[2]
Thomas Pooley, Bodmin Assizes, 31 de julio de 1857. En diciembre del mismo año obtuvo el indulto de la Corona.
[3]
George Jacob Holyoake, 17 de agosto de 1857; Edward True-love, julio de 1857.
[4]
Barón de Gleichen, Marlborough Street Pólice Court, 4 de agosto de 1857.
[5]
Pueden sacarse muchas enseñanzas del desbordamiento de las pasiones persecutorias, que, en ocasión de la insurrección de los cipayos, se produjo al desplegarse sin freno las peores partes de nuestro carácter nacional. Los arrebatos de los fanáticos y de los charlatanes, desde el púlpito, tal vez no sean dignos de tenerse en consideración; pero los jefes del partido evangélico han declarado, como principio suyo para gobernar a hindúes y musulmanes, que no se ayude con fondos públicos a las escuelas en que no se enseñe la Biblia, y, por necesaria consecuencia, que no se dé ningún empleo público a nadie que no sea, o diga ser, cristiano. Un subsecretario de Estado en un discurso pronunciado ante sus electores el 12 de noviembre de 1857, se informa que dijo: "La tolerancia de su fe" (la fe de cien millones de súbditos británicos), "superstición que ellos llaman religión, por el gobierno británico, había tenido como efecto retardar la ascendencia del nombre británico e impedir una saludable expansión del cristianismo.. . La tolerancia fue la piedra angular de la libertad religiosa en esta tierra; pero no les permitamos que abusen de esa preciosa palabra. A su entender, esa palabra significa completa libertad para todo, libertad de cultos,
entre cristianos, los cuales tienen para sus cultos una misma base.
Significa tolerancia de todas las sectas y denominaciones de
cristianos
que creen en un solo Redentor." Deseo llamar la atención sobre el hecho de que un hombre a quien se considera apto para desempeñar una alta función en el gobierno de su país, y bajo un ministerio liberal, mantenga la doctrina de que todos los que no creen en la divinidad de Cristo.
[6]
Guillermo de Humboldt:
Esfera y deberes del gobierno.
[7]
Sterling:
Essays.
[8]
Hay algo a la vez despreciable y horrendo en el género del testimonio, según el cual es posible, de unos años acá, declarar judicialmente que una persona es incapaz de llevar sus propios asuntos, y considerar como nula, después de su muerte, la disposición que haya hecho de sus bienes, si es que bastan a pagar los gastos del proceso, los cuales se cargan sobre esos bienes. Se escudriñan todos los pequeños detalles de su vida, y cualquier cosa que —vista a través de las más miopes facultades perceptivas y descriptivas— tenga apariencia de apartarse de lo vulgar, se presenta ante el jurado como una prueba de locura, y, por lo general, con éxito, ya que los miembros del jurado son apenas menos ignorantes, si no lo son más, que los testigos, mientras que los jueces, por su parte, con esa extraordinaria falta de conocimiento de la naturaleza y de la vida humana que tan de continuo nos asombra en los letrados ingleses, contribuyen muchas veces a inducirlos a error. Juicios así dicen más que libros enteros como índice del sentimiento y de la opinión vulgar en relación con la libertad humana. Lejos de atribuir ningún valor a la individualidad, lejos de respetar los derechos de todo individuo a obrar, en las cosas indiferentes, según su propio juicio y sus inclinaciones, los jueces y jurados no pueden concebir que una persona sana de espíritu desee una tal libertad. Antiguamente, cuando se quemaba a los ateos, había gentes caritativas que sugerían que en lugar de llevarlos a la hoguera, se les internase en una casa de locos. No sería nada extraño que hoy mismo sucediera esto, y los que así actuasen se vanagloriarían de haber adoptado una manera cristiana y humana de tratar a esos infortunados en lugar de perseguirlos por causa de la religión, pero no sin la satisfacción secreta de haberles dado lo que merecían.
[9]
El caso de los parsis de Bombay es un curioso ejemplo de este hecho. Cuando esta tribu industriosa y emprendedora (que descendía de los adoradores del fuego persas) salió de su país natal al instaurarse el califato y llegó al oeste de la India, fue tolerada allí por los soberanos hindúes con la condición de no comer buey. Cuando más tarde aquellos lugares cayeron bajo la dominación de los conquistadores mahometanos, los parsis obtuvieron la continuación de esta tolerancia, a condición de abstenerse del cerdo. Lo que en un principio no fue más que sumisión se había convertido en una segunda naturaleza, y los parsis se abstienen todavía hoy de comer buey y cerdo. Aunque su religión no lo exija, la doble abstinencia ha llegado a ser una costumbre para su tribu, y la costumbre en el Oriente es una religión.