Read Nuevos cuentos de Bustos Domecq Online

Authors: Jorge Luis Borges & Adolfo Bioy Casares

Tags: #Cuento, Drama, Humor

Nuevos cuentos de Bustos Domecq (12 page)

Bien es verdad que la discusión sigue en pie. Ningún iconoclasta, ni tan siquiera el mismo Calasanz, se atreverá a negar que interrogado el Molinero sobre la presunta maternidad de
Quesillos y requesones
, replicó en tozudas palabras que ha eternizado el bronce: «¿No se trata acaso de versos? ¿No es el poeta el que hace versos? ¿No soy yo el poeta?».

Examinemos con ponderada flema la cosa. El diálogo, según lo testimonia el Padre Buitrago, tuvo lugar el 30 de abril de 1799;
Quesillos y requesones
ya figuraba en el
Cancionero baturra
del 2 de enero de 1721, vale decir unos treinta años antes del nacimiento de Zúñiga. Inútil prolongar el debate. Cabe no olvidar, sin embargo, que Garrido ha detectado en el episodio un rasgo platónico: el Molinero, generoso y abierto, ha visto en los poetas al Poeta y desinteresadamente ha anexado el romance de marras. Brava lección para nuestro desorbitado egoísmo.

Antes de acometer el escrutinio que la gravedad del caso requiere, sea nuestra primera diana un saludo al prócer que supo discernir y publicar la cuantiosa labor, dispersa entonces, de Maese Pedro Zúñiga, el Molinero. Nos referimos, claro está, al conde de Labata. Henos, pues, en 1805. El conde señorea las tierras de pan llevar que ciñen las roquedas de Guarra; Zúñiga, humilde, no desaprovecha las aguas que rotan su molino. En el silencio aldeano tañe. Algo que nunca desentrañaremos ocurre. Quizás la brama de un laúd, tal vez el canto de sirena de una zampoña, acaso el verso repetido al desgaire y que el eco prodiga. El torreón secular no ha sido óbice. Labata, embelesado, cede al reclamo. La voz plebeya le conmueve hasta las entrañas más íntimas. Desde esa hora, cuya fecha precisa el calendario avaro nos hurta, el prócer no tendrá más horizonte que divulgar las trovas emanadas del pecho del villano. La fama apresta sus coronas. La letra de molde pulula:
La Hoja de Alberuela
brinda al bisoño su más franca hospitalidad;
El Faro de Ballobar
no siempre le excluye. Decididamente la cumbre del Parnaso corre a su encuentro. El conde, ufano, traslada a su protegido a la corte. Honores y saraos. Jovellanos dale un beso en la frente.

Tales bien merecidas alharacas no nos apartarán del tranco tranquilo que nos hemos fijado para este lance. Nadie, por singular que parezca, ha reparado hasta hoy en el más abultado de los rasgos del Molinero: su dominio ingénito de la lengua, su soberbio desdén de todas las leyes retóricas, aun de las promulgadas por él. Así en el pláceme que dirigiera al señor Larrañaga, elevado a suplente de la Academia:

Al que remude una voz

le darás con la bastona.

En el primero de estos versos, ya clásicos, el apresurado lector columbrará una sinalefa, figura repudiada por el afinado oído de Zúñiga; en el segundo, la palabra
bastona
puede entorpecer el andar. Dos conjeturas tientan al estudioso. Una que la palabra
bastona
, de manejo ahora infrecuente, constituye una reliquia preciosa del habla de la época, siquiera en los más rústicos aledaños; otra, la que mejor se compadece a su recia índole, es que el Molinero quiso afirmar, de una vez por todas, que la lengua era suya y que él la acomodaba al arbitrio de su talante.

Cierta vez un dómine pedantesco, de esos que nunca faltan, le echó en cara algún verso que, si nos atenemos a la sinalefa, resultaría mal medido. Famosamente Zúñiga replicole: «¿Mal medido? ¿Mal medido? Le conté con las dedas». El comentario huelga.

Si bien católico castizo a macha martillo, el Molinero no desoyó los bocinazos democráticos que aturdían el siglo. Sintió la democracia profundamente, aunque la galicada palabra, si alguna vez la oyese, le asqueara
ad nauseam
. Desde el principio recabó para cada letra su plena independencia. Vaya este par de muestras del formidable aragonés. Trátase, según es patente, de versos que el estragado gusto de nuestro tiempo, insensible a su música, no entonará con plena eufonía. El primero, bajo el seudónimo de Garduña, corresponde a la pieza que intitulase
Aviso respetuoso al Señor Alcalde de Magallón
. Reza el octosílabo:

Se te huele, Manuel

que por de contado debemos escandir:

Se/te/hu/e/le,/Ma/nú/el.

Otro ejemplo, aún más arrollador, es el que copiamos:

Acude, alada hembra

(El que zancuda).

El aleccionado lector escandirá de esta suerte:

A/cu/de/a/la/da/hem/brá.

¿Pensar que el modernismo de Rubén, tan cacareado por la crítica de ultramar, no se arriesgó jamás a tales bizarrías y alardes?

Aquí de un testimonio fehaciente. Campea en la segunda columna de la página decimonónica del boletín anónimo
El complutense
, año de 1795, que los eruditos más aplomados vacilan en atribuir a la pluma del Padre Terranova. Transcribimos el párrafo de la hoja arrancada al ejemplar que sin tardanza devolvimos a la Biblioteca Episcopal de Alicante.

«Hallándose en la corte el sujeto Zúñiga, que es de uso apellidar el Molinero, asistió este último a la lectura de un ovillejo del marqués de Montúfar, que juzgó defectuoso en la medida. El marqués, hombre de pocas pulgas, le endilgó: “Chitón, so animal”».

En llegando a este momento decisivo el texto queda trunco. Cuán tremenda habrá sido la reacción, cuando no las puñadas, de nuestro Molinero, que el cronista, aunque oculto en la anonimia, no se ha animado a registrarla ni tan siquiera a sugerirla en un leve guiño o indicio. Ciertamente, no soñaré en suplir lo que falta; la carne se engallina.

Pasemos en el acto a un episodio marcial, que está a la altura de los
Disparates
de Goya. El general Hugo, durante el curso infausto de la vandálica invasión napoleónica, entró en el caserío de Labata, donde el conde de igual apodo recibiolo con suma hospitalidad, para dar al gabacho
[6]
una lección de rancia cortesía. Apenas el insólito caso tuvo cabida en los oídos de Zúñiga, éste halló modo de allegarse a la presencia del malhadado extranjero. Cuál no sería el asombro del mismo al columbrar al gigantesco gayán tratando de besarle el anillo y gritando, mientras bailoteaba una jota:


Oui, oui, musiú
. ¡Viva Napoleón!

Otro ejemplillo. A partir de mil ochocientos cuarenta y tantos, la estampa que nos hacemos de su figura es la de un gigantón que en la diestra empuña el garrote y en la zurda el pandero con sonajas. Según se sabe, la imaginación popular da siempre en el blanco. No embargante, la única vera efigie que suministra la
editio princeps
de sus obras, publicada en 1821 por su hermano de leche, Pedro Paniego, es la de un hombre de apocada estatura, ojos amodorrados, nariz roma y provista de una librea de tela basta, con botonería de bronce. ¡El artista, no menos que el Padre Terranova en su cronicón, hurta el cuerpo a la robusta verdad y apostata del pincel!

Nuestra pluma, en cambio, se regodea en entregar a la imprenta el lance que registra el
Acopio de pullas y de gracejos
(Madrid, 1934) de don Julio Mir y Baralt. Ni un adarme que añadir al saleroso texto que exhumamos; el hecho luce en su integridad más cabal:

«De paso el Molinero por Jaca, unos bribonazos le divisaron de palique en la calle con un sujeto de modales muy distinguidos y, para hacer burla de su simplicidad, le gritaron:

»—¿Hombre, con qué hombre estás?

»A lo que Zúñiga, sin demudarse ni perder la color, replicoles al punto:

»—Con
Rebajino
.

»Púdose luego averiguar que se trataba de un comisionista de quien él esperaba, simple, obtener alguna
rebaja
».

Otra instancia de pro que nos alzaprima. Al propio Calasanz, que algunos tildasen de culpada y mal encubierta ojeriza, harto bien se le alcanza, según lo pone de relieve la pág. 414 del citado
Rebusco
, que el entremés
A buen toro mejor buey
, de Cornejo, atesora no pocas líneas de la propia dehesa del Molinero.
Primus inter pares
, el imponente endecasílabo, que aún ahora sobrecoge y espanta a los auditorios:

Saco la espapapapapapada

que los actores, arredrados por tamaña valentía, redujeron a:

Sasasaco la espapapapapapada

como en día de hoy retumba en las tablas.
Espapapapapapada
pinta en nuestro caletre la imagen descomunal del montante.
[7]

Mencionaremos, para finiquitar, una hipérbole sugerida por el nombre plural de Behemot, que la Escritura (
Job
, XL, 10) da al hipopótamo y que vale por animales: el Molinero confiere al garañón que endilgó una atrevida coz al conde de Jaca, el gallardo verso que le helaba la sangre a don Marcelino:

es más grande que dos o tres conejos.

¡Así rumiaba el Molinero la Palabra de Dios, unciéndola a su carro de vencedor, cuando lo reclamaba la Musa! ¡Y pensar que hay menguados que le niegan las credenciales de poeta!

Alberuela, 25 de mayo de 1972.

JORGE LUIS BORGES. Nació en Buenos Aires en 1899. Bilingüe por influencia de su abuela paterna, de origen inglés, aprendió a leer en este idioma antes que en castellano, hecho capital en el desarrollo de su escritura. En 1914 se instala con su familia en Ginebra, ciudad en la que cursa el bachillerato. Pronto comienza a publicar poemas y manifiestos ultraístas en España, donde vive entre 1919 y 1921. A su regreso a Argentina, el redescubrimiento de su ciudad natal lo mueve a urdir versos que reúne en su primer libro,
Fervor de Buenos Aires
(1923). Dentro de su vasta producción cabe citar obras narrativas como
Historia universal de la infamia
(1935),
Ficciones
(1944),
El Aleph
(1949),
El informe de Brodie
(1970) y
El libro de arena
(1975); ensayos como
Discusión
(1932),
Historia de la eternidad
(1936) y
Otras inquisiciones
(1952); y doce libros de poemas. Recibió numerosas distinciones y premios literarios en todo el mundo, entre los que destaca el Cervantes en 1980. Incontables estudios críticos dan testimonio de este creador extraordinario, traducido y leído en todo el mundo, un autor imprescindible del siglo XX. Falleció en Ginebra en 1986.

ADOLFO BIOY CASARES. Nació en Buenos Aires en 1914. En 1932 conoció a Borges, al que le unieron una afinidad literaria y una amistad poco comunes. Fue un maestro del cuento y de la novela breve. La agudeza de su inteligencia, el tono satírico de su prosa y su imaginación visionaria le permitieron unir la alta literatura con la aceptación popular. La publicación de
La invención de Morel
, en 1940, marcó el verdadero comienzo de su carrera literaria. Le siguieron, entre otros libros,
El sueño de los héroes
(1954),
Diario de la guerra del cerdo
(1969),
Historias fantásticas
(1972) y
Dormir al sol
(1973). En 1990 fue distinguido con el Premio Cervantes. Falleció en Buenos Aires en 1999.

Notas

[1]
Advertimos al estudioso que los tres puntos suspensivos fueron incorporados al manuscrito por la Sucesión de Félix Ubalde, que publica estas
Cartas savoyardas
. En cuanto a la verdadera causa del
fait divers
, como dicen en Francia, el velo del misterio la envuelve. (Nota del señor Avelino Alessandri).
<<

[2]
Mientras nos reponíamos con ensaimadas, Nelly me manifestó* que en ese momento el pobre mufio sacó la lengua de referencia. (Nota donada por el joven Rabasco).

*
A mí me lo dijo antes
. (Nota suplementaria de Nano Battafuoco, peón de la Dirección de Limpieza).
<<

[3]
El cantor más conocido de aquella temporada.
<<

[4]
En abril de 1971 apareció, bajo el
nihil obstat
de Harvard, la bien fundada tesis doctoral de Tulio Savastano (h.):
Ruiz, el cantor de las colonias
. (N. del E.)
<<

[5]
El texto que le llevé fue “El hijo de su amigo”, que el investigador hallará en el
corpus
de este volumen, de venta en las buenas librerías.
<<

[6]
Lo puso por «franchute». (Nota de H. B. D.)
<<

[7]
Miro en el diccionario que el montante es un espadón. (Nota de H. B. D.)
<<

Other books

Running With Argentine by William Lee Gordon
A Circle of Crows by Brynn Chapman
The Widow by Nicolas Freeling
Leaving Mother Lake by Yang Erche Namu, Christine Mathieu
Katie's Angel by Tabatha Akers
Medusa by Timothy C. Phillips
Tales from da Hood by Nikki Turner


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024