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Authors: Anselm Audley

Tags: #Fantástico

Herejía (39 page)

Ravenna se apartó del rostro un mechón de pelo, mirándonos atentamente desde la distancia.

—¿No podría deberse a alguna lucha interna que no tenga absolutamente nada que ver con Lepidor? Quizá Lachazzar desee ascender a Midian con mucha rapidez y necesita tenerlo cerca de un año como avarca para promoverlo luego al exarcado. O quizá lo envíe aquí para quitarlo de en medio. Lamento no poder ser de mayor ayuda, pero no hemos tenido novedades de Etlae.

—Supongo que también serán tenidos en consideración otros buenos avarcas...

—No deben hacerles falta, teniendo en cuenta que le han ofrecido a Siana ese puesto de canciller —sostuve—. Hay cientos de cargos honoríficos que no implican ningún poder y, según recuerdo, Sarhaddon me dijo que no dudaban en inventar nuevos puestos semejantes si les era necesario.

—Pero incluso si no les costase nada —dijo Palatina—, ¿por qué no esperan? Hay alrededor de trescientos avarcados. Sin duda habrá alguna otra vacante en uno o dos meses. No creo que esto sea sólo producto del azar. Debe de tener un sentido, estoy segura de ello. —Le preguntaré a Siana qué sabe de Midian —añadí—. Siana fue uno de mis tutores, lo conozco muy bien y, por otra parte, tengo que reunirme con él de todos modos. Creo que será mejor que no me acompañéis. Nunca habéis hablado con él y vuestra presencia podría complicar las cosas.

Esa tarde me envolví en un pesado impermeable y me abrí paso por las calles luchando contra el viento y la lluvia en dirección al santuario, que estaba algo alejado del palacio. No había nada que pudiese resultar sospechoso, aunque eso no me ayudaría si se hacía público el motivo de mi visita. Le indiqué al amable sacerdote en funciones que estaba allí para brindar mi devoción tras tan larga ausencia y me señaló la familiar escalera que conducía al despacho de Siana.

El avarca no se había inclinado nunca por el ascetismo y, a medida que su físico se deterioraba a causa de la artritis y el reumatismo, su despacho había ido ganando en mobiliario y ornamentos. Había cojines en cada uno de los asientos y una chimenea ardiendo siempre que no brillaba el sol. A menudo me había preguntado de dónde sacaba el Dominio dinero para semejantes extravagancias. La alfombra era muy gruesa y suave.

En una de las paredes había un anaquel lleno de antiguas tallas y esculturas. Las conocía todas en detalle debido a las largas horas que había pasado observándolas durante mis lecciones de teología con Siana. La metafísica nunca me había interesado lo suficiente para poder concentrarme en sus palabras durante demasiado tiempo.

—Puedes pasar, Cathan —me dijo una voz.

Siana estaba frente al hogar encendido, sentado en una silla adornada profusamente. Mis pies se hundieron en la alfombra y crucé la habitación hasta llegar a su lado. Me coloqué de rodillas ante su silla para recibir su bendición, mientras me preguntaba si eso seguía significando algo para mí.

—Toma asiento —me pidió tras bendecirme, señalando una silla cercana, algo menos decorada y con menor número de cojines—. Has cambiado, Cathan. Has cambiado mucho. No he cruzado más de dos palabras contigo desde que regresaste, pero puedo notar que no eres la misma persona a la que impartía lecciones.

Sus nudosas manos descansaban sobre los brazos de la silla y sus ojos hundidos miraban directamente a los míos. Parecía más frágil que antes y me pregunté si no estaría enfermo.

—He estado en Taneth y en el Archipiélago —dije—. Eso basta para cambiar a cualquiera.

Intenté escoger con cuidado cada una de mis palabras y temí sonar demasiado presuntuoso. Por muy bien que lo conociera, aún era un avarca de la jerarquía del Dominio. El enemigo. Todavía me resultaba difícil pensar que existía algún tipo de nexo entre Siana y Lachazzar.

—¿Sarhaddon te guió bien hasta Taneth?

—Sí, muy bien, y también fue un excelente compañero de travesía.

Siana esbozó una leve sonrisa.

No he sabido nada de él desde que partió de aquí-comentó entonces—. Espero que haya encontrado un protector lo bastante poderoso para orientar su camino en los primeros pasos de la jerarquía.

—Sarhaddon no parecía en absoluto interesado en escalar puestos. No con seriedad.

—No lo estaba, pero imagino que una vez en la Ciudad Sagrada habrá cambiado de parecer. La Ciudad Sagrada ofrece incontables oportunidades a los que son suficientemente inteligentes para aprovecharlas, y Sarhaddon es verdaderamente muy inteligente. Quién sabe, quizá cuando tú gobiernes aquí él regrese como avarca. El de Lepidor será en unos pocos años un cargo muy importante.

Creí que era el momento apropiado para formular mi pregunta. —¿Podrías decirme algo sobre ese tal Midian que envían en tu lugar? ¿Es un sujeto sólo preocupado por ascender puestos?

Me pareció que el rostro de Siana se oscurecía por un instante, pero con la oscilante llama del hogar no podría asegurarlo. —Midian —explicó el avarca con dureza— es un protegido de Lachazzar. Pertenece a una de las más antiguas familias haletitas; su hermano mayor es uno de los generales de Reglath Eshar y otro de sus hermanos es un veterano avarca. Y es un sacri. Sarhaddon te habrá hablado sobre los asuntos políticos del Dominio y sobre lo inestable de sus cargos. Pero al ritmo que avanza la carrera de Midian, vestirá las túnicas de exarca antes de cumplir los cuarenta años.

Mi corazón sufrió una sacudida e intenté con desesperación ocultar mi conmoción. Era algo tan malo como tener que recibir en calidad de avarca al propio Lachazzar. Palatina había estado en lo cierto: se deshacían de Siana para dejar sitio a alguien más fanático, a un maníaco religioso bien compenetrado con sus ideas. Siana pareció percibir mi ánimo y me ofreció una amarga sonrisa.

—Comprendo que no te agrada la idea y no te culpo. Midian es una de esas personas que cree en el poder absoluto del Dominio, eso que denominan «ascendencia espiritual». Para ellos el Dominio posee la misión divina de gobernar no sólo las almas, sino también los estados. Si tu padre conoce a cierto número de herejes en la ciudad cuya existencia ha fingido ignorar de forma tolerante, haría bien en decirles que se vayan antes de la llegada de Midian. En poco tiempo empezarán a merodear los buitres.

Creo que había palidecido y me sentí de pronto muy enfermo. Ahora, además de temer por Lepidor, corrían peligro mi propia vida y las de mis padres, Palatina y Ravenna. En el lapso de unos pocos latidos de mi corazón, la herejía había dejado de ser una idea, un juego del que participábamos en una isla segura a miles de kilómetros de distancia, para convertirse en algo que podía acabar con mi vida antes de terminar el año.

—¿Te sientes bien, Cathan? —preguntó Siana.

Intenté poner mi mejor cara y parecer tan despreocupado como fuese posible.

—Sí, estoy bien. Desearía saber otra cosa. Jamás comprendí cómo ha logrado Lachazzar ser elegido primado —comenté tratando de distraer su atención—. Sarhaddon dijo que se lo consideraba parte de una secta de dementes, algo así como un grupo marginal dentro de la misma Ciudad Sagrada, y que fuese quien fuese el moderado que resultase elegido primado sin duda lo confinaría a convertir a los ralentianos junto a otro centenar de sacri. ¿Cómo pudo acceder al cargo superior sin siquiera haber sido antes un primado inferior?

Siana me dirigió una mirada astuta. Luego miró al vacío y, tras un instante durante el cual me pregunté si me respondería, me explicó lo siguiente:

—No divulgues lo que te diré, ya que se trata de información interna. No es algo que yo esté obligado a contarle a nadie. Pero me parece justo explicártelo, ya que la gente de tu clan deberá sufrir a Midian por un tiempo, mientras que yo acabaré mis días en Pharassa. Casi hasta el mismísimo final, unos pocos días antes de la muerte de Halezziáh y de la elección, el obvio sucesor era el segundo primado, Kareshurban. Él es quizá un poco más conservador de lo que fue Halezziáh, pero se trataba de la persona ideal para gobernar durante unos pocos años, mantener las cosas sin sobresaltos y no introducir ninguna reforma radical. Tiene sesenta y ocho años, así que al cabo de unos años habría muerto y alguien más hubiese tomado el relevo. Pero dos semanas antes de la muerte de Halezziáh, los sacri descubrieron un nido de herejes ocultos en el palacio de uno de los avarcas más liberales. Se halló en su poder un conjunto de armas y un plan revolucionario. Lachazzar se hizo cargo de inmediato, ordenó una limpieza y procedió a arrestar al avarca y a todos los que en la Ciudad Sagrada pareciesen remotamente sospechosos. Daba la sensación de que, en efecto, el Dominio había tenido éxito en reducir a los herejes, y por ese motivo Lachazzar empezó a ser visto como un héroe. En consecuencia, envió a la ciudad a un nutrido conjunto de tropas para «persuadir» al Consejo de Exarcas de la necesidad de votarlo.

—¿Es decir, que presionó a la jerarquía para que lo eligiese? —Así es —sostuvo Siana con voz fatigada. Parecía hundirse en la silla y se ciñó la túnica con fuerza—. Muchos funcionarios veteranos se habían ido y los reemplazaron sacri y fanáticos. El Dominio ya no es el que era hace cinco años. Ha sido invadido por fundamentalistas, e incluso los más piadosos han comenzado a cuestionarse su propia fe.

Recordé a Etlae y su complot, los ataques a figuras sacri y del Dominio, y la conversación que Sarhaddon y yo escuchamos en el zigurat de Pharassa. ¿Acaso ella había pretendido ascender a Lachazzar al cargo de primado? ¿Por qué motivo? ¿Qué posible beneficio podría brindarle ascender a alguien cuya primera contribución a Aquasilva sería iniciar purgas aquí y allí, asesinando sin duda en el proceso a miles de personas inocentes?

—¿Durante cuánto tiempo se quedará Midian en Lepidor? —pregunté.

—Depende. Depende de si Midian sigue gozando del favor de Lachazzar y de si éste sigue con vida. Si así fuese, supongo que Midian sería ascendido a general de los sacri o al cargo de exarca en el lapso de dos años.

Dos años. Tendríamos que acoger a esa ave de rapiña alimentándose en el mismo corazón de Lepidor por lo menos dos años. Durante dos años mi padre debería vigilar cada uno de sus pasos. Y Jerian... ¿qué sucedería si Midian insistiese, como era su derecho, en hacerse cargo de su educación? ¿Lograría la influencia de Midian corromper a mi hermano adoptivo?

Siana condujo la conversación hacia cuestiones menos controvertidas, por ejemplo, en qué había empleado mis dieciocho meses fuera. A todo el que me preguntaba eso le respondía que había recibido el entrenamiento propio de los de mi posición, aprendiendo a luchar, a patronear una manta, adquiriendo experiencia de combate y lo demás, pero omitía toda referencia a la Ciudadela. El avarca me preguntó también cuál era mi opinión acerca de Taneth. Hacía años que él no iba allí y sus recuerdos comenzaban a borrarse, así que deseaba que le contase cómo era en la actualidad.

Alrededor de media hora más tarde me dijo que se iría a dormir y que era hora de que me retirase.

—Espera un momento —ordenó con autoridad cuando comenzaba a incorporarme.

Me pregunté qué me diría ahora y volví a hundirme en la silla. —He visto la expresión en tu rostro cuando te hablé de Midian y no voy a preguntarte por qué le tienes semejante pánico. Pero te diré lo siguiente: los representantes del Dominio somos los agentes de Ranthas en Aquasilva. Actuamos como mediadores entre Él y la humanidad y protegemos a la humanidad de las peores tormentas que asolan nuestro mundo. La mayor parte de cuanto hacemos, la labor básica del Dominio, no tiene relación alguna con la Ciudad Sagrada, con la jerarquía ni con nada semejante. Creas o no en las almas, lo cierto es que la mayor parte de la gente cree, y nosotros somos los únicos que podemos ocuparnos de los asuntos del alma. Quiero que recuerdes que Midian y sus carniceros no son el rostro auténtico del Dominio, que esta caza sin piedad e indiscriminada contra todos los que no siguen nuestros preceptos no representa en verdad nuestra causa. Las herejías afloran porque nuestros líderes no dan oportunidad al compromiso. Estoy seguro de que has leído la
Historia;
sería inusual que no lo hubieses hecho, casi todos los líderes de clan lo han hecho. Lo que busca el Dominio es la unidad, el cese de las guerras de religión, de las disputas confesionales, y la consolidación de una fuerza guía que, aunque no desprovista de fallos, supervise el bienestar del mundo. Midian morirá, Lachazzar morirá y, en una o dos décadas, ese movimiento extremista habrá sido olvidado. Tú te has criado aquí siendo testigo de lo que los guardianes de un templo deben hacer. No te permitas olvidarlo, haga lo que haga Midian.

»Buenas noches, Cathan —dijo apoyando la espalda contra el respaldo y cerrando los ojos. Yo me quedé un instante de pie, inmóvil, y luego salí con sigilo de la habitación.

Recogí mi impermeable y me dirigí en línea recta al palacio para preguntarle a mi padre si nos permitiría partir en la siguiente embarcación.

CAPITULO XIX

No —repitió mi padre.

Permanecí absorto, sin creer lo que escuchaba. Él estaba tras su escritorio en la Oficina del Conde, rodeado de papeles. Parecía fatigado y se iba a la cama cuando me presenté con las novedades de Siana sobre Midian.

—Si partieses sólo dos días después de haber regresado, Midian comenzaría a hacer preguntas desde su misma llegada. El Dominio cree que todo es de su incumbencia y no deseo brindarles ninguna excusa para iniciar una investigación sobre Lepidor. ¿O pretendes que la mitad de la población sea quemada en la hoguera? —¿Qué se supone que debemos hacer entonces? —protesté—. ¿Esperar a que los inquisidores de Midian empiecen a indagar por su cuenta? Por lo que sabemos, es posible que también él sea un mago.

—Eso es del todo improbable —aseguró Elníbal. Luego se echó atrás en la silla, frotándose los ojos—. Cathan, yo estoy obligado a permanecer aquí como sea y corro más peligro que tú. Además, Midian
carece
de motivos para suponer que somos herejes. Empezará a cazar herejes, pero no dentro del palacio. El Dominio debe contar con una prueba irrefutable antes siquiera de arrestar a uno de nosotros, y creen que los miembros de la aristocracia somos sus más fieles seguidores. Son las clases más bajas, especialmente los mercaderes, quienes los preocupan.

Era evidente que la aristocracia acostumbraba a apoyar al Dominio sólo porque sus sacerdotes colaboraban con los líderes de los clanes para mantenerlo todo bajo control. La nobleza era otro nido de idiotas.

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