Read Hermoso Caos Online

Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Caos (8 page)

—¿Se están peleando?

—Eh, más bien animándose, creo. —Aparté la mano de Lena de sus ojos—. Tienes que verlo por ti misma.

Ridley tenía el dedo pulgar de una mano enganchado en el cinturón mientras que con la otra agitaba un solitario y prestado pompón como si fuera una mofeta muerta. El equipo estaba junto a ella, iniciando la clásica formación en pirámide con Savannah al frente.

Link dejó de correr por la pista. Todo el mundo hizo lo mismo.

L, no sé si éste es el momento adecuado para una revancha.

Lena no podía apartar sus ojos de Ridley.

No estoy haciendo nada. Pero hay alguien que sí.

Savannah estaba sonriendo desde la base. Emily fruncía el ceño mientras trepaba a la cúspide. Las otras chicas la seguían casi mecánicamente.

Ridley ondeó un lacio pompón sobre su cabeza.

Link botaba el balón sin moverse del sitio. Esperando, como el resto de los que conocíamos a Ridley, a que aquello tan terrible que aún no había pasado lo hiciera en cualquier segundo.

L,
¿crees que Ridley…?

Es imposible. Ya no es una Caster. No tiene ningún poder.

—Dame una… —Ridley sacudió el pompón de mala gana— R.

Emily se tambaleó en la cúspide de la pirámide.

—¿Y una I? —continuó Ridley.

Una sacudida recorrió al equipo, como si estuvieran haciendo la ola en la formación de pirámide.

—Ahora, vayamos con una D. —Ridley dejó caer el pompón. Los ojos de Emily se dilataron. Link sujetaba el balón con una mano—. ¿Cómo se deletrea
«animaperdedoras»?
—parpadeó.

Lena…

Me puse en marcha antes de ver lo que iba a ocurrir.

—¿Rid? —le gritó Link, pero ella no se volvió a mirarle.

Lena estaba a medio camino en el banco, para bajar a la pista.

¡Ridley, no!

Yo estaba justo detrás, pero no había manera de detener aquello.

Era demasiado tarde.

La pirámide se desplomó sobre Savannah.

Después de aquello todo sucedió rápidamente, como si Gatlin quisiera pasar página sobre toda la historia para que dejara de ser de última hora y se convirtiera en historia antigua. Una ambulancia se llevó a Savannah al hospital de Summerville. La gente decía que era un milagro que Emily no hubiera muerto, al caer desde tanta altura. La mitad del colegio no dejaba de repetir las palabras
«lesión espinal»,
lo que era sólo un rumor, porque Emily parecía tener la columna igual que siempre. Aparentemente Savannah amortiguó su caída, como si hubiera decidido inmolarse generosamente por el bien del equipo. En todo caso, ésa era la historia.

Link se acercó al hospital para verla. Creo que se sentía tan culpable como si él mismo la hubiera golpeado. Pero el diagnóstico oficial, de acuerdo con la llamada que Link nos hizo desde el vestíbulo del centro, fue «en buen estado y un poco magullada», y cuando Savannah envió a su madre a casa para que le llevara su estuche de maquillaje, todo el mundo asumió que se encontraba mejor. Tal vez ayudara que, según contó Link, el equipo al completo de animadoras estuviera allí preguntándole quién pensaba él que llevaba más tiempo siendo amiga de Savannah.

Link aún estaba repasando los detalles.

—Las chicas estarán bien. Se han estado turnando para sentarse en mi regazo.

—¿En serio?

—Bueno, todo el mundo está triste. Así que hago lo que puedo para reconfortar al equipo.

—¿Y cómo vas?

Tenía la sensación de que Link y Savannah estaban disfrutando de la tarde, cada uno a su modo. Ridley había desaparecido, pero cuando intuyera dónde se había metido Link, las cosas seguramente empeorarían. Tal vez no era tan mala idea que Link fuera familiarizándose con el hospital del condado.

Cuando Link colgó el teléfono, ya estábamos de vuelta en la habitación de Lena, y Ridley en alguna parte de la planta baja. El dormitorio de Lena era lo más alejado del Jackson High que pudieras imaginar. Estar allí hacía que todo lo que sucedía en la ciudad pareciera a millones de kilómetros. Su habitación había cambiado desde que regresó de la Frontera. Lena decía que era porque necesitaba ver el mundo a través de sus ojos dorados y verdes. Y Ravenwood había cambiado para reflejar sus sentimientos, de la misma forma que siempre lo hacía para ella y Macon.

Su habitación ahora era completamente transparente, como una especie de extraña cabaña en un árbol construida en cristal. Desde fuera parecía exactamente la misma, con sus postigos envejecidos cubiertos de parra. Pude advertir algunos restos de su antigua habitación. Todavía había ventanas donde antes había ventanas, puertas donde había habido puertas. Pero el techo estaba abierto, con paneles deslizantes de cristal desplazados a un lado para dejar pasar el aire nocturno. Por la tarde, el viento arrastraba hojas hasta su cama. El suelo era un espejo que reflejaba el cambiante cielo. Cuando el sol caía sobre nosotros —como sucedía ahora—, la luz se refractaba, quebrándose y propagándose sobre tantas superficies distintas que era imposible decir qué sol era el de verdad y cuál no. Todos quemaban por igual, con un brillo cegador.

Me tumbé de espaldas en su cama, cerrando los ojos y dejando que la brisa pasara por encima. Sabía que no era real, sólo otra versión de la Brisa Caster de Lena, pero no me importaba. Sentía que mi cuerpo respiraba por primera vez ese día. Me quité la húmeda camiseta y la tiré al suelo. Mucho mejor.

Abrí un ojo. Lena estaba escribiendo en la pared de cristal más próxima a su cama y las palabras colgaban en el aire como frases hechas. Escritas con tinta Sharpie.

No luz no oscuridad no tú no yo

conocer la luz conocer la oscuridad

conocerte conocerme

Me hizo sentir mejor ver esa caligrafía que recordaba desde antes de la Decimosexta Luna.

Así es el camino arduo el camino (de la caída)

en pedazos

el día del corazón (roto)

Rodé hacia mi costado.

—Eh. ¿Qué significa eso de «el día del corazón roto»? —No me gustó nada cómo sonaba.

Miró hacia mí y me sonrió.

—No es hoy Tiré de ella hacia abajo para acercarla a mi lado y pasé mi mano por detrás de su cuello. Enredé mis dedos en su largo cabello y rocé mi pulgar por su clavícula. Me encantaba el tacto de su piel, incluso si quemaba. Presioné mis labios sobre los suyos, y sentí que contenía el aliento. Yo estaba perdiendo el mío, pero no me importaba.

Lena recorrió mi espalda con su mano, sus dedos acariciando mi piel desnuda.

—Te quiero —susurré en su oído.

Sostuvo mi cara entre sus manos y se recostó para mirarme.

—No creo que nunca pueda amar a nadie como te quiero a ti.

—Yo sé que no podría.

La mano de Lena descansaba en mi pecho. Sabía que notaría mis latidos golpeando por debajo. Se sentó, recogiendo mi camiseta del suelo.

—Más vale que te pongas esto o vas a conseguir que no me mueva durante el resto de mi vida. Ni que el tío Macon durmiera todo el día.

Probablemente esté ahí abajo en los Túneles con… —se detuvo, y así fue como adiviné de quién estaba hablando—. Está en su estudio, esperando a que baje a verle en cualquier momento.

Me senté, sujetando la camiseta en mis manos.

—De cualquier forma, no sé por qué escribo esas cosas. Es como si brotaran en mi cabeza.

—¿Como mi padre y su nuevo
best setter, La Decimoctava Luna?.
—No había sido capaz de olvidarlo, y Amma me estaba evitando. Tal vez Macon tuviera la respuesta.

—Como Savannah y su nuevo animador superguay Link. —Lena se apoyó contra mí—. Es un desastre.

—Dame una D. Dame un E-S-A-S-T-R-E.

—Cállate —dijo Lena, besando mi mejilla—. Y ponte la camiseta.

Me enfundé la camiseta hasta los hombros, parándome a mitad de camino.

—¿Estás segura? —Se inclinó para besar mi estómago, tirando de mi camiseta hacia abajo. Sentí que el punzante dolor desaparecía tan rápido como había surgido, pero de todas formas traté de cogerla.

Se escabulló de mis brazos.

—Deberíamos contarle al tío Macon lo que ha sucedido hoy.

—¿Contarle qué? ¿Que Ridley está buscando pelea? ¿Y que a pesar de no tener ningún poder, las animadoras han acabado maltrechas cuando ella estaba cerca?

—Es sólo por si acaso. Puede que esté tramando algo. Tal vez deberías contarle lo del nuevo libro de tu padre. —Lena tendió una mano y la cogí, la energía saliendo de mí lentamente.

—¿Lo dices porque el último libro salió tan bien? Ni siquiera sabemos si hay libro. —No quería pensar en mi padre y sus libros más de lo que quería pensar en Ridley y en Savannah Snow.

Estábamos bajando hacia el vestíbulo cuando me di cuenta de que habíamos dejado de hablar. Cuanto más nos acercábamos, más notaba que Lena reducía el paso. A ella no le importaba descender nuevamente a los Túneles. Lo que no quería era que yo bajara. Y eso no tenía nada que ver con los Túneles y sí con la alumna de intercambio favorita de Macon.

12 DE SEPTIEMBRE
Adán y Eva

L
ena se detuvo frente a una puerta lacada en negro. Un cartel hecho a mano de los Holy Rollers —¿QUÉ ES EL ROCK SIN EL ROLL?— colgaba torcido a un lado. Llamó a la puerta de Ridley. «¿Rid?».

—¿Por qué estamos buscando a Ridley? —Ya la había visto demasiado ese día.

—No lo estamos. Hay un atajo a los Túneles desde su habitación. El pasaje secreto del tío Macon, ¿recuerdas?

—Bien. Porque ahora su dormitorio es… —observé la puerta, tratando de imaginar cómo habría masacrado Ridley la antigua habitación de Macon. No había vuelto a ella desde el día en que Lena y yo rompimos.

Lena se encogió de hombros.

—De todas formas, él no quiso conservar su vieja habitación. Ahora duerme en su estudio en los Túneles la mayor parte del tiempo.

—Es una buena elección como habitación de Ridley. Porque
no
es el tipo de chica que se escabulliría por un pasadizo secreto en mitad de la noche —declaré.

Lena hizo una pausa, su mano sobre el picaporte.

—Ethan. Es la persona menos mágica de la casa. Tiene más motivos para temer bajar ahí que ninguno de…

Antes de que pudiera terminar la frase, escuché un sonido inconfundible. El sonido del cielo desgarrándose y de un Íncubo perdiéndose de vista.

Viajando.

—¿Lo has oído?

—¿El qué? —Lena frunció el ceño, mirándome.

—Un sonido como de desgarro.

—El tío Macon ya no lo hace. Y Ravenwood está completamente Vinculado. No hay forma de que ningún Íncubo, por poderoso que sea, pueda entrar aquí. —Sin embargo, y a pesar de sus palabras, parecía preocupada.

—Debe de haber sido otra cosa. Puede que Cocina esté experimentando de nuevo. —Toqué su mano sobre el picaporte, conteniendo la respiración—. Ábrela.

Lena empujó, pero nada sucedió. Empujó de nuevo.

—Es extraño, el picaporte está bloqueado.

—Déjame probar. —Cargué mi peso contra la puerta. No se movió, lo que fue un tanto humillante, así que volví a intentarlo con más fuerza—. No está bloqueada. Está… ya sabes.

—¿Qué?

—Como quiera que sea el término en latín para bloquear una puerta usando magia.

—¿Quieres decir un Hechizo? No es posible. Ridley no podría usar un
Obex Cast
ni aunque encontrara uno en un libro. Son demasiado difíciles.

—¿Me tomas el pelo? ¿Después de la que ha montado echando abajo la pirámide de animadoras?

Lena miró la puerta, su ojo verde brillando y el dorado oscureciéndose. Sus rizos negros empezaron a ondear alrededor de sus hombros, y antes de que la oyera pronunciar el Hechizo, la puerta se abrió con tanta violencia que se salió de sus bisagras y cayó en el interior de la habitación de Ridley. Lo que parecía la manera Caster de decir «fastídiate».

Encendí la luz de la habitación de Ridley.

Lena arrugó la nariz y recogió un chupachups rosa pegado a unos largos cabellos rubios enroscados en un rulo caliente. Había un gran desorden de ropa, zapatos, laca de uñas, maquillaje y caramelos por todas las superficies, incluso en las sábanas, o escondidas entre las largas hebras de la alfombra de lana rosa.

—Asegúrate de volver a ponerlo donde lo encontraste. Montará en cólera si descubre que hemos estado aquí. Últimamente ha estado muy rara respecto a su habitación. —Lena dio un codazo sin querer a un frasco de laca de uñas abierto que goteó sobre el tocador—. Pero no hay señales de Hechizo. Ni libros o amuletos.

Levanté la alfombra rosa para revelar las finas líneas de la puerta Caster oculta en el suelo.

—Aquí no hay nada excepto… —Lena recogió una bolsa prácticamente vacía de Doritos—. Ridley detesta los Doritos. Le gusta el dulce, no lo salado.

Bajé la vista a la oscuridad de las escaleras sin terminar de creer que estuvieran allí.

—Estoy buscando unos escalones invisibles, ¿y tú me dices que las patatas son raras?

Lena sacó una segunda bolsa, totalmente llena.

—Muy raro. Sí.

Saqué un pie, tratando de tantear hasta que encontré el sólido peldaño en el aire.

—A mí solían gustarme los batidos de chocolate. Ahora me ponen malo. ¿Significa eso que yo también tengo poderes mágicos?

Me adentré en la oscuridad antes de escuchar su respuesta.

Al llegar a la base de las escaleras que llevaban hasta el estudio privado de Macon, pudimos verle sentado en su escritorio, estudiando las páginas de un libro enorme. Lena dio un paso…

—Siete —dijo una voz de chica.

Nos quedamos helados ante el sonido de esa voz familiar. Posé mi mano en el brazo de Lena.

Espera.

Así que permanecimos agazapados en las sombras del pasadizo, al borde de la puerta. No nos habían visto.

—¿Siete qué, señorita Durand? —preguntó Macon.

Liv apareció en el umbral, llevando una pila de libros. Su cabello rubio se desparramaba por la espalda de su camiseta favorita de Pink Floyd, sus ojos azules atrapando la luz. En la oscuridad del subsuelo, Liv parecía estar hecha de sol.

La antigua ayudante de Marian, mi antigua amiga. Pero eso no era exactamente así, y todos lo sabíamos. Había sido más que una amiga mientras Lena estuvo fuera. Pero Lena ya no estaba fuera, lo que nos dejaba, ¿dónde? Liv siempre sería mi amiga, incluso si no podía serlo. Me había ayudado a encontrar mi camino de vuelta a Lena, y hasta la Frontera, el lugar tanto del poder Oscuro como del Luminoso. Había renunciado a su futuro como Guardiana por mí y Lena. Ambos sabíamos cuánto le debíamos a Liv por ello.

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