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Authors: Chuck Palahniuk

Tags: #Humor, Intriga

Pigmeo (10 page)

—¡Ja, ja!

Blande su mano letal golpeando el oxígeno demasiado deprisa para que el ojo lo presencie. Agita su puño en dirección al techo. Cacareando como gallo dice:

—¡Traedme más huesos que partir!

Al momento siguiente, la puerta ya no permanece afianzada en la pared. La puerta de la galería de batalla se abre para desplegar al muy talentoso instructor de ataque. Tal como es requisito, todo el entrenamiento cesa, y todos los agentes anuncian al unísono:

—Saludos, educador muy estimado y reverenciado.

Con una sola voz unida dicen:

—Acepte, por favor, nuestro agradecimiento por la sabiduría que nos imparte.

Para que conste en acta, Boban no emite saludo.

Pavel da una patada en la caja torácica del agente Boban. Repite con la bota. Repite y repite con la bota hasta que a Boban le parpadean las cubiertas de piel de los ojos y sus labios dicen con susurro:

—Saludos, educador muy estimado... —Y le falla la voz.

El instructor hace una reverencia con la cabeza.

Y todos los agentes hacen una reverencia con la cabeza.

El aclamado instructor emprende un pequeño desfile hasta penetrar en la galería. El respetado instructor vuelve la cabeza para proyectar su mirada y posarla sobre todos los agentes de combate de forma individual. Se adentra en la galería de batalla, con las manos unidas detrás de la espalda y la mandíbula fuertemente cerrada. Adopta posición de dar golpecitos repetidos con el pie en el suelo, golpecitos que son el único ruido de la galería, y sigue dando golpecitos hasta envolver todos los latidos de corazones al unísono. Y al momento siguiente, el zapato se detiene. Y todos los corazones se detienen.

El muy reverenciado instructor de ataque gira la cabeza para proyectar la mirada sobre el agente Pavel. Haciendo sobresalir la barbilla propia, dice:

—Saborea tu estatus más elevado, camarada. —Dice—: Resulta simple determinarte como supremo entre el total de agentes de esta clase.

Con las manos ensangrentadas juntas detrás de la espalda propia, el agente Pavel infla el pecho y hace una pequeña reverencia con la cabeza.

Mirando el amasijo embadurnado de sangre y encogido de Boban en el suelo, con las nalgas del agente 11 temblando, el instructor dotado de gran sabiduría extiende la mano propia y dice:

—Concédame su pistola, camarada Pavel.

A todos los agentes se les suministran pistolas Beretta reglamentarias de nueve milímetros, semiautomáticas, de acción doble, con retroceso, con funda en la cadera, provistas de cargadores de quince balas reversibles. Velocidad de salida 2.130,3 pies por segundo. El agente Pavel abre la correa de seguridad de la pistolera propia, retira la pistola y se la proporciona al instructor.

Cuando recibe la Beretta no resplandeciente, con acabado en negro mate, el muy talentoso instructor dice, citando al gobernante benévolo y severo dictador Augusto Pinochet: «A veces la democracia tiene que venir bañada en sangre».

El respetado instructor orienta la pistola hacia el cuerpo encogido de Boban y amartilla el gatillo.

El agente Boban, con los ojos fuertemente cerrados, el cuerpo encogido, agarrotado, hecho una bola alrededor del músculo cardíaco propio. Sorbiéndose orificios nasales para retener el agua. Sangre apelmazada con uniformidad.

El agente Pavel compone con la boca una sonrisa torcida de placer. Desplegando hasta el último diente blanco resplandeciente. Una sonrisa lo bastante ancha como para comprimir los ojos de Pavel hasta convertirlos en ranuras.

Mientras presencian el evento, los compañeros agentes tienen el aliento encerrado dentro de los pulmones. La piel cubierta de sudor que se va enfriando.

Al momento siguiente, una descarga de pistola. Un eco estruendoso. Olor a humo elevándose.

En ese mismo momento presente, la cabeza sonriente de Pavel explota. La bala viola su cráneo y expulsa el contenido gris y blando, salpicando la pared de espejos. Salpica a la agente Magda, al agente Chernok y al agente-yo. Esos grumos calientes de esponja gris son la antigua máquina de pensar del agente Pavel.

El esqueleto de Pavel se dobla y cae en espiral hasta convertirse en un simple montón de basura cercano al lloroso Boban.

La cubierta de metal latón del cartucho de la munición es expulsada de la pistola, y su trayectoria en arco se degrada hasta impactar en el suelo de cemento y rebotar... ruido de clinc, ruido de clinc, ruido de clinc...

Toda la muy valiosa educación de Pavel, todo su talento y experiencia, todos sus recuerdos, sus sueños de gloria, remordimientos, afectos y desprecios, toda su educación en acontecimientos históricos y ecuaciones de trigonometría, toda su identidad dotada de una personalidad, todo queda liquidado. Todas sus habilidades y talentos. Pasados y futuros. Todos sus planes meticulosos y su adiestramiento y su práctica. Pulverizados y hechos trizas. Todos sus placeres y penas del pasado convertidos en un pastel de carne gris y humeante, expulsado del cráneo por el orificio de salida de la bala.

El respetado instructor de ataque flexiona las rodillas y se agacha para que su mano pueda recoger la cubierta de latón del cartucho del suelo.

Para que conste en acta, el instructor anuncia entonces que el Estado no necesita héroes épicos. Que no se esfuerce nadie en lograr la celebridad personal de los focos y los aplausos. El instructor nos alecciona con la idea de que el Estado desea que el modelo óptimo de nuestros resultados sea la mediocridad. Nada de fanfarrones que busquen llamar la atención. Nada de bufones. Que el resultado óptimo sea la medianía. Que se supriman los egos trepadores. Que nos convirtamos en ordinarios. En invisibles.

Se requiere que nos borremos a nosotros mismos. De otro modo, será el Estado quien lo haga.

Durante la lección, el instructor emprende rotación de la cabeza propia para enfocar con la cara a cada agente individual. Haciendo contacto con los ojos de cada uno. Al momento siguiente, posa la mirada propia en los residuos de Pavel. Posa la mirada en el amasijo tembloroso de la carne ensangrentada de Boban.

En el suelo de cemento, el agente 11 tiembla. Se encoge de miedo. Una sola gota de orina amarilla traza un reguero por los bajos del pantalón del agente Boban. Con las dos rodillas pegadas al pecho propio, se comprime para hacerse lo más pequeño que puede.

El aclamado instructor pone el brazo de la pistola recto y orientado hacia el espinazo tembloroso perteneciente al agente Boban. Al momento siguiente el cañón suelta un destello. Patapum. Humo.

Cita: «A veces la democracia tiene que venir bañada en sangre».

Al agente 11 se le escapa la última sangre. Con su aliento final, con los labios temblorosos, el agente Boban dice con voz de susurro:

—Felicitaciones, reverenciado instructor. —Y exhala su propia preciada vida para decir—: Un disparo excelente...

Las gotas estalladas de la sangre de Boban... los grumos grises reventados de la brillantez de Pavel... el sudor helado desciende en regueros lentos por las mejillas faciales de la agente Magda, del agente Tanek y del agente-yo. Las rodillas de este agente se flexionan de forma automática y me agacho para que mi mano pueda recoger la cubierta de metal latón de la munición. Los dedos helados. Alojada en la palma de la mano del agente-yo, la cubierta del cartucho retiene una calidez diminuta.

COMUNICADO UNDÉCIMO

Empieza aquí el informe undécimo del agente-yo, número 67, asistiendo a la sesión de educación estructurada obligatoria de hoy. Participando en el combate entre los estudiantes de la institución de educación pública XXXXX. La batalla forzosa para enumerar las letras del alfabeto inglés que componen palabras típicas del vocabulario. La guerra de deletrear se escenifica en el auditorio XXXXX. La fecha es el día actual de hoy. Para que conste en acta, todos los jóvenes americanos han caído víctimas, ya aniquilados en intentos de deletreo para formar «coordinado» o «transpiración». Seis jóvenes destruidos por la batalla contra la palabra «desahucio».

Todos los estudiantes americanos ya despedidos del campo de batalla, relegados a los asientos del público, solo posibilitados para ser testigos de las escaramuzas verbales que restan. En el escenario no queda nadie más que los agentes Magda, Ling, Chernok, Oleg, Bokara, Mang, Tibor y Tanek, además de este agente.

El pie del severo agente Mang se posiciona junto al micrófono, bajo el foco del escenario, y repite la palabra que le ha dado el instructor, dice:

—Esteatopigia. —Enumera los signos alfabéticos-: E-S-T-E-A-T-O-P-I-G-I-A. —Hace una reverencia con la cabeza y repite—: Esteatopigia.

La audiencia emite un gemido enorme y masivo. La voz de un escolar masculino dice, reverberando por todo el auditorio:

—¡Acabad con esta puñetera farsa!

Un coro de otras voces, tanto masculinas como femeninas, dice:

—¡Eso!

Dicen:

—¡Declarad un puto empate ya!

Sentados por debajo de las candilejas del escenario, una hilera de estimados instructores no para de hojear distintos tomos, pasando el dedo por las páginas en busca de la siguiente palabra que preguntar. Otro aclamado instructor pone el dedo recto y lo usa para presionarse los labios fruncidos y exhala un ruido susurrante para indicar silencio. Otro reverenciado instructor inclina la barbilla hasta que casi toca el micrófono y dice:

—Siguiente concursante... —Dice—: ¿Quiere usted hacer el favor de deletrear «retromingente»?

En el escenario, la agente Magda se ha posicionado junto al micrófono. Con los brazos juntos detrás del torso y los pies separados, en posición de descanso de desfile, Magda dice:

—Estimado instructor, le agradecería con todo el respeto que me repitiera usted la palabra...

—Retromingente —dice el instructor.

Con la mirada fija sin parpadear en el potente resplandor de los focos, sin parpadear y sin agua ocular, la agente Magda dice:

—Con todo el respeto debido, gran instructor, lamento corregir la pronunciación del muy estimado instructor. —Dice—: La versión correcta verdadera de la pronunciación es «retro-min-gente», con ligerísima pausa intermedia. Procedo a deletrear con exactitud la palabra.

Un alborotador situado en la audiencia de estudiantes dice gritando:

—Que alguien active la alarma antiincendios.
Sacadnos
de aquí.

En el puesto de la hilera contiguo a este agente, susurrando al oído del agente-yo, el agente Chernok dice, citando al rey y alguacil extremo Benito Mussolini:

—«Resulta humillante quedarse de brazos cruzados mientras otros escriben la historia».

Trevor ha muerto, víctima de la palabra «aneurisma».

La hermana-gata, retirada de la contienda por la palabra «coagulopatía».

Para que conste en acta, durante el transcurso de las pasadas 6,21 horas de competición, el equipo de instructores se ha visto obligado a menudo a retirarse a la biblioteca de la escuela para recoger volúmenes adicionales de listas de palabras inglesas. El muy respetado instructor ahueca la mano para cubrir el micrófono, dispone la boca propia para hablar de lado con otros compañeros instructores y dice, intentando que no se le oiga:

—Por el amor de Dios... me gustaría irme a casa algún día. —Dice—: Vamos a cargarnos de una vez a esta escoria.

El hermano-huésped perro-puerco, destruido por la elemental palabra «histerectomía».

El venerado instructor abre un grueso volumen de texto, y sus ojos barren la página y cazan por ella, en busca de la palabra más difícil y que contenga el mayor número de signos alfabéticos.

En la hilera de espera de las palabras, el agente Oleg inserta el codo contra la caja torácica del agente-yo, inclina la cabeza orientándola para señalar a una estudiante femenina y me dice que la joven en cuestión carece de períodos menstruales desde hace cinco semanas. A continuación me solicita cuántos óvulos americanos disfrutan ya de la semilla de este agente.

Al momento siguiente, el instructor de gran importancia frunce con fuerza los ojos para apoyar la mirada en el agente Tanek.

—Por favor, deletree «ovocefálico».

El agente Tanek se inclina para colocar la boca en posición adyacente al micrófono y le dice al reputado instructor que por favor utilice la palabra «ovocefálico» insertada en un contexto de frase.

El honorable instructor se envuelve la cara propia con los dedos extendidos de las dos manos. Expulsa oxígeno de los pulmones en una sola descarga prolongada. Con los ojos fruncidos, inclina la cabeza hacia el micrófono y dice:

—Aquí tienes tu frase, chaval... «Cuesta un puñetero huevo deletrear la palabra "ovocefálico"».

Una corriente arrugada de risas débiles se filtra entre el público de estudiantes.

El agente Oleg repite el impacto del codo, hurgando en la caja torácica del agente-yo, y dice:

—¿Dónde es posible adquirir atuendo Lederhosen?

Este agente le pide que repita la pregunta.

Tanek enumera los signos alfabéticos: O-V-O-C-E...

Oleg ha sido reclutado como participante de las Naciones Unidas en Miniatura. Me explica que los estudiantes diversos imitan a delegados de gobiernos mundiales, de todas las naciones, reunidos para batallar cuestiones relacionadas con asuntos globales de actualidad. Para realizar oratoria. Para calcular votos. Para fustigar con resoluciones sancionadoras. El agente Oleg ha sido designado para representar a delegado de Alemania. Chernok fingirá ser diplomático italiano. Magda actuará en nombre de Francia. Bokara es el portavoz de la nación de España. Ling, del corrupto y maligno déspota de Irlanda. Oleg argumenta que ningún estudiante americano desea representar a ninguna nación occidental, que los jóvenes americanos aspiran estrictamente a servir como delegados de gobiernos del Tercer Mundo, étnicamente raciales, antiguas colonias marginadas y sometidas a poderes imperiales, pugnando por obtener autogobiernos. A continuación se celebrará baile disco de todas las naciones para hacer demostración de la paz mundial y el afecto mutuo. Intercambio personal de fluidos corporales.

Tanek enumera los signos alfabéticos: F-A-L...

Bajo mi observación, los senos de muchas hembras jóvenes se están inflando, aumentan de talla, las blusas se hinchan por los embarazos. Para que conste en acta, este agente no ha fertilizado. No ha sido reclutado como delegado para las Naciones Unidas en Miniatura. Solamente se ha convertido en objeto de la atracción de los ojos del sodomita enamorado Trevor Stonefield.

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