El chico tenía ya quince años cuando los de los servicios sociales al fin tomaron cartas en el asunto y lo llevaron a un hogar de acogida. Su abuela lo acusaba de la muerte de su hija, la madre del niño, y declaró a las autoridades que no entendía cómo podían creer que alguien como su nieto llegara a convertirse en una persona normal y corriente.
Al principio, parecía que la abuela de Aron Steen estuviera equivocada. Aron consiguió acabar el bachillerato, estudiar Psicología e independizarse. Pero las señales de desequilibrio seguían latentes. La profesora de preescolar dijo que ya de pequeño disfrutaba causando dolor a los animales. Tenía dificultades para hacer amigos y mantener las relaciones, aun siendo extrovertido y tener facilidad de palabra. De adulto se le consideraba un hombre atractivo y eso lo hacía sentirse a gusto en su relación con los demás.
Tuvo dificultades de adaptación en el mundo laboral, y solía cambiar constantemente de profesión. Viajó de una parte del mundo a otra, y a ojos de los demás aparecía como una persona inestable.
Había conocido a Nora en el período en que regresó a Umeå, donde se había criado, y trabajó en el hospital. Los periódicos explicaban que la ruptura con Nora debió de causarle algún tipo de brote psicótico, ya que fue entonces cuando en mitad de la noche fue a casa de su anciana abuela y la quemó viva en la cama.
El resto, como solía decirse, era historia. Hacía poco, Alex había hablado con los padres del niño que Aron Steen había secuestrado como rehén. El niño se recuperaba lentamente de sus heridas, cuyo pronóstico era mucho más grave que las de Alex; pero al menos estaba vivo y los padres sólo tenían palabras de agradecimiento para él. Sólo el tiempo diría si el niño mostraría el mismo agradecimiento.
A pesar de que habían conseguido identificar al asesino gracias al duro trabajo policial, muchas preguntas habían quedado sin respuesta. No se pudo determinar con exactitud dónde asesinó Aron a las niñas. Probablemente, a Lilian en el piso de Jelena y a Natalie en el de Aron, pero fue imposible demostrarlo. La investigación tampoco arrojó luz sobre por qué había asesinado a Nora en el momento que lo hizo. Jelena Scortz aseguró en el interrogatorio que ella no sabía nada al respecto.
Por lo demás, a Jelena le habían dado el alta en el hospital y estaba recluida en la cárcel de Kronoberg, en espera del juicio. Aunque negaba todas las acusaciones, había pruebas que demostraban que Lilian había estado en su piso. Además, en el cuarto comunitario de las basuras encontraron las braguitas de la niña. Jelena no pudo explicar cómo habían acabado allí. Alex no sabía si sentir lástima por ella o no.
Puso en marcha el ordenador y miró el calendario. Sólo quedaban unas semanas de trabajo antes de que él y Lena viajaran a América del Sur a ver a su hijo. Sería un viaje maravilloso e interesante. Alex no tenía ninguna duda.
Llamaron discretamente a la puerta de su despacho.
Fredrika esperaba expectante en el umbral.
—Entra —la invitó con una voz cálida.
Fredrika sonrió y se sentó en la silla de las visitas.
—Sólo quería saber cómo estás —dijo—. ¿Va todo bien?
Él asintió con una sonrisa.
—Podría decirte que mejor que nunca —respondió Alex—. Y tú, ¿qué tal?
Era el momento de Fredrika para asentir. Sí, ella también estaba bien.
—¿Han ido bien las vacaciones? —preguntó Alex, y parecía estar interesado de verdad.
A Fredrika la pilló por sorpresa. Tanto el verano como las vacaciones parecían muy, muy lejanos. La pregunta despertó los dulces recuerdos de la semana que ella y Spencer habían pasado juntos en un hotelito en Skagen.
Sonrió, aunque su vista se nubló ligeramente.
—Han sido unas vacaciones muy agradables —respondió subrayando cada sílaba.
Las palabras le hicieron recordar a Spencer, sentado sobre la arena y mirando el mar. El viento en la cara y los ojos como delgadas líneas para protegerse del sol.
«Esto es lo mejor que vamos a tener, Fredrika», le había dicho.
«Ya lo sé», había respondido ella.
«No quiero confundirte.» «No te preocupes por eso. Contigo siempre me he sentido muy a gusto, nada más.» Después se quedaron sentados sobre la arena mirando al mar, donde las altas olas se perseguían unas a otras, hacia delante y hacia atrás, hasta que Fredrika, vacilante y un tanto atribulada rompió el silencio.
«A propósito de confundirnos el uno al otro, creo que hay una cosa de la que deberíamos hablar…»
Alex carraspeó al darse cuenta de que Fredrika se había perdido en sus pensamientos.
—Gracias por el disco que me mandaste —dijo—. Tanto a Lena como a mí nos gusta mucho. Lo ponemos casi cada día.
Fredrika ensanchó su sonrisa y sus ojos brillaron.
—Me alegra saberlo. A mí también me gusta mucho.
Después se hizo silencio.
Alex se removió, incómodo, y decidió hacer una pregunta más importante, pero Fredrika se le adelantó.
—¿Cuándo va a volver Peder?
Alex tuvo que pensarlo un momento.
—El uno de noviembre —respondió al cabo—. Si no decide coger la baja por paternidad.
Fredrika no pudo evitar sonreír de nuevo.
Peder y ella habían colaborado enérgicamente para cerrar la investigación que había empezado con la desaparición de Lilian Sebastiansson en un tren en la Estación Central. Trabajar juntos había resultado una experiencia satisfactoria, y les había ayudado a respetarse mutuamente. Cuando Peder cogió la baja paternal, a principios de agosto, se despidieron como buenos compañeros.
Fue la última vez que hablaron. Fredrika pensó en llamarlo en alguna ocasión, pero al final no lo hizo. Quizá porque lo veía como un compañero y no como un amigo, y ahora había pasado demasiado tiempo para que pareciera natural. Además, por los pasillos corría el rumor de que Peder se había separado de su mujer «temporalmente», aunque al mismo tiempo se había puesto en contacto con un compañero que era abogado para que preparara la documentación necesaria para el divorcio.
«Trágico», pensó Fredrika.
Alex opinaba lo mismo.
Pero ninguno de los dos dijo ni una sola palabra; se limitaron a dejar en el aire lo que podía leerse entre líneas.
Alex aprovechó aquel momento de silencio para plantear de nuevo la pregunta que lo atormentaba.
—¿Qué vas a hacer, Fredrika? ¿Seguirás con nosotros?
Fredrika se reacomodó y miró a Alex a los ojos.
—Sí —confirmó con calma—. Me quedo.
Alex le sonrió.
—Me alegro —dijo con sinceridad.
De nuevo una comprensión que no precisaba de palabras. Fredrika sopesó con rapidez si aquélla era una buena ocasión para dejar claro que, aunque había decidido quedarse con Alex, había ciertas cosas que debían cambiar. Ciertas cosas relacionadas con cómo se valoraban en el departamento sus capacidades y su experiencia. Los periódicos habían hablado de su implicación en la investigación de los crímenes, lo cual dio lugar a que el conflicto entre el personal de la policía y el personal civil de las fuerzas del orden saliera a la luz. Fredrika se había negado a colaborar en dos programas de debate. No necesitaba ventilar sus opiniones personales en televisión.
Al final decidió que aquel tema podía esperar. Era su primer día de trabajo después del incendio, así que no creía oportuno obligarle a mantener una discusión de aquella magnitud.
Sin embargo, había otra cosa de la que quería hablar con él.
—Tengo que comunicarte que a finales de abril del año que viene cogeré la baja por maternidad.
Alex dio un respingo. Fredrika tuvo que morderse el labio para no echarse a reír.
—¿Baja por maternidad? —repitió, sorprendido.
—Voy a ser madre —anunció ella sintiendo que las mejillas se le ruborizaban de orgullo.
—¡Felicidades! —exclamó Alex de forma automática. Luego la observó—. No se te nota nada —observó sin poder evitarlo.
Fredrika sonrió, lo que abrió el camino para que Alex sacara otro conejo de la chistera.
—¿Así que te casas de «penalti»?
Ahora fue el turno de Fredrika para dar un respingo y Alex empezó a gesticular con sus manos heridas para indicar que retiraba sus palabras. Fredrika se echó a reír involuntariamente. «Casarse de penalti. ¡Esta sí que es buena!» Decidió explicárselo.
—No, por desgracia, no. El padre del niño ya está casado.
Alex la miró y esbozó una sonrisa tonta, creyendo que le tomaba el pelo. Pero Fredrika nunca bromeaba.
Alex apartó la vista y miró por la ventana.
«Me sentará bien ir a Sudamérica», pensó, tranquilo.
Éste es mi primer libro y por eso la lista de agradecimientos es la más larga que escribiré nunca. O eso creo.
Este libro habría sido imposible si durante dos décadas no me hubiera divertido escribiendo un montón de cuentos y relatos. Pero siempre hay un principio. Por mi parte, empecé cuando tenía siete años y en la escuela escribí mi primer libro de relatos. Estoy muy agradecida a mis fantásticos maestros que en primaria me enseñaron a amar la lectura y la escritura y que me animaban a escribir cuando vieron lo mucho que me apasionaba: Kristina Göransson, Kristina Permer y Olle Holmberg.
No sé de dónde saqué la idea de escribir este libro. Fue como todas mis otras ideas. Un día apareció y me pidió convertirse en un relato. Era agosto de Z007 y faltaban ocho días para las vacaciones. En enero de 2008 tenía listo el primer borrador. La sensación era impactante. Hasta entonces nunca había terminado el proyecto de un libro. El hecho de que aquella vez fuera diferente se debió a varios motivos, pero aprovecho el momento para darle las gracias a mi colega escritor Staffan Malmberg, que al expresar las palabras «Cuando escribas, tienes que sobrepasar la página 90. ¡Entonces podrás llegar adonde quieras!», me ayudó a convencerme a mí misma de que mis escritos no tenían por qué acabar metidos en un cajón como proyectos de una futura novela.
El libro es una novela policíaca y enteramente producto de mi imaginación. Al menos en lo que se refiere al argumento. Desde otoño de 2005 trabajo en un departamento de la policía, y aunque eso no hace de mí una policía consumada, con el paso de los años he aprendido mucho. Por ello, quiero darle un cálido agradecimiento a Sven-Åke y Patrick por sus valiosos y divertidos comentarios a mi escrito desde su sólida experiencia policial. Además, me enseñaron lo que yo necesitaba saber sobre el arduo trabajo de investigación. Los dos, aunque de diferente manera, aportan un gran valor al cuerpo de policía de Suecia. Los posibles errores (o conscientes alejamientos de lo que es una actuación estándar dentro de la policía) del texto son todos responsabilidad mía.
El hecho de escribir, al contrario de lo que uno pueda creer, es una parte pequeña del trabajo de terminar un libro. Yo escribo muy deprisa, aunque en todo lo demás vaya a un ritmo mucho más lento. Cualquier escritor se da cuenta, antes o después, que es cierto lo que escribe Stephen King (¡ese genio!): «Escribir es humano. Corregir es divino». Por ello, la corrección es algo para lo que en la mayoría de los casos se precisa ayuda. Ayuda que yo también he tenido, de un calibre divino, cuando menos.
En primer lugar, quiero dar mi agradecimiento a la editorial Piratförlaget y sus fantásticos colaboradores, que creyeron en mí y decidieron publicar mi novela. La primera vez que atravesé la puerta de sus locales, supe que me sentiría a gusto. En especial, gracias a Sofia Brattselius Thunfors y Anna Hirvi Sigurdsson. Sofía, que con gran entusiasmo y paciencia me introdujo en el mundo del libro y me enseñó los entresijos del proceso de edición, y que me ofreció sus acertados comentarios para el desarrollo de mi escrito. Anna, que con una sensibilidad increíble para la palabra escrita, su trazo firme y su mágico lápiz, así como grandes dosis de tozudez y humor, ha sido una roca en el trabajo de corrección el texto.
Gracias también a mi inigualable cuñada y amiga, Caroline Ohlsson, que no sólo me dejó ser la madrina de su primera hija, Thelma, sino que también, y a pesar de estar en la última etapa de su embarazo, encontró tiempo para leer y comentar mi primer borrador, que era bastante deplorable.
Vaya también mi agradecimiento a Helena Carrick, que en una etapa posterior leyó el libro y aportó interesantes puntos de vista y comentarios. Una lectora soberana, una afilada crítica y, sobre todo, una amiga maravillosa. Es un regalo tener cerca a una persona tan inspiradora y con tanta energía.
Y, finalmente, Sofia Ekholm, que no sólo me ha enseñado lo que significa la lealtad sin compromisos y sin límites, sino que además, en cada ocasión que se ha presentado, me ha hecho creer, con palabras y actos, que estaba haciendo algo que sabía hacer y que sabía hacer
bien
. Eres en muchos sentidos una parte del libro y sin ti todo hubiera sido mucho menos divertido.
Gracias.
Junto a mi escritorio, Estocolmo, primavera de 2009
Portada Antigua
[**]