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Authors: Kodo Sawaki

Tags: #Autoayuda, Esoterismo.

El zen es la mayor patraña de todos los tiempos (16 page)

Se dice que no hay la menor diferencia entre todos y cada uno de nosotros y Buda. ¿No hay de verdad la menor diferencia?, me pregunto. Nada de eso, ¡cómo podría haber una diferencia mayor! ¿Preguntas qué te diferencia de Buda? Eso que llevas contigo: los hombres creen que son “hombres”, las mujeres que son “mujeres”. Ahí se encuentra la raíz de la ilusión.

Deja de hacer distinciones intelectuales. Sakiamuni Buda no intentaba sino deshabituarse del pensamiento discriminador. Demasiados de nosotros desperdician la vida haciendo distinciones. Pasamos toda la vida en el mundo de nuestro conocimiento intelectual, que no penetra realmente en nuestro ser.

Desde la mañana hasta la noche te ves en un continuo vaivén entre la alegría y la pena, y ocuparte de tu particular estado de ánimo no hace sino empeorar las cosas: con tus cavilaciones sobre la vida y la muerte te adentras más y más en un callejón sin salida. El problema de la vida y la muerte es una ratonera psicológica, sólo existe en tu mente. Puedes convencerte de que la solución de este problema te llevará a escapar del ciclo de la vida y muerte, pero la solución en la que piensas es sólo una solución dentro de tus ideas y la propia idea de querer resolver el problema de la vida y de la muerte es parte del problema en sí.

Crees que te has liberado de la avidez y la codicia y ahora te aferras tercamente a esta idea. Crees que has acabado con tus ilusiones y de este modo no haces sino crearte una ilusión más. Siempre queda algo que no quieres soltar de la mano. Debes acabar con esta disociación y también con esta mente que cree “acabar con”, e incluso debes acabar con la idea de acabar con algo. Por eso en el Dharma del Buda nunca llegas a un punto final.

La sabiduría de los Budas es una fuerza que echa sus raíces en zazen. Se manifiesta cuando te deshaces de todos los conceptos e ideas persistentes de tu mente. Has de deshacerte de esto y aquello, de todo por completo, y en el momento en que tu mente de persona corriente se ha disuelto totalmente es cuando se manifiesta la sabiduría de Buda; no en virtud de tus ideales e ideas, sino en virtud de tu práctica de zazen.

Se trata de un giro interior de 180 grados. Has de nacer de nuevo en lo más hondo de ti a fin de liberarte de tu ego. No es algo imposible. Quizá no dure mucho tiempo; en tal caso libérate de tu ego al menos en ese instante.

Una práctica devota no tiene nada que ver con lo que la gente llama “ponerse manos a la obra”. Tampoco significa que debamos rompernos la cabeza. Significa sencillamente abandonarse a zazen. Ahí no hay nada que ganar. Tampoco trates de resolver tus tareas escolares durante zazen.

Si tienes bajo control el asunto crucial de tu vida no sentirás rencor ni aun cuando alguien quiera cortarte la cabeza. Ése ha de ser el objetivo de tu práctica de la vía del Zen. Sólo cuando practiques zazen de este modo sabrás apreciar el auténtico valor de tu vida.

“¿Incluso alguien como yo tiene naturaleza de Buda?”. No seas tan torpe, no digas tonterías, ¿no te das cuenta de que siempre te has encontrado en medio de la naturaleza de Buda? Cuando sentado en zazen despiertas de tu ilusión ya no se plantea la cuestión acerca de la naturaleza del Buda; en zazen todo tu cuerpo es penetrado por zazen, ¿quién podría dudarlo? Cuando bebes más de la cuenta todo tu cuerpo está borracho, hasta la última célula. ¿O tienes todavía alguna duda?

La Vía del Buda te atraviesa desde la cabeza hasta los pies. Cuando te encuentres en samadhi sentirás la Vía del Buda penetrar en cada célula de tu cuerpo.

Todas las obras escritas por Dogen Zenji son actas de su práctica de zazen. Cuando lees el Shobogenzo has de considerarlo desde misma práctica diaria.

Dogen Zenji se encontró con Nyojo Zenji
[74]
y se cercioró de que shikantaza y shinjin-datsuraku [el desprendimiento del cuerpo y de la mente] son suficientes, no hay necesidad de nada más. Shinran Shonin
[75]
y Honen Shonin
[76]
se valieron únicamente de la práctica del Nembutsu, y de nada más. Al igual que Dogen Zenji estudiaron a fondo las enseñanzas de las escuelas Tendai
[77]
y Shingon
[78]
, pero no hicieron el menor uso de ellas. Esto es importante: si buscas la verdad, basta con llegar al fondo de una cosa; todo lo demás está de sobra.

La meta de tu vida ha de ser alcanzar la verdad. No debes inquietarte demasiado por lo demás.

¿Con qué fin comes en realidad tu pan de cada día? ¿Sólo porque tienes hambre? ¿Y también en lo demás haces sólo aquello de lo que tienes ganas? ¡Eres como un crío! Has de tener claro para qué vives en realidad, con qué propósito comes tu pan de cada día. Has de tener ante la vista un objetivo preciso. Hagas lo que hagas, has de hacerlo con ese fin. Haz lo que puedas, y cuando llegues al final de la vida entonces has llegado al final. Sólo necesitas una única tarea a la que merezca la pena, simple y tranquilamente –sin ruidos innecesarios–, dedicar tu vida.

45 - Descubres el día de hoy allí donde aún no hay pensamientos

“Sólo Dios sabe cómo será el otoño, si traerá lluvia o tempestades.

Hoy yo me emplearé a fondo quitando malas hierbas en el arrozal”
.

Ocuparse simplemente del arroz, sin rezongar. La abnegación y entrega de esta práctica es lo que llamamos liberación del pensamiento
[79]
. Ahí no tienes necesidad de preocuparte por el futuro y tampoco debes vanagloriarte de lo que hiciste ayer.

Un samurái que nunca pierde su espíritu de samurái expresa el no-pensamiento. El cocinero permanece en la cocina cocinando y cada uno en su puesto hace lo que le corresponde.

Sé totalmente tú mismo. En cualquier momento y lugar has de tener los pies sobre suelo firme, sin desperdiciar ni un solo instante de tu vida. Cuando eres tú mismo, eres Buda.

Ni siquiera a Sakiamuni debes imitar. Debes crear tu vida cada día. Tú día de hoy ha de extenderse ilimitadamente. No hagas de él una copia de tus ideas de ayer. Tus ideas de hoy han de ser completamente libres.

(Sobre la experiencia de iluminación de Reiun al observar los melocotoneros en flor:) ¿Qué es lo más importante de tu vida? Cuando las hojas de los pensamientos caen y el viento se lleva las flores de la ilusión, ya no queda nada tras lo que correr ni nada de lo que huir. Libre ya de tus preferencias e ideas, compruebas sorprendido que lo que considerabas más importante, lo que has estado buscando desesperadamente, no era más que una ilusión que se ha desvanecido sin dejar rastro. No queda nada más. Y de repente ves ante ti los melocotoneros en flor y esas flores llenan todo el universo. ¡Todo el universo está lleno de la cosa más importante de tu vida! Por mucho que uno lo intente con uñas y dientes, no podrá desprenderse de ella.

La cosa más importante de tu vida no la recibes de tus padres ni de tu maestro: la descubres en las flores del melocotonero. Este asunto, el más importante, va más allá de tu vida y de tu muerte: ¡los melocotoneros florecen!

El incesante ir y venir de pensamientos y sensaciones no es algo que puedas controlar ni dirigir. Estas idas y venidas se producen al margen de tu voluntad, de ahí que podamos vivir nuestra vida como si hubiéramos muerto tiempo atrás: sin perseguir el satori ni huir de la ilusión. No tenemos nada que anhelar ni tampoco nada que temer. No hay nada que debiéramos hacer, absolutamente nada. Este “absolutamente nada” es nuestra realidad y por eso vivimos como si estuviéramos muertos.

¿Acaso respiramos conscientemente? ¿Hacemos latir nuestro corazón conscientemente? No, nuestros pulmones y nuestro corazón funcionan por sí solos, sin nuestra intervención. De modo que tampoco nada nos impide vivir esta vida libre de pensamientos.

Tú mismo eres la verdad. Por eso no puedes escatimarla. El cielo y la tierra tampoco escatiman la verdad.

Querámoslo o no, el Sutra del Loto rige nuestra vida. Esta vida adopta por tanto mil formas diversas: las montañas y ríos son nuestra vida, el nacimiento y la muerte son nuestra vida, las ganancias y pérdidas, las alegrías, las penas y la búsqueda de un poco más de todo son todos aspectos de la realidad de nuestra vida. Y nada de ello podemos convertirlo en un asunto privado.

Nuestra conciencia está únicamente determinada por nuestro karma, por eso no podemos confiar en nuestras preferencias. Lo importante es verse libre de pensamientos; es decir, pensar de manera realmente libre [hishiryo].

¿Qué quiere decir “tener el satori”? Quiere decir no tener absolutamente nada y, en lugar de ello, soltar por completo. Entonces los ríos y montañas, el espacio y el tiempo son todos expresión del satori.

El satori comienza en el instante en que dejas de buscarlo.

Percibes la enseñanza de Buda como si la vieras a través de un cristal deformado. Cuando te ves libre de pensamientos esto significa que te has quitado los lentes coloreados y contemplas el mundo desde zazen, sin mezclar ahí para nada tus opiniones humanas. Esto es lo que se quiere decir con “desprenderse del cuerpo y de la mente”
[80]
.

Estar libre de pensamientos significa estar totalmente presente en cada instante, poner la atención en este momento.

46 - No debes tomarte el Budismo demasiado al pie de la letra

Cuando practicamos shikantaza no debemos apoyarnos en los conocimientos que hemos acumulado. No obstante, es importante que entendamos correctamente el significado y el sentido de shikan [simplemente]. Antes de poder leer el Shôbôgenzô, tienes que conocer la filosofía Yogaçara
[81]
. Si alguien inexperto lee el Shôbôgenzô sin estar familiarizado con la filosofía Yogaçara será como quien comercia con arroz sin disponer de una balanza o de algún otro aparato de medición.

Cuando era joven, el estudio del Budismo me dio no pocos dolores de cabeza. Me parecía tan complicado porque lo entendía como un nutricionista entiende el arte de cocinar: si queremos analizar con precisión científica cuánta sal y vitaminas contiene un plato, cuántas calorías, cómo hay que prepararlo para que las vitaminas no se pierdan etc., no hacemos sino crearnos dificultades. Si hoy en día el Budismo se marchita es porque mucha gente lo contempla bajo la perspectiva del análisis nutricional sin nunca haber comido de él. A mí, día sí, día también, me basta su simple sabor. No me interesa la cáscara inerte del conocimiento.

En Japón los artesanos tienen a chicos de nueve o diez años de edad como ayudantes o recaderos. Cuando llegan a los quince o dieciséis años se les pone al fin una herramienta en la mano. No se les explica nada más, pero si no saben qué hacer con la herramienta se les dice: “¡Eh, tú! ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde has tenido puesta la vista hasta hoy?”. Lo mismo sucede en un templo Zen. Ahí no se habla mucho de Budismo. Se practica.

Dedicarse a la práctica es algo diferente a reflexionar sobre la práctica. Hablo por ejemplo a menudo de los rasgos faciales porque me interesa la fisonomía. Considero que la forma es de gran importancia. Creo que la forma del gasshô
[82]
, del sampai
[83]
y del zazen ya fue transmitida de uno a otro por los Budas anteriores a Sakiamuni. Dedicarse a la práctica significa entregarse por completo a esa forma.

“Cuando la forma es correcta, también lo es el contenido”. En una postura y actitud correctas se expresa una actitud de espíritu correcta. Por eso es necesario que revisemos a la luz de la práctica de zazen nuestra actitud ante una vida que cambia día a día, afinando nuestra actitud vital desde la mañana hasta la noche.

Un monje necesita adoptar la actitud vital de un monje, un profesor la de un profesor. No debes flaquear en ningún momento. Forja tu propia actitud al estar en pie, al andar, al sentarte, al acostarte. No te pierdas nunca de vista.

La teoría no cuenta. Quizá se dejan encandilar por el koan
[84]
, pero en la escuela Zen Rinzai los monjes se sientan de hecho en el cojín al menos por espacio de veinte o treinta años. Esta vida no hace concesiones al mundo humano, no hacen componendas con la sociedad humana. La práctica de estos monjes es muy profesional. Comparados con ellos, los seguidores de la escuela Soto me parecen comediantes de tres al cuarto: las enseñanzas de la escuela Soto no calan en ellos.

Si a los budistas de hoy en día les quitas su historia, arqueología y filología, y luego los sacudes como es debido, comprobarás que están completamente huecos.

Sólo los tarugos se entusiasman por lo que está escrito en los libros. Debes aprender a distinguir la realidad de tus elucubraciones mentales. Cuando leas léete a ti mismo, créate a ti mismo. No eres realmente tú mismo hasta que no has dejado atrás toda teoría.

Acumular conocimientos sobre el Budismo es peligroso: crees poder abordarlo todo mediante palabras. Y antes de que esas palabras cobren para ti sentido, ya has compuesto con ellas una tesis doctoral o la gente empieza a pagarte por tus “charlas sobre el dharma”.

Las palabras de las religiones establecidas son como latas de conserva vacías, un mal recurso en caso de necesidad.

Las personas de ciencia hablan durante toda la vida únicamente de palabras. Rebuscan con tanto celo entre las letras que al final les llega la muerte antes de haber encontrado en ellas algún sentido para su propia vida. Esto se debe a que reflexionan y discriminan demasiado. Les resulta imposible comprender una cosa simple y directamente; por ejemplo, esclarecer zazen mediante zazen mismo.

Por eminente que sea una filosofía para todo lo que una persona ha imaginado, otra vendrá con sus ideas y lo echará todo por la borda. No podemos acceder a las cosas mediante nuestras palabras e ideas. Lo que hay que hacer es llegar desnudo al lugar que permanece inmóvil cuando todo lo demás se derrumba.

Iluminar la conciencia significa salvar a todos los demás antes de salvarte tú mismo. Pero si no haces más que hablar de salvar a los demás mientras ni siquiera eres capaz de ceder tu asiento en el autobús, tus palabras se las lleva el viento.

Alguien me preguntó una vez: “¿No crees tú también que el Budismo es la mayor patraña de todos los tiempos?”. Por supuesto, todo lo que cuentan los monjes budistas es tan falso como lo que aparece en los libros. ¿Por qué? Porque habla del nirvana gente que nunca lo ha experimentado y otros se extienden acerca del gran despertar tras la muerte de la mente, cuando ellos mismos son incapaces de abrir los ojos. Parece que a los religiosos les gusta divagar sobre asuntos que no tienen nada que ver con su propia vida. Esto vale también para todos los sutras famosos: sin práctica no son más que patrañas.

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