—¡Confío en que usted vengará la
Guerrière
, señor!
Y en esa atmósfera especial en la que todos se tomaban libertades, un viejo timonel, señalando la bandera de la
Shannon
, que se había descolorido después de tantos meses en la mar, dijo:
—¿No podríamos tener tres banderas, señor, igual que ellos?
—No —respondió Broke—. Nuestra fragata siempre ha sido muy discreta.
La arena del reloj de media hora terminó de caer de la ampolla. Boston se encontraba ahora a veinte millas de distancia. Dieron la vuelta al reloj, tocaron ocho campanadas y Broke dio orden de hacer rumbo al este otra vez con la trinquete cargada y la gavia mayor flameando. Y la
Shannon
continuó navegando en esa dirección durante más de media hora, mientras la
Chesapeake
seguía su estela y desplegaba más y más velas.
Silencio en el alcázar. Silencio de proa a popa. Sólo se oía el susurro del viento en la jarcia, un viento muy flojo que llegaba por el través, y el murmullo del agua al pasar con rapidez por los costados de la fragata. Y en medio de aquel silencio se oyó la voz del guardiamarina que estaba en el tope decir algo que todos podían ver: la
Chesapeake
estaba arriando las juanetes, las sobrejuanetes y las alas y estaba quitando las vergas sobrejuanetes para ponerlas sobre la cubierta.
Watt miró a su capitán inquisitivamente.
—No —dijo Broke—. Mantendremos las nuestras desplegadas. No me fío de este viento… Probablemente amainará.
Entonces miró hacia el tope y dijo:
—Señor Clavering, ya puede bajar. Y usted, señor Watt, ponga la fragata en facha y llame a todos a sus puestos.
La
Shannon
viró y de repente se detuvo. Y mientras estaba allí en facha, cabeceando entre las olas, se oyó el atronador redoble de los tambores. Enseguida los marineros ocuparon sus puestos: unos se situaron a lo largo de los pasamanos, otros se agruparon junto a los cañones que tenían asignados y otros subieron a las cofas. El abarrotado alcázar se quedó medio vacío cuando los oficiales y los guardiamarinas fueron a ponerse al frente de sus brigadas, pero permanecieron allí el oficial de derrota, que gobernaba el barco, un guardiamarina, el primer oficial, los oficiales de Infantería de marina, el capitán, que se encargaría de dirigir todas las operaciones, y Jack, que estaba situado detrás de él y era simplemente un oficial supernumerario. El contador y el escribiente, ambos con sables y pistolas, ya estaban al frente de las brigadas que manejaban las armas ligeras.
La
Chesapeake
orzó y empezó a acercarse a la
Shannon
por la aleta de estribor. Además de las tres banderas, llevaba en la proa una gran bandera blanca con unas marcas que parecían letras. Broke la enfocó con el telescopio y leyó: «Por los derechos de los marineros y el comercio libre».
No hizo ningún comentario, sólo ordenó:
—Señor Watt, coloque banderas en el estay mayor y los obenques para que podamos izarlas en caso de que derriben la nuestra.
Después preguntó a los guardiamarinas encargados de las brigadas de las cofas, el señor Leake, el señor Cosnahan y el señor Smith, si todo iba bien. Los tres respondieron:
—¡Todo bien, señor!
La
Chesapeake
se acercaba a la
Shannon
por la aleta de estribor.
«Espero que actúe según la idea de Nelson y nos ataque con decisión», pensó Jack.
—¿Cruzará la popa y disparará una andanada contra ella y luego otra por babor? —murmuró Broke, mirando fijamente el timón de la
Chesapeake
para poder ver hasta el más mínimo movimiento.
Luego, sin apartar la vista de allí, gritó:
—¡Que ocupen sus puestos los artilleros de los cañones de babor! ¡Túmbense en la cubierta si nos dispara una andanada por popa! ¡No disparen hasta que se encuentre en la posición adecuada!
Se oyeron los pasos apresurados de los marineros descalzos al ocupar sus puestos en el costado de babor y luego volvió a hacerse el silencio y el humo de las mechas de combustión lenta empezó a propagarse por la cubierta. Broke dio una orden en voz baja y la gavia mayor se hinchó y después flameó. Luego los tripulantes cargaron la vela cangreja y la fragata alcanzó una velocidad suficiente para maniobrar.
La
Chesapeake
no iba a cruzar la popa de la
Shannon
. Su estela era muy larga y recta y no podía virar. Lawrence había dejado su posición ventajosa para lanzar un ataque como lo hacía Nelson.
—Bien hecho —comentó Jack y Broke asintió con la cabeza.
—Así me gusta —dijo Watt.
—¡A los cañones de estribor! —gritó Broke.
Los artilleros pasaron a estribor en silencio.
Más cerca, cada vez más cerca. Las palabras de la bandera ya podían leerse, pero en esa posición los cañones de los costados no podían apuntar bien. Más cerca, cada vez más cerca… Ya los disparos de sus mosquetes podían alcanzarles… Y cuando la
Chesapeake
estaba a cincuenta yardas de distancia, orzó para colocarse paralela a la
Shannon
y empezar a luchar. Las dos fragatas tenían el viento por el través de estribor y la
Chesapeake
se encontraba en una posición ventajosa, a barlovento.
—Bien hecho —repitió Jack.
Todavía reinaba el silencio. Broke llamó a su timonel, que manejaba el último cañón de popa de la cubierta superior, y le dijo:
—Mindham, cuando la fragata se encuentre en la posición adecuada, dispare a la cubierta superior, a la segunda porta de babor. No quiero que los tripulantes den vivas hasta que todo haya terminado. No malgaste ni una sola bala.
La
Chesapeake
siguió aproximándose y sus hombres ajustaban las vergas para que su velocidad disminuyera. Su enorme sombra se proyectó sobre la
Shannon
. En medio del silencio, Jack podía oír el murmullo del agua cuando la proa se deslizaba por ella. Vio claramente la esbelta figura de Lawrence en el alcázar, con la misma chaqueta blanca con que le había conocido. Se quitó el sombrero y lo agitó en el aire para saludarle y entonces los tripulantes de la
Chesapeake
dieron tres vivas (curiosamente, una costumbre británica) y al mismo tiempo Mindham disparó un cañonazo. Del costado de la
Chesapeake
, justo por detrás de la segunda porta, se desprendieron trozos de madera. Inmediatamente Broke se volvió hacia el cadete encargado de hacer anotaciones y dijo:
—Son las cinco y media, señor Fenn.
En ese momento dispararon a la vez el cañón próximo al de Mindham y la última de las carronadas que estaban a cargo de Jack y les siguió el cañón de proa. Poco después la
Chesapeake
disparó una terrible andanada.
A partir de entonces, los cañones dispararon una andanada tras otra con tanta rapidez como podían cargarlos los artilleros. El ruido era ensordecedor y el humo que producían los disparos de ambas fragatas era muy denso y se movía hacia la
Shannon
. El aire y el humo formaban una masa oscura que parecía temblar con el impacto de las balas e impedía ver el sol y de ella salían rojas lenguas de fuego. En los pasamanos y las cofas se oía el chasquido de las armas ligeras, al cual se sumaba el rugido de los cañones giratorios.
El silencio y la larga espera habían terminado. La tensión y la profunda ansiedad que sentían todos los hombres habían desaparecido. Ahora estaban en plena acción. Jack permanecía en el alcázar y se limitaba a ir de un extremo a otro de la fila de carronadas de estribor, ya que no tenía mucho que hacer porque los artilleros —que no paraban de hablar y reír y daban vivas cada vez que las balas o la metralla o ambas juntas daban en el blanco— sacaban y metían los cañones con rapidez, miraban el péndulo cada vez que iban a disparar para comprobar si la cubierta estaba horizontal y disparaban con gran precisión. A Jack le parecía que los artilleros de la
Shannon
disparaban más rápido y con mayor precisión que los de la
Chesapeake
, pero era difícil comprobarlo porque la confusión y el ruido eran enormes. El jefe de la brigada de artilleros encargados de la última carroñada se volvió hacia Jack de repente, y en su ancho rostro se reflejaban la ira y el asombro. Una bala de cadena le había perforado el estómago. Jack apartó su cadáver y sus compañeros, tras mirar hacia atrás solamente un instante, sacaron el cañón, lo dispararon y luego lo limpiaron. Una lluvia de poleas destrozadas y pedazos de cabos caía sobre la red de protección que estaba por encima de ellos y mortíferas ráfagas de trozos de madera llegaban a la cubierta a través del espeso humo. La proa de la
Chesapeake
cambió de dirección y la velocidad disminuyó. A través de un claro en el espeso humo Jack vio al timonel muerto, el timón destrozado y el alcázar vacío (en realidad estaba vacío desde que la
Shannon
había disparado la primera andanada) y no vio a Lawrence por ninguna parte.
Las dos fragatas tenían el viento por el través, pero la
Chesapeake
siguió moviéndose hasta que quedó situada en dirección contraria a la del viento, y como las velas de proa habían sufrido tantos daños como su timonel, se quedó inmóvil, con la aleta de babor y la popa frente a la
Shannon.
Entonces la
Shannon
le lanzó terribles andanadas. Las balas destrozaron las portas de popa y cruzaron la cubierta diagonalmente y provocaron una espantosa matanza. La sangre salía a chorros por los imbornales de sotavento.
—Va a virar ahora —dijo Broke—. Señor Etough, vire a babor.
—Va a virar en redondo, señor —dijo Watt.
Al virar, la
Chesapeake
podría disparar a la
Shannon
con la batería del costado que no había sufrido daños y podría alcanzar una moderada velocidad y acercarse a ella y abordarla, lo cual sería peligroso, pues tenía un número de tripulantes mucho mayor.
Broke asintió y mandó virar el timón de la
Shannon
a estribor. Luego, en medio del ruido atronador de los cañones, empleando una bocina, ordenó que dejaran flamear la sobremesana para que la proa de la fragata cambiara de dirección. Aunque los marineros que hicieron la maniobra volvieron corriendo a las piezas de artillería en cuanto dejaron las brazas, los pocos cañones de la
Chesapeake
que pudieron apuntar a la
Shannon
arrancaron el foque. Sin el foque la
Shannon
apenas podía moverse, mientras que la
Chesapeake
se movía hacia atrás a una moderada velocidad y se aproximaba cada vez más.
La distancia entre ambas fragatas disminuía. Mientras tanto la
Shannon
seguía disparando, seguía lanzando quintales de hierro y plomo a su cercano objetivo y la
Chesapeake
continuaba moviéndose hacia atrás. Una carronada de popa volcó el retroceder y se le rompieron las retrancas. Luego chocó contra un montón de coyes ensangrentados que un cañonazo había hecho caer de la batayola. Jack se esforzaba por detenerla y no se daba cuenta de lo que ocurría a su alrededor. De repente oyó el estruendo producido por el choque de la aleta de la
Chesapeake
con la parte central del costado de la
Shannon
y se volvió hacia allí. La
Chesapeake
largó la trinquete para tratar de moverse hacia delante. Ya había logrado avanzar unas cuantas yardas, aunque aún rozaba el costado de la
Shannon
, cuando la galería se enganchó en la uña del ancla de la fragata británica.
Con una voz tan potente que parecía increíble que pudiera emitirla un hombre de su complexión e incluso de cualquier otra, Broke gritó:
—¡Dejen de disparar los cañones! ¡Que todos los hombres de la cubierta superior y el alcázar vayan a proa para abordar la fragata! ¡Señor Stevens, ate rápidamente las dos fragatas! Jack! ¡Señor Watt!
Entonces tiró la bocina y gritó:
—¡Síganme los que puedan!
Corrió por el pasamano de estribor blandiendo el sable y esquivando cadáveres, entre ellos el del escribiente, el del contador y los de algunos de sus hombres. En cuanto aseguró la carronada, Jack le siguió junto con los marineros que estaban en el alcázar y todos avanzaron entre los incesantes disparos que hacían los tripulantes de la
Chesapeake
desde las cofas. El contramaestre y sus hombres estaban colgados de la destrozada batayola por fuera del agujereado costado y trataban de atar la
Chesapeake
a un candelero de la
Shannon
mientras los tripulantes de la fragata norteamericana les disparaban e intentaban darles golpes con picas, lampazos y espeques desde la galería y las portas de la sala de oficiales, y uno de ellos, que se encontraba por fuera de la borda, trataba de cortarle el brazo al contramaestre con un alfanje. Jack caminó más despacio, sacó su pistola y le disparó, pero no le dio porque hizo el disparo con la mano izquierda. El contramaestre había terminado de pasar el cabo de un lado a otro y estaba haciendo un nudo cuando el hombre le atacó de nuevo con el alfanje. Jack y Watt le dispararon al mismo tiempo y el hombre cayó entre las dos fragatas, pero era demasiado tarde, ya había cortado el brazo, que colgaba ahora de la
Chesapeake
. Entre los dos metieron al contramaestre en la fragata y Jack, a voz en cuello, le dijo a un marinero que le hiciera un torniquete en el muñón con su pañuelo y le dejara entre los cañones de la cubierta superior. El contramaestre, con una expresión furiosa, farfulló: «¡Al diablo con el brazo!», pero Jack no le entendió. Siguió corriendo por el pasamano, avanzando con dificultad porque le molestaba el brazo vendado, y la mayoría de los marineros que estaban en el alcázar y la cubierta superior le adelantaron.
Llegó al castillo y vio allí a numerosos muertos y heridos. Broke ya había abordado la fragata norteamericana con una veintena de hombres y Jack se dispuso a seguirle. Se deslizó hasta la boca de una carronada que asomaba por la porta, dio un arriesgado salto y cayó sobre los pocos coyes que quedaban en la parte de la batayola próxima al alcázar de la
Chesapeake
. Allí no había ningún hombre vivo, pero sí muchos muertos, varios de ellos oficiales. Watt le siguió y dio un gran salto por encima del coronamiento, pero cayó al ser alcanzado por uno de los disparos que hacían los tripulantes desde la cofa del mesana. Enseguida se levantó, se apretó el pie con la mano y ordenó a gritos a los artilleros de la
Shannon
que dispararan los cañones contra las cofas de la
Chesapeake y
luego añadió: