaer, pero que se llamó después Amon Anwar, «Montaña del Temor Reverente».
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Se encontraba cerca del punto central de las tierras de Gondor. Trazaron un sendero a través de los densos bosques que crecían sobre sus laderas septentrionales, y así llegaron a su cima, que era verde y despojada de árboles.
Allí nivelaron un espacio y en su extremo oriental levantaron un montículo; en su interior Isildur puso una caja que llevaba con él. Entonces dijo: —Ésta es la tumba y el túmulo en memoria de Elendil el Fiel. Aquí se levantará, en el punto medio del Reino del Sur bajo la protección de los Valar mientras el Reino perdure; y este lugar será un santuario que nadie profanará. Que nadie perturbe su paz ni su silencio a no ser que sea heredero de Elendil.
Construyeron una escalinata de piedra desde la margen del bosque hasta la cima de la colina; e Isildur dijo: —Por esta escalera nadie subirá, salvo el Rey y los que él traiga con él si los invita a seguirlo. —Entonces todos los allí presentes debieron jurar el mantenimiento del secreto; pero Isildur dio este consejo a Meneldil: que el Rey debería visitar el santuario de vez en cuando, especialmente cuando sintiera necesidad de sabio consejo en días de peligro y aflicción; allí también debería llevar a su heredero cuando alcanzara éste la plena virilidad, y contarle la creación del santuario y revelarle los secretos del reino y otros asuntos de los que el heredero debiera tener conocimiento.
Meneldil siguió el consejo de Isildur, y todos los Reyes que vinieron después de él, hasta Rómendacil I (el quinto después de Meneldil). En su tiempo Gondor fue atacada por primera vez por los Hombres del Este;
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y por temor de que la tradición se interrumpiera por causa de la guerra o súbita muerte o algún otro infortunio, hizo que la «Tradición de Isildur» se pusiera por escrito en un pergamino sellado, junto con otras cosas que todo nuevo Rey debía saber; y este pergamino entregaba el Senescal al Rey antes de su coronación.
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Esta entrega en adelante se llevó siempre a cabo, aunque la costumbre de visitar el santuario de Amon Anwar en compañía del heredero la mantuvieron casi todos los Reyes de Gondor.