Read El zen es la mayor patraña de todos los tiempos Online
Authors: Kodo Sawaki
Tags: #Autoayuda, Esoterismo.
¿Quieres comerte un pastel? Por mucho que grites “¡pastel!” ninguno va a caerte del cielo. Nuestras palabras y conceptos no son la realidad. El Zen gira en torno a esta realidad; pero no para reflexionar sobre ella, sino para asirla firmemente a fin de expresarla luego con libertad.
Si la humanidad regresara a su verdadera naturaleza se libraría de todos sus problemas. Pero hasta el momento todo gira en torno al dinero, a follar y zampar, ¡una auténtica casa de locos!
En la Vía del Buda se trata de crear la propia vida. No hay palabras para explicar esto. En esto consiste la vida de un monje. Las palabras han de surgir de la vida del monje constantemente re-creada.
La religión comienza con la ciencia y concluye con el arte. La religión no consiste únicamente en invocar el nombre de Amitaba Buda.
“Practicamos zazen con el objetivo de tener el satori, ¿no es verdad?”
¡Qué tontería! ¿Hasta por el zazen quieres recibir una propina? Al menos zazen deberías hacerlo con naturalidad y sin objetivo alguno.
Cuando alguien me pregunta para qué sirve zazen yo respondo que no sirve para nada. Ante lo cual la gente dice:
“Si no sirve para nada, mejor lo dejo”
. La cuestión es ¿qué hay que sirva para nada?
Lo que parece una “ventaja” no lo es en realidad. La ventaja de la enseñanza del Buda consiste en que no hay ninguna ventaja. Llevo más de tres meses seguidos de un lado para otro haciendo lo que no reporta nada. En mi camino de una
sesshin
a la siguiente parece que voy a desfallecer de agotamiento. Ésta no es precisamente una de las “ventajas” que la gente siempre espera.
Todas las demás religiones ofrecen recompensas. Sólo la nuestra no ofrece ninguna. Tiene gracia: predicamos lo que sólo alguien sin méritos puede predicar. Las personas de mérito llaman a esto “pagano”.
Visitar un templo budista, invocar el nombre de Buda o sentarse en zazen, nada de ello reporta nada. Toda nuestra vida no reporta nada al fin y al cabo. ¿Qué puede haber más ruin que una persona que ante todo lo que hace siempre pregunta qué va a ganar con ello?
Hemos de evitar buscar el aplauso por lo que no merece ningún aplauso. Cuando era joven hacía siempre lo posible por ganarme la admiración de la gente superficial. Cuando hoy pienso en ello me empiezan a sudar los sobacos. Hemos de cuidarnos de la admiración de nuestros congéneres.
Lo que la gente elogia no tiene ningún valor. La vida en las montañas: ninguna persona te elogiará por ello.
Sólo en el mundo humano puede hacerse carrera. Qué estúpido es tratar de reunir de nuevo, una tras otra, todas las cosas a las que se ha renunciado con la ordenación monástica. ¿Qué excusas presentaría a los ancestros un sacerdote de 73 años que con su cabeza rapada y su
kesa
trata de hacer carrera como la gente mundana?
¿Qué puede ser más errado que tratar de hacer carrera como monje budista? ¡Un monje se caracteriza precisamente por que no hace ninguna carrera!
Cuando un monje lo abandona todo y lleva una vida sencilla, ya no hay para él ninguna otra cosa especial que practicar. Tampoco es necesario dar limosna a los pobres: si llevas una vida que es digna de compasión incluso para los pobres, esa vida tiene más mérito que ninguna otra práctica. Y, a la inversa, no es bueno acumular dinero y hartarse de exquisiteces que te conviertan en la envidia de los pobres. Creo que había una razón profunda en el hecho de que Sakiamuni renunciara al trono.
Si estiras el cuello para sobresalir por encima de los demás, correrás también tras el dinero y te esforzarás por alcanzar un puesto importante. Religión significa inclinar la cabeza en
gassho
. En la inclinación de cabeza se realiza la auténtica vida.
He vivido toda la vida como un parásito, pero, en realidad, ¿qué quiere decir esto? En cualquier caso, no hay absolutamente nada que me pertenezca a mí o a ti. Nada nos pertenece y precisamente por eso hemos de tratarlo todo con el mayor respeto. Vivir como un parásito significa tener respeto y consideración por todas y cada una de las cosas.
Yo no albergo la menor esperanza. Me pidan lo que me pidan, hago lo que mandan; me eche la gente de comer lo que me eche, lo acepto sin más. No me importa lo más mínimo de qué se trate.
La gente vive en sus fantasías. Primero se fabrican una idea, luego la agarran con fuerza y empiezan a pelearse por ella, entrando todo a formar parte del gran teatro. Una persona como yo, que vive en paz, no trata de llegar a cualquier precio a un pesebre en el que, de todos modos, no hay nada que comer. No trato de alcanzar nada inalcanzable. No lloro cuando tengo mala suerte y tampoco me vuelvo loco cuando la suerte me sonríe. Siempre he mantenido la serenidad.
Una vez bajé con un montacargas a una gruta de varios cientos de metros de profundidad. Aunque el montacargas descendía a un ritmo constante, al cabo de un rato me dio la impresión de que íbamos hacia arriba. Esta ilusión se parece a la que experimentamos cuando creemos haber encontrado un “chollo”.
Siempre tratas de ganar algo. No has pagado nada por nacer, ¿y encima quieres ahora que se te devuelva el dinero?
Todo lo que hacemos es gratuito. Todo lo que recibimos es gratuito. La lluvia cae gratuitamente, el sol brilla gratuitamente. El sol no nos pasa ninguna factura por su “energía solar”. ¿Cuál es el problema de que no podamos llevarnos nada a la tumba? La cuenta está saldada, ¡listo, punto final!
¿Qué tiene de grave si al final mueres en la cuneta como un perro callejero? He vivido toda mi vida con el propósito de acabar dañándola como un chucho callejero. He malgastado toda mi vida en zazen.
Todos tratan de añadirle algo a la vida humana. Ahí está su error.
Qué sorpresa se llevará la gente cuando compruebe que al final nada sirve para nada. Reconocerán su error de golpe, como un mudo que le echa el diente a un fruto amargo
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.
El
satori
no tiene un comienzo, la práctica no tiene final. No esperes que nadie te dé una propina por ello. Practicar significa dar toda su expresión al
satori
, presente ya desde el principio. Por eso no hay ningún
satori
fuera de la práctica y tampoco práctica fuera del
satori
.
Si practicas zazen, tu práctica debe expresarse en tu actitud en la vida diaria: en la búsqueda de la sabiduría del despertar y en la ayuda desinteresada a todos los seres que sufren.
Si dices que el objetivo de la práctica de la Vía del Buda consiste en hacer de una persona corriente un Buda, eso es una verdad a medias. Siempre has de recorrer la Vía del Buda junto con todos los seres que sufren. Si te apartas de los demás, eso no tiene ya nada que ver con la Vía del Buda.
El secreto de la Vía del Buda consiste en hacer las cosas sin más. Te equivocas si crees que la Vía del Buda está ahí para ayudarte como persona.
Si miras con franqueza en el fondo de tu corazón, comprobarás que cuando dices:
“Me sacrifico por los demás”
, no haces sino ocultar tu egoísmo. ¿No estás haciendo en realidad que todo gire en torno a ti mismo?
¿Por qué los “religiosos” de todos los tiempos han sido siempre tan ambiciosos y ruines? Porque se ganaban el pan haciendo creer a los demás que estaban en posesión de la verdad. Pero como eso no se funda en criterios objetivos, tratan desesperadamente de echar el lazo a los creyentes.
Algunos me preguntan por qué no creo mi propia organización Zen. En el Budismo no puede haber ninguna organización. Tan pronto comienzas a organizar algo el contenido se va al garete. ¡No tienes más que echar una mirada a la actual escuela Soto Zen!
La gente se deja engañar gustosamente por sus propias fantasías. Pero lo que una persona fantasea, otro vendrá que lo echará abajo.
Todo el mundo busca satisfacción, el cumplimiento de sus deseos. ¡Y la respuesta se halla en los periódicos! No es de extrañar que se extravíen y se hundan cada vez más en el pozo de su ignorancia. Informaciones procedentes de todo el mundo llegan a nuestra pantalla el mismo día en que se producen. Y de igual modo se acelera también la rueda de nuestras ilusiones. Llamamos a esta aceleración “progreso” o “civilización”; la pregunta es ¿en qué dirección progresamos? Desde el punto de vista del Budismo, este progreso es en realidad decadencia. Aceleramos nuestro declive y el mundo entero se sume en el sufrimiento.
La humanidad progresa desde el arco y las flechas hasta la ballesta, de la ballesta a la escopeta, y de la escopeta a la ametralladora, hasta llegar a la bomba de hidrógeno. Pero ¿cuánto han avanzado los humanos en cuanto a su carácter? Siguen siendo los mismos granujas que se lían a mamporros entre sí. Con la diferencia de que hoy disponen de armas más peligrosas.
La pregunta es qué entiendes por “cultura”. Cuando el cine no te baste y los conciertos ya no te satisfagan, date simplemente un descanso de tu “cultura” y siéntate en zazen: ahí encontrarás finalmente lo que durante siglos habías estado buscando sin éxito por todos los rincones.
¿Por qué se monta la humanidad todo ese teatro? Es como una pelea de gallos que se dan picotazos sin parar. La enseñanza del Buda trasciende todos los “ismos”. Lo que los humanos han podido concebir es siempre falso.
Sólo el Dharma es verdadero. Esto no es ninguna arrogancia: “Dharma” significa “verdad”.
La luz de la sabiduría significa –dicho con mis palabras– que disminuye la congestión sanguínea.
Si de verdad te dedicas a la religión y al budismo, llegará el momento en el que hasta las flores del ciruelo y el sonido del bambú te prediquen el Dharma. La voz de los valles y el color de las montañas, ésa es la religión que tú realmente buscas.
¿No ha de ser el objetivo de todo auténtico filósofo y de las personas religiosas hallar la verdad en todas y cada una de las cosas? Todas las cosas del universo son manifestaciones de la verdad y el universo en su conjunto es Buda.
La última estación de tu vida es aquella en la que ya no hay nada a continuación: ése es el punto crucial en la enseñanza del Buda.
No entenderás las cosas hasta que no vayas hasta el final y observes tu vida desde la más alta cumbre: para comprender verdaderamente el mundo necesitas la fuerza necesaria para colocarte en la perspectiva de la nada.
Dices: “Esto soy yo y eso es una montaña”. Al separarlas de esta manera, no puedes comprender de verdad las cosas. De pequeño se te enseñó que eso es una “montaña” y aquello un “río”. Pero ¿qué eran antes de que tú nacieras? ¿Y qué serán tras tu muerte? La Vía del Buda es la vía que precede a tu nacimiento y continúa tras tu muerte. En esta vía no hay divisiones: todo en el cielo y sobre la tierra está indisolublemente unido, ahí sólo estás tú, en cuanto eres uno con el universo. O podría también decirse que sólo está el universo, con todos sus ríos y montañas. Esto no quiere decir que tratemos de hacer de la diversidad una unidad. Originariamente sólo hay una realidad, la cual se encuentra más allá de nuestras construcciones mentales.
Estar libre de pensamientos significa que acoges en ti lo ilimitado.
Tu práctica ha de ser la práctica de todo el universo. En la práctica debes darlo todo de ti, pero esto no significa que trates de hacer de ti un santo o que dejes de ser una persona corriente. Mientras no dejes de aferrar o desechar alguna cosa, tu práctica no será universal. No aferrar ni desechar nada significa permitir que la luz caiga directamente sobre ti. Esto es práctica y esto significa sentarse sin más: ser iluminado por la luz cósmica en todas direcciones.
La vida te ha llevado a un callejón sin salida y no sabes cómo salir. Te has decidido a apostarlo todo a la última carta: “Quiero seguir la Vía del Buda”. Se te abre ahí finalmente un rayo de esperanza: ves la luz de tu auténtico yo, al que nada puede colocar entre la espada y la pared.
“Arriba y abajo, siempre dando vueltas mi yoyó.
Ahora quiero morir, ésta será mi tumba”.
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Vayas donde vayas, hagas lo que hagas, el universo de tierra, agua, fuego, viento y vacío existe sólo aquí y ahora, y tú debes vivir tu vida empleando todas tus fuerzas en este momento, que es a la vez la vida eterna.
Tegurama-Ô (literalmente, “el viejo de los yoyós) vendía yoyós a los niños en las calles de Kyoto y Osaka a comienzos del S. XVIII. Un día se sentó en el bordillo de la calle, escribió las palabras antes citadas en una tabla de madera mortuoria y murió
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Nuestra práctica es como la siega del arroz: si no pones en ello toda tu atención puedes acabar cortándote una mano. Pero si lo agarras por la raíz con decisión y presencia de ánimo, no es tan complicado. Cuanto más da de sí una persona, más formal parece.
Deja de lloriquear. Vive en el presente, en este día, en este momento. ¿Qué otra opción tienes sino esmerarte aquí y ahora?
¿No es extraño que la gente quiera siempre ahorrar fuerzas? A alguien como yo, sin ningún talento particular, que tampoco es especialmente inteligente y que no tiene ni padres ni dinero, no le queda otra que darlo todo de sí. En ese sentido he tenido suerte en esta vida, pues ¿qué mayor suerte puede haber que encontrarse en circunstancias que le obligan a uno a darlo todo de sí?
La Vía del Buda representa el samadhi del simple hacer. ¿No está claro que eso no tiene nada que ver con la fatigosa tarea de buscar atribulado la verdad en los libros?
Los ocho volúmenes del Sutra del Loto, los seiscientos volúmenes del Sutra de la Sabiduría y el Sutra del Nirvana, todos se desarrollaron a partir del zazen del Buda Sakiamuni. Esos sutras son las notas a pie de nuestro zazen, nuestro zazen es la manifestación concreta de los sutras.
Todos estos años has ido de compras con tus sentimientos hasta estrellarte, tenías celos y has repartido golpes a diestro y siniestro. Ahora simplemente siéntate aquí. Ya has vagado sin rumbo durante demasiado tiempo antes de llegar a este momento. La búsqueda desesperada ha acabado al fin: ahí se halla la paz y la serenidad que nos regala zazen.
No tengo más deseos que poder raparme la cabeza, llevar el kesa y practicar zazen durante toda mi vida. Pues tampoco Dogen Zenji hizo nada distinto. A esta vida se refiere cuando dice que “se resuelve el gran asunto de toda una vida de práctica”
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(Bendowa). Esta es la mayor felicidad que puede existir. Si la experimentas, estarás lleno de agradecimiento de haber nacido persona y de haber entrado en contacto con la enseñanza del Buda.