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Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Caos (11 page)

En la visión, Sarafine era sólo una joven cuyo destino había sido decidido por ella. No había ni rastro del monstruo que era ahora. ¿Era así como sucedía? ¿Abres los ojos y toda tu vida ha cambiado?

¿L? ¿Estás bien?

Nuestros ojos se encontraron, y durante un segundo no contestó. Cuando lo hizo, su voz sonó serena en mi mente.

Era exactamente como yo.

15 DE SEPTIEMBRE
La Ciudad Olvidada

B
ajé la vista a mis playeras en la oscuridad. Podía sentir la humedad filtrándose a través de la tela y subiendo por mis calcetines, hasta que mi piel quedó entumecida por el frío. Estaba de pie en algún sitio con agua. Podía oír cómo ésta corría, no tanto precipitándose, sino murmurando. Algo rozó contra mi tobillo y luego desapareció. Una hoja. Una rama.

Un río.

Podía oler la putrefacción mezclada con el barro. Tal vez estaba en el pantano cerca de Wader's Creek. El oscuro borde a lo lejos podía ser hierba de la marisma, y las formas alargadas, cipreses. Extendí una mano y toqué unas plumas que parecían revolotear y que cosquilleaban, largas y ligeras. Heno. Definitivamente era el pantano.

Me agaché y sentí el agua en mi mano. Parecía densa y pesada. Cogí un poco con la mano ahuecada y me la llevé a la nariz, dejando que cosquilleara entre mis dedos. Escuché.

No sonaba bien.

A pesar de todo lo que sabía sobre aguas estancadas, bacterias y larvas, me llevé uno de los dedos a la boca.

Conocía el sabor. Lo habría reconocido en cualquier parte. Fue como chupar el puñado de monedas que robé de la fuente del Parque Forsyth cuando tenía nueve años.

No era agua.

Era sangre.

Luego escuché un susurro familiar y sentí la presión de otro cuerpo golpeando con el mío.

Era él otra vez. Mi yo que no era yo.

ESTOY ESPERANDO.

Escuché las palabras mientras caía. Traté de responder, pero cuando abrí la boca, empecé a ahogarme en el río. Tanteé las palabras, pese a que apenas podía pensar.

¿A qué estás esperando?

Sentí que me hundía hasta el fondo. Sólo que no había fondo, y continué cayendo y cayendo…

Me desperté como si me hubieran dado una paliza. Todavía podía sentir sus manos alrededor de mi cuello, y el mareo, la abrumadora sensación de que la habitación se cerraba sobre mí. Intenté recuperar el aliento, pero la sensación no desaparecía. Mis sábanas estaban manchadas de sangre, y mi boca aún tenía el sabor de monedas sucias. Quité la sábana de arriba, escondiéndola bajo la cama. Tenía que tirarla. No podía dejar que Amma encontrara una sábana empapada de sangre en mi cesto de ropa.

Lucille
saltó sobre la cama, con su cabeza ladeada. Los gatos siameses tienen un modo de mirar que parece que estuvieran decepcionados.
Lucille
no era una excepción.

—¿Qué estás mirando? —Aparté mi pelo sudoroso de los ojos, la sal de mi sudor mezclándose con la sal de la sangre.

No lograba encontrar lógica a mis sueños, pero no iba a poder volver a dormirme.

Así que llamé a la única persona que sabía que estaría despierta.

Link trepó por mi ventana veinte minutos después. Todavía no se había decidido a intentar Viajar, atravesando el espacio y materializándose donde quisiera, pero, aun así, era bastante sigiloso.

—Tío, ¿qué pasa con toda esta sal? —Un rastro de pequeños cristalitos blancos cayó del alféizar cuando Link pasó una pierna por la ventana y se arañó las manos—. ¿Se supone que es para herirme o algo así? Porque es bastante molesto.

—Amma está más loca que de costumbre. —Un eufemismo. La última vez que encontré un montón de sacos de hierbas y pequeñas muñecas hechas a mano a mi alrededor estaba tratando de mantener a Macon fuera de mi habitación. Me pregunté a quién intentaba repeler ahora.

—Todo el mundo está más loco que de costumbre. Mi madre ha vuelto a hablar sobre construir un búnker. Está aprovisionándose de todas las latas del Stop & Steal, como si fuéramos a encerrarnos en el sótano hasta que el Diablo se rinda o algo así. —Se dejó caer en la silla giratoria junto a mi escritorio—. Me alegra que llamaras. Normalmente me quedo sin nada que hacer hacia la una o las dos de la mañana.

—¿Qué es lo que haces toda la noche? —Nunca se lo había preguntado.

Link se encogió de hombros.

—Leo cómics, veo películas en el ordenador, me dejo caer por la habitación de Savannah. Pero hoy me senté a escuchar a mi madre hablando por teléfono con el pastor y con la señora Snow toda la noche.

—¿Está tu madre preocupada por lo que le sucedió a Savannah?

Link negó con la cabeza.

—No tan preocupada como por la sequía del lago. Ha estado llorando y rezando, colgada del teléfono y contándole a todo el mundo que es una de las siete plagas. Después de esto me veo en la iglesia todos los días.

Pensé en el sueño y en las sábanas ensangrentadas.

—¿Qué quieres decir con la sequía del lago?

—El lago Moultrie. Dean Wilks fue a pescar allí esta tarde, y el lago estaba seco. Ha contado que parecía un cráter, y que caminó hasta su mismo centro.

Cogí una camiseta.

—Los lagos no se secan así como así. —La cosa estaba empeorando; el calor, los bichos y la aparición de esos disparatados poderes Caster. Y ahora esto. ¿Qué sería lo próximo?

—Lo sé, tío. Pero no puedo decirle a mi madre que tu novia ha roto todo el universo. —Cogió una botella vacía de té sin azúcar que estaba sobre mi escritorio—. ¿Desde cuándo bebes té? ¿Y dónde consigues la variedad sin azúcar?

Tenía razón. Llevaba bebiendo mi peso en batidos de chocolate desde sexto curso. Pero durante los últimos meses, todo me sabía tan dulce que apenas aguantaba un sorbo de batido.

—El Stop & Steal los pide para la señora Honeycutt porque es diabética. No consigo beber nada demasiado dulce. Algo está pasando con mis papilas gustativas.

—Creo que no mientes. Primero te comes el sándwich de carne picada del colegio, y ahora bebes té. Tal vez no es tan extraño que el lago se haya secado.

—No es…

Lucille
bajó de la cama de un salto, y Link giró la silla hacia la puerta.

—Chist, alguien se acerca.

Agucé el oído, pero no oí nada.

—Seguramente es mi padre. Tiene un nuevo proyecto.

Link sacudió la cabeza.

—No. Viene de abajo. Amma está despierta. —Híbrido de Íncubo o no, su audición era bastante impresionante.

—¿Está en la cocina?

Link levantó una mano para que me callara.

—Sí, se oye el ruido de cacharros en la cocina. —Hizo una breve pausa—. Ahora está junto a la puerta trasera. Puedo oír el chirrido de las bisagras de la puerta mosquitera.

—¿Qué chirrido de bisagras?

Limpié los restos de sangre de mi brazo y salté de la cama. La última vez que Amma salió de casa en mitad de la noche fue para encontrarse con Macon y hablar de Lena y de mí. ¿Habrían quedado hoy también?

—Necesito ver a dónde va. —Me puse los vaqueros y agarré las playeras. Seguí a Link por las escaleras, haciendo crujir cada tabla que pisaba. Él no hizo ningún ruido.

Las luces de la cocina estaban apagadas, pero pude ver a Amma de pie junto al bordillo a la luz de la luna. Vestía el traje amarillo pálido que se ponía para ir a la iglesia y guantes blancos. Definitivamente se dirigía al pantano. Igual que en mi sueño.

—Va a Wader's Creek. —Busqué las llaves del Volvo en el platillo de la encimera—. Tenemos que seguirla.

—Podemos coger mi Cacharro.

—Tendremos que conducir con los faros apagados. Es más duro de lo que crees.

—Tío, si prácticamente tengo visión de rayos X. Venga, vamos.

Esperamos a que el Studebaker de 1950 se acercara al bordillo, como sabía que sucedería. Y así fue, cinco minutos más tarde, la camioneta de Carlton Eaton apareció por Cotton Bend.

—¿Por qué recoge el señor Eaton a Amma? —Link dejó que el coche rodara en punto muerto antes de arrancarlo.

—Algunas veces la lleva hasta Wader's Creek en mitad de la noche. Es todo lo que sé. Tal vez ella le cocine tartas o algo así.

—Ésa es la única cosa que echo de menos comer. Las tartas de Amma.

Link no bromeaba cuando dijo que no necesitaba faros. Dejó una distancia prudencial de varios coches entre nosotros y la camioneta, pero no porque estuviera concentrado en la carretera. Se pasó la mayor parte del trayecto quejándose de Ridley, de la que no podía dejar de hablar, o poniéndome canciones de la nueva maqueta de su banda. Los Holy Rollers sonaban tan mal como siempre, pero incluso allí, el zumbido de los cigarrones los ahogaba. Un zumbido que no podía soportar.

Los Holy Rollers no habían terminado su cuarta canción cuando la camioneta llegó al camino sin señalizar que llevaba a Wader's Creek. Era el mismo lugar donde el señor Eaton había dejado a Amma la última vez que la seguí. Pero esta noche la camioneta no se detuvo.

—Tío, ¿a dónde van?

No tenía ni idea, pero no me llevó mucho tiempo imaginarlo.

La camioneta de Carlton Eaton rodeó casi por entero la franja de tierra de aproximadamente kilómetro y medio de ancho que había servido de aparcamiento hasta hacía unos pocos meses. La polvorienta extensión llegaba hasta un terreno enorme, probablemente tan muerto y quemado como la hierba del resto del condado. Pero incluso sin la ola de calor, la hierba aquí no habría podido recuperarse aun de los carritos y cucañas, colillas y el peso de las estructuras metálicas, que habían dejado negras cicatrices en la tierra.

—¿Los terrenos de la feria? ¿Por qué ha traído a Amma aquí? —Link se detuvo cerca de unos arbustos quemados.

—¿Tú qué crees? —Sólo había una cosa allí, ahora que la feria no estaba. Una Puerta Exterior a los Túneles Caster.

—No lo pillo. ¿Por qué iba el señor Eaton a traer a Amma hasta los Túneles?

—No lo sé.

El señor Eaton apagó el motor y caminó dando la vuelta al coche para abrir la puerta a Amma. Ella le dio un manotazo cuando él trató de ayudarla. A estas alturas ya debía saberlo. Amma apenas medía metro y medio y no pesaba más de cuarenta y cinco kilos, pero no había nada frágil en ella. Amma le siguió por el descampado hacia la Puerta, sus guantes blancos resplandeciendo en la oscuridad.

Abrí la portezuela del Cacharro lo más suavemente que pude.

—Date prisa o los perderemos.

—¿Estás bromeando? Puedo oírlos charlar desde aquí.

—¿De verdad? —Sabía que Link tenía poderes, pero supongo que no esperaba que fueran tan
potentes.

—No soy uno de esos patéticos superhéroes como Aquaman. —Link no estaba impresionado con mis habilidades como Wayward. Además de ser muy bueno descifrando mapas y con el Arco de luz, no estaba demasiado claro lo que podía hacer y por qué. Así que, sí, vale, Aquaman era un símil bastante exacto.

Link aún seguía hablando.

—Estoy pensando en Magneto o Lobezno.

—¿Tienes alguna habilidad doblando metales con la mente o lanzando cuchillos con los nudillos?

—No. Pero estoy trabajando en ello. —Link se detuvo en seco—. Espera un momento. Están hablando.

—¿Qué están diciendo?

—El señor Eaton está buscando su llave Caster para abrir la puerta, y Amma le está soltando un rapapolvo sobre guardar las cosas fuera de su sitio. —Eso sonaba muy propio de Amma—. Espera. Ha encontrado la llave y está abriendo la puerta. Ahora está ayudando a Amma a bajar. —Hizo una pausa.

—¿Qué sucede?

Link dio un par de pasos hacia adelante.

—El señor Eaton se marcha. Amma ha bajado sola.

No debería haberme preocupado. Amma había estado en los Túneles sola cientos de veces, normalmente para buscarme. Pero tenía un mal presentimiento. Esperamos hasta que el señor Eaton regresó a su camioneta, y entonces echamos a correr hacia la Puerta.

Link llegó el primero, algo difícil de ignorar, porque dio un nuevo sentido a la palabra velocidad. Yo me agaché junto a él, estudiando el contorno de la puerta, que no era fácil de encontrar salvo que estuvieras buscándola.

—Bueno, ¿entonces cómo entramos? Supongo que no tienes ninguna cizalla encima. —La última vez que estuvimos aquí, Link abrió la trampilla con una cizalla de jardín que había robado del laboratorio de biología del Jackson.

—No la necesitamos. Tengo una llave. —Miré fijamente la llave con forma de luna creciente. Ni siquiera Lena tenía una.

—¿Dónde la has robado?

Link me golpeó en el hombro, levemente, pero salí volando hacia atrás y aterricé en el suelo.

—Lo siento, colega. No soy consciente de mi propia fuerza. —Me ayudó a levantarme e introdujo la llave en la cerradura—. El tío de Lena me la dio para que pudiera reunirme con él en su escalofriante estudio y aprender a ser un buen Íncubo. —Parecía propio de Macon, que se había pasado años practicando en sí mismo la contención necesaria para alimentarse de sueños Mortales en lugar de sangre.

No pude evitar pensar en la alternativa: Hunting y su Banda de Sangre, y Abraham.

La llave funcionó, y Link tiró de la trampilla redonda abriéndola orgulloso.

—¿Ves? Magneto. Te lo dije.

Normalmente habría hecho algún chiste, pero esta noche me abstuve. Link estaba mucho más cerca de convertirse en Magneto que yo.

El Túnel me recordó a las mazmorras de un viejo castillo. El techo era bajo y las rugosas paredes de roca estaban húmedas. El ruido de agua goteando resonaba en la galería, aunque no había señales de ninguna fuente. Ya había estado antes en este Túnel, pero, de alguna forma, esta noche parecía diferente —o tal vez era yo el que había cambiado—. En cualquier caso, los muros daban la impresión de echarse sobre ti, y deseé llegar al final.

—Date prisa o la perderemos. —En realidad, yo era el que nos estaba retrasando, tropezando en la oscuridad.

—Relájate. La oigo como si fuera un caballo trotando sobre grava. No hay forma de que la perdamos. —Una comparación que Amma no habría apreciado demasiado.

—¿De verdad puedes oír sus pisadas? —Yo ni siquiera podía oír las suyas.

—Sí. Y también puedo olería. Sigue al lápiz y a los caramelos de canela Red Hots.

De modo que Link siguió el olor de los crucigramas de Amma y de sus caramelos favoritos, y yo le seguí a él, hasta que se detuvo en la base de un tosco tramo de escaleras que llevaban hasta el mundo Mortal. Inhaló profundamente, de la forma que solía hacerlo mientras las tartas de melocotón de Amma estaban en el horno.

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