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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

Los griegos (8 page)

Este nuevo sistema de monedas fue adoptado en Grecía. Según la tradición, el rey Fidón, de Argos, fue el primero en usarlas, pero esto no puede ser porque reinó un siglo antes. En realidad, fue Egina la primera en hacer uso en gran escala de las monedas en el comercio. Su prosperidad aumentó y llegó a su cúspide alrededor del 500 a. C.; otras ciudades-Estado se apresuraron a imitarla a este respecto.

Curiosamente, la creciente prosperidad provocó perturbaciones. Cuando la riqueza entraba en una ciudad, surgía una nueva clase de hombres poderosos: los ricos mercaderes. No siempre la vieja clase terrateniente admitía compartir el poder político con estos nuevos ricos, y esto engendró intranquilidad.

Al mismo tiempo, a medida que entraba dinero, los precios, naturalmente se elevaban, de modo que se producía inflación. Esto hacía que las personas que no participaban de la nueva prosperidad, particularmente los granjeros, en realidad estaban peor que antes. Se endeudaron.

El nuevo comercio también aumentó el valor de los esclavos. En las fábricas de alfarería o de vestidos podían emplearse muchos más esclavos que en las granjas, y los mercaderes podían proporcionar esos esclavos. Por ello, aumentó la tendencia a esclavizar a los agricultores endeudados, como castigo por no poder pagar sus deudas.

El uso de esclavos creó dificultades a los artesanos libres, que elaboraban productos manufacturados en pequeña escala para mantener su prosperidad.

La introducción de la acuñación de monedas hizo que todo el proceso se produjera más rápida y drásticamente. A veces, la vieja clase terrateniente se entendía con la nueva clase mercantil para hacerse de un aliado vigoroso, mientras que los agricultores y artesanos se unían en la oposición.

Sólo Esparta pudo evitar las conmociones y dislocamientos provocados por la expansión comercial. Prohibió el uso de la moneda y la importación de artículos de lujo. Se aferró a la agricultura de subsistencia y a las viejas costumbres. Esto creó un bajo nivel de vida, pero era considerado como una virtud espartana y su gobierno fue estable.

En otras partes, en cambio, un encono y una violencia nuevos entraron en la política, donde unos pocos «ricos» se enfrentaban con un número creciente de «pobres» cada vez más pobres. Y la situación fue peor precisamente en las ciudades más dedicadas al comercio.

Los tiranos de Jonia

Para que se hiciese sentir la insatisfacción popular por las oligarquías, el pueblo necesitaba líderes. A menudo hallaban alguno (a veces, uno de los mismos nobles, que había reñido con los otros) con suficiente audacia para armarlos y conducirlos a una rebelión contra sus gobernantes. En tal caso, el líder habitualmente quedaba como único gobernante. En verdad, tal vez fuera la ambición de este tipo de gobierno la que lo llevase originalmente a combatir a la oligarquía.

No se trataba de un rey, pues no había heredado su cargo ni, por ende, tenía ningún derecho legal o sagrado a él. Era sencillamente un «amo», nada más. La palabra griega que lo designaba era tyrannos, que se ha convertido en nuestra voz «tirano». (La expresión «tirano» es equivalente a lo que hoy llamaríamos un «dictador». Ahora usamos la palabra «tirano» en un mal sentido, para designar a un gobernante cruel y vicioso, mas para los griegos sólo designaba a un gobernante que no había heredado el poder. Podía muy bien ser un líder amable y bueno.)

Los tiranos fueron numerosos en la historia griega entre 650 y 500 a. C. Por ello, la segunda mitad de la Edad de la Colonización es también llamada «Edad de los Tiranos». No es una denominación muy apropiada, pues hubo muchas ciudades sin tiranos en este período y hubo más tarde muchas ciudades que los tuvieron.

A menudo los tiranos fueron gobernantes capaces que dieron prosperidad y paz a sus ciudades. Puesto que habían obtenido el poder a causa del cambio de los tiempos y el descontento popular, adaptaron el gobierno a las nuevas costumbres como el método más sabio de permanecer en el poder. Por ello, la suerte de la gente común por lo general mejoró bajo ellos. Los tiranos trataron de hacerse populares embelleciendo la ciudad (y por tanto empleando artesanos en los necesarios trabajos de construcción y conquistando su apoyo), introduciendo nuevas fiestas para diversión del pueblo, etc.

Los tiranos llegaron primero al poder en Jonia, donde florecía el comercio con el interior de Asia Menor y donde las nuevas costumbres se hicieron sentir con mayor fuerza. El más famoso de ellos fue Trasíbulo, quien gobernó en la gran ciudad colonizadora de Mileto alrededor del 610 a. C. Bajo su gobierno, Mileto alcanzó la cúspide de su fama y su poder, y fue realmente la ciudad más floreciente e importante del mundo griego.

Y bajo Trasíbulo surgió en Mileto un grupo de hombres que, a la larga, fueron más importantes que cualquier cantidad de tiranos.

El primero de ellos fue Tales, quien nació en Mileto aproximadamente en 640 a. C. Se supone que era de madre fenicia y se dice que visitó Egipto y Babilonia. Presumiblemente llevó a Grecia el saber y los conocimientos de las civilizaciones, mucho más antiguas, del Sur y el Este.

De los babilonios, por ejemplo, aprendió bastante astronomía como para predecir eclipses; su predicción de un eclipse que se produjo en 585 a. C. asombró a los hombres y elevó el prestigio de Tales a gran altura.

También tomó la geometría de los egipcios, pero realizó en ella dos avances fundamentales. En primer lugar, la convirtió en una disciplina abstracta y, según nuestro conocimiento, fue el primer hombre que la concibió como referida a líneas imaginarias de espesor nulo y rectitud perfecta y no a líneas reales, con espesor e irregulares marcadas en la arena, garabateadas en cera o formadas por cuerdas tensas.

En segundo lugar, demostró enunciados matemáticos mediante una serie regular de argumentos, poniendo orden en lo que ya se sabía y procediendo paso a paso hasta la prueba buscada, como consecuencia inevitable. Esto llevó al progreso de la geometría, que fue la mayor realización científica de los griegos.

En las ciencias físicas, fue el primero en estudiar la manera cómo el ámbar atrae objetos ligeros cuando se lo frota. El nombre griego del ámbar es elektron y en siglos posteriores a esa atracción se la consideró resultado de la «electricidad».

Tales también estudió una piedra negra que atraía al hierro. Esa piedra provenía de la cercana ciudad de Magnesia, por lo que se la llamaba magnetis lithos (la piedra de magnesia), que dio origen al término «magnetismo».

Finalmente, especuló sobre la constitución del Universo, sobre su naturaleza y sobre su origen. Para ello, partió de dos supuestos. Primero, afirmó que no había dioses ni demonios involucrados, sino que el Universo opera por leyes inmutables. Segundo, sostuvo que la mente humana, mediante la observación y la reflexión, podía llegar a saber cuáles son esas leyes. Toda la ciencia, desde la época de Tales, parte de estos dos supuestos.

Otros siguieron el camino de Tales, en Míleto y en otras ciudades de Jonia, durante el siglo siguiente; se los llama la «Escuela Jónica». Así, el discípulo de Tales, Anaximandro, nacido en 611 a. C., y un pensador más joven, Anaxímenes, también especularon sobre la naturaleza del Universo. Y lo mismo Heráclito, nacido alrededor del 540 a. C. en la cercana ciudad de Efeso.

No ha sobrevivido ninguno de los escritos de esos antiguos pensadores. Sólo los conocemos por citas casuales en las obras de autores posteriores.

El más famoso de esos primeros científicos fue Pitágoras, quien nació alrededor del 582 a. C. en la isla de Samos, frente a la costa jónica. Se llamaba a sí mismo un «filósofo» (amante del saber), y el mismo nombre llegó a aplicarse a todos los pensadores griegos.

En la época de Trasíbulo, el tirano de Mileto, y de Tales, el científico de Mileto, otro tirano gobernaba en la isla eolia de Lesbos. Se trataba de Pítaco, que ejerció su dominación sobre Mitilene, la principal ciudad de la isla.

Aproximadamente en 611 a. C., llevó a cabo una revolución contra un hombre que gobernaba mal y cruelmente. Hecho esto, se percató de que el único modo de asegurar que la ciudad tuviese un buen gobierno era que él mismo se convirtiera en tirano. Finalmente aceptó el cargo en 589 a. C. y gobernó durante diez años. En 579 a. C., pensando que había realizado su tarea y que a la edad de setenta años poco más era lo que podía hacer, renunció.

Pítaco gobernó tan bien que, en siglos posteriores, cuando los griegos elaboraron sus listas de los Siete Sabios (esto es, los siete políticos que condujeron el mundo griego durante el siglo vi, en el que se produjo el paso de la oscuridad a la riqueza y el poder), fue colocado junto a Quilón de Esparta. El tercero en la lista era Tales de Mileto, no por su actividad científica, sino por sus sabios consejos políticos, que expondremos más adelante. El cuarto «Sabio» era Cleóbulo, quien gobernó como tirano sobre una ciudad de la isla de Rodas por el 560 a. C.

Bajo Pítaco, la isla de Lesbos tuvo un período de gran desarrollo cultural. Alrededor del 600 a. C., se destacó en la isla el poeta lírico griego Alceo. Escribió canciones de amor y también poemas políticos en los que denunciaba a los gobernantes que juzgaba malos. Pítaco consideró prudente enviarlo al exilio durante su tiranía, pero el poeta volvió después de la renuncia de aquél. Sin embargo, Alceo no era ningún héroe en el combate, pues lo que se dice con más frecuencia de él es que en una ocasión, durante una batalla, «arrojó su escudo», es decir, huyó.

También en Lesbos y por la misma época vivió Safo, poetisa que fue la primera gran figura literaria femenina de la historia. Quizá la consideraríamos la más grande, tanto como la primera, si pudiésemos conocer su obra. Desgraciadamente, se ha perdido casi en su totalidad; pero muchos de los griegos antiguos la consideraban a la par de Homero, y por lo común es posible fiarse de su buen gusto.

Los tiranos de tierra firme

La Grecia continental tuvo algunos tiranos notables en las ciudades comerciales. La ciudad de Megara, situada en el istmo, estuvo bajo la dominación del tirano Teágenes desde aproximadamente el 640 a. C. en adelante. Hizo construir un acueducto que llevaba agua dulce a la ciudad, ejemplo del modo en que los tiranos se hacían populares mediante la ejecución de proyectos útiles.

En la cercana Corinto, situada a unos 50 kilómetros al sudoeste de Megara, hubo un caso aún más brillante de tiranía: el de Cipselo, quien llegó a ser tirano por el 655 a. C. y treinta años más tarde transmitió el cargo a su hijo, Periandro.

Periandro tuvo aún más éxito y era más capaz que su padre; bajo su gobierno Corinto llegó a la cumbre de su importancia y se convirtió en la ciudad más culta de la Grecia continental. Fue también la qué mayor éxito comercial tuvo.

Bajo Periandro la cultura floreció. El poeta Aríón fue invitado a su corte. (Sobre este poeta se tejieron luego muchas leyendas, como aquella de que, habiendo sido lanzado al mar por unos piratas, fue llevado a tierra por un delfín.)

Por entonces, los griegos empezaron a construir templos de piedra, ya no de madera, y los corintios llevaron a un elevado nivel la técnica de la construcción con piedra.

No usaban arcos, sino que sustentaban los techos pesados sobre una línea de pilares. Corinto abrió el camino, ideando pilares robustos y simples, con acanaladuras o estrías verticales que corrían a todo lo largo de ellos, para hacerlos parecer más altos y gráciles, y sin ornamentos en su parte superior. Esos pilares pertenecen al orden dórico. En Jonia se hicieron pilares más altos y esbeltos, con algún ornamento en la parte de arriba. Constituían el orden jónico. (En siglos posteriores, los pilares aún más altos y esbeltos y ornamentados al extremo fueron llamados el «orden Corintio», pero ellos aparecieron cuando el arte griego empezó a declinar.)

Periandro murió en 586 a. C., después de reinar con éxito suficiente como para ser incluido entre los Siete Sabios. Tenía fama de haber gobernado con gran crueldad, particularmente al final de su vida, pero los testimonios provienen en gran parte de los oligarcas a quienes exilió, los cuales, muy naturalmente, eran parciales en contra de él. Le sucedió un sobrino que pronto fue derrocado y con el cual llegó a su fin la tiranía en Corinto.

Por el 600 a. C., el tirano Clístenes gobernó la ciudad de Sición, situada a unos 15 kilómetros al noroeste de Corinto, Clístenes obtuvo un importante triunfo al norte del golfo de Corinto. Ello ocurrió del siguiente modo: la ciudad focense de Crisa, cercana a Delfos, trató de apoderarse del oráculo en 590 a. C., lo cual pronto dio origen a la «Primera Guerra Sacra», pues los miembros del grupo de ciudades-Estado que controlaban Delfos se unieron para castigar a Crisa.

Clístenes dirigió las fuerzas que derrotaron a Crisa. La ciudad culpable fue destruida completamente y se pronunció una maldición contra quienquiera que la reconstruyese o cultivase su territorio. En conmemoración de la victoria, Clístenes creó los juegos Píticos, alrededor del 582 a. C.

Samos

Tal vez el más notable de los primeros tiranos fue Polícrates, quien llegó a ser tirano de la isla de Samos por el 535 a. C. Durante años tuvo mucho éxito y triunfó en todas sus empresas. Se hizo construir un centenar de barcos y dirigió correrías piratas a lo largo y lo ancho del mar Egeo, del cual se hizo dueño.

Como era habitual en los tiranos, Polícrates estimuló la cultura y las obras públicas. Hizo construir un acueducto, para lo cual contrató a un hombre de Megara, Eupalino. Los griegos siempre valoraron el pensamiento abstracto y prestaron poca atención a sus propias realizaciones como ingenieros prácticos, de modo que es poco lo que ha llegado hasta nosotros sobre hombres como Eupalino, lo cual es muy de lamentar.

Polícrates selló una alianza con el rey del Egipto Saíta. Este rey era por entonces Ahmés II, quien gobernó de 569 a 525 a. C. Es más conocido por la forma griega de su nombre, Amosis.

Amosis era un admirador de la cultura griega. Tuvo una guardia de corps griega, envió dones al templo de Delfos y permitió que la estación comercial de Naucratis se convirtiera en una ciudad. Le complacía estar aliado a un gobernante griego inteligente y poderoso, cuya flota podía serle útil.

Pero Amosis sentía una supersticiosa intranquilidad por la invariable buena fortuna de Polícrates. El rey egipcio pensaba que los dioses preparaban algo horrible para el tirano, para restaurar el equilibrio. Por ello, Amosis aconsejó a Polícrates (según una historia que los griegos contaban posteriormente) que arrojase alguna cosa de valor. Esto sería para él una pequeña adversidad que, al restaurar el equilibrio, aquietaría a los dioses e impediría que ocurriese algo realmente malo.

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