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Authors: Charles Portis

Valor de ley (23 page)

Pese a lo que sus adversarios —los ferrocarriles y las compañías de barcos de vapor— pensaran de él, el abogado Daggett era un caballero y, al enterarse de la verdad de la historia, se sintió avergonzado de sus acciones. Dijo que seguía considerando que el comisario había actuado con poca sensatez, pero que, dadas las circunstancias, merecía una disculpa. Fue a Fort Smith y le entregó personalmente los setenta y cinco dólares que se le debían, y luego le obsequió con un cheque de doscientos dólares y le pidió que aceptara sus disculpas por las desagradables e injustas palabras que había pronunciado.

Escribí a Rooster una carta invitándolo a visitarnos. Él contestó con una corta nota, que parecía uno de sus comprobantes, diciendo que intentaría pasar a vernos la próxima vez que condujese prisioneros a Little Rock. Deduje que no vendría e hice planes para ir a verlo cuando pudiera utilizar del todo mis piernas. Sentía una gran curiosidad por enterarme de cuánto ganó —si es que ganó algo—, en recompensas, por haber acabado con la banda de ladrones de Lucky Ned Pepper y por saber si había tenido noticias de LaBoeuf.

Aprovecho ahora para decir que Judy no fue nunca recuperada, ni tampoco la segunda pieza de oro californiano. La otra la tuve en mi poder durante años, hasta el incendio de nuestra casa. Entre las cenizas no encontramos ni rastro de ella.

Pero no llegué a tener oportunidad de visitar a Rooster. A las tres semanas de volver de las montañas Winding Stair, Rooster se vio en problemas por un duelo que tuvo lugar en Fort Gibson, en la Nación Cherokee. En el duelo mató a balazos a Odus Wharton. Naturalmente, Wharton era un asesino convicto y un fugitivo del patíbulo, pero las circunstancias de la pelea produjeron una gran conmoción. Rooster disparó contra otros dos hombres que acompañaban a Wharton y mató a uno de ellos. Debían de ser escoria, pues de otro modo no habrían estado con el truhán; pero no se encontraban reclamados por la ley en aquel momento y Rooster fue criticado. Tenía muchos enemigos. Se ejercieron presiones y Rooster tuvo que renunciar a su cargo federal. Nosotros no nos enteramos de nada hasta que todo terminó y Rooster se hubo ido.

Cogió a su gato, el general Price, y a la viuda Potter con sus seis hijos y se marchó a San Antonio, Texas, donde encontró trabajo como detective para una asociación de ganaderos. En Fort Smith no se casó con la mujer, por lo que supongo que esperaron hasta llegar a la ciudad del Álamo
[20]
.

De vez en cuando yo recibía noticias fragmentadas sobre él. Me las daba Chen Lee. Pero directamente no oí más que rumores. Dos veces escribí a la Asociación de Ganaderos de San Antonio. Las cartas no me fueron devueltas, pero tampoco contestadas. La siguiente noticia que me llegó fue la de que Rooster se había metido a pequeña escala en el negocio ganadero. Luego, a comienzos de la última década del siglo, me enteré de que había abandonado a la viuda Potter y a sus hijos y, junto con un tipo de mala reputación llamado Tom Smith, se había ido a Wyoming, donde fueron contratados por unos ganaderos para aterrorizar a los ladrones y a unas gentes llamadas
nesters
y
grangers
[21]
. Según me dijeron, fue un asunto lamentable, y me temo que Rooster no pudo enorgullecerse de su intervención en la que fue llamada la «guerra del Condado Johnson».

A finales de mayo de 1903, el pequeño Frank me envió un recorte del periódico
The Commercial Appeal
, de Memphis. Era un anuncio del espectáculo «Salvaje Oeste» que dirigían Colé Younger y Frank James y que iba a representarse en el estadio de béisbol de Memphis. En la parte inferior del anuncio, marcada a mano, había una nota que el pequeño Frank había rodeado con un círculo. La nota decía lo siguiente:

¡CABALGÓ CON QUANTRILL!

¡SIRVIÓ CON PARKER!

¡Fue el azote de los forajidos del territorio indio y de los cuatreros de Texas durante veinticinco años!

¡Rooster Cogburn le asombrará con su pericia y rapidez con el revólver de seis tiros y la carabina de repetición! ¡No se dejen en casa a las damas y a los niños! ¡Los espectadores pueden presenciar con toda seguridad esta única exhibición!

Así que Rooster iba a ir a Memphis. El pequeño Frank llevaba años metiéndose conmigo y haciendo bromas respecto a Rooster, diciendo que era mi novio secreto. Al enviarme aquel recorte, mi hermano pretendía tomarme el pelo. En el papel había escrito una nota que decía: «¡Pericia y rapidez! ¡Aún no es tarde, Mattie!». Al pequeño Frank le encantan las bromas a costa de otros, y cuanto más cree que le molestan a uno, más le gustan. En nuestra familia siempre nos han gustado las bromas, y creo que, en su momento, nada tienen de malo. A la misma Victoria le gustan las bromas, siempre y cuando ella las entienda. Nunca he reprochado a ninguno de mis hermanos que me abandonaran en casa para que cuidase a mamá, y ellos lo saben, porque yo se lo he dicho muchas veces.

Fui en tren a Memphis vía Little Rock y no tuve problemas para que los revisores aceptaran mi pase gratuito. Ese pase pertenecía a un agente fletador que me lo había entregado como garantía de un pequeño préstamo. Yo había pensado parar en un hotel en vez de ir inmediatamente a visitar al pequeño Frank, puesto que no deseaba escuchar sus bromas antes de ver a Rooster. Me pregunté si el comisario me reconocería. Mi pensamiento fue: «¡Un cuarto de siglo es mucho tiempo!».

Según resultaron las cosas, no tuve que ir al hotel. Cuando mi tren llegó a Memphis vi que el tren del espectáculo estaba en un apartadero de la estación. Dejé mi maleta en el andén y eché a andar junto a los vagones del circo, cruzándome con caballos, indios y hombres vestidos de vaqueros y de soldados.

Encontré a Colé Younger y a Frank James sentados en un vagón
pullman
. Iban en mangas de camisa y estaban bebiendo Coca-Cola y abanicándose. Los dos eran viejos. Supuse que Rooster también debía de haber envejecido mucho. Aquellos veteranos habían luchado en las refriegas fronterizas bajo la negra bandera de Quantrill, luego vivieron peligrosas existencias y ahora para lo único que servían era para exhibirse ante el público como si fueran extrañas bestias de la selva.

Según dicen, Younger llevaba catorce balazos en distintas partes de su cuerpo. Era un hombre recio y sanguíneo y de modales agradables. Al verme, se levantó. El cerúleo James permaneció en su asiento y ni habló ni se quitó el sombrero. Younger me contó que Rooster había muerto pocos días antes, mientras el circo estaba en Jonesboro, Arkansas. Llevaba varios meses mal de salud, y el calor de comienzos de verano fue demasiado para él. Younger calculó su edad en unos sesenta y ocho años. Nadie reclamó su cuerpo y lo enterraron en el cementerio confederado de Memphis, si bien su hogar natal estaba en Osceola, Missouri.

Younger hablaba afectuosamente de él. Una de las cosas que dijo fue: «Pasamos grandes momentos juntos». Di las gracias a aquel viejo forajido tan cortés y a Frank James le dije:

—¡No te levantes, escoria!

Luego me fui. Ahora se dice que fue Frank James quien mató al cajero de Northfield. Por lo que sé, ese sinvergüenza no pasó ni una sola noche de cárcel en toda su vida, y sin embargo, Colé Younger pasó veinticinco años encerrado en la penitenciaría de Minnesota.

No me quedé a ver el espectáculo, porque supuse que sería estúpido y aburrido, como todos los circos. Cuando terminó, la gente quedó muy decepcionada diciendo que James no hizo más que saludar con el sombrero al público, y que Younger hizo menos aún, puesto que una de las condiciones de su libertad bajo palabra era que no debía exhibirse. El pequeño Frank llevó a sus dos hijos a verlo, y a los niños les gustaron mucho los caballos.

Hice trasladar a Dardanelle el cadáver de Rooster. Durante el verano, a los ferrocarriles no les gusta llevar cuerpos exhumados, pero evité pagar la prima-suplemento haciendo que un banco de Memphis con el que yo tenía tratos comerciales hiciera interceder por mí a un comerciante que tenía un gran volumen de envíos por ferrocarril. Rooster fue enterrado de nuevo en nuestra parcela familiar. Al comisario le correspondía una pequeña lápida del CSA; pero era tan diminuta que junto a ella puse otra, hecha del mejor mármol, y que me costó sesenta y cinco dólares. La lápida llevaba la siguiente inscripción:

REUBEN COGBURN

1835-1903

QUE FUE BRAVO COMISARIO

DEL TRIBUNAL DE PARKER

La gente de aquí, de Dardanelle y de Russeville dijeron: bueno, la mujer apenas conocía a ese tipo, pero es muy propio de una solterona chalada hacer una «chifladura» como esta. Sé lo que la gente dice aunque no me lo diga en la cara. A todo el mundo le encanta hablar. Las calumnias son admitidas y divulgadas aunque no tengan sustancia alguna. Dicen que yo solo tengo dos cariños: el dinero y la Iglesia presbiteriana y que por esto no me casé. Creen que todo el mundo está muerto de ganas de casarse. Es cierto que quiero mucho a mi Iglesia y a mi banco. ¿Qué tiene esto de malo? Les contaré un secreto: ¡esa misma gente se vuelve toda mieles cuando viene a pedirme un préstamo agrícola o una renovación de hipoteca! Nunca dispuse de tiempo para casarme, pero a nadie le importa que yo esté o no soltera. Si me diese la gana, me casaría con cualquier feo tipejo y lo nombraría cajero. Pero nunca me he entretenido en tales tonterías. Una mujer con cerebro, sin pelos en la lengua, con medio brazo amputado y con una madre inválida a la que atender tiene ciertas desventajas, si bien debo decir que podría citar a tres o cuatro desagradables viejos que en tiempos remolonearon a mi alrededor con los ojos fijos en mi banco. ¡No, muchas gracias! Quizá les sorprendiera a ustedes conocer sus nombres.

No volví a saber nada de LaBoeuf, el comisario texano. Si aún está vivo, y por un azar lee estas páginas, me agradaría tener noticias suyas. Supongo que ahora debe de andar por los setenta años, muy cerca de los ochenta. Supongo que con el tiempo habrá podido dominar algo el remolino de su pelo. El tiempo se nos va de entre las manos, eso es lo que ocurre. Y con esto termina la verídica narración de cómo vengué a Frank Ross en la Nación Choctaw, cuando la nieve cubría la tierra.

[1]
En el Oeste de Estados Unidos, caballos que se utilizan para las tareas de arrear ganado.

[2]
Estado de Texas.

[3]
Medida de capacidad que equivale a 14,51 kilos.

[4]
Referencias a la Biblia: Génesis, 4, 9 y Proverbios 28, 1.

[5]
Gran Army of the Republic: Gran Ejército de la República.

[6]
John Doe
es el nombre legal que se aplica en Estados Unidos a los delincuentes que no han sido identificados.

[7]
Alfred Smith: candidato demócrata a la presidencia en 1928; llevaba como vicepresidente a Joseph T. Robinson. Las elecciones de ese año fueron ganadas por el republicano Herbert C. Hoover.

[8]
Los
carpetbaggers
eran los habitantes del norte y el este de Estados Unidos que, después de la guerra civil, se trasladaron al sur para sacar provecho de la revuelta situación. Su nombre se deriva de los maletines de tela de alfombra (carpet bags) que tales individuos solían llevar como equipaje.

[9]
La ley Volstead era la ley seca; y la Harrison, la que restringía el uso de narcóticos. Alfred E. Smith era católico y contrario a la ley Volstead, y ambos asuntos fueron ampliamente discutidos durante la campaña presidencial de 1928.

[10]
Arkansas.

[11]
Samuel J. Tilden fue el rival de Hayes en las elecciones de 1876. Por irregularidades en la votación en distintos estados del sur, las elecciones debieron decidirse en una comisión electoral formada por ocho republicanos y siete demócratas, que votaron siguiendo las normas de su partido, con lo cual Hayes (que era republicano) se llevó la victoria.

[12]
Katy: apodo de la compañía de ferrocarriles K. T. (Missouri-Kansas-Texas R. R. Company.)

[13]
Pig: cerdo.

[14]
Referencia a Lucas 14,23: «Dijo el señor al siervo: ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa».

[15]
Wes Hardin, «el revólver más rápido de Texas», «el hombre de las cuarenta y tantas muescas». Él solo, sin ninguna ayuda, mantuvo a raya a trescientos rangers texanos.

[16]
Recibían el nombre de
bushwhackers
los antiguos miembros de las guerrillas confederadas.

[17]
Greaser
es el nombre que en Estados Unidos se da a los mexicanos e iberoamericanos en general por su aspecto (supuestamente) grasiento, ya que ese es el significado de la palabra.

[18]
Juego de palabras entre el nombre del personaje y el del pez que, en realidad, se llama
gaspergou
.

[19]
Famoso financiero estadounidense (1836-1892).

[20]
San Antonio (Texas).

[21]
Nombre desdeñoso que daban los ganaderos a los colonos.

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