Más Allá de las Sombras (9 page)

O eso, o la locura que Dorian había temido durante tanto tiempo por fin se había adueñado de él.

—Me llaman Mediombre —dijo—; pero soy Dorian Ursuul, primer hijo y heredero reconocido de Garoth Ursuul, y eliminado desde hace tiempo de los registros de la Ciudadela por mi traición al rey dios y sus métodos.

—No lo entiendo —dijo ella.

Arrugó la frente. Dorian había visto esa arruga, en sus visiones, cuando se había convertido en un ceño de preocupación permanente. Tuvo que contenerse para no estirar el brazo y acariciarle la frente. Sería tomarse demasiadas familiaridades. ¡Por el Dios, creía haber dejado atrás todas las confusiones que acarreaba ser un profeta!

—¿Por qué estás aquí? —preguntó la joven.

—Por ti, Jeni.

Ella se puso rígida.

—Puedes llamarme alteza, o, dado que evidentemente has incurrido en un gran riesgo para venir aquí, Jenine.

—Sí, por supuesto, alteza.

A Dorian le daba vueltas la cabeza. Allí estaba, un príncipe hecho y derecho, recibiendo permiso para dirigirse a una jovencita por su nombre completo. Eso escocía. Y decepcionaba. El amor a primera vista ya era bastante malo, pero descubrir que no era mutuo... En fin, la habría tomado por una frívola si se hubiese lanzado a sus brazos, ¿verdad?

—Creo que será mejor que te expliques —dijo ella.

Estúpido, Dorian. Estúpido. Está lejos de casa. Ha visto su tierra arrasada por tu pueblo. Está aislada. Tiene miedo, y tú no estás exactamente en las mejores condiciones para el romance, ¿o sí?

¡Oh, maldición, cree que soy un eunuco!
Allí tenía un bonito dilema. ¿Cómo deja caer uno en una conversación educada:
Por cierto, por si en algún momento te interesa, tengo pene
?

—Sé que parece inverosímil, alteza —dijo—. Pero he venido a res... a ayudaros a escapar.

Ella puso los brazos en jarras —¡maldición, qué guapa era!— y dijo:

—Ya veo. Eres un príncipe. Yo soy una princesa atrapada en una alta torre. Has venido a rescatarme. Qué gracioso. Puedes ir a contarle a Garoth que se me han poblado los ojos de lágrimas y se me ha entrecortado la respiración, ¡y después puedes irte al infierno!

Dorian se frotó la frente. Si tan solo los pedacitos que recordaba de sus visiones le ofrecieran una buena manera de lidiar con la ira de Jeni... de Jenine.

—Lo único que necesito saber, alteza, es si queréis partir y exponeros a la muerte o si preferís quedaros en vuestra cómoda torre hasta que mi padre, que es lo bastante viejo para ser vuestro abuelo, llegue para cobrarse vuestra dignidad, vuestra doncellez y vuestra cordura. Sois un poco mayor para las preferencias de mi padre pero, dado que sois una princesa, estoy seguro de que os dará una oportunidad. Si alumbráis a un hijo con Talento, os permitirá vivir. Lo veréis crecer solo desde lejos, para que vuestra
debilidad femenina
no lo eche a perder. Cuando tenga trece años, os reencontraréis y recibiréis permiso para pasar los dos meses siguientes juntos. Después mi padre os sorprenderá a ambos con una visita en persona y os preguntará qué le habéis enseñado a su vástago en el tiempo que os ha concedido. Dará igual. Lo que importará es que será la primera vez que vuestro hijo habrá disfrutado de la atención exclusiva de un dios. Al final de la conversación, se pedirá a vuestro hijo que os mate. Es un examen que pocos suspenden.

Jenine tenía sus grandes ojos desorbitados.

—Tú no suspendiste, ¿verdad?

—El norte es una amante brutal, alteza. Nadie la abandona sin cicatrices —respondió Dorian—. Tengo un plan, pero no estará listo hasta dentro de cinco días, y todo depende de que atravesemos el paso a Cenaria antes de que caiga la nieve y se cierren los puertos. Lo único que necesito saber es: si me juego la vida para venir otra vez, ¿partiréis conmigo?

Podía contar sus latidos mientras Jenine pensaba. La chica contempló su prisión con los dientes apretados. Desvió a un lado su cuello alto y Dorian vio una cicatriz tan ancha que supo que debían de haberla curado con magia casi al instante. Una garganta rajada de esa manera la habría matado en un minuto o dos.

—Allá en casa, en Cenaria, estuve enamorada en secreto. Logan era un buen hombre, amigo sincero de mi hermano, inteligente, y la mitad de las mujeres de la ciudad bebían los vientos por lo guapo que era; la otra mitad le iba detrás porque era el heredero de un ducado. Logan de Gyre habría sido un buen enlace para mí y para nuestras familias, pero nuestros padres estaban enemistados, de modo que nunca osé albergar la esperanza de que mi sueño pudiera hacerse realidad. Entonces un asesino mató a mi hermano, y mi padre se quedó sin heredero. Pensó que, si nombraba heredero a Logan, atajaría los atentados contra su propia vida. De modo que Logan y yo nos casamos. Dos horas después, los khalidoranos asesinaron a toda mi familia para eliminar a los herederos al trono. Sin embargo, un brujo llamado Neph Dada pensó que era demasiado guapa para desperdiciarme, de modo que me cortó la garganta delante de mi marido y me Sanó después. A Logan lo mataron más tarde, después de someterlo a los dioses saben qué torturas. Esa gente me ha quitado todo lo que amo. —Se volvió, y sus ojos eran de acero fundido—. Estaré lista.

Dorian cogió el cuchillo del pan. Con su Talento, lo alargó y le proporcionó dos filos, mientras ella lo observaba.

—Hay un infante heredero llamado Tavi —le dijo—. No tiene miedo de nada mientras el rey dios siga en Cenaria. Podría venir a... deshonraros. Si lo hace... mi consejo es que solo uséis esto si surge la oportunidad perfecta. De otro modo, no malgastéis vuestra vida.

La expresión de sus ojos le dijo que, si Tavi la visitaba, Jenine intentaría matarlo. Si eso fallaba, volvería el cuchillo contra ella misma. Y aun así Dorian le dio el arma, consciente de que se merecía la oportunidad.

—Ahora —dijo—, tal vez podamos hablar de asuntos más alegres. Siento que vuestra comida esté fría. La subida por la torre de la damisela en apuros es bastante larga.

Jenine sonrió al oírlo, una sonrisilla tímida que le recordó a Dorian su edad y le hizo sentirse un depredador viejo y degenerado. Jenine tocó la daga que había formado para ella.

—Es verdad que eres un brujo, ¿eh?

—Ya no. Esa magia es malvada. La dejé hace mucho y me adiestré con los magos.

—¿Podrías usar tu magia para traerme comida caliente? —Asomó a sus ojos un destello pícaro y, mientras se reían al unísono, Dorian volvió a enamorarse por completo de ella otra vez.

—Si he podido ingeniármelas para crear un disfraz que convence a Yorbas Zurgah de que soy un eunuco, creo que podré calentar vuestra comida. Tomad.

Y en ese momento calentó sus gachas, confiando en que su
tengo pene
hubiese sido lo bastante sutil.

Ella lo miró con una ceja alzada.

—Y yo que pensaba que, de haber estado hechizada para dormir hasta que mi príncipe viniera a despertarme, me habría llevado un chasco.

—Hum... en los libros que he leído, la despierta con un beso —objetó Dorian.

—Has estado leyendo los libros equivocados.

Dorian tosió y se ruborizó, y Jenine soltó una risilla traviesa.

Hablaron horas y horas. Durante los siguientes cuatro días, Dorian calentó las comidas de la princesa, y la princesa fue perdiendo su frialdad con él. Seguía destrozada por la pérdida de su familia, su reino y su marido, pero la presencia de Dorian le insuflaba esperanza. Él vio emerger a la chica preciosa y risueña que había sido y vislumbró pruebas de la mujer decidida, inteligente y carismática en la que se convertiría.

El respeto, amor y deseo de Dorian crecieron. Fueron los días más felices de su vida.

Capítulo 13

Kylar aún sentía un hormigueo en su brazo derecho. Era igual que la mano y el antebrazo que había perdido una semana atrás, salvo porque no tenía cicatrices y presentaba la palidez de una piel que nunca había visto el sol. El Lobo había tenido la previsión de dotarlo de callos de espadachín, pero el resto de su piel era sumamente sensible. La más ligera brisa provocaba una marejada de sensaciones. La piel carecía de vello, pero las uñas estaban crecidas y cortadas a la perfección. El meñique que Kylar se había roto cuando era rata de hermandad y que nunca llegó a enderezarse del todo de súbito estaba impecable.

El Lobo se enorgullece de su trabajo. Es mejor que la mano que perdí.

Kylar encontró su corcel esperándolo en el bosque, donde lo había dejado. Tribu lo llevaba como si no pesara nada y se desayunaba leguas pero, aunque odiara reconocerlo, el caballo de guerra lo intimidaba. Kylar no era hombre de caballos, y los dos lo sabían. Esa mañana, Tribu no le causó ningún problema cuando se le acercó con cuidado, volviendo a absorber el ka’kari bajo la piel antes de ponerse a la vista de la montura. Como de costumbre, solo llevaba ropa interior bajo la piel de ka’kari. La capa mágica podía recubrir su ropa, pero entonces el Ángel de la Noche se presentaba con unos bultos extraños y no inspiraba mucho temor. Tribu lo miró fijamente e hizo que se sintiera extrañamente desnudo.

—Ay, me cago en... —exclamó Kylar. Su ropa interior tenía un agujero enorme justo encima de la entrepierna. No era raro que notase corriente—. ¿Por qué haces eso?

Tribu lo miró como si estuviera loco.

—¿Hacer qué? —preguntó el ka’kari.

—¡Comerte mi ropa!

—Soy el Devorador, ¿recuerdas?

—Podrías dejar mi ropa en paz. Y mis espadas.

—Hay gente que prefiere las espadas cortas.

—¡La gente prefiere las espadas con filo!

—Muy agudo.

—Deja de devorar mis cosas. ¿Entendido?

—No. Sobre todo cuando no haces caso de mis juegos de palabras.

—No era una petición.

—Lo entiendo. No obedeceré.

Kylar se quedó mudo de la sorpresa. Agarró unos pantalones de estambre, una túnica y un juego limpio de ropa interior de las alforjas, y empezó a vestirse. ¿Hasta cuándo le tocaba apechugar con aquel ka’kari? Ah, cierto. Para siempre.

—¿De verdad que no lo entiendes? ¿Precisamente tú? —preguntó el ka’kari—. Tú, un hombre de carne, hueso y espíritu, no pudiste aguantar como apacible herborista durante dos meses. ¿Pero esperas que yo, una aleación de metales y magia a la que insuflaron artificialmente un mínimo de inteligencia y personalidad, cambie mi naturaleza? Y hablando de espadas sin filo, no fui yo quien vendió a Sentencia, ¿o sí?

Kylar no había pensado en eso. La hoja de Sentencia se mantenía perfecta, a pesar de que el ka’kari la había cubierto durante años. Y él la había vendido por una miseria.

No, la había vendido para demostrarle a Elene lo mucho que significaba para él. Pensar en ella hizo que volviera a sentir todo el dolor como la primera vez. Ya había cumplido su juramento al Lobo. Ya, por fin, podía encontrar a Elene y hacer las cosas bien de una vez.

O por lo menos mejor. Alzó la mano y tocó el pendiente sin fisuras de su oreja izquierda, que lo encadenaba a Vi Sovari, quien en ese momento se encontraba a apenas kilómetros de distancia, avanzando al este y el norte en dirección al paso de Forglin. ¿Por qué iba Vi hacia la Capilla? Kylar se lo quitó de la cabeza. Aquella víbora era lo último en lo que quería pensar.

De repente, esbozó una sonrisa burlona.

—¿Conque un mínimo de inteligencia y personalidad, eh?

El ka’kari le insultó. Kylar se rió.

—Además —añadió con voz queda—, he cambiado.

—Te creo —dijo un hombre a su espalda.

En un abrir y cerrar de ojos, la espada de Kylar estuvo desenvainada. Dio media vuelta lanzando un tajo. El hombre era alto como un héroe legendario, con una coraza blanca esmaltada y una cofia de malla bruñida que le caía hasta los hombros en una catarata de acero. Llevaba el casco bajo el brazo y tenía la cara demacrada, con los ojos azules luminosos. Kylar detuvo su hoja a meros centímetros del cuello de Logan de Gyre.

Logan sonrió. Kylar se quedó sin palabras. Con gesto brusco, envainó su espada e hincó una rodilla.

—Majestad —dijo.

—Levántate y dame un abrazo, canijo cabrón.

Kylar lo abrazó y vio a los guardaespaldas de Logan, media docena de los desaliñados Perros de Agon dirigidos por una hermosa mujer que llevaba, a saber por qué, una jarreta resplandeciente en el brazo. Todos lo miraban con recelo. Kylar se riñó por dejar que nada menos que ocho personas se le acercaran tanto antes de reparar en ellas. Se estaba volviendo descuidado. Sin embargo, acto seguido se olvidó de sus reproches al sentir el abrazo de su amigo. Los meses de Logan en el Agujero habían dejado demasiadas aristas en su cara y cuerpo para que ya volviese a ser apuesto, y notar su delgadez mientras lo abrazaba resultaba alarmante, pero exudaba un aire de fuerzas que renacían. Logan aún tenía los mismos hombros anchos, el mismo porte noble y la misma altura absurda.

—¿Tú me llamas canijo? —preguntó Kylar—. Probablemente ahora peso más que tú. Eres el Ogro más pequeño que he visto nunca.

Logan se rió y lo soltó.

—Tú también tienes buen aspecto. Salvo... —Giró el nuevo y pálido brazo de Kylar con la mano—. ¿Has estado tomando el sol con un guante puesto? —Hizo un gesto desenfadado con la mano. Los guardaespaldas se retiraron.

—Me amputé el brazo antiguo —explicó Kylar—. He tenido que conseguirme otro nuevo.

Logan soltó una risilla.

—¿Otra historia que no piensas contarme?

—No me creerías si lo hiciera —dijo Kylar.

—Ponme a prueba.

—Lo acabo de hacer.

—¡Siempre con las mentiras! —dijo Logan con incredulidad, como si Kylar fuese un niño con azúcar y migas en la cara que afirmase no haber visto nunca una tarta.

Kylar se puso frío. Cuando habló de nuevo, su voz era tan dura y distante como la de Durzo Blint.

—Quieres saber por qué te mentí durante diez años.

—Me estuviste espiando. Yo creía que eras mi amigo.

—Puto mocoso mimado. Mientras a ti te preocupaba que te avergonzara la estatua de los dos tipos desnudos de la entrada de tu mansión, yo dormía en las alcantarillas, literalmente, porque esa es la única manera que tiene un rata de hermandad de no sucumbir al frío en una noche helada. Cuando a ti te preocupaba el acné, a mí me preocupaba el violador que dirigía mi hermandad y quería matarme. De modo que sí, me hice aprendiz de un ejecutor para salir de aquello. Sí, te mentí. Sí, si hubieras hecho alguna vez algo malo, se lo habría contado al Sa’kagé. No me gustó, pero lo hice. Ahora deja que te pregunte una cosa, a ti que eres un cabrón tan recto: cuando estabas en el Agujero y era matar o morir, ¿qué hiciste? Yo viví en un Agujero durante toda mi puta vida. Y ahora dime quién es más responsable por lo que ha sido de Cenaria: ¿mi padre, que fue demasiado débil para criar a un hijo, o el tuyo, que fue demasiado débil para hacerse rey?

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