Read Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media Online
Authors: J.R.R. Tolkien
Tags: #Fantasía
Cuando el grueso del ejército de los Aurigas avanzó con intención de ataque, eran las dos de la tarde, y Minohtar había hecho retirar su línea al extremo del gran Camino del Norte de Ithilien, a media milla del punto en que doblaba al este hacia las Torres de Vigilancia de las Morannon. El triunfo inicial de los Aurigas fue el comienzo de su ruina. Ignorando el número y la disposición del ejército de defensa, habían lanzado un primer ataque demasiado pronto, antes de que la mayor parte de ese ejército hubiera abandonado la estrecha tierra de Ithilien, y el éxito de la carga de los carros y la caballería había resultado más rápido y abrumador de lo esperado. El ataque fundamental se retardó demasiado entonces, y ya no pudieron valerse con plena eficacia de la superioridad numérica de acuerdo con la táctica que habían adoptado, pues estaban más acostumbrados a guerrear en campo abierto. Bien es posible suponer que, estimulados por la caída del Rey y la desordenada huida de una gran parte del Centro opositor, creyeran haber vencido ya a las fuerzas defensivas, y que su propio ejército no tenía más que invadir y ocupar Gondor. Si era así, estaban engañados.
Los Aurigas avanzaron con escaso orden, todavía exultantes y cantando cantos de victoria, sin ver aún signos de defensa alguna que les saliera al encuentro, hasta que descubrieron que el camino a Gondor doblaba al sur hacia una estrecha arboleda bajo la oscura sombra del Ephel Dúath, donde un ejército sólo podía marchar o cabalgar ordenadamente por una larga ruta. Ante ellos avanzaba por una profunda hendedura…
Aquí el texto queda abruptamente interrumpido, y las notas y borradores para una posible continuación son en su mayor parte ilegibles. Es posible concluir, sin embargo, que los hombres de Éothéod lucharon junto con Ondoher; y también que se le ordenó al segundo hijo de Ondoher, Faramir, que permaneciera en Minas Tirith como regente, pues la ley no permitía que sus dos hijos intervinieran en la batalla al mismo tiempo (algo similar se dice antes en la narración). Pero Faramir no lo hizo; fue a la guerra disfrazado y allí lo mataron. La escritura es aquí casi imposible de descifrar, pero parece que Faramir se unió a los Éothéod y fue atrapado con un grupo de ellos mientras retrocedían hacia la Ciénaga de los Muertos. El jefe de los Éothéod (cuyo nombre es indescifrable después del primer elemento Marh-) acudió a rescatarlos, pero Faramir murió en sus brazos, y sólo cuando le registró el cuerpo descubrió señales que indicaban que se trataba del Príncipe. El jefe de los Éothéod fue entonces a reunirse en el extremo del Camino del Norte, en Ithilien, con Minohtar, quien, en ese preciso momento, daba órdenes de que se llevara un mensaje al Príncipe en Minas Tirith, en el que se le comunicaba que era ahora Rey. Fue entonces cuando el jefe de los Éothéod le dio la noticia de que el Príncipe había ido disfrazado a la batalla y allí había muerto.
La presencia de los Éothéod y el papel que representa su jefe pueden explicar que en esta narración, que constituye ostensiblemente una crónica del comienzo de la amistad entre Gondor y los Rohirrim, se incluyera esta elaborada historia de la batalla del ejército de Gondor con los Aurigas.
El pasaje final del texto conservado da la impresión de que la exaltación y el júbilo del ejército de los Aurigas, mientras descendían por el camino a la profunda hendedura, duraría muy poco, pero las notas finales muestran que no iban a ser contenidos durante mucho tiempo por la defensa de retaguardia de Minohtar. «Los Aurigas penetraron implacablemente en Ithilien» y «al atardecer del decimotercer día de Cermië aplastaron a Minohtar», que fue muerto por una flecha. Se dice aquí que éste era hijo de la hermana del Rey Ondoher. «Sus hombres lo retiraron de la refriega y lo que quedaba de la retaguardia huyó hacia el sur a reunirse con Adrahil.» El comandante principal de los Aurigas ordenó entonces detener el avance y celebró una fiesta. Nada más puede descifrarse; pero una breve crónica que figura en el Apéndice A de
El Señor de los Anillos
cuenta cómo Eärnil vino del sur y los obligó a retirarse en desorden:
En 1944 el Rey Ondoher y sus dos hijos Artamir y Faramir cayeron en la batalla al norte de las Morannon, y el enemigo penetró en Ithilien. Pero Eärnil, Capitán del Ejército del Sur, obtuvo una gran victoria en Ithilien del Sur y destruyó al ejército de Harad que había cruzado el Río Poros. Yendo de prisa hacia el norte, reunió a todos los que pudo del Ejército del Norte en retirada y avanzó sobre el principal campamento de los Aurigas mientras éstos estaban entregados a la diversión y a la juerga creyendo que Gondor había sido vencida y que nada quedaba por hacer, excepto recoger el botín. Eärnil irrumpió entonces en el campamento y puso fuego a los carros, y expulsó de Ithilien al enemigo, que huyó en desbandada. Gran parte de los que escaparon delante de él, perecieron en la Ciénaga de los Muertos.
En «La Cuenta de los Años» la victoria de Eärnil recibe el nombre de la Batalla del Campamento. Después de la muerte de Ondoher y sus dos hijos en las Morannon, Arvedui, último rey del reino del norte, reclamó la corona de Gondor; pero no fue escuchado, y en el año que siguió a la Batalla del Campamento, Eärnil recibió la corona. Su hijo fue Eärnur, que murió en Minas Morgul después de aceptar el reto del Señor de los Nazgûl, y fue el último de los Reyes del reino del sur.
M
ientras los Éothéod vivían todavía en su vieja patria,
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eran conocidos en Gondor como un pueblo en el que se podía confiar, y recibían noticias de todo cuanto pasaba en esa región. Eran un resto de los Hombres del Norte, considerados parientes en remotos tiempos de los Dúnedain, y en los días de los grandes Reyes habían sido sus aliados y habían contribuido con su sangre al bienestar del pueblo de Gondor. No pasó, pues, inadvertido en Gondor que los Éothéod se trasladaran al Norte lejano en los días de Eärnil II, el penúltimo Rey del reino del sur.
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La nueva tierra de los Éothéod estaba al norte del Bosque Negro, entre las Montañas Nubladas al oeste y el Río del Bosque al este. Hacia el sur se extendía hasta la confluencia de los dos cortos ríos que ellos llamaron Grislin y Fuente Lejana. Grislin nacía en Ered Mithrin, las Montañas Grises, pero descendía de las Montañas Nubladas, y llevaba ese nombre porque era allí donde nacía el Anduin, que, a partir de su unión con el Grislin, llamaban Anegación Lejana.
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Todavía había intercambio de mensajeros entre Gondor y los Éothéod después de que éstos hubieran partido; pero había unas cuatrocientas cincuenta de nuestras millas entre la confluencia del Grislin y el Fuente Lejana (donde se encontraba su único burgo fortificado) y la del Limclaro y el Anduin en línea directa a vuelo de pájaro, y mucho más para los que viajaban por tierra; y de igual modo había unas ochocientas millas hasta Minas Tirith.
La crónica de Cirion y Eorl no informa de acontecimiento alguno antes de la Batalla del Campo de Celebrant; pero a partir de otras fuentes puede suponerse lo siguiente.
Las extensas tierras al sur del Bosque Negro, desde las Tierras Pardas hasta el Mar de Rhûn, que no ofrecían obstáculo a los invasores venidos del Este hasta llegar al Anduin, era motivo de preocupación e inquietud para los gobernantes de Gondor. Pero durante la Paz Vigilada,
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los fuertes a lo largo del Anduin, especialmente los de la orilla occidental de los Codos, habían quedado abandonados y descuidados.
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Al cabo de ese tiempo, Gondor fue atacada a la vez por Orcos no lejos de Mordor (que durante mucho tiempo no se había vigilado) y por los Corsarios de Umbar, y no se tenían hombres ni hubo oportunidad para apostar gente armada a lo largo de la línea del Anduin al norte de Emyn Muil.
Cirion se convirtió en Senescal de Gondor en el año 2489. La amenaza del Norte le preocupaba de continuo y reflexionaba sin cesar sobre cómo prevenir la invasión desde esa región a medida que las fuerzas de Gondor disminuían. Instaló a unos pocos hombres en los viejos fuertes para que vigilaran los Codos y envió exploradores y espías a las tierras que se extendían entre el Bosque Negro y Dagorlad. No tardó así en enterarse de que nuevos y peligrosos enemigos venidos del Este se estaban infiltrando sin pausa desde más allá del Mar de Rhûn. A los Hombres del Norte supervivientes, amigos de Gondor que todavía vivían al este del Bosque Negro, los mataban y los rechazaban hacia el Norte, a lo largo del Río Rápido, y hacia el Bosque.
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Pero nada podía hacer para ayudarlos, y se hizo más y más peligroso recoger noticias; fueron demasiados los exploradores suyos que no volvieron nunca.
Así fue que solamente cuando hubo transcurrido el año 2509 se enteró Cirion de que se preparaba un gran movimiento contra Gondor: huestes de hombres se reunían a lo largo de las lindes meridionales del Bosque Negro. Contaban sólo con armas rudi-mentarias y no disponían de muchos caballos para cabalgar, pues los utilizaban sobre todo como animales de tiro por tener muchos grandes carros al igual que los Aurigas (con quienes sin duda estaban emparentados) que atacaron a Gondor durante los últimos días de los Reyes. Pero lo que les faltaba en pertrechos de guerra lo compensaban en número, en la medida en que puede conjeturarse.
Enfrentado con este peligro, Cirion, desesperado, finalmente pensó en los Éothéod y decidió enviarles mensajeros. Pero tendrían que atravesar Calenardhon y cruzar los Codos y luego recorrer tierras ya vigiladas y patrulladas por los Balchoth
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antes de llegar a los Valles del Anduin. Esto significaría una cabalgada de unas cuatrocientas cincuenta millas hasta los Codos, y más de quinientas desde allí hasta los Éothéod, y desde los Codos se verían forzados a ir cautelosos y sobre todo de noche hasta dejar atrás la sombra de Dol Guldur. Cirion tenía escasas esperanzas de que alguno pudiera hacerlo. Convocó voluntarios, y escogiendo a seis jinetes de gran valentía y resistencia, los envió por pares y con un día de intervalo entre ellos. Cada cual llevaba un mensaje aprendido de memoria y también una pequeña piedra con la inscripción del sello de los Senescales,
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para que los diera al Señor de los Éothéod en persona si lograba llegar a esa tierra. Él mensaje estaba dirigido a Eorl, hijo de Léod, porque Cirion sabía que había sucedido a su padre unos años antes, cuando no era sino un joven de dieciséis, y aunque ahora no contaba sino con veinticinco, era alabado en todas las nuevas que llegaban a Gondor como hombre de gran valentía y con una sabiduría propia de una edad más avanzada. No obstante, Cirion tenía pocas esperanzas de que aun cuando el mensaje le llegara, tendría éste respuesta. Sólo la vieja amistad que unía a los Éothéod con Gondor lo decidiría a acudir desde tan lejos con las fuerzas de que pudiera disponer. Las nuevas de que los Balchoth estaban destruyendo a los últimos miembros de su linaje en el sur, si no las conocía ya, podrían dar peso a su llamada, si los mismos Éothéod no estaban amenazados de ataque. Cirion no dijo nada más,
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y ordenó al ejército con que contaba que hiciera frente a la tormenta. Reunió las mayores fuerzas que pudo, y poniéndose él mismo al mando, se aprontó a conducirlas hacia el norte, a Calenardhon, lo más de prisa posible. Dejó al mando a Hallas, su hijo, en Minas Tirith.
El primer par de mensajeros partió el décimo día de Súlimë; y uno de esos dos, entre todos los seis, logró llegar ante los Éothéod. Era Borondir, un gran jinete perteneciente a una familia que se decía descendiente de un capitán de los Hombres del Norte al servicio de los Reyes de antaño.
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De los otros nunca se supo nada, salvo del compañero de Borondir. Fue muerto a flechazos en una emboscada al pasar cerca de Dol Guldur, de la que escapó Borondir por fortuna y gracias a la rapidez de su caballo. Fue perseguido hacia el norte hasta los Campos Gladios, y a menudo importunado por hombres que salían del Bosque, tuvo que alejarse del camino directo. Llegó por fin ante los Éothéod al cabo de quince días y sin alimento los dos últimos; y estaba tan agotado que apenas pudo pronunciar su mensaje ante Eorl.
Era entonces el vigésimo quinto día de Súlimë. Eorl deliberó consigo mismo en silencio; pero no le exigió largo tiempo. Al cabo de un rato se puso en pie y dijo: —Iré. Si la Mundburg cae, ¿hacia dónde huiremos en la Oscuridad? —Entonces estrechó la mano de Borondir como signo de su promesa.
Eorl en seguida convocó a su Consejo de Ancianos, y empezó a prepararse para la gran expedición. Pero esto le llevó varios días porque el ejército tenía que ser reunido, y había que tomar disposiciones con miras a la organización de la población y a la defensa de la tierra. En ese tiempo los Éothéod estaban en paz y no tenían miedo de la guerra, aunque quizás esto podía cambiar cuando se enteraran de que su señor se había ido a batallar a lo lejos en el sur. No obstante, Eorl advertía perfectamente que nada lograría si no movilizaba todas sus fuerzas, y debía arriesgarlo todo o echarse atrás y quebrantar su promesa.
Por fin el entero ejército fue reunido; y sólo unos pocos centenares quedaron atrás para dar apoyo a los hombres que por su excesiva juventud o por su vejez eran inadecuados para tan desesperada aventura. Era entonces el sexto día del mes de Víressë. Ese día, en silencio, la gran éoherë se puso en camino dejando el miedo atrás y llevando consigo escasas esperanzas; porque no sabían qué tenían por delante, ni a lo largo del camino ni al llegar a destino. Se dice que Eorl condujo a unos siete mil jinetes plenamente armados y unos centenares de arqueros montados. A su derecha cabalgaba Borondir para que le sirviera de guía en la medida en que fuera capaz, pues hacía poco había atravesado esas tierras. Pero su gran ejército no fue amenazado ni atacado durante la larga travesía por los Valles del Anduin. Todas las gentes, buenas o malas, al verlos aproximarse, huían a su paso por miedo a su poderío y esplendor. Mientras avanzaban hacia el sur y pasaban por la parte meridional del Bosque Negro (bajo el Entrante Oriental), que estaba entonces infestado por la presencia de los Balchoth, no hallaron, sin embargo, señales de hombres, ni reunidos en ejércitos ni en partidas de exploración, que se interpusieran en su camino o espiaran sus movimientos. En parte esto era consecuencia de acontecimientos que les eran desconocidos, ocurridos después de la partida de Borondir; pero otros poderes obraban además. Porque cuando por fin el ejército se acercó a Dol Guldur, Eorl se desvió hacia el oeste por temor de la sombra oscura y de la nube que de allí salían, y luego prosiguió la marcha sin perder de vista el Anduin. Muchos jinetes dirigieron hacia allí sus miradas, a medias con el temor y a medias con la esperanza de divisar a lo lejos las luces de Dwimordene, la peligrosa tierra de la que se cuenta en las leyendas populares que brilla como el oro en primavera. Pero ahora parecía amortajada en una niebla de suave resplandor; y para su consternación la niebla cruzó el río y se extendió por encima de la tierra ante ellos.