Read Muerto Para El Mundo Online
Authors: Charlaine Harris
Nadie nunca me había mirado a los ojos y me había dicho aquello. Me sentí obligada a bajar la cabeza.
—Eres inteligente y eres fiel —dijo implacablemente. Moví una mano indicándole que lo dejara correr—. Tienes sentido del humor y de la aventura.
—Déjalo ya —protesté.
—Créeme —dijo—. Tienes los pechos más bonitos que he visto en mi vida. Eres valiente. —Le tapé la boca con los dedos y me dio un lametón. Me relajé dejándome casi caer contra él—. Eres responsable y trabajadora —continuó. Y antes de que me dijera que era estupenda sacando la bolsa de la basura, sustituí mis dedos con mis labios.
—Eso es —dijo en voz baja, después de una prolongada pausa—. También eres creativa.
Y durante la hora siguiente, me demostró que también él era creativo.
Fue la única hora de un día extremadamente largo que no pasé consumida por el miedo: por el destino de mi hermano, por la malevolencia de Hallow, por la terrible muerte de Adabelle Yancy. Probablemente, había aún algunas cosas más que me hacían sentir miedo, pero en un día tan largo era imposible elegir una sola que fuera más terrible que las demás.
Acostada entre los brazos de Eric, tarareando una melodía mientras recorría la línea de su hombro con el dedo, me sentía inmensamente agradecida por el placer que me había proporcionado. La felicidad no debería darse por sentada.
—Gracias —dije, con la cara hundida en su silencioso pecho.
Me obligó a levantar la barbilla con un dedo para poder mirarlo.
—No —dijo en voz baja—. Me recogiste en la carretera y me has acogido. Estás dispuesta a luchar por mí. Es todo lo que puedo decir de ti. No puedo creer la suerte que he tenido. Cuando derrotemos a esa bruja, te llevaré conmigo. Compartiré contigo todo lo que tengo. Todo vampiro que me deba lealtad, te honrará también a ti.
¿Era o no era medieval? Que Dios bendijera su gran corazón, pero nada de aquello iba a pasar. Al menos yo era lo bastante realista, y lo bastante inteligente, como para no dejarme engañar ni por un instante, aunque fuera una fantasía maravillosa. Estaba pensando como un amo con esclavos a su servicio, no como un implacable vampiro, dueño de un bar turístico en Shreveport.
—Me has hecho muy feliz —le dije, y era la pura verdad.
Cuando me levanté a la mañana siguiente ya habían inspeccionado el estanque de casa de Jason. Alcee Beck llamó a mi puerta a las diez y, como su forma de hacerlo dejó claro que se trataba de un representante de la ley, me puse mis vaqueros y una sudadera antes de ir a abrir.
—No está en el estanque —dijo Beck sin más preámbulos.
Me apoyé en el umbral de la puerta.
—Oh, gracias a Dios. —Cerré los ojos un momento—. Pase, por favor. —Alcee Beck cruzó el umbral como un vampiro, mirando a su alrededor sin decir nada y con cierta cautela.
—¿Le apetece un poco de café? —le pregunté cortésmente cuando se instaló en el viejo sofá.
—No, gracias —dijo secamente, tan incómodo conmigo como yo con él. Vi que la camisa de Eric estaba colgada del pomo de la puerta de mi habitación, aunque no era visible desde el lugar donde el detective Beck estaba sentado. Hay muchas mujeres que utilizan camisas de hombre, me dije, para no mostrarme paranoica por su presencia. Aunque intenté no leerle la mente al detective, adiviné que se sentía inquieto por encontrarse a solas en casa de una mujer blanca y que estaba deseando que Andy Bellefleur llegara.
—Discúlpeme un momento —dije, antes de caer en la tentación y preguntarle por qué Andy tenía que venir. Aquello lo dejaría conmocionado. Cogí la camisa cuando entré en mi habitación, la doblé y la guardé en un cajón antes de cepillarme los dientes y lavarme la cara. Cuando regresé a la sala de estar, Andy había llegado ya. Le acompañaba el jefe de Jason, Catfish Hennessey. Noté que la sangre abandonaba mi cabeza y me dejé caer en el sillón que había junto al sofá.
—¿Qué sucede? —pregunté. No podía decir nada más.
—La sangre del embarcadero es probablemente de un felino, y hay otra huella, además de la marca de la bota de Jason —dijo Andy—. Lo mantenemos en secreto porque no queremos que esos bosques se llenen de idiotas. —Me sentía balanceada por un viento invisible. Me habría echado a reír de no haber tenido el "don" de la telepatía. Cuando dijo "felino" no estaba pensando precisamente en un gatito doméstico, sino en una pantera.
Aquí, cuando hablamos de panteras nos referimos a los pumas, a los leones de montaña. Ya sé que por aquí no hay montañas, pero los pumas viven también en tierras bajas. Sin embargo, por lo que tengo entendido, el único lugar de este país donde pueden encontrarse pumas en estado salvaje es Florida, y hay tan pocos que están casi en peligro de extinción. No tenemos pruebas consistentes que demuestren la existencia de pumas en Luisiana en los últimos cincuenta años, década más o menos.
Pero, naturalmente, lo que sí hay siempre son habladurías. Y nuestros bosques y ríos podían generar un sinfín de caimanes, nutrias, comadrejas, mapaches e incluso algún que otro oso pardo o gato montés. También coyotes. Pero no había fotografías, excrementos o huellas que demostraran la presencia de pumas... hasta ahora.
La mirada de Andy Bellefleur ardía de deseo, aunque no por mí. Cualquier hombre viril aficionado a la caza, o incluso cualquier chico amante de la fotografía en plena naturaleza, daría cualquier cosa por ver un puma salvaje de verdad. A pesar de que estos grandes depredadores evitaban a los humanos por encima de todo, los humanos nunca les devolverían ese favor.
—¿En qué están pensando? —pregunté, aunque sabía perfectamente bien qué estaban especulando. Pero para mantenerlos a raya, tenía que fingir que no lo sabía; de este modo se sentirían mejor e incluso se les escaparía alguna cosa. Catfish estaba simplemente reflexionando que lo más probable era que Jason estuviera muerto. Los dos representantes de la ley me miraban fijamente, pero Catfish, que me conocía mejor que ellos, estaba sentado en el borde del viejo asiento reclinable de la abuela, apretando tanto sus manazas rojas que los nudillos se le estaban volviendo blancos.
—A lo mejor Jason vio la pantera al llegar aquella noche a casa —dijo con cautela Andy—. Y corrió a buscar su rifle para perseguirla.
—Están en peligro de extinción —dije—. ¿Crees que Jason no sabe que las panteras están en peligro de extinción? —Naturalmente, consideraban a Jason tan impulsivo y descerebrado que pensaban que le habría dado lo mismo.
—¿Está segura de que eso estaría en los primeros lugares de su lista de prioridades? —preguntó Alcee Beck, intentando mostrarse amable.
—De modo que creen que Jason disparó a la pantera —dije, aun costándome que aquellas palabras salieran de mi boca.
—Es una posibilidad.
—¿Y entonces qué? —Me crucé de brazos.
Los tres hombres intercambiaron una mirada.
—Tal vez Jason siguió a la pantera y se adentró en el bosque —dijo Andy—. Tal vez la pantera no estaba tan malherida y le atacó.
—¿Creen que mi hermano seguiría a un animal peligroso y herido por el bosque, solo y de noche? —Por supuesto que lo creían. Lo leía en sus cabezas, alto y claro. Lo consideraban un comportamiento absolutamente típico de Jason Stackhouse. Lo que no sabían era que, por temerario y salvaje que fuera mi hermano, la persona favorita de Jason en este mundo no era otra que Jason Stackhouse, y que jamás pondría en peligro a esa persona de un modo tan evidente.
Andy Bellefleur tenía ciertos recelos respecto a esta teoría, pero Alcee Beck no. Creía haber descrito a la perfección el comportamiento de Jason aquella noche. Lo que no sabían los agentes de la ley, y lo que yo no podía contarles, era que si Jason hubiera visto a una pantera en su casa aquella noche, era muy probable que la pantera fuera en realidad un ser humano transformado. ¿Acaso no había dicho Claudine que en el grupo de los brujos había cambiantes muy poderosos? Una pantera sería un animal valioso para tener de tu lado en el momento de plantear un ataque.
—Jay Stans, de Clarice, me llamó esta mañana —dijo Andy. Volvió su cara redonda hacia mí y se quedó mirándome con sus ojos castaños—. Me ha contado lo de esa chica que encontraste anoche tirada en la cuneta.
Asentí, sin comprender la conexión y demasiado preocupada por las especulaciones sobre la pantera como para imaginar lo que estaba por venir.
—¿Tiene la chica alguna relación con Jason?
—¿Qué? —Me quedé perpleja—. ¿Qué quieres decir?
—Encontraste a esta chica, María Estrella Cooper, tirada en la cuneta. Han investigado y no han encontrado ningún rastro de un accidente.
Me encogí de hombros.
—Les señalé que no estaba segura de si podría localizar el lugar y no me dijeron que les acompañara a ver nada, después de que me ofreciera a hacerlo. No me sorprende que no encontraran rastros sin conocer el lugar exacto. Intenté ubicarlo, pero era de noche y estaba bastante asustada. También es posible que alguien abandonara el cuerpo de la chica donde yo la encontré. —Si veo Discovery Channel es para sacarle provecho.
—Mire, lo que estamos pensando —dijo Alcee Beck— es que la chica era una de las muchas rechazadas por Jason y que quizá él la tuviera escondida en algún lugar secreto. Y que usted la soltó cuando Jason desapareció.
—¿Qué? —Era como si estuvieran hablándome en urdu o en algún idioma que no alcanzaba a comprender.
—Teniendo en cuenta que Jason fue arrestado el año pasado como sospechoso de aquellos asesinatos, nos preguntábamos si no habría quizá fuego detrás de tanto humo.
—Ya descubrieron quién fue el autor de esos crímenes. Está en la cárcel, a menos que haya sucedido alguna cosa que yo no sepa. Y confesó. —Catfish me miró con inquietud. La conversación estaba poniendo nervioso al jefe de mi hermano. Era evidente que mi hermano era un poco peculiar en lo que al sexo se refiere (aunque a ninguna de las mujeres que habían compartido con él sus peculiaridades parecía importarles), pero ¿pensar que podía tener una esclava sexual y que yo me había ocupado del tema después de su desaparición? ¡Venga ya!
—Confesó, y sigue en prisión —dijo Andy—. Pero ¿y si Jason fue su cómplice?
—A ver, espera un momento —dije. Empezaba a superar el punto de ebullición—. Las dos cosas no pueden ser. Si mi hermano está muerto en el bosque después de andar persiguiendo una pantera mítica herida, ¿cómo puede haber tenido mientras como rehén a esa tal María Estrella Cooper? ¿Estáis pensando que yo estoy implicada en las supuestas actividades esclavistas de mi hermano? ¿Pensáis que la golpeé con mi coche? ¿Y que luego la cargué en él y la llevé a urgencias?
Nos miramos todos fijamente durante un largo momento. Los hombres expulsaban oleadas de tensión y confusión.
Entonces Catfish se dejó caer en el sillón.
—No —vociferó—. Me habéis pedido que viniese para revelarle a Sookie la mala noticia de que hemos descubierto una pantera. ¡Nadie me había mencionado nada sobre una mujer atropellada por un coche! Sookie es una buena chica. —Catfish me señaló—. ¡Y que nadie me venga con que es "distinta"! No es sólo que Jason Stackhouse nunca haya tenido que hacer nada más que guiñarle el ojo a una chica para hacerla suya, sino que además es incapaz de tomar a nadie como rehén para hacerle cosas raras. Y encima os oigo decir que Sookie liberó a esta no se qué Cooper al ver que Jason no volvía a casa y que luego intentó atropellarla. ¿Sabéis que os digo? ¡Que os vayáis directamente al infierno!
¿Sabéis que os digo? ¡Que Dios bendiga a Catfish!
Alcee y Andy se fueron poco después, y Catfish y yo mantuvimos una conversación inconexa consistente principalmente en arengas de Catfish contra los representantes de la ley. Cuando la conversación vino a menos, miró su reloj.
—Vamos, Sookie. Tú y yo tenemos que encontrar a Jason.
—¿Cómo? —Estaba dispuesta a hacerlo, pero perpleja.
—Montaremos una batida y, además, sé que querrás participar en ella.
Lo miré boquiabierta mientras Catfish seguía arremetiendo contra las acusaciones de Alcee y Andy. Intenté con todas mis fuerzas pensar en alguna manera de cancelar la batida. No me gustaba nada imaginar a un montón de hombres y mujeres con ropa de montaña rastreando a través de la maleza, ahora desnuda y parda, que tan difícil hacía circular por el bosque. Pero no había forma de detenerlos y yo tenía todos los motivos del mundo para sumarme a ellos.
Existía la remota posibilidad de que Jason estuviese en algún lugar del bosque. Catfish me dijo que había reunido a todos los hombres que le había sido posible y que Kevin Pryor había accedido a ser el coordinador de la búsqueda, aun estando fuera de servicio. Maxine Fortenberry y sus feligresas traerían café y pastas de la panadería de Bon Temps. Me puse a llorar, pues todo aquello era abrumador, y Catfish se puso más colorado si cabe. Las mujeres lloronas ocupaban un lugar relevante en la larga lista de cosas que incomodaban a Catfish.
Alivié la situación diciéndole que tenía que ir a prepararme. Arreglé la cama, me lavé la cara y me recogí el pelo en una cola de caballo. Encontré un par de orejeras que utilizaba tal vez una vez al año, me puse mi viejo abrigo y guardé en el bolsillo mis guantes para trabajar en el jardín, junto con un paquete de Kleenex, por si acaso volvía a darme la llorera.
La batida se había convertido en la actividad popular del día en Bon Temps. No sólo porque a la gente de nuestra pequeña ciudad le guste ayudar, sino porque además habían empezado a correr rumores sobre la misteriosa huella de un animal salvaje. Por lo que yo sabía, la palabra "pantera" no se había extendido todavía; de haberlo hecho, la multitud congregada habría sido aún mayor. Los hombres iban armados en su mayoría..., aunque, la verdad es que los hombres por aquí siempre suelen ir armados. La caza es una forma de vida, la Asociación Nacional del Rifle proporciona los adhesivos oficiales para llevar en el coche y la temporada del venado es prácticamente una época de vacaciones sagrada. Hay momentos especiales para cazar el venado con arco y flecha, con rifle de carga frontal o con rifle normal. (Supongo que también habrá otra en la que no pueda cazarse). En casa de Jason se había reunido una cincuentena de personas, un grupo numeroso para tratarse de un día laborable en una comunidad tan pequeña como la nuestra.
Sam estaba también allí y me alegré tanto de verle que casi me echo a llorar otra vez. Sam era el mejor jefe que había tenido en mi vida, además de un amigo, y siempre había estado a mi lado en los momentos difíciles. Su cabello rojizo y dorado estaba cubierto por un gorro de punto de color naranja fluorescente y llevaba unos guantes del mismo color. La chaqueta marrón contrastaba por su seriedad y, como todos los demás hombres, calzaba botas de trabajo. No es bueno andar por el bosque, ni siquiera en invierno, con los tobillos desprotegidos. Las serpientes son lentas y escurridizas, pero si las pisas se vengan siempre.