Read Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media Online
Authors: J.R.R. Tolkien
Tags: #Fantasía
En un ensayo que trata de cómo se otorgaban los nombres entre los Eldar de Valinor, se dice que era costumbre tener dos «primeros nombres» (essi); uno lo daba el padre al nacer el hijo; comúnmente recordaba el propio nombre del padre, por la forma o el significado, y aun podía ser el mismo. El segundo se daba más tarde, a veces mucho mas tarde, pero otras poco después del nacimiento; y éste lo daba la madre; estos nombres maternos tenían gran importancia, pues las madres de los Eldar adornaban el carácter y la habilidad de sus hijos, y muchas tenían el don de la previsión profética. Además, cualquiera de los Eldar podía adquirir un epessë («segundo nombre»), que no provenía necesariamente de la familia, un sobrenombre otorgado generalmente como título de admiración y honor; y el epessë podía llegar a convertirse en el nombre reconocido posteriormente en cantos e historias (como fue el caso, por ejemplo, de Ereinion, siempre conocido por su epessë Gil-galad).
Así, el nombre Alatáriel, que, de acuerdo con una versión posterior, Celeborn le dio a Galadriel en Aman, era un epessë (véase la etimología en el Apéndice de
El Silmarillion
, bajo el encabezamiento kal-) que ella decidió usar en la tierra Media en la forma sindarin, Galadriel, prefriéndolo al «nombre paterno» Artanis, o al «nombre materno» Nerwen.
Sólo en la última versión aparece Celeborn con un nombre alto élfico, en lugar del sindarin Teleporno. Se dice que en realidad ésta es una forma telerín; la raíz antigua de la palabra élfica que significaba «plata» era kyelep, celel en sindarin, telep, telpe en telerín, y tyelep, tyelpe en quenya. Pero en quenya la forma telpe fue de uso común por influencia del telerín; porque Los Teleri apreciaban la plata más que el oro, y su habilidad como orfebres era estimada aun por los Noldor. Así, Telperion era más común que Tyelperion como nombre del Árbol Blanco de Valinor. (Alatáriel era también telerín; la forma quenya era Altáriel).
Cuando se concibió por primera vez, el nombre Celeborn tenía que significar «Árbol de Plata”; éste era también el nombre del Árbol de Tol Eressëa (
El Silmarillion
). Los parientes íntimos de Celeborn tenían «nombres de árbol»: Galadhon, su padre; Galathil, su hermano, y Ninloth, su sobrina, que llevaba el mismo nombre que el Árbol Blanco de Númenor. En los últimos escritos filológicos de mi padre, sin embargo, el significado «Árbol de Plata» fue abandonado: el segundo elemento de Celeborn (como nombre de persona) derivaba de la antigua forma adjetiva ornā, «erguido, alto», más que del sustantivo emparentado ornē, «árbol». (Orn se aplicaba a los árboles más rectos y esbeltos, como los abedules, mientras que los más corpulentos y de ramas más voluminosas, como los robles y las hayas, se llamaban en lengua antigua galadā, «gran desarrollo»; pero esta distinción no se observó siempre en quenya y desapareció en sindarin, donde todos los árboles se llamaron galadh, y orn cayó en desuso, sobreviviendo sólo en los versos y los cantos, y en muchos nombres, tanto de árboles como de personas). que Celeborn era alto se menciona más tarde en una nota a la exposición sobre las medidas de longitud Númenóreanas.
Sobre la ocasional confusión del nombre de Galadriel con la palabra galadh, mi padre escribió:
Cuando Celeborn y Galadriel se convirtieron en gobernantes de los Elfos de Lórien (que eran en su mayoría Elfos silvanos de origen, y se llamaban a sí mismos los Galadhrim), el nombre de Galadriel se asoció con los árboles, asociación a la que ayudó el nombre de su marido, que también parecía tener nombre de árbol; de modo que fuera de Lórien, entre aquellos que ya no recordaban claramente los días antiguos y La historia de Galadriel, su nombre fue a menudo Galadhriel, aunque no en Lórien.
Cabe mencionar aquí que Galadhrin es la ortografía correcta del nombre de los Elfos de Lórien, y lo mismo en lo que se refiere a Caras Galadhon. Al principio, mi padre cambió la forma sonora th (como en el inglés moderno then) en los nombres élficos por d, pues (escribió) el grupo consonántico dh no se utiliza en inglés y resulta extraño, luego cambió de opinión, pero Galadrim y Caras Galadon quedaron sin corregir hasta que se publicó la edición revisada de
El Señor de los Anillos
(las ediciones recientes tienen en cuenta esta corrección). En el Apéndice de
El Silmarillion
, bajo el encabezamiento alda, esos nombres están mal escritos.
Esta sección del libro difiere de las demás (salvo las de la Cuarta Parte) en que no hay un texto único, sino más bien un ensayo al que se incorporan algunas citas. La naturaleza del material obligó a este tratamiento; como el curso del ensayo lo pone en claro, una historia de Galadriel solo puede ser la historia de las concepciones cambiantes de mi padre, y la naturaleza «inconclusa» del cuento no es en este caso sino la de un escrito particular. Me he limitado a la presentación de escritos inéditos sobre el tema, y me he abstenido de toda exposición acerca de las cuestiones más amplias implicadas en el desarrollo; pues ello habría obligado a reconsiderar toda la relación entre los Valar y los Elfos, después de la decisión inicial (descrita en
>El Silmarillion
) de llamar a los Eldar a Valinor y otros numerosos asuntos, sobre los que mi padre escribió muchas cosas que no se incluyen en este libro.
La leyenda de Galadriel y Celeborn está tan entretejida con otras leyendas e historias —la de Lothlórien y los Elfos Silvanos, la de Amroth y Nimrodel, la de Celebrimbor y la creación de los Anillos del Poder, la de la guerra contra Sauron y la intervención númenóreana— que no puede tratarse aisladamente, de modo que esta sección del libro, junto con sus cinco apéndices, reúne virtualmente todo el material inédito de la historia de la Segunda Edad en la Tierra Media (y la exposición en ciertos pasajes se extiende inevitablemente hasta la Tercera). Se dice en el cómputo de los años que aparece en el Apéndice B de
El Señor de los Anillos
: «Estos fueron los años oscuros para los Hombres de la Tierra Media, y los días de gloria de Númenor. Los registros de lo acaecido en la Tierra Media son escasos y breves, y su fecha es a menudo incierta». Pero aun lo que sobrevivió de los «años oscuros» fue modificándose, a medida que se desarrollaban y cambiaban las concepciones de mi padre; y no he hecho esfuerzo alguno por evitar incoherencias; al contrario, las he señalado y he llamado la atención sobre ellas.
No es siempre necesario en verdad en el caso de las versiones tratar de establecer siempre cuál fue la original; y mi padre como «autor» o «inventor» no siempre se distingue, en este domino, del «cronista» de antiguas tradiciones, perpetuadas en distintas formas, en distintos pueblos, a lo largo de los años (cuando Frodo encontró a Galadriel en Lórien, habían transcurrido más de seis siglos desde que ella había ido hacia el este por sobre las Montañas Azules, abandonando las ruinas de Beleriand). «De esto se dicen dos cosas, aunque cuál sea la verdadera sólo lo saben los Sabios que ya han partido.»
Durante sus últimos años mi padre se ocupó a menudo de la etimología de los nombres de la Tierra Media. Estos ensayos, de carácter discursivo, incorporan no pocas leyendas e historias; pero como se subordinaban al propósito filológico fundamental, y se las mencionaba como de paso, fue necesario extractarlas. Esa es la razón por la cual esta parte del libro está compuesta en gran medida por citas cortas, y el Apéndice incluye materiales de la misma especie.
La Tercera Edad
D
espués de la caída de Sauron, Isildur, hijo y heredero de Elendil, volvió a Gondor. Allí recibió la Elendilmir
[1]
como Rey de Arnor, y proclamó su señorío soberano sobre todos los Dúnedain del Norte y del Sur; porque era hombre de gran orgullo y vigor. Permaneció un año en Gondor restaurando el orden y definiendo los límites de la región;
[2]
pero la mayor parte del ejército de Arnor regresó a Eriador por el camino númenóreano que va de los Vados del Isen a Fornost.
Cuando por fin se sintió en libertad de retornar a su propio reino, tuvo prisa y deseaba ir primero a Imladris; porque allí había dejado a su esposa y a su hijo menor,
[3]
y tenía además la urgente necesidad de escuchar el consejo de Elrond. Por tanto decidió dirigirse hacia el norte por los Valles del Anduin a Cirith Forn en Andrath, el elevado paso del norte que conducía a Imladris.
[4]
Conocía bien esa tierra por haber viajado allí a menudo antes de la Guerra de la Alianza, y había ido a la guerra por ese camino con hombres del Arnor oriental en compañía de Elrond.
[5]
Era un largo viaje, pero el único otro camino, hacia el oeste y luego hacia el norte hasta el cruce de caminos de Arnor y luego hacia el este a Imladris, era mucho más largo
[6]
todavía. Tan rápido, quizá, para hombres montados, pero Isildur no tenía caballos adecuados;
[7]
más seguro, quizá, en los días antiguos, pero Sauron había sido vencido y el pueblo de los Valles había sido aliado de Isildur en la victoria. No tenía miedo, excepto de los azares del clima y la fatiga, problemas ineludibles para los hombres a quienes la necesidad empuja a viajar a la lejana Tierra Media.
[8]
Así fue, como se cuenta en las leyendas de días posteriores, que menguaba ya el segundo año de la Tercera Edad, cuando Isildur se puso en camino desde Osgiliath a principios de Ivanneth,
[9]
con la esperanza de llegar a Imladris en cuarenta días, a mediados de Narbeleth, antes de que el invierno se acercara al Norte. Junto al Portal Oriental del Puente, una brillante mañana, Meneldil
[10]
lo despidió. —Ve ahora de prisa, y que el sol de tu partida no deje de iluminarte el camino.
Con Isildur iban sus tres hijos: Elendur, Aratan y Ciryon,
[11]
y una guardia de doscientos caballeros y soldados, hombres decididos de Arnor y endurecidos en la guerra. De este viaje nada se cuenta hasta que hubieron pasado la Dagorlad y marcharan luego hacia el norte hacia las vastas tierras vacías al sur del Gran Bosque Verde. El vigésimo día, al divisar a lo lejos el bosque que corona los terrenos elevados y el distante resplandor rojo y dorado de Ivanneth, el cielo se cubrió de pronto y un viento oscuro sopló desde el Mar de Rhûn cargado de lluvia. Llovió cuatro días, de modo que cuando llegaron a la entrada de los Valles, entre Lórien y Amon Lanc,
[12]
Isildur se alejó del Anduin, crecido y de aguas rápidas, y ascendió las empinadas cuestas del lado oriental hacia los senderos de los Elfos silvanos que pasaban cerca de las lindes del Bosque.
Así fue que avanzada la tarde de la trigésima jornada, pasaban por las fronteras septentrionales de los Campos Gladios,
[13]
marchando por un sendero que conducía al reino de Thranduil,
[14]
tal como era entonces. El hermoso día ya menguaba; por sobre las montañas distantes se agrupaban unas nubes, enrojecidas por un sol nublado que descendía hacia ellas; una sombra gris ya cubría las profundidades del valle. Los Dúnedain iban cantando porque la marcha del día estaba concluyendo, y tres cuartas partes del largo camino hacia Imladris quedaban detrás. A la derecha el Bosque se alzaba sobre ellos en lo alto de unas cuestas empinadas que llegaban al sendero; más allá, el descenso al fondo del valle era menos empinado.
De pronto, cuando el sol se sumergió en las nubes, oyeron los espantosos gritos de los Orcos, y los vieron salir del Bosque y descender por la cuesta lanzando gritos de guerra.
[15]
En la penumbra reinante, sólo era posible sospechar cuántos eran, pero superaban en número a los Dúnedain, hasta diez veces, y quizá más. Isildur ordenó que se levantara un thangail, un muro de defensa de dos filas unidas que podían retroceder en ambos extremos si eran flanqueadas, y si era necesario, convertirse en un anillo cerrado. Si el terreno hubiera sido plano o la cuesta hubiera favorecido a Isildur, habría formado a los suyos en un dírnaith,
[16]
atacando a los Orcos con la esperanza de que la gran fuerza de los Dúnedain les abriera un camino entre ellos y los pusiera en fuga; pero eso no era entonces posible. Un sombrío presagio le ganó el corazón.
—La venganza de Sauron sigue todavía viva, aunque quizá Sauron mismo esté muerto —le dijo a Elendur, que estaba junto a él—. ¡Aquí hay astucia y propósito! No tenemos esperanza de ayuda: Moria y Lórien han quedado muy atrás, y Thranduil está a cuatro días de marcha.
—Y llevamos carga de un valor inestimable —dijo entonces Elendur; porque contaba con la confianza de su padre.
Los Orcos estaban acercándose. Isildur se volvió hacia su escudero: —Ohtar
[17]
—dijo—, pongo esto ahora a tu cuidado. —Y le entregó una gran vaina y los fragmentos de Narsil, la espada de Elendil.— Evita que te la quiten por cualquier medio de que dispongas, y a toda costa; aun a costa de ser tenido por un cobarde que me ha abandonado. ¡Llévate a tu compañero contigo y huye! ¡Ve! ¡Te lo ordeno! —Entonces Ohtar se arrodilló y le besó la mano y los dos jóvenes huyeron por el oscuro valle.
[18]
Aunque la huida no pasó inadvertida a la aguda vista de los Orcos, éstos no le hicieron caso. Se detuvieron brevemente para preparar el ataque. Primero dispararon una lluvia de flechas, y luego, repentinamente, con gran estruendo de voces, hicieron lo que Isildur habría hecho, y lanzaron la gran masa de sus principales guerreros cuesta abajo con la esperanza de quebrantar la línea de defensa de los Dúnedain. Pero éstos se mantuvieron firmes. Las flechas de nada habían servido contra las armaduras númenóreanas. Los grandes Hombres sobrepasaban a los más altos Orcos, y sus espadas y sus lanzas tenían mayor alcance que las armas de sus enemigos. Los atacantes vacilaron, cediendo su ímpetu, y retrocedieron dejando a los defensores apenas dañados e incólumes tras tendales de Orcos caídos.
Le pareció a Isildur que el enemigo se retiraba hacia el Bosque. Miró atrás. El borde rojo del sol refulgía desde las nubes al hundirse tras las montañas; pronto caería la noche. Dio orden de reanudar la marcha de inmediato, pero torciendo el curso hacia el terreno más bajo y llano, donde la ventaja de los Orcos sería menor.
[19]
Quizá creyera que después del costoso rechazo sufrido no reincidirían, aunque sus exploradores podrían seguirlos en la noche y vigilar el campamento. Ésa era la costumbre de los Orcos, que solían desanimarse cuando la presa era capaz de volverse y morder.