Más Allá de las Sombras (73 page)

Dios, era imposible que pudieran plantar cara a tantos.

Alguien apretó el hombro de Kylar. Era Logan. En sus mejillas centelleaban lágrimas de alegría mezclada con pena.

—Kylar, hermano, ven. Tenemos una silla para ella. —Logan volvió a apretarle el hombro, y ese contacto valía más que mil palabras.

La tierra tembló de nuevo, pero Kylar no desvió la mirada de Elene, que en ese momento respiraba con leves bocanadas. La hemorragia había perdido fuerza. Las puertas abiertas habían amplificado la algarabía de la batalla. Kylar apenas la oía. Permitió que lo colocaran a base de empujoncitos en un estrecho círculo entre las puertas abiertas. La hermana Ariel puso a Curoch desenvainada sobre una docena de manos extendidas.

A instancias de Durzo, Kylar posó una mano sobre la hoja. Su maestro le asió la otra con las dos suyas. Era un gesto de una ternura impropia de Durzo, que lo mantuvo hasta que Kylar lo miró a la cara. Como siempre, Durzo no tenía palabras, pero en sus ojos había respeto, un desconsuelo compartido y orgullo. Era la mirada de un padre cuyo hijo ha hecho algo grandioso, y esa mirada le dijo a Kylar que ya no era un huérfano. Entonces, con la mano de Kylar todavía en la suya, Durzo le tendió la palma expresando una petición con los ojos.

Kylar lo comprendió, dejó que el ka’kari fluyera de su mano y se lo pasó a Durzo. Su maestro asintió y le soltó. Entonces Vi colocó su mano junto a la de Kylar sobre Curoch, apenas rozándolo. Consciente una vez más, Elene situó la suya al otro lado de la de Kylar. Varios magos poderosos de ambos sexos se arrodillaron y uno a uno posaron dos dedos reverenciales en la hoja. Solon y la hermana Ariel hicieron lo mismo. Durzo tenía a Sentencia, a Iures, en la mano. La hoja estaba negra pero la empuñadura se hallaba descubierta, y Durzo dijo algo en voz baja a Dorian mientras entregaba al profeta el báculo de la ley.

Al tocar a Curoch, Kylar cobró conciencia de todos los demás que estaban en contacto con la espada. Sonaban como una orquesta al afinar, cada uno con su propio instrumento y tono. Entonces, por debajo de ellos, Curoch empezó a zumbar. Mientras Dorian ponía su mano derecha en la hoja, con Iures aún asido en la izquierda, una ráfaga de viento atravesó el Salón.

Solon fue el primero en encontrar su tono, un bajo tan grave como su voz al hablar, potente y firme, oceánico. La hermana Ariel lo complementó, una poderosa mezzosoprano de tesitura amplia pero más aguda. Entonces se unieron los magos en un coro de barítonos y bajos, puros, sencillos y masculinos, aportando la base. Las magas se asentaron sobre ellos, finas y femeninas, y aportaron textura y complejidad. Se sumó Vi con un Talento que era como una nota alta de rápido vibrato, más aguda de lo que cualquiera de los otros podría alcanzar. Entonces se unió una nueva voz sorprendente, más rica que ninguna, envuelta en misterio, un barítono de tal profundidad y registro que eclipsaba a todas las demás juntas. Kylar abrió los ojos de golpe y él y todos los demás miraron asombrados a Durzo, que había posado un único dedo insolente justo en la punta de Curoch.

Entonces Kylar sintió cuál era su lugar. Cantó con voz de tenor, elevándose por encima de los demás hombres, entretejiéndose con Vi. Él mismo se sobresaltó ante el poder de su voz y reparó en que todos los ojos se habían vuelto hacia él, tan sobrecogidos como habían estado al sumarse Durzo. Los ojos de este último se llenaron de un orgullo desmedido.

A través de la eufonía, Kylar reparó en otra cosa, que impregnaba el conjunto. Era la esperanza. Y esa voz, si voz podía llamarse, era toda de Elene. Su esperanza, aun mientras agonizaba, sacaba a relucir la esperanza de cada uno de ellos. Y al hilo de esa revelación vio que Curoch no era una mera herramienta mágica. No era un amplificador de Talento. Curoch amplificaba al hombre entero.

El faro de esperanza de Elene, la titánica determinación de Durzo, la penitencia y prodigiosa concentración de Dorian, la inteligencia de Ariel, el valor de Logan, el anhelo de un nuevo comienzo de Vi, el amor por la justicia de Kylar, los lazos entre hermanos y hermanas, el sacrificio, el odio al mal, sentimientos marciales e impulsos paternales. De principio a fin, la magia cuajaba en torno al amor, y el amor tocaba todos los instrumentos, desde sus notas más altas a las más bajas, y cada hombre y cada mujer tenía algo hermoso que aportar, algo heroico; algunos solo unas pocas notas, otros un registro enorme pero con poca profundidad y aun otros auténticas demostraciones magistrales, pero todos volcándose por completo.

El Salón de los Vientos en sí reaccionó a la perfección de la magia que crecía entre sus paredes. Unos tapices de luz de colores danzaron por las paredes, mágicos y aun así visibles incluso para los que no tenían Talento, entretejiéndose al mismo ritmo que se entrelazaba la magia. Los bañó un resplandor, y la magia que crecía en su interior tuvo su eco en el mundo. Los guerreros de fuera, librando una batalla imposible, sintieron una súbita tranquilidad, como si fueran niños peleándose con un abusón y este acabara de ver que se acercaba su padre.

Mientras crecía el matiz de la música, dirigida por Dorian, Kylar pudo ver la partitura abierta ante él. Su visión se amplió y distinguió no solo su parte, que subía y subía; hacía falta otra voz. Una que iba más allá de los ocupantes del Salón. Sus Talentos fueron trazando un crescendo, y cada nota brillaba como el sol. Había tanta magia en la sangre de Kylar y en el aire que era casi insoportable. Estaba en un horno. Todo lo que tenía estaba volcado en Curoch, y aun así la magia que Dorian estaba intentando exigía más.

Sonó un lejano silbido, agudo sobre el fragor de la batalla.

Kylar abrió los ojos y miró a Dorian.

El mago cambió la posición de sus manos sobre Curoch y dejó libre la empuñadura para modificar la colocación de todas las manos de forma que el pomo apuntara al cielo.

El hombre era más audaz de lo que Kylar podía creer. Ni siquiera con todos esos magos colaborando tenían el poder suficiente para terminar con aquello, de manera que Dorian había tendido una trampa para unir la voluntad de los presentes a la única bestia poseedora del poder suficiente para imponer esa voluntad en el mundo. Kylar estaba horrorizado. Ni siquiera alcanzaba a entender todo lo que Dorian estaba intentando conseguir. El profeta le sonrió, y no estuvo seguro de si lo que veía en los ojos de aquel hombre era cordura o locura. A través de la puerta sur, veía toda la llanura hasta el paso que llevaba hacia Vuelta del Torras y, mientras miraba, apareció una estela de fuego.

Cruzó el río, sin molestarse en usar un puente, y se hundió entre las filas de kruls sin perder velocidad. Se movía demasiado rápido para apreciarlo. Kylar solo podía calcular su avance por la nube de polvo, humo y sangre que dejaba a su paso, la onda expansiva que sacudía los cuerpos y los hacía caer al suelo mucho después de dejarlos atrás. En cuestión de segundos había cubierto la distancia que separaba el lejano paso de la vieja línea que marcaba dónde había comenzado el Túmulo Negro. Kylar comprendió por qué Dorian había abierto las puertas: de no hacerlo, el maldito bicho habría atravesado directamente las paredes.

El silbido y la magia subieron como una sola voz. A través de Curoch, durante una fracción de segundo, Kylar sintió al Cazador cuando este asió la empuñadura de la poderosa espada de Jorsin Alkestes para arrebatársela a ellos. Y Kylar lo conoció.

Un trueno derrumbó a todos los presentes en la estancia. La magia lo borró todo.

Capítulo 98

Cuando Kylar recuperó el conocimiento, estaba de pie en el tejado del Salón de los Vientos. El Lobo se hallaba a su lado, y el mundo presentaba la pátina indefinida que Kylar había llegado a asociar con la Antecámara del Misterio.

—O sea que estoy muerto —dijo. No le quedaba pasión.

—No —respondió el Lobo—. Puedo meterme en tus sueños, solo hace falta un montón de magia. Ahora me sobra un poco.

—Eres Ezra.

Él inclinó la cabeza.

—Entonces, ¿qué es el Cazador? Te he notado en él.

—Es mi arrogancia.

Kylar lo miró. Eso no era una explicación.

—Intenté socavar el trabajo del mismísimo Señor Oscuro retorciendo lo retorcido contra el retorcedor.

—¿El Señor Oscuro? Hablas metafóricamente, ¿no? —preguntó Kylar.

Él se rió.

—Sigues siendo Kylar, eso está claro. Pero no te preocupes, las Manos del Infierno seguirán atadas durante quince o veinte años más. Hasta entonces, el Cazador y yo batallaremos por el control todos los días. Solo puedo estar aquí mientras duerme.

—¿Qué?

—¿Ves esto, Kylar? —El Lobo, porque todavía costaba pensar en él como en Ezra, hizo un gesto hacia la ciudad. Kylar le dedicó un vistazo somero.

—¿Era así cuando vivías aquí? —Era preciosa, pero a Kylar no le importaba.

—Esto es real. Esto es lo que habéis hecho tú y tus amigos.

Kylar miró con nuevos ojos, atónito. La ciudad estaba completamente restaurada, y era una maravilla. Las calles, rectas y perfectamente adoquinadas. La casas, inmaculadas, desde la mansión más grande hasta las apiñadas viviendas del barrio de los artesanos. Había fuentes de agua limpia y centelleante en las plazas de toda la ciudad. Sobre los muros de mármol blanco se desparramaban los jardines colgantes. La cúpula del Salón de los Vientos aparecía cubierta de oro batido. Cerca, el castillo brillaba en blanco y rojo. Los campos de debajo de la ciudad estaban alfombrados con los brotes verdes de las próximas cosechas. Se habían reparado los embarcaderos del lago y las esclusas del río. La presa estaba cerrada y el nivel del agua subía. Toda señal de guerra y de muerte había desaparecido.

—Los cuerpos mismos de los kruls se han convertido en vegetación —dijo Ezra—. Es un truco mejor que cualquier cosa que lográramos Jorsin o yo.

Las flores asomaban por todas partes, en todos los rincones, bordeando todos los campos, hileras de hermosas flores rojas que brotaban de unos bulbos. Kylar nunca las había visto ni sabía de ninguna que floreciera tan temprano en la primavera.

—¿Cómo ha atrapado Elene a Khali? —preguntó—. Estoy seguro de que no tiene Talento. —Hizo una pausa—. Es
no tenía
, supongo.

—La magia no es solo Talento, Kylar. Lo has visto con tus propios ojos. ¿Cuándo has sido más poderoso? Cuando has actuado en armonía con las partes más profundas de tu espíritu. Elene ha atrapado a Khali mediante el amor. Era un amor que decía:
Te quiero demasiado para dejarte hacer más el mal, no solo por el bien de tus víctimas, sino por el tuyo propio
. Si hubiera sido un rechazo, Khali podría haber escapado desencarnándose una vez más. Ha sido solo el amor de Elene lo que ha hecho posible tu justicia. Si no lo hubiera visto, no habría creído que pudiera hacerse semejante cosa. Es obvio que Khali tampoco lo creyó.

Kylar se había sentido rechazado cuando Elene lo había dejado sin contarle adónde iba o que estaba embarazada. Eso arrojaba una nueva luz sobre ella. No había sido un rechazo. Sencillamente había visto que él no era lo bastante maduro o desinteresado para dejarle hacer lo que necesitaba hacer. Elene había acogido a Khali no por rechazo a Kylar, sino por una profunda aceptación de lo que era, no solo como hombre, sino como Ángel de la Noche. Su único propósito al atrapar a Khali había sido que Kylar la pudiera matar. Elene había creído que al final su marido haría lo correcto, hasta tal punto que se había jugado su misma alma. Pues si Kylar hubiese vacilado, incapaz de renunciar a Elene, Khali la habría tomado por completo.

—¿Qué pasará ahora? —preguntó, con lágrimas en las mejillas.

—Tu amigo Logan será coronado Gran Rey de Ceura, Cenaria, Khalidor y Lodricar. Establecerá aquí su capital y la rebautizará como Elenea, no por ti, sino porque es un hombre que cree en honrar los sacrificios. Dentro de unos pocos años, será de nuevo una de las grandes ciudades del mundo. Sospecho que Logan reinará bien. —Ezra meneó la cabeza—. Feir Cousat irá a Vuelta del Torras, montará una forja y fundará una familia como siempre ha querido. Él cuidará de Dorian.

—Dorian ha sido el artífice de toda esta magia, pero ahora está completamente loco. No sé si lo que ha causado la locura ha sido que el vir infectara su talento profético, que él mismo se lo arrancara por completo o que Khali lo haya exterminado. No creo que importe mucho. Sin embargo, el haber erradicado su vir ha sido lo que le ha salvado. A decir verdad, probablemente es el único vürdmeister de Midcyru que no murió junto con el vir. Se declarará muerto al rey dios Langor. Durzo se reunirá con Gwinvere Kirena, que con el tiempo gobernará Cenaria y lo hará de manera más capaz que cualquier rey o reina que haya ocupado el trono en los últimos cuatro siglos. Vi regresará a la Capilla para terminar sus estudios. Habrá voces que pidan su nombramiento como rectora, lo que asustará lo indecible a la jefa actual, Istariel Wyant. Vi rechazará la propuesta, pero no antes de usar su influencia para hacer que la rectora jure que ninguna hermana te perseguirá. Por sorprendente que parezca, la obedecerán casi a rajatabla.

—¿Y qué será de mí? —preguntó Kylar.

—Serás bienvenido allá adonde vayas de esta guisa. Tarde o temprano, el mundo te necesitará de nuevo. No eres un hombre que vaya a perderse en el olvido, Kylar Stern. El secreto, tal vez, la discreción intencionada, sin duda, pero nunca el olvido. —Ladeó la cabeza a su manera lupina—. Tengo una pregunta.

—¿Sí?

—Estabas a cuatro días de distancia del bosque de Ezra cuando dejaste de ocultar a Curoch. ¿Sabías que atraería al Cazador?

—Sí.

—¿Cómo sabías que el Cazador llegaría a tiempo para influir en la batalla? A decir verdad, visto lo visto, para decidir la batalla. Sin él, no teníais ni mucho menos el poder que esos conjuros requerían.

Kylar recordaba haber retirado el ka’kari negro de Curoch antes de ir a vérselas con Neph Dada. A duras penas había sido un acto consciente. Sabía que el Cazador odiaba a los kruls y que se sentiría atraído a reclamar su espada robada. Quizá Kylar había pensado que el monstruo llegaría antes y mataría a un montón de kruls, pero más que un plan había sido sencillamente algo que le había parecido correcto. Le había dado la impresión de que se estaba moviendo en consonancia con el universo, con su propio carácter más profundo. Si el Lobo estaba en lo cierto, eso era magia de por sí.

—No lo sabía —reconoció—. Creí.

El Lobo adoptó una expresión reflexiva.

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