En el juicio Bundy siempre se declaró inocente, él mismo asumió su propia defensa; sin embargo, los peritos judiciales, los investigadores y los psiquiatras trabajaron a fondo para demostrar la personalidad criminal de aquel depredador humano. Se aportaron pruebas rotundas como el análisis de la dentadura del sospechoso impresa en los glúteos de una de sus víctimas. Finalmente, se pudo demostrar que Ted Bundy había asesinado a tres muchachas y por ello fue sentenciado a morir en la silla eléctrica. Mientras recorría el pasillo que le conducía al corredor de la muerte, los presos le escupieron profiriendo toda clase de insultos hacia un espécimen que para ellos no era más que escoria, un violador de niñas que no merecía nada de este mundo. Durante los diez años que esperó la pena capital, Bundy siempre habló de él en tercera persona tratando a sus víctimas como si fueran desechos. Reconoció haber ejecutado a veintitrés chicas, seguramente fueron muchas más. El 25 de enero de 1989 a las 7:16 AM, Ted Bundy fue electrocutado hasta la muerte, más de mil personas solicitaron asistir a la ejecución en una cárcel de Florida. Las radios locales pidieron encarecidamente a las poblaciones cercanas que apagaran sus electrodomésticos para que no faltase energía eléctrica en la prisión. Tras la consumación de la pena capital miles de personas aplaudieron y se lanzaron fuegos artificiales por todo el Estado. Como curiosidad diré que la ley norteamericana que ampara a las víctimas de la pornografía lleva por nombre Ley Bundy.
Daniel Camargo
Colombia, (1931)
Colombia, (1931)
LA BESTIA DE LOS ANDES
Número de víctimas: 71 - 150
Pena impuesta: cumplió 16 años de cárcel por sus crímenes, máximo castigo según las leyes ecuatorianas.
Extracto de la confesión:
“Después de cada asesinato juraba que nunca más lo haría. Pero luego volvía. Era un deseo dentro de mí, como una droga. Tenía que matar otra vez”.
La infancia, queridos amigos, marca profundamente nuestra personalidad. Si nuestros primeros años son felices y nuestros padres nos colman de atenciones y cuidados es muy probable que gocemos de una vida mentalmente saludable.
En el caso de los psicópatas asesinos esto casi siempre no es así, con frecuencia comprobamos que en las fichas de los psychokillers aparecen traumas contraídos en la más tierna infancia: agresiones sexuales, malos tratos físicos y psíquicos, desarraigo familiar… Es como si los padres proyectaran todas sus frustraciones sobre sus hijos y éstos comienzan a coleccionar sinsabores extremos, lo que a la postre aboca al candidato a criminal hacia la destrucción de iconos creados en su cerebro que supuestamente lo atormentan desde sus primeros pasos en la vida.
Los psicópatas —ya sabemos— no son enfermos mentales, pero, en cambio, sí generan ciertas anomalías que condicionan sus terribles actuaciones; por ejemplo, un asesino en serie puede desarrollar una obsesión enfermiza por destruir ciertos símbolos que para él son torturantes. Eso determinará su pauta de comportamiento a la hora de seleccionar y matar a sus víctimas. Sí que es cierto que en estos individuos predomina el móvil sexual; ya hemos visto como alguno de ellos se pasó la vida matando a muchachas que se parecían a su novia simplemente para vengar una humillación o un desprecio ocasionado por esta.
En el caso de Daniel Camargo fue la infidelidad de la esposa, unido a trastornos adquiridos en la infancia, lo que desató que el colombiano apareciera de forma sangrienta en la galería universal de los psicópatas asesinos. Aunque entró con edad madura, consiguió el dudoso mérito de haber matado más gente en menor espacio de tiempo. Es un relato que todavía hoy sigue estremeciendo a todos aquellos que lo conocieron en Colombia y Ecuador. En esos países, donde parece que la vida vale menos debido a una altísima tasa de criminalidad, el suceso que nos ocupa desbordo, no obstante, todas las previsiones imaginables.
Nacido el 22 de enero de 1931 en los andes colombianos, muy pronto se vio privado del cariño y mimo de su madre biológica, ya que esta murió sin que Daniel hubiese cumplido su primer año de vida. El padre tardó muy poco en casarse de nuevo y, para desgracia del pequeño, la recién adquirida madrastra no pudo cumplir el sueño de tener una niña dado que, según parece, tenía serios problemas de fertilidad. El asunto provocó una cierta enajenación mental a la aspirante a mamá, y como lo más parecido que tenía en casa a una niña era Danielito se fijó en él para convertirlo en ella. En efecto, el niño sufrió una transformación estética motivada por el trastorno de su nueva madre. Danielín, ahora Danielita, tuvo que soportar durante años que su madrastra lo enviara al colegio vestido como una niña; puntillas, lazitos y bucles en el pelo eran una constante en la vida del atónito niño. Como se puede figurar el lector, aquella mujer, sin saberlo, estaba condicionando el carácter del pequeño, condenándolo a la fuerza a satisfacer su obsesión maternal.
A pesar de todo, el muchacho dio muestras de una clara inteligencia siendo uno de los alumnos más distinguidos en las clases de primaria del colegio León XIII de Bogotá. Sin embargo, el deseo de seguir estudiando se vio truncado por el malestar reinante en la familia Camargo. Según confesaría tras su detención años más tarde, su hermana mayor abusaba sexualmente de él, también fue sometido a constantes palizas y humillaciones a cargo de su padre y de un tío absolutamente alcoholizado. No es de extrañar que a los doce años abandonara la escuela dedicándose al aprendizaje vital que dan las calles de una ciudad tan conflictiva como es Bogotá.
Lejos de la ambigüedad, a Daniel le gustaban las chicas. Le llegó la hora del amor y se enamoró de una muchacha llamada Alcira Castillo con la que se casó en 1960. Los primeros años de matrimonio fueron felices y parecía que por fin nuestro protagonista dejaba atrás su tumultuoso pasado familiar para acometer una existencia sensata. Sin embargo, siete años más tarde todo se desmoronó cuando cogió
in fraganti
a su mujer con otro hombre en la cama. En ese momento un cortocircuito desordenó definitivamente la mente de Camargo, decidiendo que las mujeres eran las culpables de todos los males que habían acontecido en su vida. Había llegado el momento de la venganza, ya no se volverían a reír de él y nunca más lo humillarían. Solo quedaba buscar inocencia y pureza, y eso, según él, se encontraba en la virginidad de las muchachas.
Con frenesí buscó jovencitas que fueran vírgenes. Su nueva amante tan loca como él, lo ayudaba en esas auténticas cacerías. Las violaciones se fueron sucediendo, las chicas eran narcotizadas previamente para ser violentadas por Camargo. Esto duró poco tiempo a su pesar, pues un buen número de adolescentes atacadas por Camargo y su cómplice denunciaron los hechos dando toda clase de pistas que condujeron a su detención en 1968. La pena impuesta fue de cinco años, tras cumplirla Camargo volvió a las andadas. Se supone que en este primer periodo ya cometió algunos asesinatos, pero lo cierto es que cuando fue nuevamente detenido en 1974 tan solo se le puedo acusar de un asesinato con violación. Esta vez la pena fue más contundente y Daniel Camargo fue condenado a cumplir veinticinco años de reclusión en la isla penitenciaria de Gorgona en Colombia.
En ese aislado paraje estuvo encerrado diez años. Lo cierto es que la isla por inhóspita apenas tenía vigilancia y los presos deambulaban a sus anchas por la pequeña extensión insular.
La tarde del 23 de noviembre de 1984 Camargo en uno de sus paseos, descubrió una pequeña barca abandonada. No lo pensó dos veces, y empezó a remar con la desesperación del superviviente. Sin alimentos ni agua remó sin descanso durante tres días hasta que divisó las costas continentales. Milagrosamente se había salvado aunque su aspecto y situación anímica daban a entender que sus días en la tierra estaban contados. Pero Daniel Camargo era inteligente y tenía capacidad para generar recursos que le permitieran seguir adelante. Como hemos dicho gozaba de una cierta brillantez intelectual y además hablaba a la perfección tres idiomas.
Lo primero que hizo fue cambiar de país, Ecuador sería desde entonces su nuevo campo de actuación criminal. La excitación se volvió a adueñar de su cuerpo, regresaron con fuerza los fantasmas del pasado y, no olvidemos, amigos, que Ecuador es un país tremendamente joven y lleno de jovencitas con aspecto virginal e inocente. La bestia de los andes desenterró su macabra hacha de guerra y comenzó a usarla con impulsos frenéticos. Serían quince meses horrendos en los que Camargo regó con sangre caminos, veredas, carreteras y autopistas, una vorágine de terror que desconcertó por inusual a las autoridades locales, las cuales solo eran capaces de incrementar la vigilancia y poco más, dado que el asesino no dejaba huellas ni señales que permitieran su captura.
En sus años de reclusión, Camargo había pensado largo tiempo en por qué lo habían detenido; sin duda la declaración de las jovencitas violadas había sido fundamental para que pasase tanto tiempo a la sombra.
En su mente trastornada desarrolló un nuevo plan de venganza, concluyendo que una vez libre mataría a sus futuras víctimas sin dejar huellas, de esa manera nadie lo podría denunciar. Esta es la simple visión que de los acontecimientos tenía un asesino cruel como Daniel Camargo.
En marzo de 1986 la bestia de los andes fue detenida en una inspección rutinaria de carreteras realizada por la policía ecuatoriana. Camargo muy avejentado y harapiento parecía un vagabundo de los muchos que transitaban por el país. Sin embargo, algo llamó la atención de los agentes, y esto fue que el presunto mendigo portaba una maleta sospechosa. La sorpresa vino cuando una vez abierta, se pudo comprobar que en el interior de la misma se encontraba una camisa teñida por la sangre, así como otras prendas también salpicadas de hemoglobina.
Ante las preguntas insistentes de los policías Camargo se limitó a enmudecer sin presentar resistencia alguna. Trasladado a la comisaría más cercana, los inspectores comenzaron con los interrogatorios, al poco la bestia de los andes se derrumbaba cantando de plano. En su declaración confesó setenta y un asesinatos y un número incontable de violaciones, pronto el caso Camargo se convirtió en un coladero para muchos homicidios sin resolver en la zona. La policía llegó a intuir más de ciento cincuenta asesinatos entre Colombia y Ecuador. Mientras tanto Camargo, atónito por todo lo que estaba ocurriendo en torno suyo, se justificaba de esta manera: “Estaba vengándome de muchos años de humillación… Después de pasarme tantos años preso por violación, lo único que me daba miedo era volver a la cárcel. Por eso mataba sin dejar huellas. Siempre llevaba una camisa de más, y cuando las manos se me manchaban de sangre las limpiaba orinando sobre ellas”.
Destrozó, mutiló y desgarró a sus víctimas de forma salvaje. En una ocasión la policía le preguntó por qué había arrancado los pulmones, riñones y corazón de una muchacha, a lo que él respondió fríamente: “Eso es mentira, como mucho la saqué el corazón porque es el órgano del amor”. Daniel Camargo fue condenado a dieciséis años de cárcel, la pena máxima que contempla las leyes ecuatorianas para estos casos. No parece mucho para un psicópata asesino.
Andrei Romanovich (Chikatilo)
Ucrania, (1936 - 1994)
Ucrania, (1936 - 1994)
LA BESTIA DE ROSTOV
Número de víctimas: 53
Extracto de la confesión:
“No podía controlar mis actos. Lo que hacía no era para obtener placer sexual, más bien me proporcionaba paz mental y espiritual durante un tiempo.”
“
Cuando sentía la llamada tenía auténtica necesidad de matar
”.
Solo los débiles son capaces de apuñalar por la espalda. De igual manera, muchos psicópatas impotentes desatan un particular terror sexual con sus inocentes víctimas, en ellas descargan todo el odio engendrado a lo largo de años en los que sienten ficticiamente como el mundo les recuerda todas y cada una de las mermas físicas y psíquicas que padecen.
Los asesinos sexuales desembocan en una sórdida desesperación a fuerza de recibir reiteradas y supuestas acusaciones de impotencia por parte de su entorno más próximo. En ocasiones es cierto que son impotentes y eso los acompleja, pero en casi todas las oportunidades en las que son capaces de matar —erección y eyaculación— se convierten en una fatal cadena que previamente se ha iniciado con la visión de la sangre por parte del criminal.