Antes de partir a México, Marcela y Hernán dieron una fiesta para presentar a Regina a sus amigos del barrio, que se mostraron encantados de tener a una escritora española entre ellos.
—É una grande scritrice spagnola, molto riconosciuta
—insistía Marcela, con énfasis, para su vergüenza. Bajando la voz, dirigiéndose a ella, añadía—: Los romanos se mueren por estas cosas, verás con qué deferencia te tratan en todas partes.
Y así había ocurrido.
Mario, el camarero que suele atenderla en Da Marzio, le pregunta si desea que le traiga su segundo
cappuccino.
Es un joven simpático, que ama su oficio y conoce las costumbres de Regina.
Esa mañana, la mujer se ha detenido en el estanco de via della Paglia que hace esquina con la plaza y ha comprado un bloc grande y un bolígrafo. La vendedora ha dejado de ofrecerle postales y recortables con los monumentos romanos; ahora la trata como a una vecina. Han comentado que parece primavera, y la dependienta le ha dicho que no hay sitio mejor en el mundo para vivir esa estación que el Trastevere. Mientras aguarda que Mario le sirva el café, Regina mordisquea el extremo del bolígrafo. Quiere contestar la última carta de Judit y darle las gracias por el ramo de flores que ella y Álex le han hecho llegar por la mañana, con una tarjeta de Interflora en la que una letra anónima ha escrito: «Feliz cumpleaños, feliz siempre. Tus becarios, Judit y Álex.»
Recuerda, con orgullo, el párrafo más conmovedor de la carta de la muchacha: «Quién me hubiera dicho que, gracias a ti, acabaría hablando con mi madre como nunca lo había hecho antes.» Con gesto decidido, Regina se dispone a empezar la carta, pero en ese momento llega Mario y coloca en la mesa la taza humeante.
—Ecco il cappuccino.
Se queda quieto unos instantes y pregunta, señalando el bloc:
—La
signora,
¿está escribiendo una novela? —Como la mayoría del vecindario, Mario conoce la profesión de la española.
—Todavía no, Mario. Todavía no. Aunque algo se mueve. Arranca una hoja del bloc y escribe: «Mientras vivimos.» No está mal, como título. Quién sabe.
Son cincuenta años. Y hoy es el principio de su vida.
María Dolores Torres Manzanera, más conocida como Maruja Torres, nació en Barcelona en marzo de 1943. De familia murciana, ejerce como periodista, columnista, escritora y guionista de cine. Comenzó a trabajar a los catorce años como mecanógrafa, y acabó siendo secretaria de redacción de la sección “Página femenina” del diario
La Prensa
y colaboradora de la revista de cine
Fotogramas
. Fue enviada especial en los frentes del Líbano y Panamá para el diario El País, periódico para el que también es columnista. En 1986 publicó su primera obra:
¡Oh, es él! Viaje fantástico hacia Julio Iglesias
, enfocado en la figura del cantante con tono humorístico. Su segunda novela,
Mientras vivimos
, obtuvo el Premio Planeta del año 2000, y
Esperadme en el cielo
(2009) obtuvo el Premio Nadal. En la obra autobiográfica
Mujer en guerra
(1999) narra su vida periodística. Es colaboradora de las revistas
Qué leer
y
El espectador
. Si bien no tuvo formación académica periodística, ha cultivado todas las áreas del periodismo, desde el reportaje de guerra hasta la crónica de sociedad.