—Ah, ¡claro! —La voz sonaba muy distinta ahora—. Es por Mahalia, ¿verdad? Inspector, yo… Manténgase a la espera, voy a intentar localizar a Izzy. —Una larga pausa con un acústico sonido a hueco—. Isabelle Nancy al habla.
La voz sonaba ansiosa. Me habría parecido estadounidense de no ser porque sabía que era de Toronto. No se parecía a la voz que había grabada en el contestador.
—Señora Nancy, soy Tyador Borlú de la
policzai
de Besźel, BCV. ¿Puede que haya hablado con mi colega, la agente Corwi? ¿Ha recibido mis mensajes?
—Inspector, sí, yo… Por favor, acepte mis disculpas. Tenía la intención de llamarlo, pero ha sido, las cosas han estado, lo siento mucho…
Cambiaba del inglés a un besź fluido.
—Lo entiendo, profesora. También yo siento lo de la señorita Geary. Sé que esto tiene que ser un trago muy duro para usted y para todos sus colegas.
—Yo, nosotros, todos estamos conmocionados, inspector. Ha sido un verdadero
shock
. No sé qué decirle. Mahalia era una chica excelente y…
—Claro.
—¿Desde dónde llama? ¿Está… aquí? ¿Le gustaría que nos viéramos?
—Me temo que es una llamada internacional, señora; aún estoy en Besźel.
—Entiendo. Y… ¿en qué puedo ayudarlo, inspector? ¿Hay algún problema? Quiero decir un problema además de, además de todo esto, o sea… —Oí su respiración—. Estoy esperando a que vengan los padres de Mahalia cualquier día de estos.
—Sí, de hecho acabo de estar con ellos. La embajada les está haciendo el papeleo y no deberían de tardar mucho en ir a verla. No, la llamo porque me gustaría saber algo más de Mahalia y de lo que hacía.
—Disculpe, inspector Borlú, pero me daba la impresión de que… el crimen… que… ¿no iban a invocar a la Brecha? Yo pensaba que… —Se había calmado y ahora solo hablaba en besź, así que, qué coño, yo dejé de hablar en inglés, que no era mucho mejor que su besź.
—Sí. El Comité de Supervisión… disculpe, profesora, ignoro cuánto sabe usted de cómo funcionan estas cosas. Pero sí, la responsabilidad será transferida. Entonces comprende cómo será todo, ¿no?
—Eso creo.
—Está bien. Solo estoy haciendo un último trabajo. Curiosidad, nada más. Hemos oído cosas interesantes sobre Mahalia. Me gustaría saber algunas cosas sobre su trabajo. ¿Podría ayudarme? Usted fue su supervisora, ¿verdad? ¿Puede dedicarme unos minutos para hablar de eso?
—Por supuesto, inspector, ya ha esperado usted bastante. Pero no sé muy bien qué…
—Me gustaría saber en qué estaba trabajando. Y sobre su relación con usted y con el programa. Y sobre Bol Ye’an también. Estaba investigando sobre Orciny, si no me equivoco.
—¿Qué? —Isabelle Nancy parecía estupefacta—. ¿Orciny? De ningún modo. Esto es un departamento de arqueología.
—Discúlpeme, me había dado la impresión de que… ¿Qué quiere decir con que eso es arqueología?
—Quiero decir que si estuviera investigando sobre Orciny, y podría haber razones excelentes para hacerlo, estaría haciendo el doctorado en folclore o en antropología o quizá en literatura comparada. Desde luego, los límites entre las distintas disciplinas son cada vez más difusos. También, que Mahalia era una de esas jóvenes arqueólogas más interesadas en Foucault y en Baudrillard que en Gordon Childe o en la espátula. —No parecía enfadada, sino más bien triste y divertida—. Pero no la habríamos aceptado si su tesis no fuera sobre arqueología de verdad.
—¿Y entonces en qué la estaba haciendo?
—Bol Ye’an es un antiguo yacimiento arqueológico, inspector.
—Cuénteme, por favor.
—Estoy segura de que ya sabe toda la controversia que hay en torno a los artefactos más tempranos de esta región, inspector. En Bol Ye’an se están descubriendo piezas que tendrán un buen par de miles de años. Cualquiera que sea la teoría a la que se adhiera sobre la Escisión, ya sea la división o la convergencia, lo que estamos buscando es mucho anterior, anterior a Ul Qoma y a Besźel. Es la raigambre lo que buscamos.
—Debe de ser extraordinario.
—Lo es. También bastante incomprensible. ¿Es consciente de que no sabemos prácticamente nada sobre la cultura que produjo todo esto?
—Creo serlo, sí. De ahí todo el interés, ¿no?
—Bueno… sí. Eso y el tipo de cosas que hay ahí. Lo que Mahalia estaba haciendo era tratar de descifrar lo que el título de su programa llama «Una hermenéutica de la identidad», desde el diseño de las herramientas y más cosas.
—No estoy seguro de comprenderlo.
—Entonces es que ella hizo un buen trabajo. El propósito de una tesis doctoral es que, después de los primeros dos años, nadie, incluido tu director de tesis, entienda lo que estás haciendo. Estoy de broma, entiéndame. Lo que ella hacía habría tenido ramificaciones en las teorías de las dos ciudades. De dónde venían, ya sabe. No enseñaba sus cartas, así que nunca tenía muy claro por dónde iba, mes a mes, en el asunto, pero aún le quedaban un par de años para decidirse. O para inventarse algo.
—Así que colaboraba en la excavación.
—Desde luego. La mayor parte de nuestros estudiantes de investigación lo hacen. Algunos porque es el centro de su investigación, otros como parte del salario acordado, otros un poco por las dos cosas, otros para hacernos la pelota. A Mahalia sí le pagaban un poco, pero sobre todo su interés estaba en poner las manos en los artefactos para su trabajo.
—Entiendo. Lo siento, profesora, me había parecido que ella estaba investigando sobre Orciny…
—Estuvo interesada en ello. Primero fue a Besźel, para una conferencia, hace ya algunos años.
—Sí, me parece que he oído hablar de ello.
—Eso. Bueno, pues se armó un pequeño escándalo porque en aquel momento ella estaba muy interesada en Orciny, completamente: ella era bowdenita, y el trabajo que entregó no sentó muy bien. Provocó algunas protestas. Yo admiré su valentía, pero no iba a ninguna parte con todo eso. Cuando solicitó el acceso al doctorado, y para serle sincera me sorprendió que lo pidiera conmigo, me tuve que asegurar de que supiera lo que sería y no sería… aceptable. Pero… vamos, no sé qué leía en su tiempo libre, pero estaba escribiendo, me mandaba las actualizaciones de su tesis y estaban, estaban bien.
—¿Bien? —pregunté—. No parece muy…
Dudó.
—Bueno… Sinceramente, me sentí un poco, un poco decepcionada. Mahalia era lista. Sé que era lista porque, ya sabe, en los seminarios y demás era increíble. Y se esforzaba muchísimo. Era una empollona. —Dijo la palabra en inglés—. Siempre estaba en la biblioteca. Pero aquellos capítulos…
—¿No eran buenos?
—Bien. De verdad, estaban bien. Habría aprobado el doctorado, sin problema, pero no iba a revolucionar el mundo. Era un poco mediocre, ¿sabe? Y teniendo en cuenta la de horas que se pasaba trabajando, me parece a mí que era un poquito escueto. Las referencias y todo eso. Ya había hablado de eso con ella, eso sí, y me prometió que lo hacía, eso. Trabajar en ello.
—¿Podría verlo?
—Claro. —Se quedó desconcertada—. Es decir, supongo que sí. No lo sé. Tengo que mirar cuál es la ética al respecto. Tengo los capítulos que me dio, pero están inconclusos; ella quería trabajar más en ellos. Si hubiera terminado la tesis sería de acceso público, sin problema, pero como es… ¿Puedo contactarle después? Probablemente tendría que haber estado publicando alguno de esos capítulos como artículos en alguna revista, es lo que se suele hacer, pero no lo hizo. También habíamos hablado de eso, dijo que iba a hacer algo al respecto.
—¿Qué es un bowdenita, profesora?
—¡Ah! —Se rió—. Perdón. Es el origen de todo este asunto de Orciny. El pobre David no me daría las gracias por usar ese término. Es alguien inspirado en el primer trabajo de David Bowden. ¿Conoce su trabajo?
—No…
—Escribió un libro, hace unos años.
Entre la ciudad y la ciudad
. ¿Le suena de algo? Fue todo un acontecimiento entre los últimos jipis. La primera vez en una generación que alguien se tomaba Orciny en serio. Supongo que no es ninguna sorpresa que no lo haya visto: sigue siendo ilegal. En Besźel y en Ul Qoma. Ni siquiera lo encontrará en bibliotecas universitarias. En cierto sentido fue una obra brillante: llevó a cabo una fantástica investigación archivística, y vio algunas analogías y conexiones que son… bueno, aún extraordinarias. Con todo, eran divagaciones estrambóticas.
—¿Por qué?
—¡Porque creía en ello! Él recopiló todas esa referencias, encontró algunas nuevas, las puso juntas en una especie de protomito, luego lo reinterpretó como un misterio y un encubrimiento. Él… Vale, aquí tengo que ser cuidadosa, inspector, porque, la verdad, yo nunca, realmente no, aunque él sí lo creía, yo siempre creí que era una especie de juego, pero el libro decía que él lo creía. Llegó a Ul Qoma, desde donde se fue a Besźel, se las arregló no sé cómo para ir y venir de una a otra, legalmente, se lo aseguro, varias veces, y garantizó que él había encontrado vestigios de la propia Orciny. E incluso fue más allá: dijo que Orciny no solo había estado en alguna parte entre los huecos que quedan entre Qoma y Besźel desde sus fundaciones o la unión o separación (ahora no recuerdo cuál era su posición respecto a la Escisión): dijo que seguía ahí.
—¿Orciny?
—La misma. Una colonia secreta. Una ciudad entre ciudades, con sus habitantes viviendo a la vista de todos.
—¿Qué? ¿Haciendo qué? ¿Cómo?
—Desvistos, como los ulqomanos para los besźelíes y viceversa. Caminando por las calles sin ser vistos pero viendo a las dos ciudades. Fuera del alcance de la Brecha. Y haciendo, ¿quién sabe? Planes clandestinos. Todavía siguen debatiendo eso, no lo dudo, en las páginas web sobre teorías conspiratorias. David dijo que se iba a meter en eso y luego desaparecer.
—Caray.
—Exacto, «caray». «Caray» está bien. Es algo tristemente célebre. Búsquelo en Google, ya verá. De todos modos, la primera vez que vimos a Mahalia era un poco recalcitrante. Me gustaba porque era atrevida y porque, por muy bowdenita que fuera, tenía coco y salero. Pero era una broma, ¿comprende? Incluso me pregunto si ella lo sabía, si ella también estaba bromeando.
—Pero ¿ella ya no estaba trabajando en eso?
—Nadie con reputación le iba a dirigir una tesis bowdenita. Yo hablé muy en serio con ella cuando se matriculó, pero hasta se rió. Dijo que había dejado atrás todo aquello. Como digo, me sorprendió que viniera a mí. Mi trabajo no es tan vanguardista como el suyo.
—¿Los Foucault y los Žižek no son lo suyo?
—Los respeto, claro, pero…
—¿Y no es, cómo decirlo, ese tipo de teorías lo que le pegaba a Mahalia?
—Sí, pero ella me dijo que necesitaba poder tocar los propios objetos. Yo investigo artefactos. Mis colegas más filosóficamente orientados… bueno, no confiaría en muchos de ellos para quitar el polvo de un ánfora. —Me reí—. Así que supongo que para ella tenía sentido; ella insistía mucho en aprender cómo se hacían esas cosas. Yo estaba sorprendida, pero contenta. Usted comprende que estas piezas son únicas, ¿verdad, inspector?
—Eso creo. He oído los rumores, claro.
—¿Se refiere a los poderes mágicos? Ojalá, ojalá. Pero incluso así estos yacimientos son incomparables. Esta cultura material no tiene ningún sentido. No hay ninguna otra parte en el mundo donde al excavar encuentras lo que parece una antigüedad tardía vanguardista, obras en bronce realmente preciosas mezcladas con material claramente neolítico. Todo esto echa por tierra la estratigrafía. Se usó como prueba contra la matriz de Harris… erróneamente, pero puede entender por qué. Por eso estas excavaciones son populares entre los jóvenes arqueólogos. Y eso sin contar todas las historias, pues eso es todo lo que son; pero no ha impedido que investigadores insólitos deseen una oportunidad de echar un vistazo. Aun así, pensé que Mahalia habría probado con Dave, y no es que hubiera tenido mucha suerte con él.
—¿Dave? ¿Bowden? ¿Está vivo? ¿Y enseña?
—Por supuesto que está vivo. Pero incluso cuando estaba metida en eso, Mahalia no habría conseguido que fuera su director de tesis. Me atrevería a apostar que seguramente habló con él cuando empezó a investigar. Y me atrevería a apostar que la despachó bien rápido. Él repudia todos esos años. Es la cruz de su vida. Pregúntele. Un arrebato adolescente del que nunca se ha podido liberar. Nunca publicó nada más que mereciera la pena: es el hombre de Orciny para el resto de su carrera. Le contará esto mismo si le pregunta.
—A lo mejor lo hago. ¿Lo conoce?
—Es un colega. No es un campo muy grande este de la arqueología pre-Escisión. También está en la Príncipe de Gales, al menos a tiempo parcial. Vive aquí, en Ul Qoma.
Ella vivía varios meses al año en apartamentos de Ul Qoma, en la parte universitaria, donde la Príncipe de Gales y otras instituciones canadienses aprovechaban alegremente el hecho de que los Estados Unidos (por razones que ahora les parecen lamentables hasta a sus ciudadanos más derechistas) boicoteaban a Ul Qoma. Fue Canadá quien se mostró entusiasta por entablar relaciones, académicas y económicas, con las instituciones ulqomanas.
Besźel, por supuesto, era amigo tanto de Canadá como de los Estados Unidos, pero el entusiasmo con el que los dos países juntos hacían propaganda de nuestro fluctuante mercado se veía empequeñecido al compararse con la forma en la que Canadá se arrimaba a lo que ellos llamaban la economía del Nuevo Lobo. Nosotros debíamos de ser el chucho callejero, o quizá la rata escuálida. La mayor parte de las alimañas viven en los intersticios. Resulta muy difícil probar que las tímidas lagartijas de clima frío que habitan las grietas de los muros besźelíes puedan vivir solo en Besźel, como se suele afirmar: cierto es que mueren si se las exporta a Ul Qoma (de una forma más tranquila que a manos de los niños), pero también lo hacen en cautividad en Besźel. Las palomas, los ratones, los lobos y los murciélagos viven en las dos ciudades, son animales entramados. Pero según una tradición que no se suele mencionar, la mayor parte de los lobos de la zona (miserables seres huesudos desde que, hace ya mucho tiempo, se convirtieron en carroñeros urbanos) se suelen considerar, si bien de manera nebulosa, besźelíes: solo aquellos pocos que tienen un tamaño respetable y un pelaje no tan vil, según la misma noción, son ulqomanos. La mayoría de los ciudadanos besźelíes evitan transgredir esta categoría de fronteras, totalmente innecesaria e inventada, al no hacer jamás ninguna mención a los lobos.