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Authors: Barbara Hambly

Tags: #Ciencia Ficción

Los hijos de los Jedi (6 page)

Una torre en ruinas, un dedo oscuro que se recortaba sobre el acantilado de negrura.

Y algo más: una imagen, una conmoción inexplicable, una oleada de oscuridad que se desplegaba velozmente, buscando e investigando, enviando su llamada en todas direcciones. La ola cayó sobre él y envolvió su cuerpo en un abrazo helado, y después se replegó sobre sí misma antes de que pudiera identificarla, como una flor negra que invierte su crecimiento para volver a ser una semilla mortífera, y se desvaneció enseguida.

Y Luke descubrió que estaba jadeando y que volvía a ser plenamente consciente de sí mismo, y sintió cómo las manos de Nichos temblaban bajo las suyas.

—¿Qué ocurre? —preguntó de inmediato en el mismo instante en que Cray se levantaba de un salto y cruzaba la estancia.

—Nic…

El hombre plateado le interrogó con la mirada. Había sentido cómo las manos de Nichos se sacudían intentando apartarse de las suyas, y Nichos las contempló con una leve sorpresa.

—Has tenido una convulsión.

Cray ya se había arrodillado junto al sillón y estaba examinando las hileras de indicadores del pecho de Nichos.

¿Qué ha ocurrido?— preguntó Luke—. ¿Qué sentiste?

—Nada. —Nichos meneó la cabeza una fracción de segundo demasiado tarde para que la negativa resultase natural—. Quiero decir que… No recuerdo ninguna sensación extraña. Sentí las manos de Luke sobre las mías, y de repente había salido del trance y mis manos se habían apartado de las suyas.

—¿Viste algo?

Leia estaba inmóvil al otro lado del sillón. Cray seguía inspeccionando indicadores, aunque se sabía de memoria todas sus gamas de lectura.

—Creo que tiene que ser Belsavis. —Luke se frotó las sienes. El dolor que sentía en ellas era distinto al palpitar que padecía en algunas ocasiones cuando utilizaba la Fuerza para llevar a cabo un sondeo profundo venciendo alguna resistencia, o para oír algo que se encontraba mucho más allá del alcance de los oídos humanos—. Vi alguna clase de cúpula de amplificación lumínica sostenida mediante antigravedad que se alzaba sobre un valle volcánico, y que yo sepa Belsavis es el único sitio donde tienen una estructura semejante.

—Pero esa cúpula fue construida hace una docena de años —protestó Cray—. Si Nichos estuvo allí de pequeño…

Luke titubeó y se preguntó de dónde había surgido aquella imagen. ¿Por qué se sentía tan aturdido y confuso, y por qué tenía la sensación de que ya había olvidado una parte de la visión?

—No, también encaja con otras cosas —dijo—. Los túneles que recuerda podrían haber sido fisuras geotérmicas, y creo que esos valles volcánicos estaban cubiertos de selvas antes de que las grandes conserveras de fruta empezaran a operar allí.

Lanzó una rápida mirada de soslayo a Cray, y vio la forma en que sus manos reposaban sobre los hombros de Nichos y que no apartaba los ojos de su rostro.

No había recuerdos visuales, olfatorios ni auditivos de ninguna clase, solamente aquel conocimiento totalmente neutro de lo que había ocurrido.

La sensación de que había olvidado algo seguía flotando por su mente, pero se evaporó como la luz sobre el agua en cuanto Luke intentó capturarla e identificarla.

—Belsavis también está en los límites del Sector de Senex —siguió diciendo pasados unos momentos—, y eso significa que se encuentra lo suficientemente cerca de Yetoom. ¿Cuál es el nombre del valle en el que construyeron la cúpula? ¿Lo sabes, Cray?

—Hay dos o tres valles volcánicos cubiertos con cúpulas en los glaciares —replicó Cray, viendo el fruncimiento de ceño interrogativo de Leia—. Las cúpulas son estructuras de amplificación lumínica del tipo estándar, con sistemas antigravitatorios instalados en la cima para que soporten las tensiones. La Corporación Brathflen construyó la primera hace unos doce o catorce años sobre Plawal…

Hizo una breve pausa, como si acabara de oír la palabra por primera vez.

—Plawal —murmuró.

—Pozodeplett —dijo Leia—. El Pozo de Plett.
[1]

—¿Cuánto tiempo hace que existen esas colonias? Leia meneó la cabeza.

—Se lo preguntaremos a Erredós, pero hace veinticinco o treinta años como mínimo —dijo—. El Noveno Cuadrante está bastante aislado, y los sistemas de esa zona se encuentran muy alejados unos de otros. Creo que sería el sitio ideal para que los Caballeros Jedi hubieran escondido a sus familias en cuanto supieron que el Emperador había decidido destruirles.

Leia se irguió, y el movimiento hizo que los pliegues de su tabardo cayeran a su alrededor y crearan una escultura iridiscente.

—Escondieron a los niños en el pozo —murmuró—. Y después se dispersaron, y ni siquiera se acordaron de quiénes eran.

Leia frunció el ceño. Volvía a ser la diplomática llena de experiencia y recursos.

—Belsavis es un aliado independiente de la República —les explicó—. Se toman muy en serio todo lo referente a la seguridad debido a las explotaciones de lianas de seda y de café, pero supongo que me permitirán echar un vistazo a sus registros. Han y yo podemos ir a Coruscant para coger el
Halcón
y volver antes de la fecha en que deberíamos regresar del Momento de la Reunión. Se supone que es un lugar precioso —añadió con expresión pensativa—. Me pregunto si los chicos…

—¡No! —Luke la agarró por la manga, como si quisiera impedirle de una forma lo más física posible que se llevara a sus hijos con ella. Tanto Leia como Cray le contemplaron con visible sorpresa—. ¡No deben acercarse a ese sitio!

Un instante después Luke se preguntó por qué había dicho aquello, y qué era lo que le inspiraba tanto temor.

Pero lo único que logró encontrar fue la sensación de que algo andaba terriblemente mal y de que había algo maligno que se ocultaba, una visión de vaga negrura que se replegaba sobre sí misma para desaparecer y seguir al acecho.

Luke acabó meneando la cabeza.

—De todas formas, si hay tipos como Drub McKumb por allí, Belsavis no es el tipo de sitio al que querrías llevar a los niños —dijo después.

—No, claro —dijo Leia en voz baja y suave, volviendo a ver con la misma claridad con la que estaba viéndola Luke a la silueta que gemía y se debatía entre las correas de la cama de diagnóstico, y los colores rojos y amarillos de la agonía mental que destellaban en las pantallas de los monitores—. Tendremos mucho cuidado —añadió—, pero los encontraremos, Luke. O por lo menos averiguaremos adonde fueron…

La suave claridad de los globos solares arrancó destellos a los pliegues de su tabardo y su traje ceremonial cuando Leia pasó por debajo de las pilastras y emergió a la luminosa inmensidad de terciopelo que era la noche ithoriana.

CAPÍTULO 3

Tatooine.

El frío de la noche del desierto y los olores que brotaban de la oscuridad cuando el viento dejaba de soplar ya habían llegado. Luke estaba contemplando cómo el arco de adobe del techo de su habitación parecía flotar muy cerca de su cabeza, apenas visible bajo la débil claridad de los diales del condensador de humedad que alzaba su negra masa en el patio al otro lado de su ventana.

La maquinaria de la casa emitía sus pequeños chasquidos y crujidos, y cada sonido era reconfortante y familiar: la yogurtera de la tía Beru, la planta hidropónica que el tío Owen había montado el año pasado, el zumbido de la valla de seguridad…

¿Por qué estaba tan silenciosa la noche?

¿Por qué sentía su pecho dolorosamente oprimido por una banda de terror invisible, y por qué tenía la vaga e inexplicable sensación de que una criatura enorme y malévola avanzaba lentamente a través de la oscuridad?

Se levantó de la cama, cogió la manta y la sábana y se envolvió con ellas. Los escalones todavía eran demasiado altos para sus cortas piernas, y notó la mordedura del frío aire nocturno en los dedos. El olor del desierto invadió sus fosas nasales y las llenó de un leve escozor, y se deslizó sobre su rostro y sus labios esparciendo el cosquilleo de un millar de diminutos alfilerazos.

Luke era muy pequeño.

Al final de la escalera, por encima de la hondonada que formaba el patio de la granja, el desierto se perdía en el infinito, sumido en la más absoluta inmovilidad. Estrellas inmensas observaban el mundo desde la negrura absoluta del cielo, contemplándolo con la mirada hierática de las criaturas que han sucumbido a la locura, profunda y personalmente conscientes del niño que caminó lentamente sobre la arena hasta detenerse justo allí donde empezaba el campo de energía de la valla, porque a pesar de su escasa edad Luke ya conocía hasta el último centímetro de la granja.

Había peligro allí fuera, y era un peligro vasto y terrible que avanzaba sigilosamente hacia la casa perdida en el desierto.

Luke se despertó.

Sus ojos contemplaron los gráciles arces de resina y los colgantes adornados con dibujos de parras cristalinas. Las ventanas quedaban medio escondidas por celosías de flores, y los globos solares esparcidos entre los árboles del patio creaban encajes de sombras sobre los muros. La noche estaba muy avanzada, pero la música de los festejos, de los centenares de bodas y alegres danzas de reunión y conmemoración seguía flotando en el aire impregnado por los verdes olores de la jungla que se extendía debajo de él, con los aromas a vainilla, especias y miel de una docena de variedades de plantas que florecían durante la noche, presentes para hacer todavía más irresistible la mezcla de perfumes.

Tatooine.

¿Por qué había soñado con el hogar de su infancia? ¿Por qué había soñado con esa noche, la noche en que había despertado para encontrarse con un silencio que estaba mucho más dentro de su corazón que en la noche, sabiendo que algo se aproximaba?

En ese caso lo que se aproximaba era el Pueblo de las Arenas, los incursores tusken. Luke se había acercado demasiado a la valla y había activado una de las pequeñas alarmas. El tío Owen acababa de salir de la casa en su búsqueda cuando se oyó el primer y todavía lejano gruñido de un bantha. Si Luke no hubiera despertado cuando lo hizo, la primera señal de que corrían peligro habría llegado cuando el Pueblo de las Arenas atacara la valla.

¿Por qué estaba volviendo a sentir aquel inmenso silencio y la lenta aproximación del mal… precisamente aquella noche?

¿Qué había percibido en la fracción de segundo en que su mente estaba abierta y buscaba entre los recuerdos almacenados en el cerebro electrónico de Nichos?

Luke se levantó de la cama, se envolvió en la sábana como había hecho en esa infancia que acababa de experimentar, y fue hasta la ventana.

«La reina tenía un ruiseñor que cantaba en la oscuridad…»

Han y Leia se habían ido. Habían utilizado el ataque de Drub McKumb como excusa, arguyendo que estaban preocupados por la seguridad de sus hijos, y los líderes de los roanos ithorianos lo habían comprendido. Su visita debía acortarse, naturalmente, y la perspectiva de posibles ataques impredecibles hacía que no tuvieran más remedio que volver a Coruscant. Drub McKumb seguía en la cama de diagnóstico, bajo los cuidados de Tomla El y profundamente sumido en sus sueños llenos de murmullos.

Erredós se había ido con ellos. Luke sabía que su enorme capacidad de computación resultaría más necesaria en el sitio al que iban. En cuanto a Cetrespeó, su presencia seguía siendo necesaria en Ithor por muy quisquilloso y maniático que pudiera ser a veces, pues la extraña y difícil misión que había llevado a Luke hasta aquel planeta sólo podía llevarse a cabo si se contaba con un androide comunicador y traductor que colaborase con Cray Mingla y los médicos ithorianos en el delicado intento de integración de Nichos Marr, su única posibilidad de que volviera a ser el hombre que había sido en el pasado.

Pero en aquel momento Luke necesitaba a Erredós.

Otro pensamiento surgió en su mente.

Se subió la sábana hasta los hombros y fue hacia el umbral. Cetrespeó, que estaba sentado en el silencio y la inmovilidad del comedor de la Casa de Invitados, se activó apenas Luke cruzó el umbral. El débil brillo de sus ojos aumentó de intensidad hasta que Luke pudo ver dos redondas lunas amarillas que relucían en la oscuridad. Luke movió una mano y meneó la cabeza.

—No pasa nada, Cetrespeó.

—¿Puedo hacer algo por usted, amo Luke?

—De momento no. Gracias.

El androide de protocolo volvió a recostarse en el sillón, pero mientras descendía por el corto tramo de peldaños que llevaba hasta la puerta exterior y atravesaba la terraza bajo la oscuridad violeta, Luke se dio cuenta de que Cetrespeó no se había desactivado. Cetrespeó era un androide, desde luego, pero había momentos en los que podía llegar a ser tan curioso y entrometido como cualquier humano.

Al igual que Cetrespeó, Nichos Marr estaba sentado en la antesala de la suite donde habían alojado a Cray, y también se hallaba inmerso en el estado de reducción de energía que era el equivalente androide al descanso. Al igual que había ocurrido con Cetrespeó, el casi imperceptible sonido de los pasos de Luke bastó para hacer que Nichos fuera consciente de su presencia y volviera la cabeza hacia él.

—¿Luke?

Cray le había equipado con los moduladores vocales más sensibles que pudo encontrar, y la palabra había sido meticulosamente calibrada para que fuese un susurro tan suave como el roce de los macizos de hoja azul movidos por la brisa que se alzaban al otro lado de las ventanas. Nichos se puso en pie y fue hasta Luke. El metal plateado de sus brazos y sus hombros emitió destellos fantasmales al capturar los débiles rayos de luz que llegaban del exterior.

—¿Qué pasa?

—No lo sé.

Fueron al pequeño comedor en el que Luke había intentado sondear su mente, y Luke se puso de puntillas para apartar una esquina del capuchón de la lámpara y dejar que un pequeño triángulo de luz dorada como la mantequilla cayese sobre el tablero púrpura de la mesa de madera vul.

—He tenido un sueño… Tal vez fuese una premonición.

Los labios de Luke ya habían empezado a moverse para preguntarle si soñaba, pero un instante después se acordó de la horrenda oscuridad vacía de imágenes que era la mente de Nichos, y no dijo nada. No estaba seguro de si su pupilo era consciente de la diferencia existente en sus percepciones y conocimientos humanos, y si sabía qué había perdido cuando su consciencia y su yo fueron transferidos al cuerpo androide.

—¿Hasta qué punto eres consciente de la faceta computerizada de tu ser? —preguntó Luke.

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