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Authors: Lewis Carroll & Martin Gardner

Tags: #Clásico, Ensayo, Fantástico

Alicia ANOTADA (26 page)

Evidentemente, Tentetieso estaba enfadadísimo, aunque no dijo nada durante un minuto o dos. Cuando
habló
otra vez, fue en una especie de gruñido profundo.

—¡Es de…
lo más… irritante
… —dijo al fin— que una persona no sepa distinguir una corbata de un cinturón!

—Sé que es una terrible ignorancia por mi parte —dijo Alicia en un tono tan humilde que Tentetieso se aplacó.

—Es una corbata, niña; una hermosa corbata, como dices. Es regalo de la Reina y el Rey Blancos. ¡Para que veas!

—¿De verdad? —dijo Alicia muy contenta de comprobar que
había
elegido un buen tema, en definitiva.

—Me la dieron —prosiguió Tentetieso meditabundo, mientras cruzaba una rodilla sobre la otra y la rodeaba con las manos— me la dieron… como regalo de no-cumpleaños.

—¿Perdón? —dijo Alicia con una expresión de perplejidad.

—No me has ofendido —dijo Tentetieso.

—Quiero decir, ¿qué
es
un regalo de no-cumpleaños?

—Un regalo que te hacen cuando no es tu cumpleaños, naturalmente.

Alicia meditó un momento. «Prefiero los regalos de cumpleaños», dijo por fin.

—¡No sabes lo que dices! —exclamó Tentetieso—. ¿Cuántos días tiene el año?

—Trescientos sesenta y cinco —dijo Alicia.

—¿Y cuántos cumpleaños tienes?

—Uno.

—Y si restas uno a trescientos sesenta y cinco, ¿cuántos te quedan?

—Trescientos sesenta y cuatro, naturalmente.

Tentetieso la miró dubitativo. «Será mejor que lo vea sobre el papel», dijo.
[5]

Alicia no pudo evitar sonreírse mientras sacaba un cuaderno de notas y hacía la operación por él:

Tentetieso cogió el cuaderno, y lo observó atentamente.

—Parece que está bien… —empezó.

—¡Lo está cogiendo del revés! —le interrumpió Alicia.

—¡Es verdad! —dijo Tentetieso alegremente, mientras ella se lo ponía bien—: Ya me parecía a mí un poco rara. Como iba diciendo,
parece
que está bien… aunque no tengo tiempo de repasarla entera ahora…, lo que demuestra que hay trescientos sesenta y cuatro días en que podrías recibir regalos de no-cumpleaños.

—Desde luego —dijo Alicia.

—Frente a sólo
uno
de cumpleaños. ¡Te has cubierto de gloria!

—No sé qué entiende por «gloria» —dijo Alicia.

Tentetieso sonrió desdeñosamente:

—Naturalmente que no… hasta que yo te lo diga. ¡Significa que es un argumento aplastante en contra tuya!

—¡Pero «gloria» no significa «argumento aplastante»! —objetó Alicia.

—Cuando
yo
empleo una palabra —dijo Tentetieso en tono despectivo— significa exactamente lo que yo quiero que signifique: ni más ni menos.

—La cuestión es —dijo Alicia— si
puede
usted hacer que las palabras signifiquen tantas cosas distintas.

—La cuestión es quién manda —dijo Tentetieso—; nada más.
[6]

Alicia se quedó demasiado perpleja para decir nada; así que al cabo de un minuto Tentetieso empezó otra vez: «Algunas tienen su genio…, los verbos sobre todo: son los más orgullosos; con los adjetivos se puede hacer lo que sea, pero con los verbos…; ¡sin embargo,
yo
puedo manejar todas las palabras! ¡Impenetrabilidad! ¡Es lo que yo digo!

—¿Podría decirme, por favor —dijo Alicia— qué significa eso?

—Ahora hablas como una niña razonable —dijo Tentetieso muy complacido—. Con «impenetrabilidad» quiero decir que ya hemos hablado suficiente de ese tema, y que convendría que hablases sobre qué te propones hacer a continuación, porque supongo que no te vas a estar ahí el resto de tu vida.

—Eso es hacer que una palabra signifique un montón de cosas —dijo Alicia en tono pensativo.

—Cuando yo hago trabajar a una palabra de esa manera —dijo Tentetieso—, le doy paga extra.

—¡Oh! —dijo Alicia. Estaba demasiado desconcertada para hacer ningún otro comentario.

—¡Ah, deberías verlas apiñarse a mi alrededor los sábados por la tarde —prosiguió Tentetieso, meneando la cabeza gravemente de un lado a otro—, para cobrar, naturalmente!

(Alicia no se atrevió a preguntar con qué les pagaba, así que no os lo puedo decir.)

—Es usted listísimo explicando palabras, señor —dijo Alicia—. ¿Tendría la amabilidad de explicarme el significado del poema titulado «Jerigóndor»?

—Oigámoslo —dijo Tentetieso—. Yo puedo explicar todos los poemas que se han inventado… y muchos de los que no se han inventado aún.

Esto parecía muy prometedor, así que Alicia recitó la primera estrofa.

Cocillaba el día, y las tovas agilimosas

giroscopaban y barrenaban en el larde;

Todos debirables estaban los burgovos;

y silbramaban las alecas rastas.

—Es suficiente para empezar —interrumpió Tentetieso—: hay ahí bastantes palabras difíciles. «
Cocillaba el día
» significa que eran las cuatro de la tarde: la hora de empezar a
cocer
los alimentos para la cena.

—Eso encaja muy bien —dijo Alicia—; ¿y «
agilimosas
»?

—Bueno; «
agilimosas
» significa «ágiles y limosas». «Ágil» es lo mismo que «activo». Como ves, es como una maleta: hay dos significados metidos dentro de una palabra.
[7]

—Ya comprendo —comentó Alicia pensativa—; ¿y qué son «
tovas
»?…

—Bueno, pues las
tovas
son un poco parecidas a los tejones, un poco parecidas a los lagartos… y un poco parecidas a los sacacorchos.

—Deben de ser unos bichos rarísimos.

—Lo son —dijo Tentetieso—; y hacen sus madrigueras debajo de los relojes de sol… y se alimentan de queso.

—¿Y qué es «
giroscopar
» y «
barrenar
»?

—«
Giroscopar
» es dar vueltas como un giróscopo. «
Barrenar
» es hacer agujeros como una barrena.

—Y «
el larde
» es la glorieta en el centro de la cual están los relojes, ¿no? —preguntó Alicia, sorprendida de su propio ingenio.

—Claro que sí. Y sabrás que se llama «
larde
» porque hay un largo trecho delante, y un largo trecho detrás.

—Y otro largo trecho desde cada lado
[8]
—añadió Alicia.

—Exactamente. En cuanto a «
debirables
», significa «débiles y miserables» (ahí tienes otra maleta). Y el «
burgovo
» es un pájaro flaco y de pinta desaliñada, con las plumas erizadas a todo su alrededor…, algo así como un estropajo viviente.

—¿Y las «
alecas rastas
»? —dijo Alicia—. Siento causarle tantas molestias.

—Pues una «
rasta
» es una especie de cerdo verde; pero de «
alecas
» no estoy muy seguro. Creo que es una contracción de «alejadas de casa»… y significa que se han extraviado.
[9]

—¿Y qué quiere decir «
silbramaban
»?

—Bueno, «
silbramaban
» es algo entre silbar y bramar, con una especie de estornudo en medio; pero ya lo oirás, seguramente, en aquel bosque de allá; y en cuanto lo hayas oído una vez, te darás más que por satisfecha. ¿Quién ha andado recitándote todas esas tonterías?

—Lo he leído en un libro —dijo Alicia—. Pero me
han
recitado también poesías mucho más fáciles… Patachún, creo que ha sido.

—Pues lo que es poesía —dijo Tentetieso, extendiendo una de sus manazas—,
yo
sé recitarla tan bien como cualquiera, si vamos a eso…

—¡Oh, no hace falta que vayamos a eso! —se apresuró a decir Alicia, con la esperanza de evitar que empezara.

—El poema que voy a recitar —prosiguió él, sin hacer caso de su comentario— fue escrito enteramente para distracción tuya.

Alicia consideró que, siendo así,
debía
escucharlo; conque se sentó, y dijo «Gracias», con resignación.

«En invierno, con el campo cubierto de nieve, canto este canto para tu deleite…

aunque no lo canto —añadió, a modo de explicación.

—Ya veo que no —dijo Alicia.

—Si puedes
ver
si canto o no canto, tienes una vista más aguda que la mayoría de la gente —exclamó Tentetieso con severidad.

Alicia se quedó callada.

«En primavera, con los bosques verdes

trato de decirte lo de siempre;

—Muchas gracias —dijo Alicia.

«En verano, con los días largos,

quizá entiendas lo que canto;

en otoño, cuando la hoja empieza a caer,

coge la pluma y ponlo en el papel.

—Lo haré, si lo recuerdo después de tanto tiempo —dijo Alicia.

—No hace falta que vayas haciendo comentarios a cada momento —dijo Tentetieso—; son estúpidos y me confunden.

Envié recado a los peces;

les dije: «Esto me apetece».

Los pececillos del mar

decidieron contestar.

Su respuesta fue:

«Señor, no podemos, pues…».

—Creo que no comprendo bien —dijo Alicia.

—Más adelante se hace más fácil —replicó Tentetieso.

«Les mandé decir otra vez

que era mejor obedecer.

Los peces, sonrientes, contestaron:

«¡Vaya, no esté tan enfadado!»

Se lo dije una vez, y más;

pero no quisieron escuchar.

Cogí una olla grande y nueva

apropiada para mi idea.

El corazón me palpitaba

mientras la olla llenaba.

Luego, alguien vino diciendo:

«Los pececillos están durmiendo».

Yo le dije con claridad:

«Entonces los vas a despertar».

Se lo dije claro, sin remilgos:

«se lo grité al oído».

Tentetieso fue elevando la voz hasta casi gritar, mientras recitaba este verso, y Alicia pensó con un estremecimiento: «No me habría gustado ser el mensajero por
nada
».

Pero él, tieso y arrogante, dijo:

«¡No hace falta gritarme al oído!».

Y muy tieso y muy arrogante,

dijo: «Yo iría a despertarles…».

Cogí un sacacorchos de la estantería

y corrí a despertarles en seguida.

Y al encontrar la puerta cerrada,

empujé, tiré y empecé a darle patadas.

Viendo que no lo había logrado

probé con el picaporte, porfiado…

Aquí hubo una larga pausa.

—¿Ya está? —preguntó Alicia tímidamente.

—Ya está —dijo Tentetieso—. Adiós.

Esto resultaba un tanto brusco, pensó Alicia; pero después de una insinuación tan
directa
de que debía marcharse, juzgó que no estaba bien seguir allí. Así que se levantó, y le tendió la mano. «¡Adiós, hasta que nos volvamos a ver!», dijo lo más animadamente que pudo.

—Si nos
volviéramos
a ver no te reconocería —replicó Tentetieso en tono malhumorado, dándole a estrechar un dedo—; eres exactamente igual que los demás.
[9a]

—Hay que fijarse en la cara, por lo general —comentó Alicia en tono pensativo.

—De eso es precisamente de lo que me quejo —dijo Tentetieso—. Tienes la cara exactamente igual que todos los demás: los dos ojos ahí… —señalando su lugar en el aire, con el pulgar—, la nariz en medio, y la boca debajo. Siempre igual. En cambio, si tuvieses los ojos al mismo lado de la nariz, por ejemplo, o la boca en la parte de arriba, eso

que me serviría de ayuda.

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