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Authors: Christopher McDougall

Nacidos para Correr (31 page)

BOOK: Nacidos para Correr
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¿Y el coste de esas lesiones? Dolencias fatales en proporciones de epidemia. “Los seres humanos en realidad necesitan obligatoriamente hacer ejercicio aeróbico para mantenerse saludables, y yo creo que esto tiene raíces profundas en nuestra historia evolutiva”, dice el doctor Lieberman. “Si existe una
bala mágica
para mantenerse saludable es correr”.

¿Bala mágica?
La última vez que un científico con las credenciales del doctor Lieberman usó ese término, acababa de descubrir la penicilina. El doctor Lieberman lo sabía, y hablaba en serio. Si no existieran las zapatillas de correr, estaba diciendo, más gente correría. Si más gente corriera, menos gente moriría de afecciones cardíacas degenerativas, paros cardíacos repentinos, hipertensión, arterias obstruidas, diabetes y la mayoría de las dolencias mortales que azotan al mundo occidental.

Esa es una tremenda carga de responsabilidad sobre los hombros de Nike. ¿Pero qué es lo más sorprendente de todo? Que Nike ya lo sabía.

En abril de 2001, dos agentes de Nike estaban observando el entrenamiento del equipo de atletismo de la Universidad de Stanford. Una parte del trabajo de los agentes de Nike pasa por obtener
feedback
de sus atletas patrocinados sobre qué zapatillas prefieren, lo cual era difícil en ese momento ya que los corredores de Stanford parecían preferir… no llevar nada.

—Vin, ¿qué es eso de que vayan descalzos? —preguntaron al entrenador Vin Lananna—. ¿No te hemos enviado suficientes zapatillas?

El entrenador Lananna se acercó para darles su explicación.

—No puedo probar lo que digo —les explicó—, pero creo que cuando mis atletas corren descalzos, van más rápido y se lesionan menos.

¿Más rápido
y
menos lesiones? Si hubiera venido de cualquier otro, los tipos de Nike hubieran dicho “Sí, claro” e ignorado el comentario, pero este era uno de los entrenadores cuyos comentarios se tomaban en serio. Al igual que con Joe Vigil, a Lananna rara vez se lo menciona sin añadir las palabras “visionario” o “innovador”. En tan solo diez años en Stanford, los equipos de pista y
cross-country
de Lananna habían ganado cinco títulos colectivos y veintidós títulos individuales de la NCAA, por su parte Lananna había sido nombrado entrenador de
cross-country
del año por la NCAA. Lananna ya había logrado enviar tres atletas a las olimpiadas y estaba ocupado preparando más en su semillero auspiciado por Nike, un club para los mejores entre los mejores atletas salidos de la universidad. No hace falta decir que los agentes de Nike oyeron con disgusto que Lananna pensaba que el mejor calzado que Nike tenía para ofrecer era peor que andar descalzo.

—Al darles más y más refuerzo estamos aislando nuestros pies de su posición natural —insistió Lananna. Esa era la razón por la que siempre se aseguraba de que sus corredores hicieran parte de sus ejercicios descalzos en la pista techada—. Sé que para una compañía de calzado deportivo, patrocinar un equipo que no usa tu producto no es lo mejor, pero la gente anduvo descalza durante miles de años. Creo que con las zapatillas intentamos corregir demasiadas cosas y sobrecompensamos. Arreglamos cosas que no necesitan arreglarse. Si fortaleces el pie andando descalzo, pienso que se reduce el riesgo de tener problemas con el tendón de Aquiles y la rodilla, así como de contraer fascitis plantar.

“Riesgo” no es el término justo, más bien sería “certeza absoluta”. Cada año, entre el 65 por ciento y 80 por ciento de todo los corredores sufre alguna lesión. Eso es casi todos los corredores, todos los años. Sin importar quién seas, sin importar cuánto corras, tus posibilidades de sufrir una lesión son las mismas. No importa si eres hombre o mujer, rápido o lento, regordete o fibroso como un caballo de carrera, tus pies se encuentran siempre en zona peligrosa. ¿Quizá puedas vencer a las estadísticas si estiras como un swami? No. En un estudio realizado con atletas holandeses en 1993 y publicado en
The American Journal of Sports Medicine
, a un grupo de corredores se le enseñó cómo calentar y estirar mientras que un segundo grupo no recibió ningún tipo de asesoramiento en “prevención de lesiones”. ¿Cómo fueron los índices de lesiones? Idénticos. Un estudio posterior realizado por la Universidad de Hawái dictaminó que estirar era incluso peor, el estudio descubrió que los corredores que estiraban se lesionaban un 33 por ciento más.

Por suerte para nosotros, sin embargo, vivimos en una época dorada para la tecnología. Las compañías de calzado deportivo han tenido un cuarto de siglo para perfeccionar sus diseños así que, lógicamente, el índice de lesiones debe estar en caída libre ahora mismo. Después de todo, Adidas ha desarrollado unas zapatillas de $250 con un microprocesador en la suela que ajusta instantáneamente la amortiguación a cada pisada. Asics ha gastado tres millones de dólares y ocho años —tres más de los que tomó al Proyecto Manhattan crear la primera bomba nuclear— en las impresionantes Kinsei, unas zapatillas que presumen de “apoyos frontales multidireccionales de gel”, un “potenciador de propulsión en el medio del pie” y una “pieza en el talón infinitamente adaptable que aísla y absorbe el impacto para reducir la pronación y ayudar a la propulsión”. Es un montón de dinero para unas zapatillas que tendrás que tirar a la basura en noventa días, pero por lo menos nunca volverás a lesionarte.

¿Cierto?

Lo siento.

“Desde que los primeros estudios reales se hicieron a finales de los años setenta, las dolencias en el talón de Aquiles han incrementado en un diez por ciento, mientras que la fascitis plantar se ha mantenido estable”, dice el doctor Stephen Pribut, un especialista en lesiones relacionadas con correr, antiguo presidente de la American Academy of Podiatric Sports Medicine. “Los avances tecnológicos han sido sorprendentes en los últimos treinta años”, añade la doctora Irene Davis, directora de la Running Injury Clinic de la Universidad de Delaware. “Hemos visto innovaciones tremendas en control de movimiento y amortiguación. Y aun así, no parece que los remedios estén venciendo a las dolencias”. En efecto, no existe evidencia alguna que acredite que las zapatillas de correr ayudan a prevenir lesiones. En un trabajo de investigación de 2008 para el
British Journal of Sports Medicine
, el doctor Craig Richards, investigador de la Universidad de Newcastle en Australia, reveló que no hay estudios basados en observación —ni uno solo— que demuestren que las zapatillas de correr reduzcan nuestra tendencia a lesionarnos.

Era una revelación sorprendente que había permanecido oculta y a la vista de todo el mundo durante treinta y cinco años. El doctor Richards estaba tan sorprendido por el hecho de que una industria de veinte mil millones de dólares estuviera basada en nada más que promesas vacías y buenos deseos que lanzó un desafío:

¿Hay alguna empresa de calzado deportivo preparada para asegurar que usar sus zapatillas en carreras de distancia disminuye el riesgo de sufrir lesiones musculoesqueléticas relacionadas con correr?

¿Hay alguna empresa de calzado deportivo preparada para asegurar que usar sus zapatillas mejora el desempeño en carreras de larga distancia?

Si hay alguna compañía dispuesta a realizar estas afirmaciones, ¿dónde está la documentación, revisada por especialistas, sobre la que se apoyan?

El doctor Richards aguardó, e incluso intentó contactar las principales compañías de calzado deportivo para solicitar sus estudios. No obtuvo más respuesta que el silencio.

Así que, si las zapatillas de correr no nos hacen más rápidos ni reducen el riesgo de lesiones, entonces, ¿exactamente por qué estamos pagando? ¿Cuáles son los beneficios que ofrecen todos estos microchips, “potenciadores de propulsión”, cámaras de aire, dispositivos de torsión y mecanismos de protección? Bueno, si tienes un par de Kinseis en tu clóset, prepárate para las malas noticias. Y como siempre ocurre con las malas noticias, estas vienen en trío:

VERDAD DOLOROSA No. 1: Las mejores zapatillas son las peores

SEGÚN LOS ESTUDIOS dirigidos por el doctor Bernard Marti, especialista en medicina preventiva en la Universidad de Berna en Suiza, los corredores que usan las mejores zapatillas del mercado tienen un 123 por ciento más de probabilidades de lesionarse que los corredores que usan zapatillas baratas. El equipo de investigación del doctor Marti analizó 4.358 corredores en el Grand Prix de Berna, una carrera de 9,6 millas. Todos los corredores completaron unos exhaustivos cuestionarios detallando sus hábitos de entrenamiento y el tipo de calzado que habían utilizado a lo largo del último año; de donde se concluyó que el 45 por ciento había sufrido alguna lesión en ese período de tiempo.

Pero lo que sorprendió al doctor Marti, como señaló en el
American Journal of Sports Medicine
en 1989, fue que la variable más común entre los lesionados no era la superficie sobre la que entrenaban, la velocidad a la que corrían, la distancia que recorrían semanalmente o la “motivación para el entrenamiento competitivo”. Ni siquiera era el peso corporal, o la historia médica relativa a lesiones: era el precio de sus zapatillas. Los corredores que usaban zapatillas de más de noventa y cinco dólares se lesionaban el doble que aquellos que usaban zapatillas de menos de cuarenta dólares.

Estudios posteriores alcanzaron resultados similares, como un informe de 1991 en
Medicine & Science in Sports & Exercise
que encontró que “los corredores que usan zapatillas caras que se venden anunciando características adicionales de protección (léase mayor absorción de golpe, ‘corrección de la pronación’) se lesionan con una frecuencia significativamente mayor que los corredores que usan zapatillas baratas (con un precio menor a $40)”.

Qué broma más cruel: por el doble del precio, obtienes el doble del dolor. Con su ojo de lince, el entrenador Vin Lananna ya había observado este fenómeno por su cuenta a principios de los ochenta. “Una vez compré zapatillas de última generación para el equipo, y al cabo de un par de semanas teníamos más problemas de Aquiles y fascitis plantar de los que había visto nunca. Así que devolví las zapatillas y dije: ‘Envíenme unas zapatillas baratas’ ”, cuenta Lananna. “Desde entonces siempre pido las zapatillas más sencillas. No es porque sea tacaño, es porque mi negocio es hacer que los atletas corran más rápido y permanezcan sanos”.

VERDAD DOLOROSA No. 2: A los pies les gusta una buena paliza

ALLÁ POR 1998, el doctor Barry Bates, cabeza del Laboratorio de Medicina Deportiva y Biomecánica de la Universidad de Oregón, reunió información que sugería que las zapatillas viejas eran más seguras que las nuevas. En el
Journal of Orthopaedic & Sports Physical Therapy
, el doctor Bates y sus colegas informaron que conforme las zapatillas se desgastan y la protección se reduce, los corredores ganan mayor control de los pies.

¿Y cómo es que el control de pies y las suelas desgatadas contribuyen a tener unas piernas libres de lesiones? Debido a un ingrediente mágico: el miedo. Al contrario de lo que todos esos nombres acolchados como Adidas MegaBounce quieren hacernos creer, toda esa protección no hace nada por reducir el impacto. Lógicamente, esto debería ser obvio: dado que el impacto de correr sobre las piernas puede llegar a ser hasta doce veces el peso del cuerpo, resulta absurdo creer que media pulgada de hule va a suponer alguna diferencia contra, en mi caso, 2.760 libras de carne terrestre. Puedes cubrir un huevo con un guante de horno antes de golpearlo con un martillo, pero ten por seguro que ese huevo no sobrevivirá.

Cuando E. C. Frederick, por entonces director del Laboratorio de Investigación Deportiva de Nike, llegó en 1986 a una reunión de la American Society of Biomechanics, llevaba consigo un bombazo. “Al analizar sujetos utilizando zapatillas suaves y duras, no se ha encontrado ninguna diferencia en la fuerza del impacto”. ¡Ninguna diferencia! “Y, curiosamente —añadió—, el segundo, el pico de propulsión en la fuerza de reacción vertical con el suelo fue, de hecho,
mayor
con las zapatillas suaves”.

La extraña conclusión: mientras mayor amortiguación tiene la zapatilla, menos protección ofrece.

Los investigadores del Laboratorio de Medicina Deportiva y Biomecánica de la Universidad de Oregón estaban verificando el mismo hallazgo. Conforme las zapatillas se desgatan y su amortiguación se endurece, revelaron los investigadores de Oregón en un estudio de 1988 publicado en el
Journal of Orthopaedic & Sports Physical Therapy
, los pies de los corredores ganan estabilidad y se hacen menos temblorosos. Harían falta diez años todavía para que los científicos encontraran una explicación a por qué esas zapatillas viejas que las compañías deportivas te decían que echaras a la basura eran mejores que las nuevas que te insistían para que compraras. En la Universidad McGill de Montreal, los doctores Steven Robbins y Edward Waked, realizaron una serie de pruebas con gimnastas en las que descubrieron que mientras más grueso era el tapiz, más duro caían los gimnastas. Instintivamente, los gimnastas buscaban estabilidad. Cuando sentían una superficie blanda en los pies, caían con más fuerza para asegurarse el equilibrio.

Robbins y Waked encontraron que los corredores hacen lo mismo: de la misma forma que alzamos los brazos automáticamente cuando resbalamos sobre hielo, las piernas y pies instintivamente caen con más fuerza cuando perciben una superficie blanda. Cuando corremos con zapatillas con protección, los pies van
a través
de las suelas en busca de una superficie dura, estable.

“Llegamos a la conclusión de que el equilibrio y el impacto vertical están íntimamente relacionados”, escribieron los doctores de McGill. “De acuerdo con nuestros descubrimientos, las zapatillas de deporte que existen actualmente en el mercado son demasiado blandas y gruesas, y deberían ser rediseñadas si se espera que suministren protección a las personas cuando realizan deportes”.

Hasta que leí este informe, estuve desconcertado por algo que me había ocurrido en la Running Injury Clinic. Había estado corriendo una y otra vez sobre una plataforma de fuerza descalzo, con unas zapatillas muy delgadas y con unas Nike Pegasus muy acolchadas. Cada vez que cambiaba de calzado, los niveles de impacto cambiaban a su vez, pero no de la forma en que yo esperaba. Mi fuerza de impacto era menor cuando iba descalzo y mucho mayor cuando llevaba las Pegs. La forma de correr también sufría variaciones: instintivamente ajustaba mi pisada cada vez que me cambiaba. “Golpeas mucho más con el talón cuando llevas las Pegasus”, concluyó la doctora Irene Davis.

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