Maestra del Alma (Spanish Edition) (20 page)

40. Una bolsa de alubias

 

El aire alrededor del grupo se cortaba con cuchillo, y había sido así desde hacía ya unos días. Mayra, Alina, Dai y Elio no se hablaban entre sí, lo estaba resultando en la semana más incómoda desde que Alina llegara a Babia. Hikaru paseaba entre ellos nervioso todos los días, pero huía rápidamente al ver que sus intentos por distender el ambiente eran respondidos con resoplidos o silencio.

Al resto de los enmascarados no pareció importarles o simplemente decidieron obviarlo y, con gran parsimonia y reverencia, los líderes de ambas logias le presentaron a Mayra un pequeño fragmento del velo del primer enmascarado. Mayra, todavía pálida e insegura guardó la tela para dársela luego a Joy vía portal junto con la corteza de los faerlingas.

Lo peor, sin embargo, había sido planear cuáles iban a ser los próximos pasos del grupo. No hablarse no es una buena forma para decidirlo. Alina no tenía ni idea de cuál era el próximo paso, por lo que no tuvo que preocuparse por participar mientras Mayra planteaba fríamente durante la cena sus ideas.

—Los tenemos todos, necesitamos encontrar a Arianne —dijo sin hacer contacto visual con nadie en particular.

—Primero tenemos que saber cómo saldremos de aquí, los demonios nos tienen rodeados, sino logramos salir no creo que podamos encontrarla —respondió con sequedad Elio.

Creo que no es buen momento para preguntar quién es Arianne
, pensó Alina. Estaba cansada de preguntar, simplemente seguiría la corriente de ahora en adelante.

Joy se había contactado con ellos la noche anterior y, luego de algunos comentarios respecto a la cara de pocos amigos que tenían todos, les contó que varios demonios supremos dirigían sus tropas a las logias y no pasaría mucho tiempo hasta que atacasen.

—La sombra sabe que intentaremos buscar un Maestro de las formas, ese es el próximo paso —continuó Elio.

—Nadie ha visto a Arianne en los últimos dieciocho años, corremos la ventaja de que seguramente se han olvidado de ella.

—¿Ventaja? ¡Ni siquiera nosotros sabemos dónde está! ¿Qué ventaja es esa?

—¡Que los otros tampoco lo saben! Misael me dijo que Arianne tenía una prima que cada vez que le preguntaban por ella se ponía a la defensiva. Podríamos empezar por ahí.

—Perfecto, ahora es cuando Hikaru nos dice que hay un túnel escondido que se hizo en tiempos del primer enmascarado y lleva a las montañas o algo por el estilo —acotó Dai con sarcasmo pero también con un poco de esperanza.

—Eh... no... no tenemos nada así...

—Bien, primero encontremos una forma de salir de aquí como dijo el niño bonito. Estoy atrapado con ustedes hasta que lo hagan y créanme, no tengo el más mínimo interés de que la sombra me encuentre. Veamos eso primero así puedo finalmente desprenderme de todos ustedes y seguir mi camino.

Alina sintió un pequeño retorcijón en el estómago pero lo ignoró por completo sintiéndose estúpida. Dai siempre quiso dejarlos, desde un principio, y luego de su actitud días atrás estaba claro que no tenía ningún apego.

—¿Y si nos disfrazamos como los enmascarados? No tienen ninguna forma de identificar si somos nosotros u otra persona porque no pueden sacarnos el velo. Nadie se atreve a atacar a un enmascarado porque cualquier tajo que le hagan a la túnica significa muerte —propuso Alina tímidamente.

—Eso no los detiene de matarte a golpes y, créenme, lo harán con cada enmascarado que vean que sale de las logias —repuso Elio.

Silencio. Dai la miraba atento.

—¿Alguna de tus intuiciones Mayra? Serían realmente útiles en este momento —preguntó Elio con sorna

—Sabes que no funciona así, no es un botón.

—Tráiganme un mapa —dijo Dai un poco más fuerte de lo usual—. No pueden hacer nada sin el chico cara de rata.

—¿Para qué? —preguntó Elio.

—Solo ¡TRAIGANME UN MAPA! No pienso quedarme aquí encerrado por culpa de ustedes.

Hikaru volvió con unos grandes rollos de papel, más grandes que él mismo, y con esfuerzo los tiró encima de la mesa sin antes sacar los restos de la cena manchando varios de ellos. Todos despejaron la mesa en cuestión de segundos mientras Dai desplegaba el primer mapa que pudo agarrar, que descartó tirándolo sobre su hombro al instante.

—¡Un mapa actualizado! –espetó.

El líder de la logia de la razón le alcanzó uno de los grandes rollos y Dai descartó todo el resto de la mesa tirándolos al piso desconsideradamente. Comiendo todavía un trozo de pan y tirando migas sobre el mapa, marcó con unos escarbadientes que había encontrado en la mesa, los puntos donde Joy les había dicho que habían visualizado a los batallones de la sombra. Con otro escarbadientes, marcó las logias.

—¿Dónde se encuentra esta vieja a la que tienen que ir a ver? –preguntó.

Aunque reacia, Mayra se acercó y con otro de los escarbadientes marcó un pequeño pueblo al norte de las logias, cerca de las montañas.

—Me queda de camino, los acompañaré hasta allí. ¿Cuántos enmascarados hay en las logias? Ambas de ellas —preguntó dirigiéndose a los líderes de las logias.

—Doscientos en total –respondió el líder de la logia de la razón.

Silencio.

—¿Cuán dispuestos están a ayudar a su heroína?

—Siempre pueden contar con el poder de las logias mientras no implique el daño a nadie mediante el uso de la maldición –respondió el líder de la logia de la fe entre ferviente y acusador.

—¿Y si significa que ustedes son los que pueden salir lastimados? –presionó Dai.

—Vuelvo a repetir, siempre pueden contar con nosotros mientras no quieran hacer uso de la maldición.

Dai sonrió con una de esas medias sonrisas de niño que planea una travesura y Alina contuvo el aliento.

—Será mejor que traigan a todos los que estén dispuestos a ayudar, cuantos más sean mejor... —desvió su mirada a uno de los platos de la cena que se había caído sin que nadie se percatase. Varios alubias se habían desparramado a su alrededor— Y tráiganme alubias, una bolsa de ellas.

Luego, dirigiéndose a Mayra, le dijo.

—Saldremos de aquí mañana.

41. Demonio Supremo Naná

La Demonio Supremo Naná caminaba alrededor de sus hombres siempre pensando cada movimiento de caderas, cada movimiento de manos y cada mirada de reojo, todos controlados para causar el mayor efecto posible.

Era hermosa, siempre lo supo, incluso cuando era niña y su propio padrastro no podía dejar de mirarla con deseo. No pasó mucho tiempo hasta que no pudo controlarse.

Naná se estremeció con el recuerdo de su padrastro, pero por entonces ella todavía no había descubierto lo que sabía ahora. No había aprendido el poder que una mujer puede tener sobre los hombres cuando es hermosa y sabía cómo usar su belleza. Es verdad, al principio la subestiman, creen que es tonta y ellos están en control, pero luego de un pestañeo de sus largas pestañas o una media vuelta en el momento preciso por poco que le rogaban el control.

Paso. Paso. Contoneo.

Paso. Paso. Mirada.

Paso. Sonrisa. Guiño.

¿En qué momento se había unido a la sombra? No recordaba cuando la había empezado a sentir dentro de ella, creciendo con el paso del tiempo y tomando fuerza. Realmente no le importaba, la sombra entendía la importancia de la belleza, y había prometido ayudarla a mantenerla con el paso de los años para que no perdiese su poder.

—Señorita… —sintió decir a una voz titubeante a sus espaldas.

Para. Mirada por encima del hombro. Sonrisa.

—Hemos capturado a cuatro enmascarados que venían en nuestra dirección —informó uno de sus hombres, no le importaba recordar sus nombres.

—¡Perfecto! Muéstrame –respondió sonriendo.

Ser la Demonio Supremo que capturó al grupo de niños que intentaban destruir a la sombra la haría famosa. Inmortal en la historia. Naná se relamió con solo pensar la recompensa que le daría la sombra. Quizás incluso compartiera con ella finalmente el secreto de la eternidad que le había prometido.

Todas sus ilusiones se vieron desinfladas cuando llegaron al grupo de enmascarados rodeados por soldados apuntándoles con sus espadas. No había forma que estos cuatro fueran los de la iluminada. Uno de ellos se notaba que era gordo y bien comido, petiso y de piernas cortas, uno de ellos era incluso más alto que ella, uno parecía tener el cuerpo de un niño de diez años y el quinto era una mujer con aún más curvas que ella.

Naná sintió su ira subir hasta sus pómulos.

—¿Es esto una broma? ¡Conjunto de inútiles! ¡¿Es que no entienden sobre descripciones físicas?! ¡¿Tengo que dibujárselos?! –atacó.

El hombre que la había dirigido hacia allí retrocedió unos pasos temiendo por su seguridad. Todos conocían el temperamento explosivo de Naná, y ella lo sabía.

—Pero señora, son cuatro y delgados. Dos más robustos y dos más esbeltos, bien podrían ser los cuatro del grupo de la iluminada.

Un valiente
... recordaría su rostro para luego pisotear su hombría como un insecto más adelante. Pero el soldado tenía razón, había algo que no cuadraba. Estaba claro que sus soldados no entendían su ira y estaban confundidos. La miraban a ella, y volvían la mirada a los cuatro enmascarados intentando encontrar su error, sin éxito.

—¡Tú! –señaló Naná a uno de los soldados, de aspecto tímido que no dejaba de virar su cabeza de un lado a otro buscando alguna explicación–. Descríbeme a los cuatro enmascarados.

—E e e ee s co oo mo dijo m m m mi compañero señora –respondió sudando del miedo.

Naná llevó su mano a su dedo anular y acarició el anillo que llevaba con una sonrisa. 
Muy inteligente Daesuke, muy inteligente, 
pensó. Incluso podría haberse salido con la suya si no fuera porque la sombra le había regalado este anillo al poco tiempo que él desertara como un traidor asqueroso. Naná tenía órdenes de llevarle la cabeza de Daesuke en cuanto lo cruzara en su camino, y para ayudarla le había obsequiado el anillo, un amuleto repleto con el poder de la sombra para bloquear cualquier ilusión. Idea proveniente del collar que hizo Lorien para la iluminada... bajo órdenes de la sombra. Pero la joya que ella llevaba no tenía el poder de un mero Demonio Supremo, sino de la sombra misma, la Maestra de la mente por excelencia. La pequeña sanguijuela les habría dado un amuleto opuesto a los enmascarados, algo pequeño debía ser, con el poder suficiente para la ilusión del cambio de forma acorde a lo que él indicase. No lo suficientemente grande como para no agotar sus fuerzas. ¿Cuántos habría hecho? ¿Cincuenta? ¿Setenta?

Inspeccionó nuevamente a los enmascarados, que se comenzaban a ponerse nerviosos. 
Podría amenazarlos, 
pensó. 
Envolverlos en una manta y torturarlos a golpes o colgarlos de cabeza, hay formas.... 
Necesitaba saber la fuente de la ilusión, y seguramente la tendrían escondida debajo de sus ropas... desnudarlos claramente no era una opción...

Estaba por ordenar que los "convencieran" a decir cuál era el catalizador de la ilusión cuando posó su mirada en el enmascarado más pequeño, en el niño. Tenía el puño cerrado pero parecía jugar con algo en su interior.

—Muéstrame tu mano –le ordenó.

No obtuvo respuesta, el niño miraba el piso.

—Muéstrame tu mano o haré que uno de los caballeros aquí deforme tu cara a golpes –repitió con la mayor crueldad que le era posible.

El niño mostró su mano, seguramente pensando que Naná no habría descubierto su secreto, que la pequeña alubia que tenía en su mano no significaba nada. Pero por supuesto estaba equivocado. Tomó la alubia de la mano del niño.

—Envuélvanlos en una manta y enséñenles a no ayudar a las personas incorrectas ordenó.

Lentamente, aun ponderando y haciendo caso omiso a los gritos a su espalda, se acercó al mensajero, un hombre pequeño pero puramente atlético que podría correr durante horas sin cansarse.

—Recorre todos los puestos de vigilancia y entrega el siguiente mensaje. "La Demonio Supremo Naná ha descubierto que han enviado a varios enmascarados en grupos con una ilusión ocultando su forma física verdadera. No confíen en ellos, atrapen a cuantos puedan pero no se canten victoriosos. Encuentren la información correcta de la forma en que les parezca más oportuna".

El mensajero tomó su mochila y salió corriendo hacia el bosque con los ojos llenos de propósito. Naná, tenía un plan. No solo iba a ser la demonio que había descifrado el plan del ex Demonio Supremo Daesuke, sino que sería la que lo atrapase. A él y a sus compañeritos. Todas las ilusiones dejan un vínculo, como un pequeño hilo, atado a su creador hasta que su poder se agota. Y quién mejor para seguir un vínculo que la mejor rastreadora de personas, la propia sombra, cuya vida consistía en eso mismo. Naná acercó el frijol a su anillo y sintió como la joya se volvía caliente de la actividad,  la sombra lo sabía, lejos donde estaba Naná sabía que monitoreaba el anillo y el poder dentro de él, y sabía que entendería la señal. Naná sintió como desde la joya surgía un nuevo poder, tenue, que le permitía ver el hilo de la ilusión que desprendía el frijol.

Con una sonrisa y un grito a sus hombres para que levantaran el campamento, Naná salió en búsqueda de Daesuke, gran desertor.

42. Tabú

Llegaron al pueblo donde vivía la prima de Arianne en la tarde, casi que desplomándose del cansancio, adoloridos y malhumorados, queriendo solo descansar. Alina apenas podía pensar, sus ojos se cerraban y cuando Mayra dijo que irían directo a hablar con la prima de Arianne, casi se puso a llorar.

Nadie la contradijo, nadie tenía fuerzas. Incluso Dai que había dicho que se separaría de ellos al momento de llegar, agotado de mantener la ilusión de cien enmascarados, no se opuso y la siguió resignado. Alina le tomó la punta de la trenza casi como acto reflejo, olvidándose de lo que había pasado la última vez que lo había hecho. Esta vez, Dai simplemente se detuvo como considerando lo qué hacer para continuar su paso al ritmo de Alina, sin emitir palabra ni mirarla.

Habían corrido durante días en esas horribles túnicas de los enmascarados que casi no dejaban ver alrededor, perseguidos por grupos de la sombra pero gracias a la ilusión de Dai habían logrado continuar su camino. La suya era un poco diferente a las de los logianos, no solo cambiaba su forma sino que intentaba disimularlos en el alrededor.

Mayra, que siempre se quejaba de tener que caminar incluso un par de metros, parecía invadida por una fuerza externa y su energía parecía no agotarse. Varias veces debieron de recordarle que debían descansar o comer algo pero luego de disculparse volvía a caminar como hipnotizada hacia el pueblo.

Alina pensó que iban a preguntar en la taberna cómo dar cuenta con la señora a la que iban a ver, pero Mayra parecía saber muy bien a dónde iba. La siguieron por las callejuelas desordenadas, algunas incluso sucias y con olor a orín hasta llegar finalmente a una pequeña morada de piedra con techo de paja. De su chimenea salía humo y aroma a estofado que hacía crujir la panza de Alina, pero dentro de ella se oían llantos y gritos de regaños.

Mayra tocó la puerta vigorosamente.

—¿QUIÉN LLAMA? –gritó una voz irritada entre gritos más agudos.

—Necesitamos hablar con usted, es sobre Arianne –respondió Mayra.

La puerta se abrió de un golpe dejando ver a una mujer en la mitad de su vida, desalineada, con el cabello graso y grandes ojeras bajo sus ojos. En su brazo mecía un bebé que no paraba de llorar y detrás de ella se podían ver varios niños gritando, riendo y llorando que poco a poco fueron dejando sus juegos y caprichos para atender a los extraños visitantes.

—¿Arianne? ¿Traen noticias de Arianne? –preguntó la voz esperanzada.

—En realidad, veníamos a buscar noticias sobre ella. Necesitamos su ayuda para un tema de la mayor importancia y urgencia –esta vez fue Elio quién respondió.

—¡¿Quién los envió?! ¿Fue Randal? Pueden decirle que se pudra de viejo –espetó la mujer cerrando con un portazo la puerta.

—Dai, por favor, saca la ilusión de mí –pidió Mayra.

—Si lo hago todos te reconocerán.

Su cansancio había amoldado un poco su personalidad cínica... o quizás fuese que como estaba a punto de irse tampoco quería gastar sus energías en discutir. De un segundo para otro, la figura enmascarada regordeta que era Mayra, volvió a ser esbelta y brillante emanando tranquilidad. Tocó de nuevo la puerta, igual de vigorosamente.

—¡FUERA DE MI PROPIEDAD! ¡LES HE DICHO MIL VECES QUE NO SE DONDE ESTÁ ARIANNE Y SI SUPIERA NO SE LO DIRÍA! –gritó la mujer abriendo la puerta con el bebé haciéndole eco a sus gritos.

—¿Sabes quién soy? ¿Me reconoces? –preguntó Mayra bajando su capucha y dejando al aire libre su luminoso rostro.

La mujer estaba distraída gritándole algo a uno de los niños dentro de la casa, pero cuando hizo foco en el rostro de Mayra el asombro la invadió y tapó su boca con su mano sorprendida. El bebé dejó de llorar y eso llamó la atención de todos los niños dentro, y el escándalo del interior de la casa enmudeció.

—Es un honor, iluminada –dijo la mujer mientras se arrodillaba en reverencia con lágrimas en los ojos.

La mujer se llamaba Mariabelle y era la prima hermana de Arianne por parte de madre. Invitó a pasar a los viajeros disculpándose permanentemente por su aspecto, por el desorden, por la suciedad, por su esposo borracho en el sillón, y por el escándalo de sus hijos, aunque desde que vieron a Mayra permanecían inmóviles e hipnotizados.

En vasos de madera resquebrajados, Mariabelle les ofreció vino de fresas casero, lo mejor que tenía en su despensa.

—Discúlpenme que no pueda ayudarlos a buscar a Arianne, pero simplemente no sé qué fue de ella.

—Debe haber algo que nos pueda decir, nos dijeron que este fue el último lugar donde la vieron –dijo Mayra.

—Efectivamente así fue, mi madre aún estaba viva en ese entonces y yo todavía no me había casado ni tenía a mis niños. Vino un día a hablar con mi madre pero no me dejaron escuchar, se fue a la tarde sin decir "adiós" –contó Mariabelle que no dejaba de jugar con la manta del bebe en sus brazos. Estaba nerviosa.

—Hay más, ¿verdad?, qué es lo que no nos quieres contar —dijo Alina.

La mujer paró de jugar repentinamente y la miró con reprobación.

—No estoy escondiendo nada —respondió bruscamente.

Estaba mintiendo, Alina lo sentía.

—Si lo estás.

—¿Se lo saco a la fuerza y terminamos con esto? –preguntó Dai cansado ya de la conversación—. O quizás haciéndole ver a sus hijos sus peores pesadillas la haga hablar más rápido, quiero irme a dormir.

—DAI –reprobó Mayra

—¿Esto es el grupo que nos va a defender contra la sombra? ¡Más parece que son sus aliados! ¡Amenazar a niños! Esta vez sí estamos perdidos –dijo la mujer en llantos, mientras los niños se aferraban los unos a los otros asustados.

—No le haremos daño a nadie señora, este de aquí tiene menos tacto que una roca –dijo Alina dándole un pequeño golpe al hombro de Dai—. Mire realmente necesitamos su ayuda, Arianne es una pieza clave en los tiempos que están por venir –explicó Alina sin saber de lo que estaba hablando.

Los niños, eran siete sin contar el bebé, se acercaron un poco hacia Mayra tímidamente dándose empujones los unos a los otros para darse valor.

—No puedo decirles, se lo prometí a mi madre, se lo prometí a mi prima.

—Entonces puede que no ganemos —dijo Elio mirando con melancolía como Mayra se había vuelto hacia los niños dejando que los más pequeños le tocaran el pelo tímidamente entre risitas. Uno de los pequeños, no más alto que la mesa se acercó a Mariabelle.

—Momi, ¿por qué no ayudas a la iluminada? –preguntó inocentemente mientras intentaba correr a su bebé hermano y ganarse un espacio en el abrazo de su madre.

—Momi hizo una promesa, ve a jugar con tus hermanos.

—Pero si no dices nada vamos a perder, Momi –agregó una niña rubia y uñas sucias acercándose a su hermano.

—No está mal romper una promesa si es para ayudar, ¿no? –dijo el primer niño.

—Yo le prometí a Nati no decirte que estaba jugando en el lago, pero lo hice cuando se cayó y se rompió el brazo. ¿Soy mala? Me dijiste que no —contó la niña.

—Y yo te dije cuando Bae se comió todas esas moras que no eran moras de la casa de al lado y lastimaron su pancita —contó otro de los niños separándose de Mayra preocupado–. Bae me perdonó después de unos días, ¿sigo siendo malo?

—Y yo le prometí a papa que no te dijera que escondía vino en el cantero de flores pero te dije porque papa se pone malo cuando toma. ¿Eso está mal?

Mariabelle miraba a sus hijos sin saber qué responder mientras uno tras otro contaba historias de promesas que habían roto pensando que era lo mejor. Poco a poco lágrimas cubrieron sus ojos y los niños, que estaba claro nunca habían visto a su madre llorar, se callaron incómodos.

—Está bien, les contaré el secreto de Arianne. Niños por favor acuesten a su padre y déjenme hablar con la iluminada y sus amigos. Nati, encárgate de tu hermano –dijo tendiéndole el bebé a una niña un poco más grande que el resto.

Los niños no protestaron, su madre no les estaba gritando y no entendían bien por qué estaba llorando. Su madre no lloraba, nunca.

—Hace dieciocho años Arianne llamó a la puerta, espléndida y elegante como siempre. Yo me sentía una pequeña cucaracha comparada, siempre le tuve celos. Los sigo teniendo. Mi madre era la única familia que le quedaba, pero casi nunca nos visitaba desde que se había ido a estudiar el poder a Gael con aquél Maestro viejo y gruñón. Mi madre me dijo que fuera a dar una vuelta por el pueblo, pero estaba cansada que siempre me echara como si le diera vergüenza cada vez que Arianne, en todo su esplendor, cruzaba la puerta. Así que le desobedecí y me escondí bajo la ventana de la cocina, donde ellas conversaban —comenzó a contar Mariabelle con un poco de vergüenza.

—Arianne siempre fue la bella, la que todos adoraban aunque no prestara un mínimo de atención a lo que los adultos le decían, la inteligente que iba a llegar lejos decían. Pero por primera vez, ese día escuché a mi madre escandalizarse por ella. Al parecer, Arianne había conocido a alguien en una fiesta, se había divertido de maravilla pero como resultado había quedado embarazada. El hombre se había enamorado, pero ella no quería una vida junto a él ni quería que su hijo viviese influenciado por él, se había marchado en cuanto su panza había comenzado a notarse. Y este es el secreto que les prometí no contar cuando me descubrieron bajo la ventana porque de la sorpresa golpeé una maceta con flores a mi lado. El padre del niño era el entonces Príncipe Randal.

Alina no tenía ni idea de quién era el Príncipe Randal, pero al parecer era algo bastante importante porque el resto de sus compañeros parecía en shock. Incluso Dai cuyos ojos parecía que iban a desencajarse.

—Ella se estaba escondiendo, pero no porque le tuviese miedo al Príncipe o porque se sintiese en peligro de algún miembro de la corte, simplemente se sentía "sofocada" por las atenciones de él. Egoísta como siempre. Nunca le dijo al Príncipe del niño, pero él la estaba buscando por todo el reino intentando recuperarla. Se volvió un poco obsesivo, quizás esa fue la razón por la que perdió el trono, pero no mucho tiempo después el poder eligió al Príncipe Mental, y Randal quedó en el olvido. No sé qué fue de la vida de él pero varias veces a lo largo de los años ha aparecido a fastidiarme.

—¿Qué sucedió con Arianne? –preguntó Hikaru ansioso por escuchar el fin de la historia.

—A las semanas mi madre echó a Arianne de la casa, no podía soportar lo que estaba haciendo. Verán, Arianne nunca se tomó las cosas de manera importante, "es un alma libre" decía mi madre... para mí era una ególatra y caprichosa... Estaba decidida a tener el niño lejos, en un lugar donde no pudiera encontrarla Randal pero, sin embargo, no daba señales de irse de casa. Hablaba más de su hijo como una mascota o muñeco que como un humano, diciendo cosas como que iba a ser el niño más bello de todos. Decía que se estaba asegurando que todos suspiraran cuando pasara y que sería igual a lo que ella siempre soñó.

—Oh no… —dijo Elio atando cabos.

—Oh si... Mi perfecta prima estaba desafiando uno de los más grandes tabús, todo lo que había aprendido del poder de las formas lo usaba para alterar a su futuro hijo desde la panza. A mi madre le parecía una monstruosidad, la echó de casa en cuanto lo descifró y nunca volvimos saber de ella.

 

 

Other books

The Renegades: Nick by Dellin, Genell
Before He Finds Her by Michael Kardos
The Hallowed Ones by Bickle, Laura
Lakeside Cottage by Susan Wiggs
Ink by Amanda Anderson
The King's Grey Mare by Rosemary Hawley Jarman
Come the Hour by Peggy Savage
The Fortunes of Springfield by Eleanor Farnes


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024