Read Tiempos de Arroz y Sal Online
Authors: Kim Stanley Robinson
—No podrá evitar que los eunucos y los oficiales sigan luchando.
—Puede que no tarde mucho en venir una guerra civil.
—A Pekín —le dijo Kyu a Bold.
Pero antes de partir, Kyu insistió en que fueran a la casa de Zheng He, una laberíntica mansión con una puerta de entrada tallada que imitaba a la popa de uno de sus barcos tesoro. Se suponía que cada una de las habitaciones interiores (setenta y dos, decían los marineros) estaba decorada para parecerse a los distintos países musulmanes, y en el patio los jardines estaban llenos de plantas que recordaban aYunán.
Bold se quejó durante todo el trayecto cuesta arriba de la colina.
—Nunca verá a un pobre comerciante y a su esclavo. ¡Sus sirvientes nos echarán a patadas; esto es ridículo! Pasó exactamente como Bold lo había previsto. El portero los miró de arriba abajo y les dijo que se marcharan.
—Está bien —dijo Kyu—. Vamos al templo de Tianfei.
El templo era un gran complejo de edificios, construido por Zheng He para honrar a la Consorte Celestial, y agradecerle su milagrosa ayuda durante la tempestad.
El punto central del templo
es una pagoda octagonal de nueve pisos,
alicatada en porcelana blanca manchada de cobalto persa
traída por la flota tesoro.
Cada nivel de la pagoda debe ser construido
con el mismo número de baldosines, esto
agrada a Tianfei, entonces los baldosines se hacen más pequeños
a medida que cada piso se estrechaba hacia un elegante pico,
sobre las copas de los árboles. Hermosa ofrenda
y testamento para una diosa de pura misericordia.
Allí en medio de la construcción, conversando con hombres de no mejor aspecto que el que tenían Bold y Kyu, estaba el mismísimo Zheng He. Miró a Kyu a medida que se iban acercando e hizo una pausa para hablarle. Bold meneó la cabeza ante aquella revelación del poder del muchacho.
Zheng asentía con la cabeza mientras el muchacho explicaba que ellos habían formado parte de su última expedición.
—Me resultabas familiar.
Sin embargo, frunció el ceño cuando Kyu continuó diciendo que querían servir al emperador en Pekín.
—Zhu Di está de viaje en una campaña por el oeste. A caballo, con su reumatismo. —Suspiró—. Tiene que entender que la manera de conquistar que tiene la flota es mejor. Llegas con los barcos, comienzas a comerciar, instalas un soberano del lugar que esté dispuesto a cooperar; y en cuanto al resto, simplemente los dejas en paz. Haces negocios con ellos. Te aseguras de que el hombre importante sea un amigo. Hay dieciséis países que le rinden tributo al emperador como resultado directo de los viajes de nuestra flota. ¡Dieciséis!
—Es difícil llevar la flota hasta Mongolia —dijo Kyu.
Estas palabras asustaron a Bold. Pero Zheng He se rió.
—Sí, «El gran afuera» es alto y seco. Tenemos que convencer al emperador de que se olvide de los mongoles y que mire hacia el mar.
—Nosotros queremos hacer eso —dijo Kyu seriamente—. En Pekín argumentaremos en favor de tu idea cada vez que podamos. ¿Podrías presentarnos a los oficiales eunucos del palacio? Yo podría unirme a ellos, y mi amo sería de ayuda en los establos imperiales.
Zheng parecía divertido.
—No servirá de mucho. Pero os ayudaré por los viejos tiempos; os deseo mucha suerte.
Meneaba la cabeza mientras escribía un memorial, manejaba el pincel como una pequeña escoba de mano. Lo que le sucedió después es bien sabido: fue castigado por el emperador, puesto al mando de una zona militar sin acceso al mar y pasó sus días construyendo la pagoda de porcelana de nueve pisos para honrar a Tianfei; imaginamos que extrañaba sus viajes por los mares lejanos del mundo, pero no podemos estar seguros.
Pero sí sabemos lo que les sucedió a Bold y a Kyu, y os lo contaremos en el próximo capítulo.
Pekín era cruda en todos los sentidos, el viento era frío y húmedo, la madera de las construcciones aún estaba blanca y húmeda por la savia, el olor a tierra revuelta y a cemento fresco estaba por todas partes. También estaba atestada de gente, aunque no como Hangzhou o Nankín, de manera que Bold y Kyu se sentían cosmopolitas y sofisticados, como si aquella inmensa obra en construcción estuviera de alguna manera por debajo de ellos. Allí, mucha gente tenía la misma actitud.
Se las arreglaron para llegar a la clínica eunuca que aparecía en el memorial de Zheng He, un poco al sur de la Puerta Meridiana, la entrada sur de la Ciudad Prohibida. Kyu entregó su carta de presentación, y él y Bold fueron llevados rápidamente hacia adentro para ver al director eunuco de la clínica.
—Una referencia de Zheng He os llevará lejos en el palacio —les dijo este eunuco—, aunque el propio Zheng tenga problemas con los oficiales imperiales. Conozco muy bien al Director de Ceremonias del palacio, Wu Han; os lo presentaré. Es un viejo amigo de Zheng, y necesita eunucos en el Pabellón de Profundidad Literaria para los nuevos escritos. Pero un momento, tú no estás alfabetizado, ¿verdad? Aunque Wu también trata con los sacerdotes eunucos mantenidos para que se ocupen del bienestar espiritual de las concubinas.
—Mi amo es un lama —dijo Kyu, señalando a Bold—. Me ha enseñado todos los misterios del Bardo.
El eunuco observó a Bold con escepticismo.
—Está bien; de una manera u otra el memorial de Zheng os hará entrar. Os ha recomendado muy especialmente. Pero vosotros necesitaréis vuestro pao, por supuesto.
—¿Pao? —dijo Kyu—. ¿Mi preciado?
—Ya sabes. —El eunuco hizo un gesto señalando la ingle de Kyu—. Es necesario demostrar tu condición, incluso después de haberte inspeccionado y certificado personalmente. Otra cosa, y tal vez más importante aún, es que cuando mueras serás enterrado con ello sobre tu pecho, para engañar a los dioses. No querrás regresar como una mula hembra, después de todo. —Le echó una mirada curiosa a Kyu—. ¿Tú no tienes el tuyo?
Kyu negó con la cabeza.
—Bueno, aquí tenemos muchos de los que puedes elegir, dejados por pacientes que murieron. ¡Dudo que puedas diferenciar negro de chino después de la maceración! —Se rió y les hizo atravesar una sala.
Su nombre era Jiang, les dijo, era un ex marinero de Fujián; le desconcertaba que alguien joven y en forma dejara la costa para venir a un lugar como Pekín.
—Pero siendo negro como eres, serás como el quillin que trajo la flota la última vez para el emperador, el unicornio moteado con el cuello largo. Creo que también era de Zanj. ¿Lo conoces?
—Era una gran flota —dijo Kyu.
—Ya veo. Bueno, Wu y los otros eunucos del palacio adoran las cosas exóticas como tú y el quillin, y el emperador también, así que estarás bien. Manténte callado y no te mezcles en conspiraciones, y te irá bien.
En un frío almacén, entraron en una habitación llena de porcelanas cerradas y tarros de cristal; allí encontraron un pene negro para que Kyu se lo llevara. Luego el director eunuco lo inspeccionó personalmente, para asegurarse de que Kyu fuera lo que decía que era, luego puso su certificado con la presentación de Zheng y la marcó con tinta roja.
—Algunas personas intentan falsificarlo, por supuesto, pero si los descubren se lo entregan en mano, y entonces ya no están falsificando nada, verdad. Sabes, he notado que a ti no te pusieron una espita cuando te castraron. Deberías tener una espita para mantenerlo abierto; entonces, el tapón va en la espita. De esa manera es mucho más cómodo. Deberían haberte hecho eso cuando te cortaron.
—Me parece que estoy bien sin ella —dijo Kyu.
Sostuvo el tarro de cristal contra la luz, mirando bien de cerca su nuevo pao. Bold se estremeció y se apresuró a salir de aquella espeluznante habitación.
Mientras se hacían más preparativos en el palacio, le asignaron a Kyu una cama en el dormitorio, y a Bold le ofrecieron una habitación en el edificio de los hombres de la clínica.
—Es temporal, como comprenderéis. A menos que queráis acompañarnos en el edificio principal. Hay muchas oportunidades si os unís a nosotros...
—No gracias —dijo Bold cortésmente.
Pero vio que muchos hombres entraban para solicitar la operación, desesperados por encontrar trabajo. Cuando había hambruna en el campo no faltaban solicitantes, hasta tenían que rechazar a algunos. Como con todo en China, aquí había toda una burocracia en el trabajo, ya que el palacio necesitaba varios miles de eunucos para su funcionamiento. Esta clínica era apenas una pequeña parte del todo.
Así que se lanzaron a Pekín. Realmente las cosas habían salido tan bien que Bold se preguntaba si Kyu, ahora que ya no necesitaba de Bold como había sido durante el viaje hacia el norte, lo abandonaría; entraría en la Ciudad Prohibida y desaparecería de su vida. La idea lo entristecía, a pesar de todo.
Pero Kyu, después de ser asignado a las concubinas de Zhu Gaozhi, hijo legítimo mayor del emperador y Heredero Designado, le pidió a Bold que fuera con él y presentara una solicitud para trabajar en el establo del Heredero.
—Todavía necesito tu ayuda —dijo simplemente.
Entonces, Bold recordó al muchacho que había conocido en el barco tesoro hacía ya tanto tiempo.
—Lo intentaré —dijo Bold.
Kyu pudo pedir el favor de una entrevista a través del encargado del establo de Zhu Gaozhi, Bold fue y demostró sus aptitudes con algunos grandes y hermosos caballos y le dieron un trabajo. Los mongoles tenían las mismas ventajas en los establos que las que tenían los eunucos en el palacio.
Bold descubrió que se trataba de un trabajo fácil; el Heredero Designado era un hombre indolente, rara vez montaba sus caballos, de modo que los que trabajaban en el establo tenían que ejercitarlos en una pista y en los nuevos parques de las inmediaciones del palacio. Todos los caballos eran muy grandes y blancos, pero lentos y poco resistentes; ahora Bold entendía por qué los chinos no podían ir más allá de su Gran Muralla y atacar con buenos resultados a los mongoles que vivían en el norte, a pesar de que contaban con muchos hombres. Los mongoles vivían sobre sus caballos, y a costa de ellos también: aprovechaban la piel y el pelo de los caballos para vestirse y hacer sus tiendas, bebían la leche y la sangre de sus yeguas, incluso se los comían cuando tenían que hacerlo. Los caballos mongoles eran la vida de la gente; mientras que los enormes y torpes animales chinos sólo servían para arrastrar muelas en círculo con anteojeras, dada la fuerza y el espíritu que tenían.
Resultó ser que Zhu Gaozhi pasaba mucho tiempo en Nankín, donde había sido criado, visitando a su madre, la emperatriz Xu. Así que a lo largo de los meses, Bold y Kyu hicieron varias veces el viaje entre las dos capitales, utilizando las barcazas por el Gran Canal, o yendo a caballo junto a él. Zhu Gaozhi prefería Nankín a Pekín, por obvias razones de clima y cultura; tarde por la noche, después de beber grandes cantidades de vino de arroz, podía oírsele declarándoles a sus íntimos que mudaría la capital otra vez a Nankín el mismo día de la muerte de su padre. Esto hacía que la ingente labor de construcción en Pekín pareciera algo que no tenía sentido.
Sin embargo, Bold y Kyu pasaban cada vez más y más tiempo en Nankín. Kyu ayudaba a organizar el harén del Heredero y casi no salía de ese recinto. Nunca hablaba con Bold acerca de lo que hacía allí dentro, excepto una vez, cuando llegó a los establos tarde por la noche, un poco borracho. Ésta fue casi la única vez que Bold volvió a verlo; él esperaba aquellas visitas nocturnas, a pesar de que le ponían nervioso.
En esta ocasión, Kyu comentó que su tarea principal durante aquellos días era encontrar esposos para aquellas concubinas del emperador que habían alcanzado la edad de treinta años sin haber tenido nunca relaciones con el emperador. Zhu Di se las enviaba a su hijo, con instrucciones de que las casara.
—¿Quieres una esposa? —preguntó furtivamente Kyu a Bold—. ¿Una virgen de treinta años entrenada por mujeres expertas?
—No gracias —dijo Bold algo incómodo.
Él ya tenía un arreglo con una sirvienta del complejo de Nankín; aunque supuso que Kyu le estaba haciendo una broma, tuvo una extraña sensación.
Generalmente cuando Kyu hacía estas visitas nocturnas a los establos, traía algo que le rondaba la cabeza. No escuchaba las cosas que Bold le decía, o le contestaba extrañamente, como si respondiera a otra pregunta. Bold había oído decir que el joven eunuco era apreciado, que conocía a mucha gente en el palacio y que era uno de los favoritos de Wu, el director de ceremonias. Pero no tenía idea de qué hacían todos ellos en la residencia de las concubinas durante las largas noches de invierno en Pekín. Normalmente Kyu salía a los establos apestando a vino y perfume, a veces a orina, y una vez hasta a vómito. «Apestar como un eunuco»; Bold recordaba con desagrado aquella expresión tan común. Veía cómo la gente se burlaba de la manera de caminar de los eunucos, los pequeños pasos encorvados con las puntas de los pies hacia afuera, algo que era o bien una necesidad física o un estilo del grupo; Bold no lo sabía. Los llamaban cuervos por sus voces en falsete, entre otros nombres; pero siempre a sus espaldas; todos estaban de acuerdo en que a medida que engordaban y se marchitaban de aquella manera tan característica, llegaban a parecerse a una vieja encorvada.
Sin embargo, Kyu aún era joven y hermoso, y borracho y desaliñado como estaba en las visitas nocturnas que le hacía a Bold, parecía muy contento consigo mismo.
—Si alguna vez quieres una mujer, házmelo saber —decía—. Allí dentro hay más de las que necesitamos.
Durante una de las visitas del príncipe heredero a Pekín, Bold pudo observar un rato al emperador y a su hijo, mientras llevaba unos caballos perfectamente cepillados hasta la Puerta de la Pureza Celestial, para que los dos pudiesen cabalgar en el jardín imperial. Sin embargo, resultó aparente que el emperador quería abandonar el recinto y cabalgar hacia el norte de la ciudad, y dormir en tiendas. Este deseo no entusiasmaba al Heredero Designado, tampoco a los oficiales que acompañaban al emperador. Finalmente, aquél desistió y aceptó hacer una cabalgata de un solo día, pero fuera de la ciudad imperial, junto al río.
Mientras estaban montando los caballos, le dijo a su hijo:
—¡Tienes que aprender a encontrar el castigo adecuado para cada crimen! ¡La gente necesita sentir la justicia de tu decisión! Cuando la Junta de Castigos recomendó que Xu Pei-yi fuera sometido a una muerte lenta y que también se matara a todos sus familiares masculinos de más de dieciséis años y que se esclavizara a todas sus familiares mujeres y a los niños, ¡yo fui compasivo! Reduje la sentencia a la decapitación del reo y perdoné a todos los parientes. Por eso dicen: «El emperador tiene sentido de la medida, entiende las cosas».