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Authors: George R. R. Martin

Tags: #Fantástico

La espada leal (14 page)

—En ese caso, debo defender mi inocencia a ojos de los dioses y de los hombres. Decidle a Ser Eustace que exijo una disculpa… o un duelo. Suya es la elección. Dio la vuelta a la yegua para volver hasta sus hombres.

La corriente de agua sería el campo de batalla.

El septon Sefton andaba como un pato elevando una plegaria, suplicando al Padre Celestial que bajara sus ojos hasta aquellos dos hombres y les juzgara con justicia, rogando al Guerrero que prestara su fuerza a aquel hombre cuya causa fuese justa y honesta, pidiendo la clemencia de la Madre para el injusto, y que se le perdonaran sus pecados. Cuando se acabó la oración, se volvió hacia Ser Eustace Osgrey una última vez.

—Ser —dijo—, os lo ruego una vez más, retractaos de vuestras acusaciones.

—No —dijo el anciano con bigotes temblorosos.

El obeso septon se giró hacia lady Rohanne.

—Hermana, si hicisteis eso de que se os acusa, confesad vuestra culpa, y ofreced a Ser Eustace una restitución por su bosque. De otro modo, correrá la sangre.

—Mi campeón probará mi inocencia antes los ojos de dioses y de hombres.

—El juicio mediante duelo no es la única forma —dijo el septon, con el agua hasta la cintura—. Vayamos a Sotodeoro, os lo imploro a ambos, y presentemos el caso ante lord Rowan para que lo resuelva.

—Jamás —dijo Ser Eustace. La Viuda Escarlata negó con la cabeza.

Ser Lucas Inchfield miró a lady Rohanne con el rostro hecho una furia.

—Os casaréis conmigo cuando esta farsa quede resuelta. Como deseaba vuestro señor padre.

—Mi señor padre no os conocía como yo —replicó ella.

Dunk apoyó una rodilla en tierra junto a Egg, y devolvió el sello a la mano del muchacho; cuatro dragones de tres cabezas, dos y dos, el emblema de Maekar, Príncipe de Refugio Estival.

—Vuelve a ponértelo en la bota —le dijo—, pero si llego a morir, dirígete hacia el amigo de tu padre más cercano y haz que te devuelva a Refugio Estival. No intentes cruzar tú solo todo el Dominio. Cuida de no olvidarte de mis palabras, o mi fantasma regresará y te dará un bofetón en el oído.

—Sí, Ser —dijo Egg—, pero preferiría que no murierais.

—Hace demasiado calor para morir.

Dunk se puso el yelmo, y Egg le ayudó a atarlo fuerte al cuello de su armadura. La sangre de su cara estaba pegajosa, a pesar de que Ser Eustace había rasgado un trozo de su capa para ayudar a detener la hemorragia del corte. Se irguió y fue hasta Trueno. La mayoría del humo se había disipado, observó mientras se encaramaba a la silla, pero el cielo seguía oscuro.

Nubes, pensó, nubes oscuras. Hacía mucho que no se veían. Quizá sea un presagio. Mas, ¿para mí, o para él? A Dunk no se le daban bien los presagios.

Al otro lado del río, Ser Lucas también había montado. Su caballo era un corcel alazán, un animal espléndido, rápido y fuerte, aunque no tan grande como Trueno. Sin embargo, lo que el caballo echaba en falta en tamaño lo suplía con armadura: tenía un revestimiento en la crin, testera, y una cota de malla ligera. El propio Dosmetros vestía armadura esmaltada negra y cota de anillas plateada. En la punta de su yelmo se agazapaba de forma maligna una araña de ónice, pero en su escudo portaba su propio blasón: una franja diagonal de cuadros blancos y negros sobre campo gris claro. Dunk advirtió que Ser Lucas se lo entregaba a un escudero. No tiene intención de emplearlo. Cuando otro escudero le tendió un hacha de guerra, supo el porqué. El hacha era larga y letal, con el mango encintado, la cabeza pesada y un horrible pincho en el otro extremo, pero era un arma a dos manos. Dosmetros tendría que confiar en su armadura para protegerse. Tengo que conseguir que se lamente de esa elección.

Sostenía su propio escudo con el brazo izquierdo, el escudo en el que Tanselle le había pintado el olmo y la estrella fugaz. Una canción infantil resonó en su cabeza. Protegedme bien, roble y acero, o estaré muerto, y de viaje al infierno. Extrajo la espada larga de su vaina. Su peso en la mano le hizo sentirse bien. Clavó los talones en los flancos de Trueno, y guió al enorme caballo de guerra hacia el agua. Al otro lado, Ser Lucas hizo lo mismo. Dunk tiró de las riendas a la derecha, para así presentarle a Dosmetros su lado izquierdo, protegido por el escudo. Ser Lucas no quería concederle esa ventaja, por lo que giró su corcel con rapidez. Chocaron en un tumulto de acero gris y gotas verdes. Ser Lucas atacó con su hacha. Dunk tuvo que retorcerse en la silla de montar para detenerla con el escudo. La fuerza del golpe la bajó el brazo e hizo sacudir sus dientes. Dibujó un mandoble con la espada a modo de respuesta, una estocada lateral que acertó al otro caballero bajo el brazo alzado. El metal chirrió contra el metal, y así empezó el duelo.

El corcel de Dosmetros dibujó un círculo, intentando llegar al lado desprotegido de Dunk, pero Trueno se giró para encararse a él, cortando el paso del otro caballo. Ser Lucas ejecutó un golpe demoledor tras otro, de pie sobre los estribos para poner todo el peso y la fuerza en su hacha. Dunk movía el escudo para parar las acometidas según venían. Medio doblado tras el pedazo de roble, lanzó tajos a los brazos, costados y piernas de Inchfield, mas su armadura devolvía cada golpe. Dieron una vuelta, luego otra, con el agua chapoteando a sus pies. Dosmetros atacaba, y Dunk se defendía, buscando un punto flaco.

Finalmente, lo vio. Cada vez que Ser Lucas levantaba el hacha para descargar otro golpe, aparecía un hueco bajo el brazo. Había malla y cuero en aquel sitio, y material acolchado debajo, pero no armadura de acero. Dunk mantenía su escudo en alto, intentando medir su ataque. Pronto. Pronto. El hacha descargó otro golpe, se torció a un lado, y volvió a subir. ¡Ahora! Le clavó las espuelas a Trueno, acercándose, y lanzó una estocada con la espada larga con la intención de clavar la punta en la abertura. Pero el hueco desaparecía tan pronto como había aparecido. La punta de la espada arrancó una anilla, y Dunk, de tan estirado que estaba, casi perdió el sitio sobre la silla. El hacha descendía sobre él, sesgando el borde de hierro del escudo de Dunk, aplastando un lado de su yelmo y propinándole a Trueno un golpe oblicuo en el cuello.

El caballo relinchó y retrocedió sobre las patas traseras, con los ojos blancos de dolor, mientras el aroma cobrizo de la sangre llenaba el aire. Golpeó con sus pezuñas herradas en el momento en que Dosmetros se acercó. Una cogió a Ser Lucas en el rostro, la otra en un hombro. Después, el pesado caballo de guerra cayó sobre su corcel.

Todo sucedió en el espacio de un latido. Los caballos cayeron en una maraña de coces y mordiscos mutuos, agitando el agua y el cieno de debajo. Dunk intentó saltar de la silla de montar, pero se le enredó un pie en el estribo. Cayó con la cabeza por delante, tomando una desesperada bocanada de aire antes de que la corriente de agua se le colara en el yelmo a través de la abertura para los ojos. Su pie seguía enganchado, y sintió un salvaje tirón cuando el forcejeo de Trueno casi le arranca de cuajo la pierna. En un instante se liberó y se dio la vuelta mientras se hundía. Por un momento, braceó impotente en el agua. El mundo se volvió azul, verde y marrón.

El peso de su armadura le hundió hasta que su hombro golpeó contra el lecho del arroyo. Si esto es lo de abajo, la otra dirección es hacia arriba. Las acorazadas manos de Dunk se agarraron a las piedras y a la arena, y de algún modo consiguió poner las piernas debajo de su cuerpo e incorporarse. Se tambaleaba y chorreaba barro. El agua salió de los respiraderos del yelmo abollado, pero estaba de pie. Aspiró una buena bocanada de aire. Su magullado escudo seguía colgado del brazo izquierdo, pero tenía vacía la vaina y había perdido la espada. Tenía sangre y agua dentro del yelmo. Cuando intentó cambiar el peso, el tobillo le envió una punzada de dolor pierna arriba. Según vio, ambos caballos se habían puesto en pie de nuevo. Volvió la cabeza, bizqueando un ojo a través de un velo de sangre, en busca de su rival. Se ha ido, pensó, se ha hundido, o Trueno le ha aplastado el cráneo.

Ser Lucas emergió de repente del agua en frente suyo, con la espada en mano. Le propinó a Dunk un golpe terrible en el cuello, y solo el grosor de su gola mantuvo su cabeza sobre los hombros. No tenía hoja con la que responder, solo el escudo. Se alejó, y Dosmetros le siguió, gritando y soltando golpes. El brazo en alto de Dunk se llevó un buen golpe sobre el codo que le durmió el brazo. Un corte en la cadera le hizo gruñir. Mientras retrocedía, una roca bajo su pie se soltó, y cayó sobre una rodilla, con el agua sobre el pecho. Alzó el escudo, pero esta vez Ser Lucas golpeó tan fuerte que partió en dos la gruesa plancha de roble, y mandó las astillas sobre el rostro de Dunk. Los oídos le zumbaban y tenía la boca llena de sangre, pero desde algún lugar lejano oyó que Egg gritaba:

—¡A por él, Ser, a por él, está justo ahí!

Dunk se echó hacia delante. Ser Lucas había echado atrás la espada, preparando otro mandoble. Dunk le embistió en la cintura y le hizo perder pie. El arroyo volvió a tragárselos a ambos, pero esta vez Dunk estaba preparado. Rodeó a Dosmetros con el brazo y le empujó al fondo. Subían burbujas desde la visera retorcida y machacada de Inchfield, pero este seguía forcejeando. Encontró una roca en el fondo del arroyo y comenzó a machacar la cabeza y las manos de Dunk. Dunk rebuscó en su cinturón. ¿También he perdido la daga?, se preguntó.

No, allí estaba. Su mano se cerró sobre la funda y la sacó. La clavó despacio a través del agua chapoteante, de las anillas de hierro y del cuero endurecido debajo del brazo de Lucas Dosmetros, girándola cuando estuvo ensartada. Ser Lucas se retorció y sacudió, y la fuerza le abandonó. Dunk le dio un empujón y quedó medio flotando. Sentía fuego en el pecho. Un pez saltó cerca de su rostro, alargado, blanco y delgado. ¿Qué ha sido eso?, se preguntó. ¿Qué ha sido eso? ¿Qué ha sido eso?

Se despertó en el castillo equivocado.

Cuando se abrieron sus ojos, no supo donde estaba. Hacía un frío de mil demonios. Tenía el sabor de la sangre en la boca y una venda sobre los ojos, una tela pesada aromatizada con algún ungüento. Pensó que olía a clavo.

Dunk se toqueteó el rostro y se quitó la venda. Sobre él, la luz de las antorchas jugueteaba contra un alto techo. Los cuervos caminaban sobre las vigas, observándole con pequeños ojos negros y graznándole. Al menos, no estoy ciego. Estaba en la torre de un maestre. Las paredes estaban jalonadas de hileras de hierbas y pociones en jarros de cerámica y vasijas de cristal verde. La larga mesa con caballetes a su lado estaba llena de pergaminos, libros y extraños instrumentos de bronce, todos salpicados con los excrementos de los cuervos de las vigas. Podía oír como murmuraban entre ellos.

Intentó sentarse. Resultó ser un gran error. La cabeza le daba tumbos, y la pierna izquierda se quejó en agonía cuando puso sobre ella el más mínimo peso Tenía el tobillo vendado, y también tenía tiras de lino alrededor del pecho y los hombros.

—Permaneced quieto. —Una cara joven y demacrada de oscuros ojos castaños junto a una nariz ganchuda apareció sobre él. Dunk conocía aquel rostro. Su propietario vestía de gris por completo, con un collar de eslabones en el cuello, una cadena de maestre de muchos metales.

Dunk le cogió de la muñeca.

—¿Dónde…?

—Fosafría —dijo el maestre—. Estabais demasiado grave para volver a Tiesa, así que lady Rohanne nos ordenó que os trajéramos aquí. Bebed esto. —Alzó una copa de… algo… hasta los labios de Dunk. La poción tenía un sabor amargo, como el vinagre, pero al menos se llevó el sabor de la sangre.

Dunk se obligó a beberlo todo. Después flexionó los dedos de la mano de la espada, y luego de la otra. Por lo menos mis manos aún funcionan, y los brazos.

—¿Qué… qué me he lesionado?

—¿Y qué no? —bufó el maestre—. Un tobillo roto, una rodilla torcida, una clavícula rota, magulladuras… La parte superior de vuestro torso está verde y amarilla, y vuestro brazo derecho está cárdeno. Pensé que vuestro cráneo también estaba fracturado, pero parece que no. Y está el tajo de vuestro rostro, Ser. Me temo que os quedará una cicatriz. Oh, y os habíais ahogado cuando os sacamos del agua.

—¿Ahogado? —dijo Dunk.

—Nunca creí que un hombre pudiera tragar tanta agua, ni siquiera uno tan grande como vos, Ser. Consideraos afortunado de que yo sea hijo del hierro. Los sacerdotes del Dios Ahogado saben cómo ahogar a un hombre y devolverlo a la vida, y yo he hecho un estudio de sus creencias y costumbres.

Me ahogué. Dunk intentó sentarse otra vez, pero no tenía fuerzas. Me ahogué en una corriente de agua que ni siquiera me llegaba al cuello. Se rió, y gruñó de dolor.

—¿Ser Lucas?

—Muerto. ¿Lo dudabais?

No. Dunk dudaba de muchas cosas, pero no de esa. Recordaba cómo la fuerza había abandonado los miembros de Dosmetros, de todos a la vez.

—Egg —gimió—. Quiero a Egg…

—Vomitar es buena señal —dijo el maestre—, pero ahora lo que necesitáis es dormir.

Dunk sacudió la cabeza, y se arrepintió de inmediato.

—Egg es mi escudero…

—¿De verdad? Un muchacho valiente, y más fuerte de lo que parece. El fue el que os sacó del arroyo. También nos ayudó a sacaros la armadura, y cabalgó con vos en el carro cuando os trajimos. Ni siquiera durmió, sino que se sentó a vuestro lado con vuestra espada en el regazo, por si alguien intentaba haceros daño. Incluso sospecho de mí, e insistió en que yo probara todo con lo que os alimentaba. Un escudero joven, pero devoto.

—¿Dónde está?

—Ser Eustace pidió al chico que le atendiera en el festejo nupcial. No había nadie más a su lado. Hubiera sido descortés por su parte negarse.

—¿Festejo nupcial? —Dunk no comprendía.

—No lo sabéis, claro. Fosafría y Tiesa se reconciliaron después de vuestra batalla. Lady Rohanne le pidió permiso al viejo Ser Eustace para cruzar sus tierras y visitar la tumba de Addam, y él le concedió tal derecho. Ella se arrodilló ante las moreras y comenzó a llorar, y él se conmovió tanto que se acercó a consolarla. Pasaron la noche entera hablando del joven Addam y del noble padre de mi señora. Lord Wyman y Ser Eustace eran muy buenos amigos, hasta la Rebelión de Fuegoscuro. Su señoría y mi señora se casaron esta mañana, y la ceremonia fue oficiada por nuestro buen septon Sefton. Eustace Osgrey es el señor de Fosafría, y su león jaquelado ondea junto a la araña de los Webber en cada torre y muro.

El mundo de Dunk giraba lentamente a su alrededor. Esa poción. Me ha dado algo para dormir. Cerró los ojos, y dejó que todo el dolor le abandonara. Podía oír el graznido mutuo de los cuervos, el sonido de su propia respiración, y también algo más… un sonido suave, monótono, pesado, algo relajante.

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