Authors: Alvaro Ganuza
Mylo se adelanta unos pasos y me abre la puerta del comedor.
Mi padre se levanta de su silla y retira la mía para que me siente. Es un perfecto caballero.
-Gracias.
-De nada.- contesta y me besa en la cabeza.
CAPÍTULO 5
Me seco el cuerpo con una toalla y me envuelvo con ella. Lo mismo hago con mi pelo. Después me embadurno con crema hidratante por todo el cuerpo e imagino que son las manos de Tomás las que se deslizan y me acarician entera. ¡Ay, qué calor me está entrando!
Me pongo el conjunto de lencería violeta y me miro en el espejo de cuerpo entero que tengo en el baño, para ver que tal me queda. Estas bragas brasileñas de encaje son preciosas y muy sexys, y con el pelo húmedo, la imagen que proyecto es de Diosa del sexo por lo menos. ¿Y si me presento así en la habitación de Tomás?
Río a carcajadas por los pensamientos que tengo y paso a secarme el pelo con secador y cepillo.
Con el cabello seco y liso, y tras meter en el cubo de la colada, la ropa usada y las toallas, abro la puerta corredera de cristal opaco del baño y salgo al pequeño pasillo que conecta con mi habitación.
A mitad de pasillo se encuentra mi gran vestidor, con las puertas blancas de vaivén, estilo a las de las películas del oeste. Es enorme y está lleno de ropa, calzado y complementos. Si lo viera Carrie Bradshaw, la protagonista de Sexo en Nueva York, ¡le da algo! Es sin duda el sueño de toda mujer y tengo vestidos carísimos aún sin estrenar.
Los armarios, las estanterías, los cajones, el gran zapatero, el suelo de baldosas, el techo y las paredes, los marcos de los espejos, las pantallas de las lámparas, el sofá chaise-longue que hay en el centro sobre una alfombra de pelo... todo es de un precioso blanco marfil.
Camino en lencería mirando todas las perchas, cajones y estanterías, buscando qué ponerme. No soy muy pija a pesar de tener este vestidor tan bien surtido, ni tan provocativa como para llevar escuetos vestidos y tan ceñidos como una segunda piel, pero me gusta ir bien, combinada, con estilo y cómo no, preciosa.
Tengo un buen físico, no me puedo quejar, y la verdad que cualquier cosita me sienta de maravilla.
Opto por unos shorts negros ajustados, una blusa de seda de manga corta japonesa, en tonos negros y verdes, con escote barco que deja al aire mi hombro derecho, y unos zapatos brillantes de tacón alto y plataforma.
-Perfecta.- me digo mirándome a uno de los espejos de cuerpo entero.
Paso de la zona ropa y calzado, a la zona complementos y me pongo varias pulseras de plata y unos pendientes de aro a juego. Termino cogiendo el bolso de mano, Power Blush de Swarovski, que conjunta perfectamente con mis zapatos, y salgo a mi habitación para maquillarme en el tocador.
El mensaje de Macarena me llegó durante la cena. He quedado con ellas en la puerta de la discoteca en una hora y tengo que darme prisa.
Enciendo las luces del tocador, pongo a mano todo lo que necesito y empiezo con el trabajo de chapa y pintura: el maquillaje base, sombra de ojos negra con pintas brillantes, raya de ojos, rímel, colorete, labios rosados.
Por último me doy dos toques con la fragancia Pink Diamonds de Mary Kay debajo de las orejas y otros dos en las muñecas.
¡Lista!
Reviso mi pequeño bolso para ver si llevo todo: móvil, llaves de casa, cartera con documentación y pintalabios con el que poder retocarme cuando necesite; y subo al tercer piso para ver a Tomás y desearle buenas noches.
Cuando voy llegando me cruzo con Adela que, bandeja en mano, viene de su habitación.
-¡Virgen de la Macarena, qué preciosidad!
Río y doy una vuelta sobre mi misma para que me vea bien.
-Muy guapa, mi niña.
-Gracias, Adela. ¿Se ha cenado todo?- pregunto mirando la bandeja vacía.
-Sí, corazón mío. Ese muchacho tiene un apetito voraz, pero... ¡benditos los Santos que lo crearon! ¡qué chico tan bien hecho y con todo tan bien puesto!
Estallo en carcajadas al escucharla.
-¡Ay, si tuviera veinte años y diez kilos menos!- añade.
-Adela, por favor.- comento entre risas.- Vas a hacer que se me corra el rímel.
-Es que, mi niña, una no es de piedra ni está acostumbrada a ver esos torsos que solo se ven en los calendarios de bomberos.
Vuelvo a reír y la fuerzo a que siga su camino. Yo continúo con el mío mientras me doy aire con la mano. ¡Qué mujer esta Adela! ¡No tiene pelos en la lengua!
Cuando me acerco a la habitación, uno de los chicos que la custodian, se adelanta a abrirme la puerta. Me sorprende, pero como siempre los ignoro.
Tomás se encuentra recostado contra el cabezal de la cama viendo la tele y al verme alucina.
-¡Guau!- exclama de primeras.- Estás impresionante.
Sonrío e inclino la cabeza.
-Gracias.
-¿Vas a salir?
-Es viernes noche.- respondo como si una cosa fuera con la otra.- Además si no salgo mis amigas vendrán aquí y se puede liar parda.
Me acerco a la cama y me siento a su lado, mucho más cerca que las veces anteriores. ¡Aiiss joder, cuánta razón tiene Adela! Yo me hacía un calendario con él en los doce meses.
-¿Te encuentras bien?- le pregunto.
-¿Si digo que no, te quedarás conmigo?
Sonrío y me paso una mano por el pelo. Qué suave y liso me ha quedado.
-Es broma.- comenta sonriente.- Estoy bien, sí.
-Ya me han dicho que has cenado bien.
-Es que tenéis una cocinera de cinco estrellas.
-Adela, la mujer que te la trajo. Se lo diré.
Tomás asiente y me sigue mirando obnubilado.
Suspiro y cojo su teléfono de la mesilla.
-Voy a darte mi número.- explico mientras lo tecleo y guardo en su agenda.- Si necesitas algo, cualquier cosa o no te encuentras bien, me llamas.
-Puede que lo haga incluso si no lo necesito.
Vuelvo a sonreír y dejo su teléfono de nuevo en la mesilla.
-Que bien hueles.- murmura.
-Pink Diamonds.
Me recojo el pelo hacia un lado, dejando al descubierto mi cuello, y me acerco para que huela.
La respiración se me corta y mi piel se eriza y calienta como unas brasas, al sentir su nariz y labios pegados a mi cuello. Tomás inspira fuerte y desliza la nariz por mi oreja.
-Perfecta.- susurra en mi oído.
Suelto mi pelo y me cierno sobre él para devorarle la boca. Tomás me responde igual de impetuoso y rodeándome con sus fuertes brazos, me atrae más hacia sí. Su lengua y la mía se rozan y creo estallar en partículas, del placer que me causa. Deslizo una mano por su pecho y la otra la introduzco en su largo y suave pelo castaño.
¡Dios mío!
Tras varios segundos, nos separamos con la respiración agitada.
-Lo siento.- sale de mi boca.
-No hay que disculparse por los flechazos.
Sube una de sus manos a mi cuello y volvemos a besarnos varios segundos más.
-Tengo que irme.- murmuro junto a sus labios.
-Sí.- exhala.- Vete porque no voy a poder contenerme.
Sonrío y deslizo el pulgar por sus carnosos labios.
-Te he dejado un buen rastro de pintalabios.
-Eres libre de dejarme todos los rastros que quieras.
Me carcajeo con ganas y me levanto de la cama para ir al baño donde arreglarme el gloss. Cuando salgo, Tomás me sigue con la mirada.
-Que duermas bien.- comento mientras camino de espaldas a la puerta.
-Ahora lo haré como un bebé.
Vuelvo a reír y me doy la vuelta para salir por la puerta.
-Por cierto, Victoria.
-¿Sí?- le miro una vez más.
-No has terminado de contarme la historia del Maserati, ¿qué pasó después de darte contra la farola? ¿Se enteró tu padre?
Sonrío una vez más y asiento.
-Iba de copiloto.
-¡Uff!- resopla.- ¿Y qué pasó con el coche?
Arqueo una ceja y me pongo en plan interesante.
-Un día de estos te lo cuento.
Le guiño un ojo y salgo de la habitación con sus risas de fondo.
Voy a llegar tarde y camino acelerada por el pasillo en dirección a las puertas que dan al patio trasero. Patio donde hay una enorme piscina rectangular con sus tumbonas de madera acolchadas, mesitas apoya-bebidas y sombrillas de lona blanca. Varios metros más adelante, un precioso jardín con su fuente de mármol en el centro.
El patio está flanqueado por dos “alas” de la Villa, por así decirlo, de una sola planta. En la derecha se encuentran las habitaciones del servicio y escoltas, la izquierda son los garajes.
Salgo por las puertas de cristal y madera, acompañada por Mylo.
-Prométeme que vas a tener cuidado.
-Te lo prometo.- repito automáticamente.
Parece mi padre. Él también me ha hecho jurarle y perjurarle que tendré cuidado, que no me fiaré de cualquier chico y que si surge algo, lo llamaré inmediatamente.
-No me des la razón como a los tontos, aún estoy a tiempo de ir contigo.
Me carcajeo y le golpeo en el brazo. Me hago más daño que él.
-Pues como no lo hagas andando...- musito.
Llegamos a la puerta de acceso a los garajes y Mylo me abre con su llave. Entra primero y enciende los fluorescentes. En esta zona tenemos espacio para guardar quince coches y todas ocupadas. Además de un par de motos de gran cilindrada.
Ante mis ojos está el objeto que más he deseado en mi vida, el niño de mis ojos, mi Maserati Gran Cabrio rojo metalizado y descapotable que en su día estrellé contra una farola. Corro hacia él y deslizo una mano por la carrocería.
-Te he echado de menos.- le digo.
-¿Vas a ir en el Maserati?- se sorprende Mylo.
-Por supuesto.
Lanzo el bolso al asiento del copiloto y subo.
-Anda, dale al botón.
Mylo marcha hacia la pared donde se encuentran los mandos de las puertas automáticas mientras me coloco bien en el asiento, abrocho el cinturón y arranco. ¡Uff, cómo ruge mi chico! Los asientos calefactores son de piel color crema y el salpicadero es digno de un cohete de la NASA.
-Pondrás la capota, ¿no?
-Sí, papi.- contesto mientras pulso el botón.
-Si ocurre algo me llamas.
-Lo sé, tranquilo. Deberías estar contento de que ya no debes hacerme de chófer ni estar esperando en la calle a que saliera de las discos.
-Lo hacía encantado. Ahora en cambio estaré en vilo hasta que regreses.
Suelto una carcajada y le agarro la mano.
-Mylo, tú más que nadie eres conocedor de que todo el mundo sabe de quién soy hija. ¡Si me tuve que ir de aquí para ligar!
-Eso no es cierto, he sido testigo de la fila de chicos que iban detrás tuya. ¡Si una vez hasta tuve que separar a dos que estaban a punto de matarse por ti!
Sonrío y le lanzo un beso. Meto primera y salgo lentamente para después girar a la izquierda e ir por el camino de grava hacia la delantera de la Villa.
-¡Y no corras!- alza la voz.
Saco una mano por la ventanilla dándole a entender que le he escuchado y conecto la radio. Subo la ventanilla, meto segunda y tiro hacia Valencia.
Tengo que aparcar el coche en un calle colindante a la discoteca Deseo 54. Viendo lo saturado que está todo y la cantidad de gente que hay en los alrededores, fijo que el local está a reventar.
Cuando bajo del Maserati, ya hay varios ojos puestos en mí y en mi cochazo, y cruzo la carretera hacia la calle donde se encuentra la disco. La gente fuma, bebe, charla, ríe, se dan el lote... sobre unos tocones de cemento que hay enfrente. Mis amigas no se encuentran junto a las puertas e imagino, por lo tarde que he llegado, que ya estarán dentro a chupitos.
Saco el móvil del bolso y veo las llamadas y mensajes de mis amigas. El último es de Lucía donde me dice que me esperan dentro. También tengo un mensaje de un número desconocido que me hace sonreír como una tonta cuando descubro que es de Tomás.
“Me habría encantado salir contigo a bailar. Tomás”
Vuelvo a guardarlo y marcho hacia las puertas.
-¡¿Victoria?!
Me giro para ver quién me llama y veo a Lara, una antigua compañera de clase, que se baja de uno de los tocones de cemento y viene hacia mí.
¡Dios mío, menuda choni! En su cabeza luce un moño rubio tan grande como la boñiga de una vaca, lleva puesto un vestido de leopardo muy corto, muy ajustado y muy hortera, y va más pintada que una puerta. ¡Por favor! ¿Cómo puede salir así de casa?
-¡Lara!- finjo una agradable sorpresa. Llega hasta mí y nos damos dos besos. Nunca hemos tenido relación alguna salvo “hola-hola, adiós-adiós”.
-Cuánto tiempo sin verte, tía. ¿Dónde has estado metida?
Ahora que la tengo enfrente veo el piercing brillante que lleva en el lado derecho de su labio superior.
-Estudiando en Madrid.
-¿Y vas a pasar el verano aquí?
-Sí.- contesto sin dar más explicación.- ¿Y tú qué tal?
La verdad que me interesa un comino su vida, pero lo cortés no quita lo valiente.
-Yo de puta madre.- suelta tan tranquila.- Curro en una peluquería y del trabajo he venido a rumbear con unos amigos.
Señala a su espalda y al mirar, veo un grupo de chicas y chicos tan chonis y canis como ella, que nos observan curiosos.
-Me alegro que te vaya bien. Ahora tengo que dejarte que me esperan dentro.
-Sí, he visto entrar a Maca, Marisa y las demás. Luego entraremos nosotros.
-Entonces nos veremos.
¡Espero que no!
-Claro.- sonríe ella.
Me doy la vuelta y tras poner los ojos en blanco, me dirijo al interior de la disco.
¡Uff, pero a reventar, reventar! ¡No entra un alfiler!
Desde finales de junio como estamos ahora, hasta finales de verano, Valencia se llena de turistas y esta disco está muy recomendada sobre todo al mundo gay, además debe ser la noche de las Drags Queen porque las hay a puñados, con todo tipo de trajes estrafalarios que dejan a la vista más carne de la que tapan, pelucas de todos los colores y estilos, y maquillajes dignos de ser nombrados obras de arte.
Con el bolso junto a mi pecho, cruzo entre la gente que danza al compás de la fuerte música. Intento encontrar a mis amigas, pero me temo que va a ser misión imposible. Sigo atravesando la muchedumbre hasta que una mano me agarra el brazo. Me dispongo a dar un tirón para que me suelten cuando veo a Raquel, que tras apartar a dos tíos que más que bailar se frotan entre sí, se lanza a abrazarme.