Authors: Félix María Samaniego
Tags: #Clásico, Cuento, Infantil y juvenil, Poesía
en las garras de un León; el desdichado
en la tal ratonera no fue preso
por ladrón de tocino ni de queso,
sino porque con otros molestaba
al León, que en su retiro descansaba.
Pide perdón, llorando su insolencia;
al oír implorar la real clemencia,
responde el Rey en majestuoso tono,
no dijera más Tito: «Te perdono.»
Poco después cazando el León tropieza
en una red oculta en la maleza;
quiere salir, mas queda prisionero,
atronando la selva ruge fiero.
El libre ratoncillo, que lo siente,
corriendo llega, roe diligente
los nudos de la red de tal manera,
que al fin rompió los grillos de la fiera.
Conviene al poderoso
para los infelices ser piadoso;
tal vez se puede ver necesitado
del auxilio de aquel más desdichado.
FÁBULA XIII
Asustadas las fiebres de un estruendo,
echaron a correr todas, diciendo:
«A quien la vida cuesta tanto susto,
la muerte causará menos disgusto»
Llegan a una laguna de esta suerte
a dar en lo profundo con la muerte.
Al ver a tanta Rana que, asustada,
a las aguas se arroja a su llegada,
«Hola, dijo una liebre, ¿conque, hay otras
tan tímidas, que aún tiemblan de nosotras?
Pues suframos con ellas el destino.»
Conocieron sin más su desatino.
Así la suerte adversa es tolerable
comparada con otra miserable.
FÁBULA XIV
Un Gallo muy maduro,
de edad provecta, duros espolones,
pacífico y seguro,
sobre un árbol oía las razones
de un Zorro muy cortés y muy atento,
más elocuente cuanto más hambriento.
«Hermano, le decía,
ya cesó entre nosotros una guerra,
que cruel repartía
sangre y plumas al viento y a la tierra;
baja; daré, para perpetuo sello,
mis amorosos brazos a tu cuello».
«Amigo de mi alma,
responde el Gallo, ¡qué placer inmenso,
en deliciosa calma,
deja esta vez mi espíritu suspenso!
Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
a gozar en tu seno mi reposo.
Pero aguarda un instante,
porque vienen, ligeros como el viento
y ya están adelante,
dos correos que llegan al momento,
de esta noticia portadores fieles,
y son, según la traza, dos lebreles.»
«Adiós, adiós, amigo,
dijo el Zorro, que estoy muy ocupado;
luego hablaré contigo
para finalizar este tratado.»
El Gallo se quedó lleno de gloria,
cantando en esta letra su victoria:
Siempre trabaja en su daño
el astuto engañador;
a un engaño hay otro engaño
a un pícaro otro mayor.
FÁBULA XV
Un señor León andaba, como un perro,
del valle al monte, de la selva al cerro,
a caza, sin hallar pelo ni lana,
perdiendo la paciencia y la mañana.
Por un risco escarpado
ve trepar una Cabra a lo encumbrado,
de modo que parece que se empeña
en hacer creer al León que se despeña.
El pretender seguirla fuera en vano;
el cazador entonces cortesano
la dice: «Baja, baja, mi querida;
no busques precipicios a tu vida:
en el valle frondoso
pacerás a mi lado con reposó.»
«¿Desde cuándo, señor, la real persona
cuida con tanto amor de la barbona?
Esos halagos tiernos
no son por bien, apostaré los cuernos.»
Así le respondió la astuta Cabra,
y el León se fue sin replicar palabra.
Lo paga la infeliz con el pellejo,
si toma sin examen el consejo.
FÁBULA XVI
Un hombre que en el bosque se miraba
con una Hacha sin Mango, suplicaba
a los árboles diesen la madera
que más sólida fuera
para hacerle uno fuerte y muy durable.
Al punto la arboleda innumerable
le cedió el acebuche; y él, contento,
perfeccionando luego su instrumento,
de rama en rama va cortando a gusto
del alto roble el brazo más robusto.
Ya los árboles todos recorría,
y mientras los mejores elegía,
Dijo la triste encina al fresno:
«Amigo,
infeliz del que ayuda a su enemigo»
FÁBULA XVII
En una trampa una Onza inadvertida
dio mísera caída.
Al verla sin defensa,
corrieron a la ofensa
los vecinos Pastores,
no valerosos, pero sí traidores.
Cada cual por su lado
la maltrataba airado,
hasta dejar sus fuerzas desmayadas,
unos a palos, otros a pedradas.
al fin la abandonaron por perdida;
pero viéndola dar muestras de vida,
cierto Pastor, dolido de su suerte,
por evitar su muerte,
la arrojó la mitad de su alimento,
con que pudiese recobrar aliento.
Llega la noche, témplase la saña;
marchan a descansar a la cabaña
todos, con esperanza muy fundada
de hallarla muerta por la madrugada;
mas la fiera entre tanto,
volviendo poco a poco del quebranto,
toma nuevo valor y fuerza nueva;
salta, deja la trampa, va a su cueva,
y, al sentirse del todo reforzada,
sale, sí, muy ligera, pero más airada.
Ya destruye ganados,
ya deja los Pastores destrozados;
nada aplaca su cólera violenta,
todo lo tala, en todo se ensangrienta.
El buen Pastor, por quien tal vez vivía,
lleno de horror, la vida le pedía.
«No serás maltratado,
dijo la Onza, vive descuidado;
que yo sólo persigo a los traidores
que me ofendieron, no a mis bienhechores.»
Quien hace agravios tema la venganza;
quien hace bien, al fin el premio alcanza.
FÁBULA XVIII
Con las plumas de un pavo
un Grajo se vistió; pomposo y bravo
en medio de los pavos se pasea;
la manada lo advierte, lo rodea:
Todos le pican, burlan y lo envían,
¿Dónde, si ni los grajos le querían?
¿Cuánto ha que repetimos este cuento,
sin que haya en los plagiarios escarmiento?
FÁBULA XIX
Así decía cierta Comadreja
a un Hombre que la había aprisionado:
«¿Por qué no me dejáis? ¿Os he yo dado
motivo de disgusto ni de queja?
¿No soy la que desvanes y rincones,
tu casa toda, cual si fuese mía,
cuidadosa registro noche y día,
para que vivas libre de ratones?»
«¡Gran fineza por cierto!
el Hombre respondió. Pues di, ladrona,
si tu glotonería no perdona
ni a ratón vivo ni a cochino muerto,
ni a cuanto guardan ruines despenseras,
¿Cómo he de creer que tu cuidado apura
por mi bien los ratones? ¡Qué locura!
No tendría yo malas tragaderas.
Morirás;
Y el astuto que pretenda
vender como fineza lo que ha hecho
sin mirar a más fin que a su provecho,
sabrá que hay en el mundo quien le entienda.»
FÁBULA XX
Vencidos los Ratones,
huían con presteza
de una atroz enemiga
tropa de Comadrejas;
marchaban con desorden,
que cuando el miedo reina,
es la confusión sola
el jefe que gobierna.
Llegaron presurosos
a sus angostas cuevas,
logrando los soldados
entrar a duras penas;
pero los capitanes,
que en las estrechas puertas
quedaron atascados
sin ninguna defensa,
a causa de unos cuernos
puestos en las cabezas,
para ser de sus tropas
vistos en la refriega,
fueron las desdichadas
víctimas de la guerra,
haciendo de sus cuerpos
pasto las Comadrejas.
¡Cuántas veces los hombres
distinciones anhelan,
y suelen ser la causa
de sus desdichas ellas!
Si Júpiter dispara
sus rayos a la tierra
antes que a las cabañas
a los palacios y a las torres llegan.
FÁBULA XXI
Una lóbrega noche silenciosa
iba un León horroroso
con mesurado paso majestuoso
por una selva; oyó una voz ruidosa,
que con tono molesto y continuado
llamaba la atención y aun el cuidado
del reinante animal, que no sabía
de qué bestia feroz quizá saldría
aquella voz, que tanto más sonaba
cuanto más en silencio todo estaba.
Su majestad leonesa
la selva toda registrar procura;
mas nada encuentra con la noche oscura,
hasta que pudo ver, ¡oh qué sorpresa!
Que sale de un estanque a la mañana
la tal bestia feroz, y era una Rana.
Llamará la atención de mucha gente
el charlatán con su manía loca;
mas ¿qué logra, si al fin verá el prudente
que no es sino una Rana, todo boca?
FÁBULA XXII
Con inminente riesgo de la vida
un ciervo se escapó de una batida,
Y en la quinta cercana de repente
se metió en el establo incautamente.
Dícele un buey: «¿Ignoras, desdichado,
que aquí viven los hombres? ¡Ah cuitado!
Detente, y hallarás tanto reposo
como perdiz en boca de raposo.»
El Ciervo respondió: «Pero, no obstante,
dejadme descansar algún instante,
y en la ocasión primera
al bosque espeso emprendo mi carrera.»
Oculto en el ramaje permanece;
a la noche el boyero se aparece,
al ganado reparte su alimento,
nada divisa, sálese al momento.
El mayoral y los criados entran,
y tampoco le encuentran.
Libre de aquel apuro
el ciervo se contaba por seguro;
Pero el Buey, más anciano,
le dice: «¿Qué? ¿Te alegras tan temprano?
Si el amo llega, lo perdiste todo;
yo le llamo
Cien-ojos
por apodo:
mas chitón, que ya viene.»
Entra
Cien-ojos
; todo lo previene;
a los rústicos dice: «No hay consuelo;
las colleras tiradas por el suelo,
limpio el pesebre, pero muy de paso;
el ramaje muy seco y más escaso.
Señor mayoral, ¿es éste buen gobierno?»
En esto mira al enramado cuerno
del triste Ciervo; grita, acuden todos
contra el pobre animal de varios modos,
y a la rústica usanza
se celebró la fiesta de matanza.
Esto quiere decir que el amo bueno
no se debe fiar del ojo ajeno.
FÁBULA XXIII
Lloraban unos tristes Pasajeros
viendo su pobre nave combatida
de recias olas y de vientos fieros,
ya casi sumergida;
cuando súbitamente
el viento calma, el cielo se serena,
y la afligida gente
convierte en risa la pasada pena;
mas el piloto estuvo muy sereno
tanto en la tempestad como en bonanza,
pues sabe que lo malo y que lo bueno
está sujeto a súbita mudanza.
FÁBULA XXIV
Despeñado un Torrente
de un encumbrado cerro
caía en una peña,
y atronaba el recinto con su estruendo.
Seguido de ladrones
un triste pasajero,
despreciando el rüido,
atravesó el raudal sin desaliento;
que es común en los hombres
poseídos del miedo,
para salvar la vida,
exponerla tal vez a mayor riesgo.
Llegaron los bandidos,
practicaron lo mesmo
que antes el caminante,
y fueron en su alcance y seguimiento.
Encontró el miserable
de allí a muy poco trecho
un río caudaloso,
que corría apacible y con silencio.
Con tan buenas señales,
y el próspero suceso
del raudal bullicioso,
determinó vadearle sin recelo;
mas apenas dio un paso
pagó su desacuerdo,
quedando sepultado
en las aleves aguas sin remedio.
Temamos los peligros
de designios secretos;
que el ruidoso aparato,
si no se desvanece, anuncia el riesgo.
FÁBULA XXV
Trémulo y achacoso
a fuerza de años un León estaba;
hizo venir los médicos, ansioso
de ver si alguno de ellos le curaba.
De todas las especies y regiones
profesores llegaban a millones.
Todos conocen incurable el daño;
ninguno al Rey propone el desengaño;
cada cual sus remedios le procura,
como si la vejez tuviese cura.
Un Lobo cortesano
con tono adulador y fin torcido
dijo a su Soberano:
«He notado, Señor, que no ha asistido
la Zorra como médico al congreso,
y pudiera esperarse buen suceso
de su dictamen en tan grave asunto.»